Domingo, 16 de junio de 2002 | Hoy
MUSICA Es cantante, compositor y un pionero en eso de tocar todos los instrumentos en un mismo disco. Fue el único capaz de reunir el genio melódico de Los Beatles y la potencia de Los Who. Además, fue el productor de grandes revelaciones como los New York Dolls y Patti Smith. Y sus pasos por el rock sinfónico y el pop desembocaron en desconcertantes experimentos sonoros que dividen a sus fans. Que Charly García haya grabado su tema “Influenza” y bautizara así su nuevo disco es la excusa perfecta para conocer a Todd Rundgren.
POR ALFREDO ROSSO
La historia de Todd Rundgren
comienza en Upper Darby, Pennsylvania, un suburbio de Filadelfia, Estados Unidos,
donde nació el 22 de junio de 1948. Aprendió a tocar la guitarra
de pequeño, pero, dando ya indicios de su camino futuro, tras un puñado
de lecciones, decidió seguir estudiando por su cuenta. En su adolescencia
tuvo dos grandes influencias: el pop de Los Beatles y los Beach Boys y el soul
de Motown y de su propia ciudad natal. Dicen quienes lo conocieron en aquellos
años que Todd ya era un muchacho precoz, interesado en las nacientes
computadoras, quizás una forma de escapar a la típica familia
disfuncional de clase media en la que le había tocado crecer. “Mi
familia no era muy unida”, declaró alguna vez Rundgren, “todos
competían con todos. Nunca nos decíamos te quiero, nunca nos abrazábamos.”
Harry Rundgren puede no haber sido el más afectuoso de los padres, pero
lo que sí le dio a Todd fue una exposición a la música
que iba más allá del mundo del pop. Además del rock inglés
de primera generación, los gustos del joven Rundgren incluían
la música clásica y los hits de los musicales de Broadway. Todd
pagó su derecho de piso como músico tocando en Money y Woody’s
Truck Stop, dos conjuntos que no tuvieron mayor trascendencia. “Todd era
diferente”, dice Paul Fishkin, por entonces manager de Woody’s. “Todos
tomaban drogas menos él. Nadie podía creerlo. Además, era
muy ambicioso: sólo le interesaba tocar. En las fiestas escolares, cuando
los demás paraban entre set y set, Rundgren se quedaba tocando, zapando,
haciendo solos”.
ARACA
LA CANA
Finalmente, la incompatibilidad de caracteres se volvió
insostenible y en 1967 Rundgren dejó Woody’s Truck Stop –llevándose
consigo al bajista Carson Van Osten– para formar The Nazz, nombre que tomó
de un tema de los Yardbirds, “The Nazz Are Blue” (“Los canas
son azules”). El tecladista y cantante Robert “Stewkey” Antoni
y el baterista Thom Mooney ocuparon las plazas restantes. Gracias a los auspicios
de una disquería local, The Nazz conoció a un promotor llamado
John Kurland, que trabajaba junto a los muy populares The Mamas and The Papas,
y por su intermedio consiguieron un contrato con SGC Records, una subsidiaria
del poderoso sello Atlantic.
The Nazz ofreció su primer concierto en enero de 1968 y unos seis meses
más tarde debutó con el single “Hello, It’s Me”/”Open
My Eyes”, donde quedó en evidencia que la banda tenía un
genio pop en bruto, que se sentía igualmente cómodo haciendo hard-rock
y deliciosas baladas. Con su riff inicial reminiscente del “Can’t
Explain” de Los Who y su furibundo solo de guitarra, “Open My Eyes”,
se convirtió en un clásico de su época y fue más
tarde incluido en esa definitiva colección de la psicodelia de garaje
llamada Nuggets. “Hello, It’s Me” también tendría
su momento de gloria, pero le llegaría más tarde, cuando Rundgren
le cambió el arreglo y lo editó como solista en 1973. En el primer
álbum del grupo, Nazz, publicado en agosto de 1968, las influencias de
la psicodelia inglesa son evidentes. Hay riffs poderosos, depuradas armonías
vocales y un original sentido del humor. Rundgren tenía clara la dirección:
“Queríamos combinar el genio de Los Beatles en el estudio de grabación
con la energía y el despliegue de Los Who en el escenario”.
