COMIC > HIROSHIMA SEGúN UN SOBREVIVIENTE
Hace 60 años, el estallido de la bomba atómica sobre la ciudad japonesa de Hiroshima cambiaba el rumbo de la historia. Sobreviviente de aquella atrocidad, Keiji Nakazawa dedicó parte de su vida a preservar la memoria que ardía en cada una de las víctimas inocentes. Hadashi no Gen, su monumental historieta de más de 2000 páginas, es leída en todo el mundo como el testimonio desgarrador de una generación que continúa muriendo de a poco.
› Por Fernando García
Una luz blanca y caliente. Como si un millón de lamparitas se hubieran encendido al mismo tiempo. Así recuerda Keiji Nakazawa la mañana de aquel 6 de agosto de 1945 en su ciudad natal, Hiroshima. A las 8.15 en punto, el bombardero norteamericano Enola Gay lanzó sobre el Japón el equivalente a 20 mil toneladas de explosivos. A ras del suelo, los vientos huracanados derribaron las casas, el calor de la explosión fundió la piel de las personas, el agua corriente estalló en millones de esquirlas de vidrio y el aire se volvió fuego. A estos diez segundos que cambiaron la historia, Nakazawa les dedicó cuatro de las más de dos mil páginas de su obra cumbre, Hadashi no Gen/Barefoot Gen (o Gen pies descalzos), el testamento más desgarrador que el manga (o historieta nipona) escribiera sobre el fin de la Segunda Guerra Mundial y el inicio de la Guerra Fría.
Uno de los tantos sobrevivientes del bombardeo, Nakazawa tenía seis años cuando su vida se deshizo en un abrir y cerrar de ojos. En el momento de la explosión, se encontraba frente a la puerta trasera de la escuela pública Kanzaki, a poco más de dos kilómetros del epicentro de la masacre. Eso lo salvó. “La pared de hormigón que rodeaba el recinto fue mi salvadora”, asegura. “Si no, se hubieran precipitado sobre mí los cinco mil grados de temperatura generados por la bomba.” Su familia, como tantas otras, no tuvo esa suerte. “Mi casa fue completamente aplastada por las ondas expansivas”, continúa. “Mi hermano había estado sentado en la puerta jugando con un barco. Una columna cayó sobre sus pies y no podía moverse. Mi padre pedía ayuda para salir de la casa. Mi hermana murió en el acto al ser aplastada por otra columna.”
Junto a su madre embarazada, nada pudieron hacer para salvar a sus familiares, que murieron delante suyo, carbonizados por el incendio que se desparramaba por la ciudad. “Los gritos de mi padre y mi hermano cuando toda la casa estaba en llamas calaron en lo más hondo del corazón de mi madre. Durante toda su vida (falleció en 1966) no dejaron de resonar en su interior. Las primeras contracciones vinieron por la conmoción, dando a luz en plena calle. Llamó a la niña Tomoko, pero a los cuatro meses falleció, quizá por desnutrición o tal vez por los efectos colaterales de las radiaciones. Yo escapé del infierno de la bomba y finalmente logré reunirme con mi madre, pero frente a nosotros había un panorama sórdido.” No lo dice, pero ya lo contó en su historieta: vio cómo un par de vecinos se derretían sin que él pudiera socorrerlos. Y vio a cientos, miles de personas morir hechos humo.
“Si te toca vivir una experiencia semejante, descubres que la guerra es lo suficientemente horrible como para tratar de evitarla a cualquier precio”, repite en cada entrevista que le hacen diarios, revistas y cadenas televisivas del mundo entero. Por eso, ya transformado en uno de los historietistas más respetados del Japón, Nakazawa se lanzó a dibujar sus recuerdos bélicos, que arrancan antes del 6 de agosto y terminan mucho después. “Los americanos y europeos, en general –dice–, saben de las dos bombas atómicas que se tiraron sobre Hiroshima y Nagasaki, pero desconocen los daños causados por las anteriores avanzadas aéreas de los bombarderos norteamericanos sobre las distintas ciudades del Japón. Sólo en Tokio, 100 mil personas murieron en una noche. Casi tantas como en Hiroshima.”
