Domingo, 2 de septiembre de 2007 | Hoy
ENTREVISTAS > CAETANO EN BUENOS AIRES
El año pasado, Caetano Veloso editó Cé, apenas su segundo disco decididamente rockero en cuarenta años como músico. Y no era un dato menor. Su relación con el rock es de un profundo y público amor-odio: lo calificó de superficial, lo homenajeó, lo discutió. Ahora, vino a Buenos Aires a presentarlo y entregó una semana de shows arrolladores. En la única charla que ofreció, mira el rock desde sus 65 años, se deslumbra con el mundo de los hombres que descubre en sus hijos y elige sus mejores discos.
Por Martín Pérez
Como si estuviera caminando por ahí, y de pronto se diese cuenta de que había una banda tocando. Así es como apareció Caetano Veloso durante toda esta semana en el escenario del Gran Rex para presentar su disco Cé ante un teatro todas las noches invariablemente repleto. Su vestimenta –campera de jean, vaqueros y zapatillas– estaba a tono con su andar displicente, con un escenario vacío a no ser por los instrumentos de una banda joven, que lo acompaña en la presentación de su último disco.
Una actitud que brilla por su ausencia cuando Caetano Veloso aparece en un salón del lujoso hotel recoleto donde se hospedó durante su paso por Buenos Aires. No hay jeans, sino una campera de diseño que es imposible dejar de mirar (y elogiar), y que no se quitará durante toda la charla informal que mantuvo con un grupo de periodistas, la única que realizó en su visita porteña. A diferencia de su juvenil aparición sobre el escenario, el Caetano Veloso de andar cansino que se presenta a la entrevista luce avejentado. O, mejor dicho, como si se hicieran evidentes cada uno de los jóvenes 65 años que ha vivido. Pero la sorpresa es que parecerá irse volviendo cada vez más joven durante la charla, hasta que se retire una hora después sin poder dejar de charlar con cada uno que se le acerque a despedirse, como si quisiese seguir hablando y hablando.
Al promediar la charla, alguien le pregunta si, cuando mira su obra hacia atrás, ve algún orden o un camino. El silencio –y la conciencia de estar pidiendo demasiado– le hace agregar a quien pregunta una segunda opción: la de que ese devenir sea una búsqueda continua de prueba y error. “Prueba y error”, responde Veloso con una sonrisa, casi sin dejarlo terminar la frase. Como si fuese un paso de comedia, el timing de la respuesta despierta risas en la mesa. “Pero a la vez me reconozco en cada cosa que hice. Hay una constante que es mi persona. No creo que sea una ventaja, pero es una realidad”, agrega el bahiano, poniéndose serio. Pero vuelve a sonreír cuando remata la frase: “Yo siempre estoy ahí”. Agrega, además, que al final esa prueba y error, ese camino que se va dibujando disco tras disco, va armando también una historia que se puede contar. “Construye una narrativa, como se suele decir. Pero no fue concebido como tal, ni siquiera se desarrolló de esa manera. Sólo es una aceptación de, no sé, el azar”, calcula Caetano, y se queda en silencio. Una pregunta intenta llegar en su auxilio: “¿Puede ser que sea producto de estar presente en lo que pasa en ese momento?” Su rostro se ilumina: “También hay mucho de eso. De estar interesado en el mundo tal como está ahora mismo”, afirma, y subraya la frase –que de golpe parece explicarlo todo– con un ademán para el que utiliza ambas manos.
Tal como está ahora mismo, el mundo de Caetano Veloso incluye un cuarto con varios periodistas llenos de preguntas. “Cé en castellano quiere decir Vos”, dice del título de su último disco. “Es lo que decimos en Brasil en vez de Vocé. Estamos todo el tiempo abreviando la palabra. Pero nadie se da cuenta. Hasta que aparezco yo y digo que es así, y entonces todo el mundo me mira sorprendido. Es la historia de siempre”, dice, y se encoge de hombros.
