Domingo, 9 de octubre de 2005 | Hoy
VIDEO > CONSPIRACIóN: LOS NAZIS Y EL EXTERMINIO
Con Kenneth Branagh, Stanley Tucci y Colin Firth, el presidente de la Academia de Hollywood filmó una puesta escalofriante del almuerzo en que, entre vino y quesos, los altos funcionarios del Tercer Reich ajustaron los pormenores burocráticos y técnicos de lo que dieron en llamar la “Solución Final”.
Por Mariano Kairuz
Están aquellos próceres de quienes se dice que “escribieron las grandes páginas de la historia”, y están esos otros personajes más bien infames que también dejaron sus páginas históricas, grandes cuando menos por las proporciones de su infamia. En el caso de la Conferencia de Wannsee, la reunión que tuvo lugar el 20 de enero de 1942 y en la que unos quince burócratas y jerarcas nazis determinaron los pormenores de la llamada “Solución Final”, los hombres del Reich dejaron prácticamente escrito, sin saberlo, el guión para su película. Para la película de uno de los grandes –por infame y por decisivo– capítulos de la historia del Holocausto. Todo lo conversado en aquella breve conferencia fue apuntado por una estenógrafa, de cuya transcripción se hicieron treinta copias, bajo orden de proceder a su destrucción una vez leídas. Pero una de aquellas copias sobrevivió y hoy es material de exhibición en los museos de la memoria y hasta puede leérsela en Internet. Sus páginas contienen los detalles administrativos, las palabras y los números de una propuesta para el exterminio.
Las cuestiones
Conspiración no está narrada como un documental, e incluso elude el uso de imágenes de archivo para valerse de la fuerza dramática de la situación: un grupo de hombres reunidos alrededor de un almuerzo durante una hora y media, decidiendo los pormenores burocráticos y técnicos de la “cuestión judía” como si se tratara de un mero problema matemático. Pero así y todo puede recordar a Doce hombres en pugna, el clásico de Sydney Lumet basado en la obra de Reginald Rose. Referencia obvia ineludible: salvando las diferencias, Conspiración consigue darle a su material “teatral” –unos cuantos tipos hablando, prácticamente en un único recinto en lo que dura la película– más potencia cinematográfica que mucha superproducción munida de avioncitos y explosiones y extras en uniformes del SS.
Las palabras
El general Reinhard Heydrich (interpretado con evidentísimo asco por un oxigenado Kenneth Branagh) preside la reunión; a su lado se sienta el más renombrado Adolf Eichmann (Stanley Tucci); frente a ambos, hace escuchar sus cuestionamientos el doctor Wilhelm Stuckart (Colin Firth, de la saga de El diario de Bridget Jones), no por algún impulso humanitario sino por su obstinación en darle un marco legalista a todo el proceso de exterminio. Por cuidar la letra chica del Holocausto, de lo que se ha decidido llamar la “evacuación” o la “migración” de los judíos: dos de los múltiples eufemismos que fluyen entre los vinos y quesos servidos en la mesa.
Los numeros
Está en las transcripciones: Eichmann lee la cantidad de deficientes mentales polacos que fueron eliminados por monóxido de carbono. Heydrich informa las cifras de judíos “restantes” en las distintas regiones de Europa. Se debaten porcentajes de “judaísmo” (ciento por ciento, “mezclas sanguíneas”, etc.) y se decide cómo debe contemplarse cada categoría a la hora de las “evacuaciones”. “No los podemos deportar a EE.UU., los devolverían. Las balas son muy caras: simplemente asfixiémoslos.”
Los tiempos
Producida por HBO para la televisión, y escrita y dirigida, respectivamente, por Loring Mandel y Frank Pierson (dos veteranos de la industria, este último, además, presidente de la Academia de Hollywood desde el 2001), Conspiración es, a su manera, una remake: existe un film alemán de 1984 llamado Wannseekonferenz, dirigido por un tal Heinz Schirk, que también dura, nada casualmente, unos noventa minutos. Para Firth, el actor que interpreta a Stuckart, la actualidad sigue proveyendo sus propias remakes de los guiones más terribles de la historia, apenas reformulados, y compara la “Solución Final” con la masacre de Ruanda, donde “los ataques con machetes no fueron ejecutados por multitudes enardecidas sino que se trató de muertes planificadas por doctores, párrocos, investigadores científicos y todo tipo de profesionales. En Alemania no actuaron por pasión sino porque creían que sus vidas no serían mejores hasta que se deshicieran de una raza entera. Y eso es algo que hoy está mucho más cerca de lo que se cree”.
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