Hacia fines del 68, Nazz viajó a Londres para trabajar en su segundo
álbum, que estaba pensado para ser un doble, con el título Fungo
Bat. Por desgracia para ellos, sólo llegaron a completar un solo tema
cuando se produjo un conflicto con el sindicato de músicos inglés
y Rundgren y compañía se encontraron, de buenas a primeras, volviendo
a casa. Una vez en Estados Unidos, Nazz se empezó a desintegrar. Los
temas se grabaron, pero el clima de las sesiones no fue amistoso. La idea del
LP doble se descartó y en su lugar apareció un disco solo, imaginativamente
titulado Nazz Nazz, en 1969. Parte del problema interno tuvo que ver con el
material. Todd estaba cautivado por las canciones intimistas y reflexivas de
la cantante Laura Nyro y su nuevo material escrito en esa vena, no contaba con
el apoyo del resto. Para cuando salió el tercer álbum, Nazz III
(armado con sobrantes del disco anterior) en 1970, Rundgren se había
ido hacía rato. Atrincherado en un departamento de Manhattan, rumiando
su amargura por el fracaso comercial de Nazz, estuvo a punto de abandonar la
música para dedicarse a las computadoras, pero un cambio de aire decidió
su destino.
Rundgren empezó a frecuentar la escena bohemia del Greenwich Village,
a soltarse un poco más socialmente. Un conocido de los días de
Nazz, Michael Friedman, lo recomendó a Albert Grossman, el poderoso manager
de Bob Dylan, Janis Joplin, Paul Butterfield y The Band. Avezado detector de
talentos, Grossman encomendó a Rundgren la producción del tercer
álbum de The Band, Stage Fright, primer eslabón importante de
una cadena de producciones que incluiría, a lo largo de la década
y media siguiente el debut de los New York Dolls; Straight Up, de Badfinger;
We’re An American Band, de Grand Funk Railroad; el multiplatino Bat Out
Of Hell, de Meatloaf; Wave, de Patti Smith y el muy alabado Skylarking, de XTC.
Pero no todo iba a ser tan fácil.
UN
MAPA CEREBRAL
Además
de su probidad, el trabajo de productor puso de manifiesto la compleja y a menudo
excéntrica personalidad de Rundgren. Los testimonios concuerdan en que
Todd nunca tuvo paciencia para los músicos poco idóneos o demasiado
largueros para grabar sus partes, y no tenía ningún problema en
decirles lo que pensaba de ellos. Esta mecha corta para con sus colegas puede
haber sido el factor que determinó su vuelta al mundo solista. Contratado
por el sello de Friedman, Bearsville Records, Rundgren se mudó a Los
Angeles y grabó Runt, nombre que –aunque figuraba en forma ambigua
como nombre del álbum y del grupo que lo interpreta– fue a todos
los efectos el comienzo de su carrera solista. “Nosotros creíamos
que era tan sólo un guitarrista que sonaba como Eric Clapton”, dice
el bajista Tony Sales, quien junto a su hermano baterista Hunt Sales formaron
la base rítmica del álbum. “No teníamos idea de todo
lo que era capaz de hacer.” Rundgren, el músico, tenía muchas
facetas y Runt las juntaba casi todas. El pop jubiloso de “We Gotta Get
You a Woman” lo hizo entrar en el Top 20 norteamericano en noviembre de
1970, pero Runt ofrecía, además, la balada símil Brian
Wilson de “Believe In Me”, el rock desvencijado de “Who’s
That Man” que anticipa la cuidada desprolijidad de los New York Dolls y
hasta una fusión de jazz y música clásico-progresiva en
la extensa zapada “Birthday Carol”. En Bearsville estaban sorprendidos
por la versatilidad de su nuevo artista. Y Todd, por su parte, estaba cambiando
de hábitos. El recluso de antaño dio paso a un joven genio que
tenía un magnetismo especial para las groupies californianas.