En los últimos años, cada vez que Caetano saca un disco, lo acompaña con un texto en el que intenta explicar el porqué de ese disco. Muchos de ellos están compilados en O mundo nao e chato (2005), un volumen que reúne sus artículos periodísticos. El texto que acompañó el lanzamiento de Cé, hace un año, tenía varias referencias que hicieron que se lo catalogase como un disco de rock, algo que se hizo realmente evidente sólo para quienes hayan visto su presentación en vivo. Pero uno de sus párrafos dejaba claro que Caetano, junto a su guitarrista Pedro Sá, tenía algo que decir sobre el género, un tema que desde hace tiempo –desde, por ejemplo, la conferencia de prensa del lanzamiento de A foreign sound, donde se subrayó que para Caetano el rock era lixo, basura– formaba parte de sus obsesiones.
“El rock es uno de esos fenómenos que tienen una vocación hegemónica natural”, explica. “Porque hay un antes del rock y un después del rock. Las perspectivas respecto de la creación de canción popular en el mundo cambiaron con su aparición, y allá por los tiempos del Tropicalismo mencionar al rock era participar de la revolución que significaba. No era como hablar del bolero o de la canción tradicional brasileña, porque tiene una posición histórica para nuestra generación que es de cambio, de autoridad estética. Para la gente del jazz la aparición del rock fue como la muerte, como una regresión a las armonías primarias. Para ellos fue como si se hubiese matado la música. Pero la paradoja es que hoy en día pasa casi lo opuesto, y la gente que produce y escribe sobre rock tiene la misma actitud aristocrática de superioridad que tenían los cool jazz de los años ’50. Para quienes hemos vivido todas esas transformaciones, esa actitud esconde una ironía muy fascinante: que la gente del rock quiera ser la elite de la música y la industria cultural, cuando en realidad fue un estilo que comenzó como basura cultural y su fuerza vino precisamente de eso... y aún hoy creo que es así”, se explaya con paciencia casi docente.
Según su autor, Cé es un disco que parte de la idea de estar ahí, en la discusión alrededor de esa nueva aristocracia que es el rock. “Con amor, adherencia e identificación, pero distancia crítica de todo este proceso”, aclara. “Y eso se ve en la música.”
–Claro que sí... ¡pero el Tropicalismo ya era así! Cé es apenas una actualización y una radicalización de aquella posición.
“Para ideas urgentes, palabras duras y sentimientos poco compasivos, el rock es lo más adecuado”, dice Caetano cuando se le pide que vaya más allá del armazón de las ideas para explicar la razón de su nuevo disco. Y confiesa que, efectivamente, fueron factores emocionales los que lo llevaron a hacer un disco como Cé, que privilegió ante otras opciones que tenía planeadas. “Cuando estaba haciendo la gira de A foreign sound le decía a todo el mundo que haberme pasado un año cantando canciones norteamericanas me daba ganas de hacer un disco sólo de sambas, todos nuevos, todos míos. Incluso hay un samba que quedó inédito, que yo ya había compuesto y cantaba en aquellos shows. Sin dudas que habría en ese supuesto disco, de haberse hecho, un inevitable componente de ironía, de distanciamiento. Pero motivos personales me forzaron a dejarlo de lado, y la idea de hacer un disco de rock, que era en un principio la más intelectual, la más ajena, terminó siendo el vehículo perfecto.” El eje sentimental de Cé fue la separación de Caetano con Paula Levigne, la madre de sus dos hijos más jóvenes. De eso habla una canción que es el eje alrededor del cual se construye el álbum, “Nao me arrependo”. ¿Por qué comenzar ese tema tan emotivo con la línea de bajo de un tema tan hedonista como “Walk on the Wild Side”, de Lou Reed? “Porque cuando empezamos a hacer el arreglo de ese tema, en el primer ensayo, a Pedro Sá, que toca el bajo sólo en ese tema, se le ocurrió tocarlo como una broma. ¡Y a mí me encantó! Por eso quise mantener ese homenaje. Y en cuanto a que la referencia es hacia un tema hedonista: hey, take a walk on the wild side (recita)... es una canción muy dura, que también habla de todo lo que cuesta el hedonismo.”
