Dom 25.09.2005
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CINE > DAMIáN SZIFRóN VUELVE AL CINE DESPUéS DE LOS SIMULADORES

El gran simulador

El fondo del mar, su primera película, lo convirtió en uno de los grandes valores del cine argentino: era emotiva, graciosa, sensible, tan heredera de Truffaut como de Woody Allen. Los Simuladores lo convirtió en un éxito: batacazo en la tele, ingenio y profesionalismo. Ahora, Damián Szifrón parece darles la espalda a las expectativas y estrena Tiempo de valientes, un disparate de aventuras en el que hay un policía, un psicoanalista y un porro memorable.

› Por Martín Pérez


Apenas empezamos a hablar del tema, Damián Szifrón dice que no, que no llegó a su casilla de mail esa curiosa historieta que ha comenzado a circular anónimamente por Internet. El tema del que empezamos a hablar es el problema práctico de soltar a un superhéroe en las calles porteñas, y la historieta en cuestión, justamente, lleva el nombre de Batman en Buenos Aires. Con un dibujo bastante rústico, pero funcional y efectivo, sus cuadritos muestran, por ejemplo, a Batman paseando por las calles porteñas cuando se descubre mirando a los ojos de un chico que pide limosna y, avergonzado, rápidamente desvía la mirada. Eso es todo, pero alcanza. Szifrón sonríe, y asiente en silencio mientras escucha la descripción de cada una de las tiras, como si supiese en carne propia de esa clase de historias.

Alto, desgarbado, con cara de buenazo y un celular que cuando suena deja escuchar la música de James Bond, Damián Szifrón es esa clase de tipo al que le gusta creer en los superhéroes. Incluso va más allá, y se gana la vida inventándolos. Esa clase de tipo que adora a sus padres y está de novio seis o más años con la misma novia. Así es la vida de Szifrón, que confiesa incluso que, después de esos seis o más años –en los que hubo algún arrebato de celos, del que nació el guión de su primera película, El fondo del mar–, ya está a un paso de la convivencia. Y lo dice con una sonrisa avergonzada y orgullosa a la vez. Claro que la vida de Szifrón, en realidad, sucede de reunión en reunión, en las que imagina –por ejemplo– qué podría sucederle a un superhéroe en las calles de Buenos Aires. “No es un proyecto que voy a dirigir yo, sino que lo voy a producir”, aclara. Y cuenta al pasar que se ha juntado con algunos amigos, y otros que no lo son tanto pero que tienen proyectos que vale la pena producir, para tratar de llevar a la televisión eso que desde Los Simuladores –antes y después, cabe aclarar– no abunda: buenas historias de aventuras. “En una de las historias que imaginamos, este superhéroe porteño defiende a un tipo al que lo están asaltando en su auto. Pero una vez que atrapa al delincuente, el tipo al que acaba de defender se baja de su auto y comienza a insultar a su agresor al grito de ‘bolita, paragua’ y cosas así. Y entonces el superhéroe comienza a preguntarse cuál es el malo de la historia. Porque las cosas no son tan fáciles.”

Acto seguido, y como si hiciese falta aclararlo, explica que a la hora de imaginar una historia, es difícil imaginar el mal absoluto. Y que, puesto a elegir, él jamás pondría al mal en la villa o en un delincuente común. “Puede ser que en una situación violenta en la vida real te puedas sentir violentado, pero hay que tener claro siempre que es gente que no tuvo igualdad de oportunidades”, explica. Y agrega: “Por eso es que, como sucedía en Los Simuladores, para ubicar al mal siempre elijo a los empresarios o los políticos. O a malos como los de Tiempo de valientes”.

ESA CLASE DE CLUB

Al comienzo fue La hora de los valientes, pero cuando empezó a trabajar en el guión, el nombre fue cambiando. “Pero valiente siempre estuvo ahí”, asegura Szifrón. “Tiene que ver con el hecho de que sus protagonistas son personajes que enfrentan sus miedos y hacen lo que tienen que hacer, sin importarles las consecuencias. Y, además, tiene algo de western”.

