Dom 28.10.2007
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DVD > NUEVA ORLEáNS Y EL HURACáN KATRINA EN LA CáMARA DE SPIKE LEE

El colapso del sistema

Cuando escuchó que las imágenes de Nueva Orleáns “parecían de un país del Tercer Mundo”, Spike Lee decidió filmar un documental sobre un drama que parecía hecho para él: una de las ciudades más mágicas de Estados Unidos, azotada por un huracán, abandonada a su suerte por pujas de poder, negligencia y racismo, y finalmente ahogada en la ineficiencia de un sistema que pareció fallar a cada paso. Igual que en Estados Unidos, donde no se estrenó en cines, llega al DVD When the Levees Broke –el reverso político, local e ignorado de Una verdad incómoda, el documental que le valió a Al Gore el Nobel de la Paz–, que testimonia con detalle, sensibilidad y crudeza la supervivencia de los negros y los pobres, aislados y hambreados, abandonados a entonar solos el réquiem de su propio hogar.

› Por Mariana Enriquez

“Es como verse en un espejo en una pose horrible. Ver un gesto espantoso, defectos desagradables. Y estar obligado a quedarse mirando ese reflejo, no poder quitarse la vista de encima.” Así explica Wynton Marsalis lo que provocó el huracán Katrina a fines de agosto de 2005, y lo que sigue provocando dos años después. Fue la catástrofe natural más grande que Estados Unidos vivió jamás, pero a la furia del viento se le agregó un desastre político, social y humano de proporciones wagnerianas. Un desastre protagonizado por una de las ciudades más notables del país y una de las más especiales del mundo, Nueva Orleans; y un desastre que afligió a los habitantes más desprotegidos, los negros y los pobres.

Spike Lee junto a una de las casas marcadas por los rescatistas después del huracán.

Todo lo que podía salir mal, salió mal. Fue uno de esos desastres que desnudan todos los problemas: así el gobierno federal de George W. Bush quedó en el peor lugar posible, y también el gobierno estatal de Louisiana y el de la ciudad. Por aquellos días se decía que esas imágenes terribles que se veían por televisión “parecían de un país del Tercer Mundo, no de Estados Unidos”.

Eso mismo le dijeron a Spike Lee los periodistas de la prensa internacional que lo entrevistaron a propósito del desastre en Venecia, donde el director asistía al festival de cine. “Creo que en ese momento decidí que quería hacer algo sobre Katrina. Incluso tan en caliente, tenía la seguridad de que iba a ser un momento definitorio en la historia de los Estados Unidos; si para bien o para mal, lo juzgará el tiempo. Quería destrozar el velo de mentiras que daba como resultado frases como ésa: Nueva Orleans, en barrios como el Ninth Ward, es como un país del Tercer Mundo. ¡Si hasta acusar al huracán es faltar a la verdad! No fue Katrina lo que trajo la devastación a Nueva Orleans. Fue la rotura de los diques usados para contener la inundación, que se rajaron y cedieron. Eso puso al 80 por ciento de la ciudad bajo el agua. No el huracán.”

La catástrofe de Nueva Orleans parecía pensada para Spike Lee, y él no esquivó el bulto. Un año después del huracán se estrenó por HBO –además, la compañía productora– When the Levees Broke (“Cuando se rompieron los diques”), una película documental de cuatro horas, profundamente política y épica, que acaba de estrenarse en la Argentina en DVD.

Spike Lee es moroso y clarísimo para explicar cómo fue que esa tormenta perfecta en realidad evitó la ciudad de Nueva Orleans y se desvió hacia el este. ¿Qué ocurrió, entonces? Algo de una negligencia tal que cuesta creerlo: los diques de contención del lago se rompieron. Estaban mal hechos, mal construidos. Los ingenieros lo sabían, también la guardia costera. Dejaron que sucediera.

Ya había ocurrido antes, con el huracán Betsy, en 1965. Una leyenda urbana –o, mejor, un rumor que nunca fue investigado– dice que fue el gobierno el que dinamitó los diques, para salvar del agua a los barrios ricos e inundar la zona pobre. Hoy, muchos de los sobrevivientes de Katrina aseguran haber escuchado las explosiones.

Un fotograma de la película.