Una de las cosas que parece disfrutar Caetano en esta nueva juventud es que la crianza de sus tres hijos varones le permite vivir desde dentro un mundo totalmente masculino. “La convivencia muy masculina con Moreno, Zeca y Tom me influencia bastante”, le dijo a la revista brasileña Vogue. “Ellos son muy masculinos. Jamas bromeé como ellos bromean, una cosa medio violenta, más alegre.” Destacaba entonces la diferencia de la infancia de sus hijos con la suya, que fue en una casa eminentemente femenina. Al recordárselo, Caetano cuenta que luego de publicar su libro Verdade Tropical, recibió la visita de una amiga que era bailarina moderna. “Una persona muy fuerte, muy impresionante”, aclara. Su amiga lo felicitó por el libro pero le hizo una objeción. “¡Me dijo que parecía El club de Tobi, porque me la pasaba hablando con personajes masculinos! Darme cuenta de ello fue sorprendente, pero el mundo del rock y de la música suele haber mayormente hombres. Incluso antes de dedicarme a la música, en Bahía, vivía mayormente con amigos hombres. ¡No sé por qué, porque yo no soy así, tan hombre!”, remata entre risas, al tiempo que comenta que sus nuevas vivencias del mundo masculino desde adentro ahora incluyen la pasión de su hijo menor por el fútbol, para el que dice que –con pasión de padre– tiene talento. “Yo nunca jugué al fútbol, y mis hermanos tampoco. Y tampoco mis otros dos hijos. Ahora es mejor, pero cuando yo era niño, que no te gustara el fútbol era como ser una niña. ¡Uno no se sentía hombre si no jugaba!”
Aunque Cé es su último álbum de estudio, su último disco es una compilación titulada Lingua, en la que brillan aquellos temas de su primera época londinense, como “London, London”. ¿Qué recuerda Caetano de aquellos tiempos? “Ese primer disco mío grabado en Londres no era un disco que me gustase mucho. Pero ya no me disgusta tanto. Sufro mucho haber perdido la edición inglesa del disco, en donde las canciones están enteras. Porque la censura brasileña cortó partes de temas como ‘Maria Bethania’ y ‘A Little More Blue’. No me acuerdo muy bien qué fue lo que quedó afuera, pero lo que les molestó fue una parte en la que recordaba las películas mexicanas de Libertad Lamarque que solíamos ver con mis amigos en Santo Amaro, cuando era adolescente. Era divertido ver esos dramas, y a la vez nos gustaban. Era una evocación de mi infancia, pero el nombre de Libertad Lamarque molestó a los censores. Porque Libertad era una palabra molesta en tiempos de dictadura, claro. Pero también porque uno de los líderes de la oposición armada se apellidaba Lamarca, y eso los debe haber inquietado... ¡aunque yo no pensé jamás en eso! Fue todo muy ridículo.”
En el juego de recordar, el siguiente paso lleva a Caetano a armar una lista con sus mejores discos. “Me gustan más los que hice a partir de Caetano (1987), así que una posible lista incluiría Caetano, Extrangeiro, Circulado, Livro, Noites do norte, A Foreign Sound y finalmente Cé”, enumera. “Son los que están mejor hechos, en los que estoy más al control. Sin embargo, Transa (1972) también me gusta, Joia (1975) también, y por razones meramente históricas el primer disco de la Tropicalia.” La respuesta motiva preguntas por los discos dejados afuera de la lista, como Outras palavras (1981), o Velô (1984). “Velo es mi disco más rockero después de Cé. Su repertorio es muy fuerte, fue un momento muy inspirado: ‘O homen velho’, ‘Podres poderes’, ‘Os quereres’. Pero el sonido de los discos de los 80 no es algo que haya envejecido bien.”
Para el final, se le pide a Caetano olvidar un poco los vericuetos de la producción o la composición, y hablar de él como cantante. “Cantar me gusta más que todas las demás cosas vinculadas con la música”, confiesa. “Cantar me da placer, me gusta mucho estar sobre un escenario. Mucho más que en un estudio. Pero siempre soy crítico con mi voz.” En su nuevo disco, revela Caetano, en un verso de la canción “Musa híbrida” confiesa lo que piensa sobre su voz. La califica como fosca, una palabra que no sabe si existe en español, que quiere decir sin brillo. ¿Opaca? “Está cerca, pero no es lo mismo. Opaca quiere decir que no es transparente, y lo que digo es que no tiene brillo”, opina. Alguien propone entonces la palabra mate, y Caetano se entusiasma. “No sabía que mate quisiese decir eso. ¡Qué maravilla! Fosco es una palabra muy bella, pero mate me parece todavía mucho mejor”, concluye, y recita entonces el verso en cuestión, convenientemente traducido: “Mi voz tan mate brilla por tus labios bundos. Es así. Mi voz me parece mate. ¿No es perfecto?”.
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