Las aventuras de Rundgren en la costa oeste continuaron con The Ballad of Todd
Rundgren (1971), otra colección ecléctica de canciones pop y baladas
que parecían emanar de una pluma sin esfuerzos. A esta altura, Todd había
conocido los vapores de la cannabis. “Los resultados fueron inmediatos:
hubo cierto refinamiento en mi estilo”, dice Rundgren. “El porro me
hizo consciente de mis procesos mentales. Empecé a pensar en cómo
funcionaba mi cerebro y lo que podía hacer con él. El lenguaje
adquirió un nuevo significado: pasó a ser simbólico además
de reflexivo. Nunca pensé en la hierba como una droga recreativa o escapista.
Para mí, el asunto siempre se trató de ir hacia a algo”.
The Ballad vendió menos que Runt, pero obtuvo excelentes críticas,
en especial de una joven poetisa que escribía para Rock Magazine y que
estaba llamada a jugar un rol fundamental en la música de la década
siguiente: Patti Smith. Todd y Patti tuvieron un affair breve, pero cimentaron
una amistad que dura hasta el presente. El álbum condujo, de manera natural,
a la gran obra maestra de esta primera parte en la carrera de Rundgren, Something/Anything?
(1972). Pocos artistas en la era del rock pueden ufanarse de haber combinado
calidad y cantidad en tales dosis como lo hizo Rundgren en este álbum
doble. Siete años antes que Prince deslumbrara al mundo con su capacidad
para el “hágalo usted mismo”, Todd ya tocaba todos los instrumentos
en tres de los cuatro lados vinílicos de Something/Anything?, convirtiendo
el estudio de grabación en un laboratorio solipsista. Y como en los álbumes
anteriores, el nivel de los arreglos y la ejecución estaba matizado,
también, por la variedad: había hard-rock (“Black María”),
baladas épicas (“Sweeter Memories”), las habituales aproximaciones
al soul lento (“Cold Morning Light”) y, por supuesto, el guiño
a la compositora Carole King que se corporizó en el hit “I Saw The
Light”, disparado al puesto 16 del ranking norteamericano en mayo de 1972.
A “Hello, It’s Me” (un aggiornamiento del primer simple de Nazz)
le iría todavía mejor y treparía hasta el 5º lugar
en noviembre del año siguiente.
La prensa musical comenzaba a tomarse en serio a Todd Rundgren. Un aviso de
revista especializada mostraba al ex Nazz sosteniendo un cartucho de dinamita
y diciéndole al potencial lector: “¡Dale... ignorame. A ver...!”
En un artículo de Rolling Stone de abril del ‘72, Todd expresaba
su deseo de ser “el Elvis Presley de los años 70”. Mientras
tanto su vida personal se rodeaba de glamour, gracias a su noviazgo con una
célebre modelo de la época, Bebe Buell, quien lo introdujo al
circuito under neoyorquino, además de hacerle probar por primera vez
los hongos mágicos. “Las drogas psicodélicas me proporcionaron
una conciencia de mí mismo que no había tenido hasta entonces.
Empecé a ver los elementos de mi ego como los apéndices extraños,
deformes y aberrantes que eran.”
Rundgren sostiene que el haberse dejado llevar por ese fluir de conciencia le
hizo cuestionarse, además, sus procedimientos musicales. El resultado
de ese cuestionamiento fue el álbum A Wizard, A True Star, grabado a
fines de 1972 en su propio estudio de grabación, Secret Sound, ubicado
en Nueva York, en el centro de Manhattan. Para el oído desprevenido,
parecía que Todd Rundgren estaba decidido a cometer suicidio artístico.
