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Domingo, 13 de julio de 2008

ENTREVISTAS > CRISTINA CIVALE HABLA DE SUS CRóNICAS DE LAS FRONTERAS

¿De qué lado estás?

De alguna manera, Cristina Civale lleva años escribiendo sobre el tema de su nuevo libro: desde sus investigaciones sobre la ilegalidad en España y el abuso de menores, hasta sus ficciones, están atravesadas por la idea de “frontera”. Por eso, en Crónicas de la frontera (Editorial Marea) se lanzó de lleno a explorarla en sus más diversas acepciones: desde la Triple Frontera y los manicomios a los cambios de sexo y la religión. A continuación, ella misma oficia de guía por su libro y reflexiona sobre las ventajas y peligros de un género tan de moda.

 Por Juan Pablo Bertazza

Es probable que la época que hoy estamos viviendo sea la que más haya tratado de entenderse, singularizarse, definirse. Y uno de los rasgos con los que intenta ser conciente de sí misma es el de la tan mentada globalización que busca borrar todo tipo de límites y que, con el ala práctica de Internet, facilita, por ejemplo, que un chileno cómodamente instalado en la computadora de su casa pueda seguir, en vivo y en directo, una explosión en un distrito de Iraq o, en el otro extremo, la final de un Grand Slam en Londres. Por lo tanto resulta al menos irónico que, desde hace un buen tiempo, la frontera sea siempre noticia. Especialmente (pero no sólo) desde el punto de vista geopolítico, ya sea por la ley antinmigratoria de la Unión Europea que autoriza expulsiones masivas de indocumentados o por el improvisado y torpe muro –digno del vallado de las plazas porteñas a resguardo de vendedores ambulantes– con que el tan civilizado y democrático gobierno estadounidense busca frenar la inmigración mexicana.

“Es una línea intangible que se va desplazando. Están las que implican un desafío y las que implican una elección, aunque detrás de todas existe una fuerte presión social por dogmatizar algo y establecer qué es ser normal. En el caso de las geopolíticas, los gobiernos de algunos países tienen cuidado de no mezclarse con el otro, pero lo notable es que así fomentan, justamente, una gran ilegalidad, un gran movimiento de mano de obra esclava, lo cual es también un síntoma de la contemporaneidad. Es decir que esos gobiernos estarían explotando a su propio pueblo y a los pueblos que pretenden tener una vida mejor, porque cualquier persona tiene derecho a vivir en cualquier sitio mientras respete, obviamente, las leyes de ese lugar.” Tal es la definición sobre frontera de propia cosecha y directa experiencia de Cristina Civale, la periodista y escritora que también ha impregnado a sus libros de ficción –Chica fácil, Perra virtual, El hombre de mi vida serás tú, Adiós América– con su desvelo por el tema de las fronteras. “Ahora que lo decís hay en mis personajes mucho movimiento y muchos aeropuertos: el vaivén también es típico de la contemporaneidad. Será porque yo misma me defino como nómade, que no puedo dejar de poner siempre en todo lo que escribo una cuota de nomadismo”.

Luego de sus investigaciones periodísticas sobre la inmigración en España (Esclavos, 2004) y sobre casos de abuso y violencia sobre menores (Niños lejos de Disneylandia, 2006) Civale retorna a las crónicas, “ese género fascinante y tan de moda porque, a mi entender, compite con lo visual y constituye, además, una zona de compenetración entre la literatura y la investigación tan interesante como desafiante”, explica la autora que, como sus mismas crónicas, no tiene marcadas las respuestas y parece cocinarlas en el momento. En su flamante libro Crónicas desde la frontera (Marea) se asoma a nueve casos que representan distintas fronteras: la geopolítica (con un viaje a la tan mítica como confusa Triple Frontera: “es donde me sentí más incómoda, donde la pasé peor sobre todo por el terrible maquillaje turístico de la zona”), la de género (Gaby Naya, la persona que nació mujer y quiso hacerse hombre), la de la pobreza (una visita a la ONG 8 de Mayo), la de las adicciones (precisamente, la de la comida), la de la locura (con inquietantes testimonios de internos del sistema psiquiátrico escocés Open door), la del inmigrante (Norma Espínola, entre Paraguay y Argentina), la de la libertad (la detención de Marcela Managua por el “delito” de participar en una marcha de la AMMAR), la del exterminio (indígena) y la espiritual (una católica que decide hacerse judía: “fue el caso que más me costó encontrar, el último, de hecho; y me pareció el menos marginal, por así decirlo, pero a su vez muy honesto. Yo había pensado para trabajar esta frontera en los pastores, en los pare de sufrir, pero después me di cuenta de que no quería contar un caso en el que la gente fuera estafada, sino donde realmente hubiera una elección”).

LA FRONTERA DEL TACTO

En uno de sus ensayos, esa especie de cronista sedentario que fue Michel de Montaigne decía que “los bárbaros no son más extraños para nosotros de lo que nosotros somos para ellos”. Sin lugar a dudas, una de las cosas que quita el sueño al cronista es cómo mostrarse ante sus entrevistados. En sus Crónicas desde la frontera Civale, por ejemplo, mientras espera en una sala del Hospital Cabred a un paciente psiquiátrico, teme ser “maternalista, subestimarlo, hacerle preguntas que lo hieran”.

