Domingo, 18 de mayo de 2008 | Hoy
MODA > DIANA VREELAND, LA MUJER QUE REINó DESDE HARPER’S Y VOGUE
Diana Vreeland fue la mujer que definió como nadie la relación del mundo con la moda durante el siglo XX. Ya en los años ’30, disparaba sugerencias irreverentes y descocadas desde una columna. Y entre los ’50 y los ’80, como directora de Harper’s Bazaar y Vogue, hizo de esa intrepidez y talento un sello inconfundible: inventó modelos inolvidables de chicas bizcas, descubrió y alentó talentos como Richard Avedon, fue tenazmente despectiva con el sistema tradicional de la moda, alentó lo barato y lo anónimo, detectó ideas en los detalles más inesperados y las convirtió en tendencias indiscutidas. Hace poco, la exquisita revista Vissionaire dedicó un número entero a un tesoro de frivolidad y capricho hasta ahora oculto: los memos con que Vreeland enloqueció durante décadas a sus colaboradores en busca del Santo Grial de la próxima temporada.
Por Felisa Pinto
Cuando se estrenó entre nosotros El diablo viste a la moda (Devil Wears Prada, 2006), muchas víctimas de la moda gozaron al ver las peripecias, maldades y redenciones contadas a través del retrato que Meryl Streep hizo de Ann Wintour, temida editora de modas de la revista Vogue en los años ’90. Sin embargo, para muchos fue solamente una minúscula caricatura de una burócrata difusora de tendencias. Lo opuesto a la verdadera one and only Diana Vreeland, leyenda sólida muy difícil de superar. Victimaria y víctima de la moda a la vez, tanto como editora, crítica, escritora y especialmente árbitro de la moda del siglo XX, su influencia desde las páginas de Harper’ Bazaar (1937) y luego Vogue sería decisiva para propagar un estilo de vivir y de vestir elegante, en las décadas del ’50 al ’80, cuando abandonó la revista para transformarse en curadora genial del Museo Metropolitan de Nueva York, para el que creó el Art’s Costume Institute, escenario de maravillosas muestras de la historia del traje y sus creadores favoritos como Balenciaga o Saint Laurent, entre otras etiquetas, sobre las que hizo muestras inolvidables. Desde siempre impuso su presencia y su autoridad insistiendo en su culto al estilo y al chic, dos términos y conceptos que todavía se descubren en guiños y citas o sobreentendidos dedicados a su persona. Especialmente en el cine, cuando todavía se reflejan sus huellas en ámbitos de sofisticación extrema. Hace poco, se vieron referencias en las dos versiones sobre Capote, de quien fue íntima y confidente y también en el cine vintage de los años ’50, cuando fue aludida directamente en Funny Face, adonde se detectaba su mano en la creación del mito Audrey Hepburn.
Pero es en el mundo de la edición donde mejor perdura el porqué de la devoción de sus seguidores, desde que debutara en 1937, con una columna atrevida, audaz y desenfadada para entonces: Why don’t you? se llamaba su apelación a salir de la moda oficial de entonces publicada en Harper’s Bazaar. D.V. se tituló, muchos años después, su autobiografía, que fuera definida por la prensa como un “champagne party” de comentarios chispeantes sobre diversas celebridades de su amistad, tales como Diaghilev, Buffalo Bill, los Windsor, Jackie Onassis, Chanel o Jack Nicholson, por sólo citar algunos. Transforma allí sus dotes de cronista genial con anécdotas que oscilan entre monólogos dramáticos y sentencias sobre el buen gusto y el estilo con implacable autoridad. Y gran sentido del humor y la ironía constante, sellos ineludibles en ella. Especialmente cuando relata que Buffalo Bill le enseñó a montar a caballo o que Lindbergh sobrevoló su casa en Connecticut. Algunos críticos no creyeron eso, por lo que le preguntaron: “Mrs. Vreeland, ¿es verdad o ficción?”. A lo que contestó “It’s faction”, jugando con las palabras. La realidad no era importante para ella, opinan otros. Lo que más contaba era el grado de sofisticación, lujo real, y el gran refinamiento con que llevó su intensa vida.
