FAN > UN MúSICO ELIGE SU CANCIóN FAVORITA: “SOLEDAD”, POR CHICO NOVARRO
He estudiado algunos tangos y hay algunas letras que me interesan mucho. Me gusta mucho Alfredo Le Pera, un letrista espectacular, y entre mis favoritos también están Enrique Cadícamo y Homero Manzi. Elegir uno es complicado. Pero voy a tomar a Le Pera cuando escribe, por ejemplo: “Yo adivino el parpadeo de las luces que a lo lejos van marcando mi retorno”. “Volver” tiene una letra extraordinaria; las suyas son pequeñas obras de arte.
A mí, en las canciones que he escuchado y las que compuse, me impactó mucho el tema de la soledad. Siempre, toda la vida, he tratado la soledad, tanto en el hombre como en la mujer. Recuerdo en este momento la letra de Contursi que dice “Percanta que me amuraste/ en lo mejor de mi vida”, que habla del tipo que está solo, profundamente solo, en el bulín. Y está el tango “Soledad”, donde Le Pera escribe: “Yo no quiero que nadie a mí me diga/ que de tu dulce vida/ vos ya me has arrancado./ Mi corazón una mentira pide/ para esperar tu imposible llamado./ Yo no quiero que nadie se imagine/ cómo es de amarga y honda mi eterna soledad,/ en mi larga noche el minutero muele/ la pesadilla de su lento tic-tac./ En la doliente sombra de mi cuarto, al esperar/ sus pasos que quizá no volverán,/ a veces me parece que ellos detienen su andar/ sin atreverse luego a entrar”. Hay que ver que esto está escrito en el año ’34, si no me equivoco, con una visión de la soledad muy nostálgica y melancólica. Me gustan mucho frases como “el minutero muele la pesadilla” o “las horas que agonizan se niegan a pasar”.
Yo canté este tema de chico. En mi casa se escuchaba mucho Gardel, porque mi padre era fanático. Después nos empezaron a gustar Alberto Marino, Rufino, Rivero y las orquestas de Troilo, Salgán, Piazzolla y Pugliese. Pero primero mamamos los tangos de Gardel: “Soledad”, “Golondrina”, “El día que me quieras”. Los clásicos. A mí después me empezó a tirar más para el lado de Manzi, pero también hay muchos tangos que plantean no la traición del abandono, sino la soledad melancólica.
Una vez, cuando tenía catorce años, mi hijo Pablo vino y me dijo: “Papá, ahora entiendo el tango: mi novia me dejó”. Pero yo he vivido la soledad no tanto pensando en la traición o el abandono, sino más bien en el ser humano, en esa necesidad que tiene de plantearse en algún momento algo acongojante como es despertar y que el otro no esté al lado y pensar “¿dónde estará?”, más esa cosa melancólica de ausencia. Tan enganchado quedé con el tema que una vez un autor teatral me pidió una canción que hablara de la soledad de la mujer y yo me puse en la piel de una mujer cuando está sola y compuse el bolero –o la balada– “Acompañada y sola”.
También Cadícamo pinta la soledad cuando dice “Nostalgias/ de escuchar su risa loca/ y sentir junto a mi boca/ como un fuego su respiración./ Angustia/ de sentirme abandonado/ y pensar que otro a su lado/ pronto... pronto le hablará de amor.../ ¡Hermano!/ Yo no quiero rebajarme,/ ni pedirle, ni llorarle,/ ni decirle que no puedo más vivir.../ Desde mi triste soledad veré caer/ las rosas muertas de mi juventud”.
Todos estos autores me merecen un respeto único: creo que han planteado las cosas de una manera maravillosa. Y creo que Le Pera, dentro de su estilo, que era un estilo muy poético, es todavía más profundo. “Hay un desfile de extrañas figuras/ que me contemplan con burlón mirar./ Es una caravana interminable/ que se hunde en el olvido con su mueca espectral,/ se va con ella tu boca que era mía,/ sólo me queda la angustia de mi mal”.
Qué bárbaro: esta soledad es la que ha hecho cantar a estos hombres, a estos duendes que tan bien han manejado la música y la temática de Buenos Aires.
Yo tengo un tema, “Manías”, donde pinto también la soledad. Dice: “Noche tras noche beso tu rostro que me mira desde una foto”. Para mí es una canción terrible: el tipo lleva la foto a la cama y plantea el abandono, la soledad, la desolación, que han sido temáticas tanto del bolero como del tango. En el bolero, es cierto, se trata el tema de manera mucho más superficial: “amor mío”, “tus ojos que me hicieron tanto daño”, “nuestras vidas pudieron ser algo y no lo fueron”. Es todo mucho más simple. Sin descuidar, por supuesto, a los grandes autores como Agustín Lara. El bolero era desgarrador, pero desgarrador con florcitas. El tango es desgarrador en la profundidad del alma. El tipo juega con las metáforas y se entrevera con la soledad. Y la nostalgia está presente y no la puede evitar.
En el tango “Los Mareados”, el tipo dice: “Hoy vas a entrar en mi pasado”. Es una despedida: qué grande ha sido nuestro amor, y sin embargo mirá lo que quedó. Es muy fuerte el tango: las imágenes que evoca no siempre son como en “El día que me quieras”, donde hay una expectativa: “se vestirá de fiesta”. En el tango, la proporción es de tres a siete: tres de expectativa y de optimismo por lo que va a venir, y siete por lo que se fue.
Música: Carlos Gardel.
Letra: Alfredo Le Pera
Interpretado por Gardel en el film El tango en Broadway (Long Island, 1934).
Yo no quiero que nadie a mí me diga
que tu dulce vida
vos ya me has arrancado:
mi corazón una mentira pide
para esperar tu imposible llamado.
Yo no quiero que nadie se imagine
cómo es de amarga y honda
mi eterna soledad,
en mi larga noche el minutero muele
la pesadilla de su lento tic tac.
En la doliente sombra de mi cuarto, al esperar
sus pasos que quizá no volverán,
a veces me parece que ellos detienen su andar
sin atreverse luego a entrar...
¡Pero no hay nadie, y ella no viene!
Es un fantasma que crea mi ilusión
y que al desvanecerse va dejando su visión,
cenizas en mi corazón...
En la plateada esfera del reloj
las horas que agonizan
se niegan a pasar.
Hay un desfile de extrañas figuras
que me contemplan con burlón mirar.
Es una caravana interminable
que se hunde en el olvido
con su mueca espectral.
Se va con ella su boca, que era mía:
sólo me queda la angustia de mi mal...
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