Protagonizada por Diego Peretti y Luis Luque, Tiempo de valientes es la película con la cual Szifrón se enfrentará con el fantasma de Los Simuladores, la serie que lo lanzó a una fama inédita para un director de una serie de televisión. “Es algo que no suele suceder, la gente no sabe quiénes son los directores de los programas de la tele. Y mucho menos suele acordar de un apellido medio raro, como es el mío”, calcula, y se ríe. “Me acuerdo de una tarde en la que desde un auto que iba al lado mío, escuché una voz de nene que decía: ‘Mirá papá, es Szifrón’. Ahí me pareció que la cosa se había salido un poco de cauce.”Cuando se cerró la última temporada de Los Simuladores, Szifrón se vio atrapado por insistentes pedidos de que hicieran la película de la serie. Algo que, de hacerse, había que realizar cuanto antes. El argumento de los embanderados pro-película, contó Damián en su momento, era irrebatible: “No hay que esperar. ¿Quién se acuerda ahora de Panigazzi?”.

¿Por qué, en medio del éxito, decidiste terminar con Los Simuladores?

–Porque dejé de pensar en la serie. Antes se me ocurrían cosas todo el tiempo, cada cinco minutos. Problemas distintos para plantearles, soluciones, planos, actores para personajes secundarios. Y de golpe eso me dejó de pasar, calculo porque el proceso de realizarla fue muy agotador, pero también porque todo fue saliendo demasiado bien. Y entonces llega un punto en que uno no lo quiere arruinar. Pero las presiones eran muy fuertes, y los miedos también...

¿En qué momento te liberaste de esas presiones?

–Cuando decidí que no iba a haber una película de Los Simuladores. A partir de ahí todo fue mucho más fácil. Y creo que es algo que está metaforizado en la trama de Tiempo de valientes. En el sentido que crecer y ser adulto tiene que ver con tomar las decisiones por deseo y no por el miedo a perder, que es lo que terminan haciendo los personajes de la película. Qué sé yo, yo tenía miedo de que lo próximo no fuese tan bueno, que no le gustase a nadie, de dejar algo cuando se supone que es exitoso, que es fuente de dinero y de reconocimiento. Pero una vez superado todo eso, fue que salió esta historia.

En aquel momento contabas que todos los actores de Los Simuladores te presionaban para que hicieses la película... todos menos Peretti. Que es justamente uno de los protagonistas de Tiempo de valientes...

–¡Tal cual! Bueno, un poco es como eso de que uno no quiere pertenecer a un club que lo admita como socio, ¿no?

HEROES DE BARRIO

A la hora de hablar de Tiempo de valientes, Damián Szifrón no tiene dudas. Se trata de esa clase de películas que hubiese entrado decidido a ver aquellas tardes en las que con su viejo se metían en los cines de Lavalle a ver una de aventuras. “Nací en 1975, y fui chico en la década del 80”, escribió Szifrón en la gacetilla de prensa que acompaña el lanzamiento de la película. “Desde los tres años mi papá, un vendedor de materiales eléctricos y cinéfilo de barrio, me llevó a ver dos o tres películas por semana. El cine fue una parte fundamental en mi educación y se convirtió en la lente a través de la que veo, sueño, imagino y recuerdo las cosas”.

El cine que recuerda Szifrón con nostalgia es, sí, el de Coppola, Spielberg y De Palma. Pero especialmente el de Bud Spencer y Terence Hill o el de Franco Nero arrastrando su ataúd en Django. “Me gustaba lo que me entretenía y divertía. Todo ese cine me quedó grabado a fuego y nunca lo combatí”, explica. “Me acuerdo, sí, que tuve una época en la que amagué adquirir un gusto más sofisticado. En la que quise ver una película sueca y premiada como Pelle, el conquistador, y lo planté a mi viejo cuando quería que lo acompañase a ver Predator. Pero después vi Duro de matar y volví a las fuentes”, se ríe Szifrón. Aunque aclara: “Pero así como no concibo una película sin el aspecto del entretenimiento, tampoco me banco una cáscara vacía. Tengo claro, eso sí, que el cine no es un cuadro, sino algo que dura dos horas. Por eso es que El arca rusa es algo que no concibo como cine, aunque me gusta ir a un museo”.