Al menos los que no estaban dentro del Superdome, el estadio de la ciudad y el único edificio que soporta vientos categoría 3. Lee sorprende con impresionantes imágenes de archivo, que muestran el techo del estadio golpeado como por puños de viento, un techo que acaba desprendiéndose. Y después causa desesperación: los sobrevivientes con el agua literalmente hasta el cuello, colgando de ventanas de altillos; muchos, muchísimos cuerpos flotando, boca abajo como suele ocurrir con los ahogados. Cuerpos hinchados y deformes, algunos abandonados ya con rigor mortis. Soledad O’Brien, periodista de CNN, cuenta –acompañada por su propia imagen en la TV– cómo encontró un cadáver en el mismo lugar tres días después de verlo por primera vez. “Allí comprendí la magnitud: cuántas cosas urgentes habría que resolver para que no fuera importante levantar a los muertos.”

El arco narrativo de When the Levees Broke va desde las primeras lluvias hasta un año después del huracán. Y quizás esta última etapa resulte la más impactante para quienes sólo se quedaron con la cobertura de la urgencia. En marzo de 2006, los residentes de Nueva Orleans no habían podido volver a sus casas. Algunos sí: el gobierno les dio trailers sin luz eléctrica, que ubicaron sobre el terreno que antes fue propio. El resto, repartido en 46 estados, no sabía aún si sus parientes habían sobrevivido, o dónde estaban. Lee registra varios reencuentros de chicos con sus padres, y también de residentes con sus parientes, pero muertos: varios meses después se seguían encontrando cuerpos en las casas devastadas, a pesar de que, según constaba en papeles, ya se habían retirado los cuerpos de esas casas. Hay, también, algunos protagonistas famosos, como Harry Belafonte, Kanye West –que en televisión, durante un evento donde se juntaba dinero para las víctimas, dijo en vivo “A George Bush no le importa la gente negra”–, Sean Penn o Wynton Marsalis. Pero los verdaderos protagonistas son Herbert, un señor que debió abandonar a su madre muerta en una silla de ruedas fuera del Superdome; el activista Al Sharpton, que revive con su indignación la época de los derechos civiles; Phylis, una mujer encantadora que sufre estrés postraumático, pero todavía se ríe de sí misma; el alcalde Ray Nagin, cuestionado pero al mismo tiempo lleno de pasión; Garland Robinette, un conductor de radio que apenas puede hablar sin llorar o el hombre que, en el estadio donde se refugiaron al principio unas 50 mil personas –y donde no les llevaron comida ni agua, un lugar que pronto se transformó en cloaca y moridero– empezó a cantar “This Little Light of Mine”, un negro spiritual que habla de resistencia y luz, y recorrió el lugar tratando de que la gente se le uniera, cosa que hicieron, aplaudiendo, y que puede verse en When the Levees Broke. También puede verse a Terence Blanchard, el responsable de la banda de sonido, tocándole un réquiem a la ciudad con su trompeta, un hombre de traje negro caminando entre ruinas.

Y también son protagonistas la burocracia, la dejadez, el abandono; la incapacidad y la indiferencia de una administración que por pujas de poder y por inutilidad casi asesina a la ciudad del dixieland, del Mardi Gras, el Barrio Francés, el jazz, el patois, el creole. Destruir algo así es de una ignorancia lindante con la maldad. Quizá fue el gran error, el gran desprecio por la Historia, que empezó el fin del gobierno de Bush. “Estoy de acuerdo con Kanye West: a Bush no le importan los negros”, dice Spike Lee. “En Nueva Orleans específicamente, es una población pobre que no vota y, si lo hace, de todos modos no vota a los republicanos. Rice estaba de vacaciones, comprando zapatos en Ferragamo mientras mujeres negras como ella se ahogaban. Cheney estaba de vacaciones. Bush también. Las suspendió dos días antes y ni siquiera fue al lugar de los hechos, sobrevoló la zona en el Air Force One. Los políticos hacen muchas cosas simbólicas. La gente se pregunta de qué sirven, pero a veces lo simbólico es muy bueno. En 1965, con el huracán Betsy, el presidente Lyndon Johnson voló a Nueva Orleans, bajó al Lower Ninth Ward, se iluminó la cara con una linterna y en la oscuridad gritó: ‘Soy el presidente, y me preocupo por ustedes’. Está claro que yo no soy un fan de Johnson. Lo que quiero decir es que George W. Bush ni siquiera sintió que tenía que hacer algo así. Llegó tarde, cuando el daño ya estaba hecho. Lo que hizo no tiene precedentes. Nunca en la historia el gobierno les dio la espalda a sus ciudadanos así, o respondió con tanta lentitud cuando necesitaron ayuda. Y una cosa así se paga.”

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