Desde su aparición en 1972 dentro de la antología Shonen Jump, la revista de comics más importante del momento, Hadashi no Gen cautivó a un público ávido por conocer parte de su propio pasado. Gracias a su honestidad intelectual y a un lenguaje directo, rebosante de ternura en medio de lo incomprensible, el manga fue adoptado como lectura obligatoria por infinidad de docentes de escuelas primarias. “La gente necesitaba saber qué había pasado, cómo habían sido la guerra y el bombardeo atómico”, recuerda Nakazawa. “Y ésta era la primera vez que se contaba la verdad.” La postura del autor sacudió las bases del Japón, ya que el comic acusaba abiertamente a los Estados Unidos por el ataque atómico pero, con el mismo rigor, condenaba al pueblo japonés por haber seguido la escalada bélica del gobierno imperial como una ciega manada de corderos. “Más allá de las justificaciones que se esgriman –asegura Nakazawa–, los hechos son los hechos.”
Demasiado para que el ala más conservadora del gobierno lo tolerara sin intervenir. Las presiones militares obligaron a la revista a levantar la serie, que debido a su éxito fue mudando de casa a lo largo de los años. Primero se refugió en las páginas de Shimin, de allí saltó al Bunka Hyoron y finalmente recaló en el Kyoiku Hyoron, donde pese a todos los intentos abortistas finalizó por voluntad propia al comenzar la década del 80. Por la presión popular, en 1975 se publicó el primero de sus diez tomos recopilatorios, que coincidiendo con el 60º aniversario del bombardeo sobre Hiroshima acaba de ser reeditado con prólogo del historietista Art Spiegelman, ganador del Premio Pulitzer por Maus. “Esta historia intensa quedará para siempre en la memoria de los lectores, como un cráter radiactivo que no podrán obviar jamás”, escribió Spiegelman.
Clásico indiscutido del manga, Hadashi no Gen sirvió de base para cinco largometrajes cinematográficos (dos animados y tres con imagen real) y una ópera que también subió a escena en Londres. Además, es la historieta más traducida del sol naciente, con versiones en alemán, francés, italiano, español, portugués, tagalog (lengua hablada en Indonesia occidental) y hasta en esperanto. Por supuesto, también tiene su versión en inglés, gestionada en 1976 por una organización pacifista no gubernamental creada a tal fin: Project Gen.
Hadashi no Gen cuenta la lucha de una familia (lo que queda de ella, más bien) para sobrevivir bajo la sombra de la hecatombe nuclear. La dura existencia cotidiana, el hambre, las privaciones, la represión gubernamental y los brotes de histeria nacionalista previos y posteriores a la detonación. Y, por supuesto, la lluvia negra, los problemas de abastecimiento y el comienzo de una muerte lenta que aún hoy camina detrás de los hibakusha, voz popular con la que se denomina a las personas afectadas por la radiación. “Todos los episodios narrados a lo largo del manga los experimenté yo en Hiroshima, o los oí contar a la gente que estaba a mi alrededor”, dijo Nakazawa. Lo que hace que estos relatos sean tolerables es la visión optimista, a pesar de todo, de su protagonista principal, el joven Gen Nakaoka, verdadero alter ego del autor. “En japonés, Gen significa indistintamente raíz y fuente”, cuenta Nakazawa. “Decidí llamarlo así con la esperanza de que pudiera convertirse en un ejemplo para las nuevas generaciones, aquellas que logren caminar descalzas por el suelo devastado de Hiroshima, sintiendo la tierra bajo sus pies y con la fortaleza interior para decir NO a las armas nucleares. A mí me gustaría llegar a vivir así. Ese es mi ideal y la verdadera razón de mi trabajo.”
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