Mientras apenas doce meses antes Something/Anything? masajeaba al público
con canciones amistosas para el oído, A Wizard mostraba una colección
de retazos sonoros, donde breves esquicios de melodías comunicaban con
collages musicales ubicados como al azar, que recordaban los juegos experimentales
de Frank Zappa en Lumpy Gravy o las febriles viñetas de Brian Wilson
en el abortado proyecto del álbum Smile. Con las repetidas audiciones,
A Wizard, A True Star cobra sentido como la obra total que intentó ser
e incluso desde su lógica particular se las arregló para acuñar
un par de clásicos, como “Zen Archer”, que a la distancia parece
un tema de Tom Waits con coros de Supertramp; y aunque esta mezcla parezca pizza
con dulce de leche, funciona.
LA
UTOPIA Y EL ERMITAÑO
El miedo al cambio sea universal, debe ser muy frustrante para
un artista darse cuenta de que buena parte del público sólo quiere
más de lo mismo. Al comprobar que los fans que había conquistado
con “I Saw The Light” y “Hello, It’s Me” huían
espantados de su álbum A Wizard, A True Star, Rundgren decidió,
con la sutil perversión que lo caracteriza, profundizar todavía
más sus aristas impredecibles. Se tiñó el pelo con los
colores del arco iris y empezó a salir al escenario con maquillajes recargados
y ropas exuberantes. Su imagen flirteó con la estética glam, pero
su música se volvió más y más inclinada hacia el
rock progresivo. El álbum doble del ‘74, Todd, tenía la ocasional
canción pop (como “A Dream Goes On Forever”, que arañó
los puestos de abajo del ranking), pero fue, mayormente, una colección
de largos experimentos instrumentales. Para continuar en esa dirección,
Rundgren decidió que necesitaba un grupo y así nació Utopía.
Después de un par de discos y de algunos reacomodamientos de piezas,
la banda se asentó como cuarteto, con Todd en guitarra y voz, Kasim Sulton
en bajo, Roger Powell en teclados y Willie Wilcox en batería. Durante
el resto de la década del ‘70, Rundgren balanceó sus trabajos
grupales con su obra solista y produjo una serie de álbumes que profundizaron
el rumbo progresivo de su música. Abundaban las extensas suites, como
“Treatise on Cosmic Fire”, que formaba el núcleo de su álbum
del ‘75 Initiation; o “Singing and The Glass Guitar (An Electrified
Fairytale)” que ocupaba el lado dos de Ra, el larga duración que
Utopía publicó en 1977. Un curioso artefacto de esta era fue el
LP solista Faithfull, donde conviven canciones poderosas de Todd, como “Love
Of The Common Man” y “The Verb to love”, con covers hiperfieles
de clásicos de los Yardbirds, Los Beatles, los Beach Boys, Jimi Hendrix,
y Bob Dylan.
Pero no sólo la música había cambiado. La preocupación
de las antiguas letras de Rundgren estaba centrada en las cuestiones románticas
mientras que ahora su prosa era mucho más esotérica, reflejando
las ideas arcanas y las teorías que absorbía leyendo libros sobre
misticismo y filosofías orientales. “Aunque nunca adopté
una filosofía en particular”, dice, “seguía el hilo
de cualquier teoría que estuviese en sintonía con las cosas que
estaba experimentando. Así, esos conceptos se integraban a mi cosmología
personal y a mi música”. Una vez más, Rundgren iba a contramano
de los tiempos: mientras los primeros ecos del punk pugnaban por derribar el
edificio del rock sinfónico, Utopía salía de gira con un
escenario construido alrededor de una pirámide de 15 metros de altura
y una esfinge gigante dorada que echaba rayos láser por la frente. Fiel
a su convicción de no ser encasillado, Todd también tuvo tiempo
de hacer una gira nacional de bajo perfil, tocando en pequeños clubes,
algo que fue documentado en el álbum doble Back to the Bars (1978), una
suerte de Grandes Éxitos en vivo.
