Domingo, 7 de octubre de 2007 | Hoy
DVD > FINALMENTE, LA SEGUNDA Y úLTIMA TEMPORADA DE TWIN PEAKS
Es probable que Twin Peaks sea la mejor serie de televisión de la historia. Digna de una complejidad cinematográfica mucho antes de que las cadenas de cable knockearan al cine con sus guiones trabajados, capaz de armar una trama en la que se crucen el incesto, el narcotráfico, el Tíbet, el infierno contemporáneo y la lucha ancestral del Bien y el Mal, el experimento de David Lynch es la vara con la que se mide la ambición artística en televisión. Y ahora, finalmente, llega la segunda temporada, que se suma a la primera editada, el año pasado.
Por Mariano Kairuz
“¿Saben de dónde vienen los sueños? Neuronas de acetilcolina disparan impulsos de alto voltaje al lóbulo frontal. Estos impulsos se vuelven imágenes, y las imágenes se vuelven sueños. Pero nadie sabe por qué elegimos estas imágenes en particular.” Hay algo en estas palabras con las que el entusiasta agente especial del FBI Dale Cooper ameniza uno de esos abundantes desayunos de trabajo que mantiene en Twin Peaks con el policía local Harry –tras la pista del asesinato de Laura Palmer–, que tiene bastante que ver con toda la obra de David Lynch. El agente Cooper no es exactamente un racionalista, pero hay un componente perfectamente racional en su método intuitivo: la certeza de que gran parte de nuestra realidad cotidiana está más allá de toda comprensión. De algún modo, de eso tratan las películas de David Lynch: no tanto de juegos oníricos armados sobre un trasfondo vagamente argumental, sino de sórdidos casos de crímenes, prostitución y otras formas de abusos, de tramas que son imposibles de completar. El mundo según Cooper no es el tan mentado “universo de los sueños” de Lynch, sino el del sueño como reflejo corporal y mental, proceso totalmente material, reacciones físicas y químicas, como esas neuronas que descargan impulsos de alto voltaje sobre el lóbulo frontal.
Cooper les explica el funcionamiento del sueño –y el de su propio método detectivesco– a Harry y a su asistente la mañana posterior a la del revelador sueño del Cuarto Rojo, esa escena imborrable en la que una mujer idéntica a Laura Palmer le cuenta al oído quién la asesinó. "El sueño es una clave a ser descifrada", les dice. "Descifra la clave y resolverás el crimen." Ahora que la segunda y última temporada de Twin Peaks llegó finalmente al DVD (22 episodios más extras), vuelve el impulso de completarlo todo y quizá la posibilidad de descubrir que en Twin Peaks y en el método Cooper se aloja una clave a ser descifrada: hay que descifrar la clave para resolver el enigma de David Lynch. Y todo indica que esa clave se cifra en dos cosas perfectamente mundanas, materiales, cotidianas: el café y las donas.
El nombre del agente Dale Cooper fue tomado por Lynch y su coguionista Mark Frost de un enigmático secuestrador aéreo llamado D. B. Cooper, que en los años ’70 se arrojó en paracaídas sobre Washington sin que nunca más se supiera de él. Cooper llega a Twin Peaks un poco como un paracaidista, pero desde Marte. O del Tíbet, como a él le gustaría. "Un país profundamente espiritual cuyo líder es conocido como el Dalai Lama", según instruye el propio Cooper a Harry y a su equipo justo antes de emprender una magnífica demostración de su método intuitivo, para la cual los ha reunido en el bosque. "Siguiendo un sueño que tuve tres años atrás –prosigue–, desperté dándome cuenta de que había adquirido el conocimiento de una técnica en la cual la coordinación de la mente con el cuerpo opera de la mano de un nivel de intuición muy profundo." Parte Freud, parte Tíbet, parte golpe de suerte: así es Cooper, un personaje que para muchos empezó a delinearse en Jeffrey Beaumont, el intuitivo investigador vocacional que el gran Kyle McLachlan compuso para Lynch unos años antes, en Terciopelo azul (1986). Pero para una definición más sólida del agente Cooper, la del propio Lynch, cuyo nombre –no hay que olvidarlo– tiene las mismas iniciales del Dalai Lama: "A mí me encantan las donas, pero las donas te engordan. Fuimos al café de Twin Peaks con Cooper. El comió muchas donas y muchas porciones de tarta de cerezas. Tartas y donas y café. Yo dejé de tomar azúcar, pero la verdad es que el azúcar te enciende más rápido: uno quiere tener ideas y que salgan rápido. Cooper, creo, es un tipo que entendió eso".
En su sitio www.davidlynch.com, además de que uno puede ver alguno de sus cortos (como Rabbits, la sitcom de los conejos que se estrenó en Internet y luego fue incorporada a Imperio) o participar en un foro de discusión sobre su última película, DL se dedica básicamente a vender merchandising. Nada del otro mundo: gorras como las que usa él, remeras, ringtones, pads para el mouse, botones y figuritas de Eraserhead, colecciones de fotos de desnudos femeninos (algunos de ambientación sugestivamente prostibularia, como la del casino One Eyed Jack, de Twin Peaks), un libro "de desnudos distorsionados" (muy Hombre Elefante, por lo que se deja ver en la tapa), tazas de café con grotescas caricaturas y, por supuesto, una marca de café propia. Bastante café. Café orgánico. Para elegir: espresso, granos tostados o un café francés descafeinado, pequeña contradicción del mundo civilizado de desayunos de hotel estupendos para la mente que tanto admira Cooper.
Uno llega al final de los 22 capítulos de la segunda temporada de Twin Peaks y la verdad es que la historia nunca se completa. El asesinato en sí queda resuelto a mitad de la temporada, pero "¿quién mató a Laura Palmer?" no es el verdadero interrogante de su historia de pueblo chico en la que todos están más o menos implicados en una red oscura pero apenas secreta que involucra narcotráfico y prostitución. Las obras de Lynch nunca quedan completas: uno queda tratando de completarlas mucho después de terminadas. El propio Lynch dice que cuando empezaron a escribir la serie con Frost no tenían siquiera la intención de que el asesinato de Laura quedara resuelto. "Un día, mientras pasaba por la zona de equipajes del aeropuerto", recordó DL, "escuché a una mujer decirles a sus amigas: Espero que resuelvan pronto ese asesinato, ya me estoy cansando. Creo que mucha gente hizo presión sobre ABC para que se resolviera porque sentían que los estaban embaucando...". En junio de 1991, el canal emitió su último episodio, un torbellino de hora y media dirigido por el propio Lynch, que en ese segunda temporada había descuidado un poco, dice, el rumbo de la serie. Un año después, Lynch estrenó Twin Peaks: fuego camina conmigo, la película precuela, que tampoco terminaba de resolver realmente nada.
Es que para Lynch la historia de Twin Peaks no tiene final. "Es parte de una historia que sigue de manera perpetua", dijo algunos años atrás. "El problema es que la historia continúa en mi cabeza y en la de Frost. Yo vuelvo a visitar Twin Peaks en mi cabeza. En cierto modo es frustrante, porque hay muchas pistas y muchas líneas que todavía deben ser recorridas. Pero de alguna manera es bueno haberlas dejado ahí afuera, porque no han sido resueltas, y hay hilos sobre los cuales seguir soñando."
Al resto, sólo nos queda seguir tomando café negro e ingiriendo azúcar -–la suficiente al menos para mantener la mente despierta y el cuerpo activo– y leche caliente para conciliar una entrega profunda al inconsciente (como lo hace también Cooper) y confiar en que, a la noche, durante el sueño, se nos presentará alguna clave para entender el mundo.
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