Domingo, 14 de octubre de 2007 | Hoy
MúSICA > CARLA BRUNI CANTA A GRANDES POETAS
Carla Bruni ha aparecido en las revistas por infinitos motivos: primero fue supermodelo de marcas de alta costura, después se la vio como novia de Mick Jagger, después simplemente como una belleza deslumbrante y hace poco como protagonista de un escándalo amoroso en Francia que involucró a escritores y filósofos. Pero después de todo eso sorprendió a medio mundo grabando quelqu’un m’a dit, una pequeña gema de la chanson française. Ahora, a los 39 años, editó No promises, un disco cálido y maravilloso en el que canta poemas en inglés de Auden, Yeats, Emily Dickinson y Dorothy Parker, entre otros.
Por Mariana Enriquez
Aparece muy de vez en cuando este tipo de sirenas que maravillan a todos, a pesar de prejuicios y resistencias. Prejuicios que en general tienen que ver con la belleza de las sirenas, que parece condenarlas a estar en exhibición, pero les prohíbe demostrar hondura, so pena de quedar como unas pretenciosas o, peor, como trepadoras que han usado de escalera el atontamiento de unos cuantos hombres poderosos.
Carla Bruni es la sirena del momento. Es hermosa y madura a sus casi cuarenta años, fue supermodelo, fue novia de Mick Jagger; es heredera de una empresa millonaria de goma y sus padres son el compositor clásico Alberto Bruni Tedeschi y la concertista de piano Marisa Borini. Además protagonizó en Francia un escándalo amoroso de lo más fino, como sólo puede producirse en un país donde escritores y filósofos aparecen en Paris Match al lado de la farándula más convencional. Hacia el cambio de siglo se enamoró de Raphael Enthoven, filósofo y discípulo del célebre y controvertido Bernard Henri-Lévy. Enthoven estaba casado entonces con Justine, la hija de su maestro. Para ambas hubo final feliz: Carla se quedó con el joven filósofo y Justine Lévy publicó una novela autobiográfica llamada Rien de grave, donde detallaba pormenores con nombres cambiados. El libro sacó a El código Da Vinci del primer puesto de la lista de best sellers y además consiguió críticas estupendas.
Entretanto, Carla grabó su primer disco, quelqu’un m’a dit, una delicadeza de chanson français que terminó sonando en todas partes y, por repetición, causó el efecto Norah Jones: es decir, si es tan popular y se usa como música de fondo de restós con velas sobre la mesa y comerciales de TV, no puede ser bueno. Error, porque tanto Carla Bruni como Norah Jones son muy pero muy talentosas, sólo que todavía le cuesta al esnobismo internalizado abrazar aquello que gusta muy fácilmente. Y ahora, felizmente casada con Enthoven y dueña de una gracia envidiable, grabó con ayuda de Marianne Faithfull (¿hablarán de Mick Jagger?) un disco en el que adapta poemas de Auden, Emily Dickinson, Yeats y Dorothy Parker. Y no suena pomposo. Suena hermosísimo y triste, como la luz amarilla del sol en viejas fotos, como una mujer hermosa que ya no es una jovencita y lee poemas sobre la soledad, como si se preparara para el otoño.
quelqu’un m’a dit (2002) y No promises (2007) acaban de ser cuidadosamente editados en la Argentina por el sello Random.
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