A todo esto, si bien Rundgren continuaba con sus trabajos de productor, empezaba
a pasar más y más tiempo en la casa que se había comprado
en Mink Hollow, cerca de Woodstock. La relación con su mujer, Bebe Buell,
tampoco atravesaba por un buen momento. “Todd estaba bajo mucha presión”,
dice Bebe, “su candor infantil ya no era el mismo. Sentí que se
volvía más duro y perdía algo de su sensibilidad”.
En marzo de 1978 apareció un álbum cuyo título resumía
muy bien la actualidad de su creador, The Hermit of Mink Hollow (“El ermitaño
de Mink Hollow”). Este retorno a las composiciones melódicas incluyó
un puñado de clásicos sobre corazones rotos, como “Too Far
Gone”, “Hurting For You” y el último de sus grandes hits,
“Can We Still Be Friends”. Utopía, entretanto, había
recogido el guante de la new wave, haciendo una serie de discos de estructura
más simple y canciones más cortas. Oops, Wrong Planet, del ‘77,
retomaba el rumbo pop, aunque conservaba un hilo conceptual centrado en una
especie de Armagedón interplanetario. Esta orientación más
simple y directa se reflejaba también en Adventures in Utopia (1980)
y en el LP individual Deface The Music, una parodia/homenaje a la música
de Los Beatles.
A partir de la década siguiente, Rundgren comenzó a dedicar más
tiempo y mayor energía a los desarrollos tecnológicos que a su
propia música. Abrió Utopía Video Studios, su propia empresa
de producción de videos, retomó las labores de producción
de otros artistas y se especializó en el campo de la computación
relacionada con audio e imágenes. No obstante, siguió grabando
bajo su nombre y tomando al mundo musical por sorpresa con trabajos como Healing
(1981), testimonio de su búsqueda espiritual; A Capella (1985) donde
utiliza únicamente su voz, procesada de diversas formas; Nearly Human
(1989), un retorno al soul de Philadelphia de sus comienzos; y With A Twist
(1997), donde vuelve a visitar varios de sus viejos clásicos hechos,
esta vez, en formato de lounge/samba. With A Twist incluye una versión
de “Influenza”, el tema que eligió Charly García no
solamente para cubrir en castellano, sino también para titular su último
álbum. (Aunque la traducción literal de “influenza”
es “gripe” y no “influencia”.)
Actualmente, Todd Rundgren sigue tan ocupado y reticente a doblegarse ante los
dictámenes de la industria musical como siempre. Decidido a hacer las
cosas a su manera, fundó PatroNet, una empresa que vende su música
al público en forma directa, a través de Internet, un medio que
Todd usa a diario para comunicarse con su fiel legión de fans. De hecho,
tiene un programa de radio semanal en la web, llamado “Music Nexus for
the EnterMedia Network”. Dispuesto a romper con lo que llama “una
tradición familiar de malos padres”, Rundgren se ocupa activamente
de sus hijos Rex, Randy y Rebop y mantiene una estrecha relación con
su hijastra, la actriz Liv Tayler, hija biológica de su ex pareja Bebe
Buell y del cantante de Aerosmith, Steve Tyler. También sigue activo
como músico: además de haber participado en varias giras con la
All-Starr Band, del ex beatle Ringo Starr, se presenta como solista con el acompañamiento
de bases computadorizadas. Rundgren es, además, archivista de su legado
musical. Dirige la Todd Archive Series –que ya va por el volumen 11–,
una serie de álbumes exclusivos para subscriptores, compuestos por recitales,
outakes, demos y rarezas que abarcan toda su carrera.
Como reza el título de aquel álbum clásico: un brujo, una
auténtica estrella.
Por Fabián Lebenglik
Por Alan Pauls
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Por Juan Forn
Por Rodrigo Fresán
JUEGO BONITO
Por Mariana Enriquez
¿Por qué Bielsa mira los partidos en cuclillas?
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