MúSICA > PAUL MCCARTNEY EN LA CIMA DE SU CARRERA SOLISTA
Con la mitad de Los Beatles muertos, viudo del amor de su vida, divorciado salvajemente de su última esposa, eternamente comparado con Lennon y su propio pasado, en medio de las celebraciones por los 40 años del Sargento Pepper y a punto de dejar atrás sus célebres 64 años, Paul McCartney saca Memory Almost Full, el mejor disco de su vida después de Los Beatles.
› Por Rodrigo Fresán
Hace cuatro décadas, para el beatle Paul McCartney, la idea de una vida reposada y anciana eran –recordar esa canción– los 64 años: nietos en sus rodillas y la certera duda de preguntarse si seguiría siendo alguien necesitado y amado y alimentado. El tiempo vuela y la realidad –a menudo más desafinada– dispone. Y así McCartney no ha perdido el pelo (aunque se lo tiñe) pero sí enviudó y volvió a casarse y se divorció estrepitosamente.
Y ahora el flamante Memory Almost Full, lanzado por McCartney pocos días antes de cumplir sus 65, trata un poco de todo eso: de los dones recibidos y de los sueños arrebatados y del reflejo casi automático de –habiendo cruzado el Ecuador de todas las cosas– mirar atrás con la vista al frente.
Lo que no implica que –aunque melancólico– Memory Almost Full sea un disco anticuado.
Lo que no quita que –coincidiendo con los festejos por el 40º aniversario de la salida de Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band– Memory Almost Full sea, posiblemente, el mejor y más redondo disco de toda su carrera solista.
“Ever Present Past” es el título de la canción –luego de la juguetona apertura con mandolina zurda de “Dance Tonight”, instrumento/juguete nuevo que este Sir ejecuta como si se tratara de un ukelele en el video dirigido por Michael “Eternal Sunshine of the Spotless Mind” Gondry y participación de Natalie Portman– donde Paul McCartney canta “Tengo demasiado en mi plato / No tengo tiempo para ser un amante decente / Espero que no sea demasiado tarde / En busca del tiempo que se ha ido tan rápido / El tiempo que pensé que duraría / Mi siempre presente pasado”.
Y, sí, está claro, es cierto: no debe ser fácil tener un pasado como el de McCartney. Un pasado donde la juventud es la gloria absoluta, los treinta son el fin de lo más grande y, desde entonces, todo ha sido una constante lucha por revalidar credenciales ante seres inferiores y capear la constante tontería del John versus Paul. Así, todo disco de McCartney a solas no sólo era comparado con los de su ex socio artístico sino con la canónica obra à deux. Pero aun entre la confusión y el ruido blanco, varias joyas se las arreglaron para brillar. Suele haber cierto consenso en cuanto a que McCartney (de 1979, y editado en el epicentro del Apocalipsis Beatle) y Band on the Run (1973) son incontestables obras maestras. Más allá, cada cual atiende su juego y sus discos y mis favoritos son el último de Wings y muy new-wave Back to the Egg (1979), el modernito McCartney II (1980, famoso por “Coming Up”, pero yo me quedo con la lóbrega “Dark Room” y la precisa “One of These Days”), Tug of War (1982, que envejeció mal, pero que sigue contando con la delicada elegía por Lennon “Here Today” y con “Wanderlust”), Press to Play (de 1986 y con una ayudita de Eric “10cc” Stewart), Flowers in the Dirt (de 1989 y con una ayudota de Elvis Costello), el muy simpático Unplugged (de 1991), el magnífico y muy beatlesco Flaming Pie (de 1997 y en el que George Martin y Ringo Starr se suman al epifánico crescendo de “Beautiful Night”) y –por primera vez– el saludablemente triste Chaos and Creation in the Backyard (2005) donde se presenta la idea de un nuevo McCartney. Alguien que no se conforma con ser una máquina live de amasar dinero en base a canciones viejas y que, paradójicamente, comienza a componer canciones nuevas sobre el fino arte de envejecer reconociendo que todo tiempo pasado pudo ser mejor pero que, también, una (probablemente la única) de las ventajas de acercarse al The End es que el futuro y el presente duran cada vez menos, que son más pronto asimilados por lo que ya fue. Y entonces el pasado crece y es más fuerte. Y, por lo tanto, el pasado dura para siempre. O algo así.
De ahí que –a diferencia del “vanguardista” Chaos..., producido por Nigel “Radiohead” Godrich– Memory Almost Full sea un artefacto extraño. Producido por David Kahne (The Strokes y Bruce Springsteen entre otros) y comenzado por Paul McCartney antes de Chaos..., todo parecía indicar que el proyecto iba a quedarse en el cajón como el malhadado Return to Pepperland producido por Phil Ramone en el 86/87 (que se consigue pirata). Pero McCartney decidió volver sobre sus pasos y aquí están 13 canciones (más las 3 canciones extras del segundo cd de la elegante Deluxe-Edition donde está la indispensable “Why So Blue”, dos instrumentales y una entrevista de 26 minutos al responsable comentando tema a tema) en las que parece recorrer todas las etapas de su pasado. “See Your Sunshine” es como el fantasma de Wings, “Only Mama Knows” parece retrotraerse a sus canciones como Beatle Solo en The White Album, mientras que “Mr. Bellamy” vive en “Penny Lane” y es vecino de “Eleanor Rigby”, “You Tell Me” es puro McCartney y el casi elvis-spiritual “Gratitude” (un virtual “Maybe I’m Amazed” revisitado) es una de sus clásicas canciones de agradecimiento amoroso, cabe pensar que dedicada al espectro de Linda y no a la carnal Heather.
Así, la primera parte del disco produce el mismo gratificante efecto: un déjà vu hacia adelante sin perder de vista lo que pasó. Y todo esto se dispara hacia alturas de vértigos en la segunda parte con la retro-autobiográfica mini-suite estilo Abbey Road que cierra la puerta y –compuesta por “Vintage Clothes”, “That Was Me”, “Feet in the Clouds”, “House of Wax”, “The End of the End” y “Nod Your Head”– no sólo nos llevan a un reencuentro con el maestro del collage sónico sino con la sorpresa de las mejores letras jamás escritas por McCartney. Una muestra más que reveladora en “The End of the End”: “En el día de mi muerte / Me gustaría que se contaran chistes / Y que las viejas historias / Se desenrollen como las alfombras / Sobre las que jugaron los niños / Y donde se recostaron mientras escuchaban / las historias de los viejos tiempos / En el día de mi muerte / Quiero que suenen las campanas / Y que las canciones que se entonaron / Sean colgadas como las mantas / donde yacieron los amantes / mientras oían las canciones que se cantaron”.
Y a pesar de que, en “Vintage Clothes”, McCartney recomiende un “No vivas en el pasado” pero enseguida –aludiendo a la circularidad de las modas y a los siempre florecidos Sixties– matice con un “Lo que se fue está regresando”, queda perfectamente claro dónde están su poblada cabeza y su corazón ahora solitario.
Después de todo, él mismo fue el primero en advertirlo cuando era tan joven, cuando era genial presente y puro futuro: “I believe in yesterday”, cantó –y sigue cantando– en su canción más famosa.
Y Memory Almost Full no sólo es muestra de que sigue creyendo en ello sino que –basta con escucharlo la primera de muchas veces– nada nos cuesta a nosotros seguir creyendo en Paul McCartney hasta el fin del final.
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