Domingo, 10 de agosto de 2008 | Hoy
Julie Weisz se convirtió en fotógrafa cuando tuvo que hacerse cargo del Estudio Doris, en pleno barrio de Recoleta, trabajando para las familias “tradicionales”. Con el tiempo, transformó esa profesión en algo importante. En una época en la que la fotografía no era considerada un arte, Weisz investigó sus recursos desde distintos puntos de vista, adelantándose a muchas tendencias que hoy son indiscutibles. Desde el 4 de agosto, en la fachada del Teatro del Picadero, pueden verse gigantografías con fotos tomadas por Weisz durante el ciclo de Teatro Abierto. Por eso, elegimos con ella algunas de sus fotos y le pedimos que las usara para guiarnos por su vida.
Por Esther Cross
Fotografía Julie Weisz: una vida en fotos
“El que se ve ahí, en el segundo fotograma, es Carella. En un momento en que estábamos anestesiados, tomados por el miedo, apareció Teatro Abierto. ¿Cómo no iba a engancharse alguien pasional? Yo me enganché. Podía estar en la movida teatral desde el lugar que me correspondía. Ya no era sólo una fotógrafa profesional. Al tercer día, en vez de ir a sacar fotos, me puse a revelar. Tenía tiempo, la cosa recién empezaba. Quería ver qué salía. Cuando vi las fotos, me emocioné. Nunca me imaginé que iba a explotar la bomba al otro día. Me llamaron para avisarme. Había que seguir, en otro teatro, que finalmente fue el Tabarís. Después de cubrir todo el ciclo de Teatro Abierto y la puesta del Fausto de Goethe de Agustín Fernández en el ‘88, quise atravesar el telón, salir.”
En el intervalo entre el cáncer de mama y el cáncer de colon, Julie Weisz trabajó en la serie Terapia Intensiva.
“Saqué en blanco y negro porque revelé lo que había sacado en color y vi los colores de los fluidos del cuerpo. No era lo que me interesaba que se viera. El blanco y negro tenía algo más misterioso. Sentía que tenía que tomar distancia, que había cierto grado de crueldad en manejarme con el color, que volvía todo más realista. Pasé todo un verano ahí. A medida que avanzaba, fui tratando de ‘mostrar’ cada vez menos a las personas –que muchas veces ni siquiera podían darme su autorización–, y por eso empecé a sacar los pies, la mano. Editamos un libro, llamado Terapia Intensiva, con el doctor Reussi. El fotógrafo revela mundos que no vemos todos los días. A muchas personas les mostraba las fotos y no querían ni mirarlas. No todo el mundo quiere saber de esos mundos que están tan cerca.”
”Soy una laburante de la fotografía. Todo empezó en 1961, cuando murió mi padre. Yo tenía quince años y me dieron una cámara para que sacara fotos. Había que salir adelante y ayudar a mi madre, que se había quedado viuda, con tres hijas. Me pusieron a trabajar y me anotaron en la escuela nocturna. Me eligieron para esto.”
“Tuve que entrar en el laboratorio. Aprendía mirando en el estudio Gross, que era de mi tío. Sacaba en cumpleaños, bautismos, fiestas, casamientos. En esa época, la gente no tenía una cámara en casa así que tu rol era importante. Igual, te hacían entrar por la puerta de servicio, no te daban nada para tomar ni comer. Cuando me veían llegar, mujer y encima joven, se asustaban. No me tenían mucha confianza y yo tampoco tenía confianza en lo que iba a salirme. Las fotos eran mi medio de vida. ¿Qué trabajos no acepté? Ahora me acuerdo de uno solo: mucho después de esa época me ofrecieron uno de la comisaría 17 para que sacara fotos de los casos en la calle, como Wee Gee. No quise.”
“Empecé con el teatro. Me enamoré de un director de teatro, nos casamos y tuvimos una hija. Era la época dorada de Los Beatles. Teníamos una sala, el Teatro del Altillo. Me iba del estudio cuando podía y trabajaba también de guía de turismo. En el teatro hacía de acomodadora, vendedora de entradas, de todo. Tomé clases. La fotografía era sólo un negocio, pero esto era distinto.”“No soy yo pero podría ser yo y podría ser cualquiera de nosotras. En el ‘77 mi madre se retiró y me hice cargo del estudio. Hasta ese momento, ella sacaba las fotos en el estudio y yo afuera. También trabajé en el Colegio de Escribanos, desde el ‘78 hasta el ‘89. Era la fotógrafa institucional. Tenía que sacar fotos de todo lo que pasaba por el Colegio, incluso a gente del gobierno militar. De ahí me iba rajando a Teatro Abierto. Hacía diez años que conocía el teatro. Me sentía como en casa. Mi deseo de estar ahí, adentro del teatro, se unió a la fotografía.”
“Una foto de la soledad, del silencio como única compañía. La saqué en Campo del Cielo, en Formosa. Esas mujeres que fotografié eran mucho más jóvenes que yo y a lo mejor ahora ya están muertas. Yo quería hacer fotografía de autor y trabajé en este proyecto. En ese momento, a nadie le interesaba ver la mishiadura, nadie quería ver gente que se muere de hambre. Como ahora. Vivía en el casino de oficiales y todas las mañanas el intendente de Las Lomitas me llevaba a hablar con ellas. Antes había tenido que conseguir que los hombres me dieran permiso para hacerlo. Casi ninguna hablaba castellano. A veces el fotógrafo cree que porque tiene la máquina de fotos no le pasa nada. Pero sí que le pasan cosas. Vos tenés tu mirada y tu mirada es de adentro, es emocional, no es una mirada fría. Tuve un accidente estando allí y tuve que irme. No estaba preparada para compartir lo que compartí con ellas y entonces me pasó lo que me pasó. Después de ese accidente, cerré el estudio. Me tensionaba mucho y no me gustaba aunque no me animaba a cerrarlo porque me parecía una traición. Finalmente, lo cerré. Cuando volví a Las Lomitas, al año, para mostrarles las fotos, no se reconocían porque no tenían espejos.”
“En 1986 me invitaron a cubrir un desfile de modas en el Castillo del Conde Drácula en Transilvania, Rumania. Nos llevaron a recorrer los caminos de este pequeño país en una combi. Era época de dictadura, de comunismo rabioso. Me las ingenié bastante bien para mostrar no sólo lo que ellos querían que viéramos, sino alguna que otra cosa que llamó mi atención.”
“A mí fue el único lugar donde se me cayeron las lágrimas y cuando vi al señor en el mismo lugar que se pararon los pelos pensé ¡es la imagen! Es muy fuerte estar ahí frente a esa plaza donde nunca se va a saber cuánta gente murió en la revuelta estudiantil de 1989, esa enorme plaza donde los mayores acontecimientos de la historia de China acontecieron.”
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