Hay otra escena muy impactante en la cocina del arruinado hospital Ramón Carrillo, ubicado en Sáenz Peña (Chaco). Dos cocineras a cargo preparan en una olla mugrienta la comida. Civale, entre intrigada y asqueada, les pregunta por el contenido de las ollas. Una de las cocineras le tapa la boca a la otra, y le impide hablar. Civale no insiste.

–Me acuerdo perfectamente de ese momento.

–¿Cómo resolviste interactuar con cada uno de tus entrevistados?

–Como se iba dando. Sí tenía claro que, ante cada entrevistado, quería mostrarme justamente como una persona más pero no como su amiga y traté de tomar los recaudos necesarios porque muchas eran personas conflictuadas y con secretos. Es como si todo el tiempo hubiera que pedir permiso porque ellos me están contando su historia. Pero también hay algo que tiene que ver con la equidad, no sólo le está pasando algo al otro sino que a mí también me va pasando algo. Por lo menos esas son las crónicas que a mí me interesa escribir. Y eso implica pararse ante el otro también como otro; porque también está su sorpresa frente a mí, yo todo el tiempo pensaba cómo me puede estar mirando el otro, cuán loca estoy para él. Yo también estoy del otro lado para él, con lo cual la frontera es doble. Tampoco podía pretender hacerme pasar como un par, como alguien en igualdad de condiciones porque no sería cierto: no tengo nada de mucama paraguaya, por ejemplo. Sobre todo traté de manejarme ante el otro con mucho pudor, en casi todos los casos tuve bastante pudor.

–En ese sentido, este libro fue una gran experiencia, o varias.

–Todo libro lo es. Si un libro no te cambia aunque sea algo, la verdad que es una lástima porque para qué atravesaste, sino, todas esas fronteras.

–Una de las virtudes de estas crónicas es que muestran cosas fuertes pero sin regodearse en la morbosidad, como que tuviste muy claros los límites.

–Eso, la verdad, que no fue casual. Hubo ahí un trabajo para no caer en la exposición banal del color local del pobre, del indio; que no fuera ese tipo de crónica. Mi estrategia era cuidar al otro, no usarlo como personaje, porque el otro sufre y yo no puedo tomarlo como un freak.

LA FRONTERA DEL OJO

Por cada una de las fronteras en las que incursionó Cristina Civale parece haber, para bien o para mal, un programa de televisión. Cuestión de peso con respecto a la adicción a la comida, Policías en acción con respecto a la frontera de la libertad, algunos especiales de programas periodísticos para la frontera del inmigrante, etc. Precisamente, en el libro de Civale hay varias referencias a este tipo de programas. Nora, una integrante de la Asociación 8 de Mayo, cuenta que llegaron los de Policías en acción para filmar y después intentaron mostrarla a ella como una madre que hacía trabajar a sus hijos. Algo similar le pasó a Gaby Naya cuando, luego de arreglar con Endemol el financiamiento de su operación a cambio de contar su vida en exclusiva (siempre que no filmaran el momento en cuestión) recibe a punto de entrar al quirófano unas hermosas palabras de aliento: “Si no grabamos la operación, no entra el cheque y no te operás”.

–¿Qué opinión te merecen todos los programas de televisión que, de alguna forma u otra, intentan mostrar la “realidad”?

–En primer lugar, no es lo mismo un programa de Endemol que un programa de CQC como La liga, ni es lo mismo Policías en acción. A mí, personalmente, me parece que programas como La liga tienen buena leche y está bueno que la tele ponga su ojo, su cámara ahí, y denuncie. Aunque sí, llegado el caso, pueden llegar a explotar el tema del color local pero nunca tan enfáticamente como Policías en acción. Al menos en el caso de esa emisión. Yo la verdad que no lo sigo al programa pero, en ese caso, fueron a filmar, sin contar de qué se trataba y después terminaron denunciando a esta gente por abuso de menores, justamente a esta gente que quiere sacar a los chicos de la calle y erradicar al trabajo infantil con el programa “Plan niños”. Es decir que mostraron todo al revés. Y eso es manipulación. Como si quisieran buscar algo y, si no está, entonces lo inventan, eso me parece es lo que falla en algunos casos. No en todos.

–¿Y qué sensación te generaba a vos el hecho de estar mostrando la “realidad”?

–A mí, personalmente, me quedó con este libro una especie de vacío: como que no alcanzaba con que yo relatara estas crónicas, era poco, me sentía muy mal con sólo mirar y contar. Si bien la narración es una manera de intervenir me parecía que no era suficiente. Me sentía una gran voyeur, ni siquiera eso, porque era una voyeur que no gozaba con su voyeurismo. Por lo menos este tipo de libros sirven para reagendar, difundir cosas que suelen estar fuera de la agenda, y eso está copado. Es verdad que tampoco iba a lograr que pararan de sufrir, pero al menos los miraba. Siempre se dice que lo más importante es escuchar, para mí resulta mucho más terapéutico mirar, la mirada. Un poco la conclusión a la que llegué es que el único ghetto es el mío, el nuestro, el de poder comer todos los días, el de poder estudiar, el de poder viajar de vez en cuando y tener vacaciones. Todo lo demás es el mundo. En todo caso, la excéntrica soy yo.

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Imagen: Xavier Martin
 
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