Semejante prólogo sirve para explicar por qué el mejor elogio para Tiempo de valientes es decir que es como una de Los Superagentes, pero hecha hoy en día, sin menospreciar al espectador, tomándosela bien en serio, y con un director en la plenitud de sus fuerzas. Una película de aventuras clásica, que no tiene miedo de serlo. Una buddy movie, una película estelarizada por una pareja de actores a lo Arma mortal, por nombrar unejemplo. Uno de ellos es un policía encarnado por Luis Luque. Y el otro es un psicoanalista, el papel de Diego Peretti. Luque acaba de descubrir que su mujer lo engaña con otro, pero para que siga trabajando en la comisaría deciden hacerlo acompañar por un psicoanalista (Peretti) que está en probation. “La primera escena que imaginé es una en la que el policía y el psicoanalista están cenando en la casa de este último, uno superado y seguro con su mujer y el otro humillado por la infidelidad. A partir de ahí la película fue tomando vida poco a poco, hacia atrás y hacia adelante”. Desde un comienzo, el psicoanalista fue Peretti. Y, muy rápidamente, Luque pasó a ocupar el lugar del policía. “Apenas le conté esa escena inicial a Diego, él me nombró a Luis. Y como había estado invitado en Los Simuladores, a partir de ahí empecé a escribir el guión con ellos en la cabeza”.

La segunda escena que Szifrón imaginó para su película es una en la que el personaje de Luque y el de Peretti comparten un porro. Y así se ríen, surgen reflexiones dignas de un guión de Tarantino, y se liberan un poco de lo que en un principio tanto les preocupaba. Una auténtica rareza, ya que por lo general, en el cine argentino masivo y popular, cuando se habla de las drogas recreativas es para demonizarlas: quien las fuma, de alguna manera está condenado. “Nunca emitiría un juicio condenatorio sobre la marihuana y hasta en algún momento esa escena era más bien una apología, y me alegra también haber escapado de eso. Me gustó el concepto de que un psicoanalista medio progre sea más acartonado que un cana. Hay una línea de diálogo en la que Luque responde, cuando el personaje de Peretti condena su actitud, que seguro que nunca fumó marihuana, porque sino no tendría tanto prejuicio. Y me parece que es así. Nadie que haya fumado puede hablar mal de la marihuana...

Esa escena no podría haber estado en Los Simuladores...

–¡Claro que no! Pero para eso es el cine... (se ríe) Para que mis viejos vean esa escena, y en una de esas hablemos del tema y podamos fumarnos un porro juntos alguna vez...

EN LA BUSCA DE UNA TRADICION

Antes de empezar con Tiempo de valientes, cuando apenas había terminado su película anterior, El fondo del mar, Szifrón coqueteaba con hacer otra película de aventuras, pero con un grupo de viejos que se decidiesen a vengarse con un golpe final de toda una vida de privaciones. “Es una idea que nunca se me olvidó”, confiesa. “Y la mantuve en funcionamiento hasta último momento. Pero se me cayó con la muerte de Cacho Espíndola. Le hice un homenaje: cuando el personaje de Luque muestra una foto de su padre, usamos una foto de Cacho”.

Mientras confirma haber dicho que no en su momento a dirigir la película de las Bandana, y se le escapa que Guillermo Francella lo ha llamado más de una vez para poder trabajar juntos, Szifrón sigue situándose en un lugar equidistante entre la industria y la independencia cinéfila. Un lugar que bien podría compartir con Fabián Bielinski, que acaba de estrenar El aura. “Ojalá”, sólo atina a decir, seguramente pensando en el éxito arrasador del film del director de Nueve reinas. “Pero no es que la industria esté llena de gente malvada que quiere sólo hacer películas malas”, aclara, ocupando el lugar del abogado del diablo. “Es que no hay una tradición. Pero te aseguro que se mueren por conseguir gente que pueda hacer las cosas bien”. Como las hace Szifrón en Tiempo de valientes, en donde –en uno de sus mejores momentos– la aventura llega a la casa de uno de sus protagonistas, y hay que amordazar a uno de los malvados con una toallita higiénica, o atarlo con el cable de un secador de pelo.

Al promediar la película, el personaje de Peretti debe enfrentarse solo con los malos, y Szifrón confiesa que esa escena apareció casi al final de la escritura del guión. “Porque, como es una buddy movie, ellos andabanjuntos todo el tiempo. Pero lo que terminó pasando es que ahí trabajé inconscientemente la relación entre un padre y un hijo. Tiene mucho que ver con la época en la que iba a ver cine con mi viejo y él me explicaba ese universo... ¡incluso el personaje de Luque se parece físicamente a mi viejo!”.

¿Ya le mostraste la película?

–No, todavía no. Pero estoy seguro que le va a encantar. Porque es como el cine que íbamos a ver juntos.

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