MúSICA >SEBASTIáN CARRERAS, DE ENTRE RíOS A ONDO
A fines de los ’90 fundó su propio sello, Indice Virgen, y empezó a editar recopilaciones de canciones perdidas, además de propias con su grupo Entre Ríos. Ahora, el éxito veraniego de uno de sus temas en un spot televisivo de cerveza le hace recuperar la virginidad con un flamante proyecto solista, Ondo.
› Por Juan Andrade
Tarde de calor en la ciudad. Después de los saludos de rigor, una de las primeras cosas que dice Sebastián Carreras es que se tomaría una cerveza bien helada. Mientras recorremos las cuadras que nos separan del Malba en busca de un rincón entre minimalista y geométrico –acorde con su propia estética, digamos– para usar como escenario de las fotos, recuerda como al pasar las dos o tres veces que presentó en vivo el primer trabajo (Uno) de su flamante proyecto solista (Ondo). Pero enseguida se cuelga hablando de las composiciones con las que está experimentando ahora mismo y que formarán parte de su sucesor. Admite que no es una buena estrategia promocional, pero la tendencia de tocar-tocar-y-tocar que predomina en la escena local le resulta un tanto extraña: se cobra por los recitales, sí, pero ¿dónde están las nuevas canciones? Y de ahí pasa a los temas que sintoniza todas las mañanas la radio del taxi que lo lleva a su trabajo: “Por ahí escucho un solo de guitarra y me parece muy fiaca, con todas las sonoridades y los recursos tecnológicos que existen. Si me dijeras que le están sacando algo nuevo al instrumento, pero... ¡Esforzate un poco, man! A menos que sea Pity Alvarez, de Intoxicados: lo respeto, en su viaje la guitarra es el punto de llegada y no de partida”.
Ya instalado en una mesa del coqueto bar del museo, Carreras retoma el relato del proceso que desembocó en su debut en solitario. Para terminar de pulir y luego grabar el material, se tomó una licencia de tres meses de sus actividades extramusicales. “Tenía un tiempo límite para aprender a usar las herramientas y para aprender a cantar, también. Tuve que prescindir de la guitarra porque, al tener una computadora precaria, no tenía forma de meter audio externo”, explica. Tarea nada sencilla, si a lo anterior se le agrega que es uno de los miembros fundadores de Entre Ríos, una especie de milagro de la escena indietrónica que hizo confluir bajo las mismas coordenadas espacio-temporales su talento como songwriter, las programaciones sofisticadas e hipnóticas de Gabriel Lucena y la voz aterciopelada y onírica de Isol. Esta vez se trataba de sostener una aventura unipersonal, un poco inspirado en la obra de The Magnetic Fields (o sea, de Stephin Merrit) y de Smog (Bill Callaham). En el interior de la tapa puede leerse que Uno fue “compuesto, interpretado, grabado, mezclado y producido por S. C. entre el 16 de junio y el 15 de agosto de 2006”. El resultado es una colección de piezas de electro-pop lo-fi, sentimental y, a su manera, extremo.
El subtítulo del compilado de cantautores con el que inauguró en 1998 su propio sello, Indice Virgen, podría ser tomado como una declaración de principios que sintetiza su modus operandi: “grabaciones íntimas - canciones pop”. Del mismo modo que una situación que vivió por la mañana en el supermercado sirve para ilustrar los avatares de su tarea como curador de una escudería que fue descubriendo en las bateas criollas pequeños tesoros pop, desde los españoles Le Mans a la chilena Javiera Mena. “Estaba frente a la góndola de limpieza y había unos parlantes que repetían todo el tiempo una marca de jabón para la ropa. Me acordé de Fahrenheit 451, uno de mis libros preferidos, que habla de una sociedad alienada en la que, en cualquier lugar público, siempre hay un monitor emitiendo publicidades. ¡Hoy ya pasamos eso! En el rock, por ejemplo, no hay forma de ver a un grupo si no hay un sponsor detrás. Lo viví en carne propia cuando quise traer a algunos artistas extranjeros que edité con Indice, como Donna Regina y La Buena Vida. La única alternativa era que una marca financiara el costo: es una cagada porque, en definitiva, lo que buscan es venderte un producto.”
En parte, su proyecto solista es una reacción o una respuesta a Onda, el último álbum de Entre Ríos. Y no sólo por una cuestión puramente nominal. “Todo empezó como consecuencia del parate momentáneo de Entre Ríos. Estuvimos seis años laburando de manera independiente, pero pasamos a Pelo, un sello que es casi subsidiario de una multinacional. Y nos encontramos con otra realidad, perdimos un poco el control de las decisiones. Por otro lado, se fue la cantante. Fue algo natural, porque todos cambiamos en esos seis años”, repasa Carreras cuando, casi sin querer, la uña de su dedo índice rasca la etiqueta de la botella de una popular cerveza quilmeña que tiene justo enfrente. Entonces sonríe con cierta ironía, mientras comenta: “También pasó que empezaron a usar un tema nuestro, ‘Hoy no’, en un comercial de esta marca. Salió de la noche a la mañana, nunca lo habían pasado en la radio. Y de golpe nos empezaron a llamar de las compañías, nos invitaban a tocar en Cosquín... Fue muy extraño, pero sirvió para que nos diéramos cuenta de que el rock es un negocio corporativo. Puede haber sido una ingenuidad de nuestra parte, pero venimos de la generación de grupos como Suárez: siempre nos manejamos de otra manera. Por eso, cuando vi que estábamos metidos adentro del negocio, me preguntaba para qué. Y ese para qué tiene que ver con Ondo”. En uno de sus temas, “Personal”, Carreras canta: “Aquí voy/ rumbo a una ciudad que soñé/ para bien o mal encontraré/ una casa para construir”. La letra parece simbolizar el momento concreto en el que la historia y el horizonte comienzan a despegarse y, quizá por ese motivo, fue elegida para filmar un video en blanco y negro tan poco corriente como la música que lo sostiene. “En el primer disco hay algo que tiene que ver con el pasado y otro poco con el presente, pero también hay una necesidad de un futuro propio, que se va a notar mejor en el segundo disco. Uno es un poco gris, opaco; el segundo va a ser mucho más libre, más fresco”, anticipa Carreras. Y se despide antes de cruzar por Figueroa Alcorta rumbo a su laboratorio privado, adonde seguirá experimentando un par de horas más con ese programa que acaba de conseguir, en busca de su propia huella digital.
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