Había nacido como Diane Dalziel, en París, en 1906. Pero también, como apunta Marie Louise Wilson, una de sus biógrafas: “Ella se miraba más bien como una reportera, cuya ambición es la de estar siempre dispuesta a decir ‘Yo estuve allí’. Y esa disposición vale para todos los flancos de su vida, especialmente referidos a la moda de la mitad del siglo XX, cuando redefinió los standards del glamour y el estilo. En los ’60 su función de árbitro absoluto del chic en el mundo a través de Vogue cambió e innovó en la búsqueda de estéticas nuevas y mannequins, y fotógrafos como Lord Snow, marido de Margarita de Inglaterra, David Bailey y el deslumbrante Richard Avedon, entre los más cercanos a su sensibilidad. Sus modelos fetiche de los ’50 fueron Susy Parker, Dovima y Nina de Voe, bellas y saludables, sin el más mínimo asomo de anorexia en sus cuerpos perfectos, con personalidad bien diferenciada. Desde luego, vigiladas y aprobadas por Vreeland, eludiendo el lugar común o la vulgaridad. En los ’60, sus mannequins preferidas fueron la gran Verushka y Lauren Hutton, a quien convirtió en estrella a pesar de sus ojos ligeramente bizcos, detalle que seguramente Vreeland consideró chic y con charme. En los ’80, D.V. inauguró el término “look” con el que definió al conjunto de claves indumentarias destinadas a lograr un estilo y apariencia basada en la personalidad individual. Qué sorpresa hubiera tenido hoy la Vreeland, al comprobar que su palabreja, en su conjugación porteña, “estar luqueado”, probablemente creada por la productoras de moda y televisión, abarca hoy a todas las clases sociales argentinas, hayan leído o no el Vogue. Por lo menos usado por ella, hasta poco antes de morir, en 1989.
Precisamente para atesorar su pensamiento vivo, sus órdenes y su rol de editora, es que apareció hace poco en Nueva York un ejemplar raro, que elude el formato de libro. Vreeland memos se llama el ejemplar íntegramente dedicado a ella que la editorial Vissionaire lanzó con gran éxito en el 2006, en línea con sus extraordinarias ediciones limitadas. En esta suerte de caja roja con letras negras que refiere más bien a un bibliorato o carpeta rígida de archivos, se encuentran guardados facsímiles de los memos que Mrs. Vreeland enviara cotidianamente a sus subordinados y a veces aterrados productores de Vogue en los años ’60. Publicado en inglés, y pensado para mercados exigentes que manejan al extremo la información y la sofisticación a la vez que la historia de la moda, el ejemplar encierra documentos de primera mano jamás publicados y que fueran heredados por los nietos de Diana Dalziel de Vreeland, desde su casamiento con el banquero que le costeó todas sus extravagancias y apoyó su talento. El material, en realidad una reliquia arqueológica, fue capitalizado por un grupo editorial joven al mando del cual está Stephen Gan, quien reúne títulos igualmente atractivos para el mismo tipo de lectores, tales como CHIC, del fotógrafo Mario Testino, o Karl Lagerfeld, emperor of clothes. Para poder publicar Vreeland Memos, los editores agradecen a la Condé Nast, editora de Vogue, y al sublime fotógrafo Richard Avedon a quien pertenece la foto única de la edición en blanco y negro. Refleja, curiosamente, a una Diana más cercana a dama conservadora, y reservada, con su turbante de seda y abrigo corto de piel cara. Todo un contraste con su perfil más celebrado y reconocido que sería el que más se ajustaba a su físico y su personalidad, y que pertenece a Truman Capote: “Un pájaro exótico fuera de la selva, con su perfil de tucán. Y una definición de la noción de bella-fea que aman los franceses”.
ASUNTO: Situación de tapa
(diciembre de 1966)
Nuestra situación de tapa es drástica...
No escucho de nadie una idea o una
sugerencia de una cara o algo que
pueda ser adecuado.
Estamos al borde de una emergencia drástica.
Por Dios, cuidado con los rulos...
Es un gran arte hacerlos para que las chicas parezcan modernas, pero también para que de repente no parezcan vulgares.
No se olviden, acabamos de atravesar un período de pelo donde una enorme aristocracia se ha proyectado a través de caras limpias, ojos muy maquillados y pelo débil y de repente una cara redonda como la de Klerque se ve perfectamente horrible... muy tonta, muy afectada, y quién en este mundo querría verse así.
No estamos buscando variedad sin fin –estamos buscando moda.
También, cuidado con los gestos aniñados –los dedos en la boca y todo eso. No estamos mostrando, bajo circunstancia alguna, ningún gesto aniñado ni los usamos en el texto, ni los queremos en efectos fotográficos porque son terrible, terriblemente vulgares.
Sé que esta chica fue seleccionada porque podía manejar la ropa, que era tan angosta.
