Dom 28.08.2005
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MúSICA >VUELVE GABO FERRO, DIEZ AñOS DESPUéS

Plegaria para un micrófono dormido

Hace diez años dejó el micrófono sobre el escenario y se retiró del rock. Ahora, lo que dejó de lado por un rato es su Licenciatura en Historia y volvió a pararse frente a un micrófono para grabar el disco Canciones que un hombre no debería cantar. Por suerte.

› Por Martín Pérez

“Dejé el micrófono sobre el piso como quien recuesta un niño, y arremetí por Callao hacia el Bajo. Porco había terminado.” Así es como Gabo Ferro recuerda el último concierto de la que fue su primera y única banda en serio, un grupo que apareció muy decidido en el indie porteño de la primera mitad de los ‘90, editó un disco, grabó otro que nunca salió, y se disolvió sin pena ni gloria hace ya una década, luego de aquel concierto en el Bauen cuyo final parece llevar grabado en la memoria. Sin embargo, hace poco menos de medio año, tan sigilosamente como si estuviese levantando a aquel niño sin querer despertarlo, Gabo regresó a la canción y a la música. Una tarde les anunció a sus amigos que había compuesto una canción y ellos, músicos y conocedores de su pasado, lo convencieron de que tenía que grabar. Así fue como en una semana tuvo listo el repertorio que integra su primer disco como solista, el maravilloso Canciones que un hombre no debería cantar, que grabó acompañado por su amigo Ariel Minimal, líder de Pez. Y desde entonces no ha parado de componer. “Aquellas canciones fueron una sorpresa, porque no las buscaba. Pero ahora estoy siendo arrastrado por un tsunami creativo del que no me quiero bajar”, confiesa Gabo, que desde la salida de su disco, hace cuatro meses, asegura no haber vuelto a sentir ni por un momento ese displacer que lo hizo abandonar silbando bajito el rock unos diez años atrás. Y no deja de sorprenderse por todo lo que va generando el disco desde su aparición. “No sabía si iba a funcionar un tipito con una guitarra cantando canciones que a la primera de cambio no iban a sonar nada rockeras. Pero funcionó, y eso me da mucha alegría. Primero, porque no me fue para nada difícil. Y segundo, porque no apareció nada que me regresase a ese estado de displacer, porque si no, me hubiese retirado nuevamente. Así me lo prometí al volver a grabar y a tocar”, dice este cantante de voz aguda y cuerpo pequeño, que pasea feliz por un Buenos Aires rocker y alternativo que parece haberlo recibido con los brazos abiertos.

EL AMOR NO SE HACE

Canciones que un hombre no debería cantar es un disco bautizado con una frase que dijo Edith Piaf de Jacques Brel, después de escucharlo cantar el tema “Ne me quitte pas”, cuya letra habla de un hombre que suplica no ser abandonado bajo palabra de reducirse casi a la nada. “¿Qué escandalizaba a la Piaf?”, se pregunta Gabo en un texto incluido en el disco. “¿Acaso ver a un hombre en el lugar que cierta (gran) parte de la sociedad y la cultura venían (con pocas excepciones) colocando a la mujer? ¿Qué cosas deberíamos, entonces, cantar los hombres?” En vez de responder a esta última pregunta, en su disco Gabo se dedica a cantar todo eso que, bajo ese concepto, no debería cantar un hombre. Album sensible, grabado casi en vivo con una formación que recuerda una guitarreada con bombo, Canciones que un hombre... contiene doce hermosos temas de aire trovadoresco y folklórico, cuyas referencias inmediatas van desde aquel Miguel Abuelo acústico de los ‘70 hasta la canción uruguaya, con Fernando Cabrera al frente. Los nombres de los temas lo dicen todo, como es el caso de “Tu cama queda ahora a un tren y un colectivo de mi cama”, o “El amor no se hace”. Pero los aires folklóricos se hacen evidentes en un tema como “El amigo de mi padre”, que habla de un amor prohibido, que lo sería aún más entre las huestes folklóricas. “Yo quería que fuese un disco-problema, que generase dudas y polémicas, que la gente dijese qué es esto, no lo pudiese calificar”, confiesa Gabo. Y acertó con la parte de la dificultad de encasillarlo. Pero, lejos de ser un problema, lentamente el disco lo ha vuelto a instalar en el mundo de la canción. “Para mí es un disco de rock”, insiste Gabo, a pesar de que todas las evidencias sonoras indican lo contrario. “Pero ése es el problema, que estamos habituados, creemos saber lo que es y lo que no es rock. Y el rock debe desestabilizar, como al menos estilísticamente lo hace este disco. Esa es justamente una actitud rockera.”

DIOSES DE LA VIEJA ESCUELA

A partir de su disco debut como solista, Gabo está parado en el comienzo de una nueva carrera, que va paralela a su Licenciatura de Historia, con una tesis final que va a ser publicada por el Fondo de Cultura Económica, sobre sangre, monstruos y vampiros durante el segundo gobierno de Rosas. Nacido y criado en Mataderos, hijo de un padre que fue durante 35 años dirigente de Nueva Chicago, Gabo asegura tener un álbum triple listo para grabar, pero antes piensa registrar otro que también tiene compuesto, más en el estilo de la canción popular. También compuso un álbum de canciones para interpretar junto a Flopa y Minimal, pero lo dejaron esperar un poco porque no querían ser considerados como los nuevos Flopa Manza Minimal, con su nombre en el lugar del guitarrista del flamante grupo Valle de Muñecas. “Porque lo que hacemos no nació de esa manera”, explica. Así es como el próximo disco propio que edite seguro va a ser una versión en vivo –su propio pirata, dice– de Canciones que un hombre..., grabado durante la presentación del mismo en el Centro Cultural San Martín. Mientras sigue tocando en vivo junto a Flopa (anuncian para la segunda mitad de septiembre una gira por Rosario, Córdoba y Mendoza), Gabo asegura que vive de dar clases de Historia y de inglés. Y está muy contento con eso, lejos de cualquier puente hacia el negocio del rock actual. “El otro día hablaba con un amigo de la escultura de un centauro muriendo que está en el jardín del Bellas Artes”, cuenta. “Me contaba que el tipo que lo esculpió dijo que representaba a los dioses de la vieja escuela, los que morían cuando los seres humanos no les prestaban más atención. Para mí lo que yo hago responde al rock de tiempos pasados, que necesitaba de un cantante, de una letra que diga algo y que alcanzaba con una guitarra. El rock pre-contaminación, digamos. Esa historia del centauro tiene que ver con esa clase de rock: va a llegar un momento en que se le va a dejar de prestar atención y sólo por eso va a morir. Pero no porque dejemos de hacer lo que tenemos que hacer.”

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