Domingo, 30 de diciembre de 2007 | Hoy
MúSICA > LAS CANCIONES DEL CAMPO DE CONCENTRACIóN DE TEREZíN
A sesenta kilómetros de Praga, los nazis crearon un campo de concentración “modelo”. Su característica: recibir a judíos artistas, músicos, compositores y actores que, con un sentido del humor mayúsculo, llevaron adelante un Teatro de los Talentos Inútiles, fueron comparados con Chaplin y hasta escribieron un ensayo llamado Goethe y el Ghetto. Incluso los aficionados, como una enfermera que entró voluntariamente a la cámara de gas para cantarles a los niños a punto de morir, compusieron sus canciones. Ahora, la extraordinaria cantante lírica Anne Sofie von Otter edita un disco en el que homenajea a los artistas del campo luego asesinados en Auschwitz, a su padre y al oficial de la SS que en 1942 le relató a él durante toda una noche las atrocidades de las que era testigo.
Por Diego Fischerman
Una de las historias es la de la enfermera Ilse Weber. Ella recorría el campo, de noche, visitando a los enfermos, y cantaba acompañándose con una guitarra las canciones de cuna que ella misma componía. Otra historia es la de Karel Svensk, admirado como el Charlie Chaplin de Terezín y líder de la compañía El Teatro de los Talentos Inútiles. O la del pianista de jazz Martin Roman, fundador de los Guetto Swingers. O del compositor Viktor Ullmann, autor de la genial ópera Der Kaiser von Atlantis y del ensayo Goethe y el Ghetto. La enfermera decidió ir voluntariamente a la cámara de gas junto a los niños y cuentan que allí les seguía cantando. Los demás, y otros como Pavel Haas o Hans Krása, dos grandes compositores, gozaron de una cierta libertad y fueron incentivados en su tarea artística hasta que la Cruz Roja visitó el lugar. Luego fueron llevados a Auschwitz y ejecutados el mismo día, 15 de octubre de 1944. Terezín (Theresienstadt para los alemanes), el supuesto “campo de concentración modelo” o ghetto para artistas pergeñado por los nazis a 60 kilómetros al norte de Praga, había terminado.
Pero hay, por lo menos, otras dos historias. La primera es la de la notable cantante Anne Sofie von Otter y su disco Terezin-Theresienstadt, recién publicado por Deutsche Grammophon. La otra es la de su padre. “El nunca hablaba –cuenta la cantante–, ni de eso ni de nada. Nunca me había enterado, por ejemplo, de que su abuelo había sido primer ministro de Suecia durante dos años. Todo lo que sé lo sé por mi madre, que estaba con él en Berlín en esa época.” Von Otter, que cantó en la extraordinaria versión de La Pasión según San Mateo de Johann Sebastian Bach dirigida por Sir John Eliot Gardiner y en La Pasión según San Bach de Mauricio Kagel, que realizó actuaciones memorables en óperas de Mozart y Richard Strauss, ganó todos los grandes premios otorgados a discos de música clásica, incluyendo el Gramophone por su bellísimo recital con canciones de Edward Grieg, y se dio el lujo, también, de grabar a dúo con Elvis Costello, une las dos historias y, también, las de las víctimas de Terezín. “El disco es una respuesta a la conmoción que me causó la historia de mi padre, el barón Göran von Otter”, relata. “El formaba parte de la delegación diplomática sueca en Alemania, en la época de la Segunda Guerra, como adjunto del embajador. En la noche del 20 al 21 de agosto de 1942 viajaba en tren de Varsovia a Berlín y no podía dormir. Estaba parado en el pasillo y un oficial de la SS se acercó a él. En una parada, ambos bajaron juntos al andén, a fumar y a tomar aire. Cuando el barón Von Otter sacó su paquete de cigarrillos suecos, el oficial se presentó como Kurt Gerstein, comandante de la Unidad de Desinfección Técnica Waffen-SS, y le dijo: ‘Tengo que hablarle’. Eso hizo en las seis horas siguientes, en el pasillo del tren. Suecia era un país neutral y el diplomático podría ayudarle.”
“Tenía sudor en la frente y lágrimas en los ojos”, escribió el barón en un informe que fue convenientemente traspapelado y que le costó la posibilidad de un ascenso. La Unidad de Desinfecciones Técnicas era la encargada de proveer equipamientos de gas y veneno. “Vi algo terrible”, contó el comandante Gerstein. “Vi el miedo en los ojos de una nena a la que obligaban a desnudarse antes de matarla. Hoy vi morir a más de 10 mil personas.” El nombre de Gerstein aparecía, cada tanto, en las conversaciones entre sus padres. Anne Sofie no sabía quién era pero, una vez, mirando en la televisión un documental sobre el Holocausto, notó la reacción de su padre ante la mención de ese nombre. El comandante huyó a París en abril de 1945 y allí fue acusado de crímenes de guerra. Aseguraba haberlos denunciado a extranjeros cada vez que había podido. Mientras estaba en prisión escribió un relato pormenorizado de la mecánica del exterminio y, también, una carta a Von Otter pidiéndole que corroborara el relato. La respuesta del barón llegó tarde. Gerstein fue encontrado muerto el 25 de julio y nadie supo si se había suicidado o lo habían matado.
El disco dedicado a Terezín, donde participa su compañero habitual en el repertorio de cámara, el excelente pianista Bengt Forsberg, incluye canciones de compositores profesionales y, también, las de aficionados como la enfermera Ilse Weber. Su canción de cuna “Wiegala” es, de hecho, uno de los momentos más conmovedores de lo que, afortunadamente, no se parece en nada a un recital de canto y piano. Von Otter, tal como lo había hecho al cantar con Costello, renuncia a su “voz lírica” para cantar algunas de las canciones tal como las cantaría cualquier persona en su propia casa (cualquier persona excepcionalmente afinada y con un bellísimo timbre de voz, es claro). Las piezas de Pavel Haas, Hans Krása, Martin Roman, Erwin Schulhoff, Adolf Strauss, Karel Švenk, Carlo Sigmund Taube, Ilse Weber y Viktor Ullmann, están cantadas en checo, en idisch, alemán o francés. Van de la abstracción a la melancolía y de la sátira y la ironía al dramatismo más crudo. Además de Von Otter, canta en algunas de ellas el barítono Christian Gerhaher, y los acompañamientos incluyen, además de piano, al acordeón de Bebe Risenfors, el clarinete de Ib Hausmann y la guitarra de Gerold Huber. El disco se cierra con la fantástica Sonata para violín solo de Schulhoff (que no fue exterminado en Auschwitz sino en el campo de concentración de Wülzburg, en Baviera), en una magnífica interpretación de Daniel Hope.
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