Sin embargo, es el primer rostro realmente estúpido que alguna vez hayamos tenido en Vogue. Es una pena, pero la chica realmente no es nuestra taza de té. No la usemos nunca más.
Creo que la cosa más completamente constructiva que Vogue puede hacer por sus lectores es cuando mostramos un grupo de ropa barata para el verano –hacemos un grupo de vestidos realmente baratos, por ejemplo si en Junio podemos hacer diez páginas de vestidos de menos de 30 dólares.
Ustedes dicen que no es posible vestirse por menos de 30...
Para decirlo con franqueza, todo el mundo los usa –es sólo que no lo mostramos.
¿Qué mercado tendría esta ropa? Estoy hablando de casas Banlon como Nestroy y demás. No puedo creer que al interesar a cierto grupo del mercado –quizá son las casa Kezia, por favor chequear– que a alguna gente no le interesaría hacer algo para nosotros a este precio especial.
Con salud, una buena figura, y la piel bronceada, en el verano la gente debería gastar muy poco dinero en ropa.
Podría esta gente investigar ya mismo... Entiendo que ya terminamos con la selección de extravagancias del mercado... hasta que entremos al otoño- Por terminamos quiero decir que dejamos de mirarlas aunque ciertamente incluiremos algunas de las hermosas organzas etcétera.
Nylon, dracon, sintéticos, hersey...
Me gustaría tener una respuesta de cada uno de ustedes acerca de si estas cosas se pueden encontrar, y qué van a hacer con ellas...
En el caso de Babs y Baron de Gunzburg –ellos ciertamente van a decir “este no es mi mercado”. El punto es que es tu Departamento de Moda y deberías hacerle sugerencias a las chicas...
La señora Mellon puede hacer sugerencias de su colección de camisas –las camisas de algodón de su colección de verano.
Este libro no es nuevo... Fue publicado en francés y publicamos ilustraciones y apuntes sobre él en Vogue hace algunos meses.
Ahora se consigue en cualquier librería en inglés.
Aventaja a todas las tiras cómicas de los últimos veinte años... Estoy segura de que estarán de acuerdo en que se puede ver la vida y el presente con claridad en este libro.
Creo que cada uno de ustedes debería ver este libro... Hay una copia en mi oficina, pero quizá quieran tener uno propio...
Es sobre una chica preciosa que pasa mucho tiempo en el espacio con una variedad de tipos...
Sin embargo, nuestro interés es la propia chica... Creo que Vogue ha hecho bien en crear la imagen de una chica moderna, ademós del tipo de lujo y aventura con los que cualquier chica en cualquier país moderno sueña y vive...
Esta chica no es un tipo nuevo... esta chica Barbarella y la chica que proyecta Vogue no es un tipo nuevo sino el tipo del presente...
Ella es de cuerpo sonoro, elongada, curvilínea y muy femenina... su ojo nunca es duro... en todo sentido tiene la primera mano a través de su imaginación y vitalidad. Es una belleza cualquiera sean sus rasgos y sus huesos, y está en forma...
Siempre en acción, sus ojos levantados, ni un pensamiento o una línea convencional en su contorno físico o mental... Tiene la gallardía y la razón para mantener la cabeza en alto...
Barbarella es un alucinante ejemplo de las chicas en las que creemos y que queremos proyectar...
Todo esto es para darles una idea... El libro es una delicia... No sé cuántos de ustedes lo han leído...
Por favor no se pierdan esta película. Provoca tanto placer y está maravillosamente hecha por Vanessa Redgrave.
No estoy siendo clara en absoluto. Es muy muy notable y creo que lo que una más obtiene de ella son sus extraordinarios vestidos y su maravilloso cabello y sin ninguna duda esta película, brillante como es, tendrá un enorme efecto sobre la moda. En otras palabras realmente presenta el período a la perfección y a Isadora de una forma milagrosa. Me preguntaba si deberíamos hacer una promoción muy rápida de Isadora.
Adoro a Antonia –viste la ropa como una brisa...
Los blue jeans son lo mejor, desde la góndola.
La elegancia es innata. No tiene nada que ver con estar bien vestido. Elegancia es saber rehusar.
Siempre uso mi suéter de atrás para adelante, es mucho más sentador.
Detesto el narcisismo pero apruebo la vanidad.
Cuando se viste un Balenciaga se es la única mujer en la fiesta. Ninguna otra existe.
El color rosa es el azul marino de la India.
La única elegancia está en la mente. Si se la tiene, el resultado surge directamente de allí.
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