Domingo, 2 de julio de 2006 | Hoy
CINE > EL PARAISO AHORA, UNA PELICULA PALESTINA QUE UBICA LA ESPERANZA EN LA CONCIENCIA DEL PUEBLO JUDIO
Por Cecilia Absatz
El paraíso ahora es la primera película palestina nominada al Oscar. Compitió en la categoría mejor film en idioma extranjero y no ganó (el premio fue para Tsotsi, la sudafricana), pero esta vez sí se puede decir con toda convicción que la sola nominación fue un triunfo en sí mismo. En 2002 otra película palestina, Intervención divina, de Elia Suleiman, no pudo postularse porque se requiere el patrocinio de un país de origen, y en ese momento no se reconoció a Palestina como un país.
Hany Abu-Assad, el director de El paraíso..., es un palestino de 45 años nacido en Nazaret, Israel. Acababa de ganar en Francia el Golden Globe, y se consideró ofendido cuando la Academia estadounidense accedió a recibir la película como patrocinada por lo que llamó “la Autoridad Palestina”, y no sencillamente Palestina. Después de analizar diversas variables semánticas se negoció con el concepto de “Territorios palestinos”, y eso zanjó la cuestión.
El film cuenta 27 horas en la vida de dos muchachos palestinos, muy amigos, a partir del momento en que les avisan que al día siguiente van a realizar un ataque suicida en Tel Aviv. A pesar de lo perentorio del argumento, la película no tiene el pathos ni el tono partisano que podría esperarse. Estos son dos muchachos, Said y Khaled (Kais Nashef y Ali Suliman), mecánicos, chicos comunes, de familia. Y cuando se les asigna la misión no se ahoga un grito ni se les cae una lágrima, no hay contrición ni drama. Es algo que tienen que hacer y lo van a hacer, con toda naturalidad.
Durante los rituales de purificación con que se preparan para el atentado, como si fuera una boda, la película no puede evitar momentos de un humor oscuro y sutil. Como ya se vio en Syriana, el suicida graba un video donde se despide de su familia y hace una fuerte invocación de fe. Acá, durante la grabación de este video, Khaled interrumpe su testamento para pasarle a su madre un dato perfectamente doméstico: cierta tienda donde puede conseguir mejores precios para comprar una garrafa. Otros miembros de la organización, mientras tanto, contemplan la grabación detrás de cámaras y comen unos sándwiches.
Al parecer, Said y Khaled no se hacen cuestionamiento alguno de su destino. Pero es una mujer quien dispara el debate que ellos dos no se conceden, la que los obliga a preguntarse para qué sirve tanta inmolación y sacrificio. Suha (Lubna Azabal) es hija de un héroe de la Jihad: “Preferiría que fuese menos héroe y estuviera vivo”, le dice en un momento a Khaled. Pero los argumentos de él son imbatibles: “La muerte es mejor que la inferioridad”.
Antes que una película de guerra, El paraíso ahora es una comedia negra de un humor improbable. “¿Alguna vez fuiste al cine?”, le pregunta Suha a Said. La pregunta misma, si bien se piensa, es desgarradora. Y él responde: “Sí, una vez fuimos con los muchachos al Rivoly, y después lo quemamos”.
Khaled está indignado –y en un punto admirado– ante el talento del enemigo: se pregunta cómo ha logrado ubicarse en el lugar del opresor y de la víctima al mismo tiempo. Khaled se burla de las organizaciones de derechos humanos en las que milita Suha. Pero ella insiste: “Las muertes son inútiles; ésta es una guerra moral”.
Uno de los grandes protagonistas del film es el silencio, que resulta atronador en los momentos más tensos de la historia. A cierta altura del relato la cámara cruza a Tel Aviv, y el golpe visual es posiblemente el momento más violento –y el más político– del film. Venimos de un pueblo de tierra seca, donde todo es viejo, pobre o está roto, y Tel Aviv es Miami, rascacielos de cristal, veredas anchas, carteles gigantescos y playas de primer mundo que multiplican el sol. La filmación fue accidentada: un misil que cayó un día cerca del set hizo que seis de los técnicos abandonaran la producción para siempre. En otra ocasión, un grupo palestino secuestró a uno de los productores y fue preciso que interviniera la oficina del presidente Yasser Arafat para que lo soltaran.
En una entrevista para la revista estadounidense Tikkun le preguntaron a Abu-Assad, en estas circunstancias, dónde pone él la esperanza. “En la conciencia del pueblo judío”, contestó él. “Los judíos han sido la conciencia de la humanidad, siempre, dondequiera que hayan ido. No todos, pero muchos. La ética, la moral, ¡ellos la inventaron! Yo creo que lo que Hitler quiso fue suprimir con ellos la conciencia de la humanidad, pero no lo consiguió. Todavía está viva. Débil, pero viva. Gracias a Dios.”
Un detalle más de la producción: El paraíso ahora se hizo, entre otros, con capitales israelíes.
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