FAN > UN ARTISTA ELIGE SU OBRA FAVORITA
› Por Diego Melero
Vi la pintura de Pío Collivadino por primera vez hace poco, tal vez hace dos meses, revisando un material de pintores argentinos para una charla en un taller; la conocía, la miraba al pasar, por el Museo Nacional de Bellas Artes, pero no me detenía ante ella. Me atrajo el tema planteado en el cuadro, que describe la situación de un grupo de hombres entre edades mediana y muy jóvenes, disfrutando, mientras comen, de alguna conversación o recuperando energías, o quizás descansando el cuerpo y la mente, para luego retomar sus tareas como albañiles o pintores, contentos por estar empleados, en una Argentina en crecimiento durante la segunda presidencia de Roca. Son obreros de la construcción, que en un ciclo de expansión de la economía agropecuaria exportadora argentina, estando signada por el proyecto de la generación del ’80 y teniendo el norte puesto en el “progreso”, participan como asalariados de un proceso de urbanización, construyendo los nuevos edificios en la ciudad de Buenos Aires, que ya dejó de ser “la gran aldea” para ir convirtiéndose en una de las ciudades más extensas y modernas del continente; así también van apareciendo los establecimientos industriales dentro de su perímetro y en las periferias de la zona sur, en lo que luego se llamará el primer cordón del conurbano. En lo formal, el acompañamiento de cierta paleta entre terrosa y luminosa que define la hora del almuerzo (la luz del mediodía) revela una forma de vivir el intervalo principal –o el único– de la jornada de trabajo. En el cuadro está planteado un momento de comunicación, expansión, en su espacio de trabajo, pudiendo verse de derecha a izquierda la carretilla, el recipiente con un palo para hacer la mezcla, los siete trabajadores retratados, algunos charlando, otros riendo, uno de ellos concentrado en el mordisco de un sandwich, entre un barril en medio de un conjunto de maderas haciendo de fondo. Tomado por sectores detallados de la tela, donde están los pantalones de los dos muchachos, uno de espaldas y el que se ríe, o en el de los otros cuatro del conjunto de la izquierda, y el del comilón solitario de la derecha, se ven los restos de pintura en sus pantalones, con pinceladas de blanco, que da gusto pictórico al conjunto.
Esta obra tiene que ver con las obras que me gustan de la pintura argentina de fines del siglo XIX y principios del XX; desde hace muchos años veo pintura del siglo XIX: época de Rosas, décadas del ’50, ’60, ’70, ’80 y siempre hay algo para descubrir, que se encuentra perdido en los patrimonios de los museos nacionales, provinciales y municipales, también de particulares que aparecen en los remates. En los últimos tiempos estoy viendo la transformación que se produjo con la inmigración y las influencias que siempre vinieron con el contacto de la cultura europea; es el caso para los pintores que viajaron del Viejo Mundo hacia Buenos Aires o Montevideo, o fueron del Río de la Plata para allá. La rareza puede estar constituida en el contraste que señala el cuadro de Pío Collivadino mostrando la idea del trabajo con un clima optimista, cuando en la tradición de cierto realismo regional la motivación estaba en el comienzo de las recesiones del ciclo económico, retratando las barriadas cercanas a las fábricas y talleres, con desempleados pobres e indigentes como los que se puede ver en Sin pan y sin trabajo de De la Cárcova de 1893/4, o en La sopa de los pobres de Reinaldo Giudici de 1884, cuadros en los que la opresión está presente. También algo de esta imagen se traslada al contexto de los años ’30 y ’40 (por ejemplo, La manifestación de Berni).
En los últimos años los obreros de la construcción vienen teniendo mucho trabajo y se los puede ver haciendo sus compras en los supermercados para almorzar. Hace un tiempo encontré una situación en la plaza a la vuelta de mi casa, que reproducía la del cuadro de Collivadino. Era un momento formidable, un conjunto de siete muchachos, disfrutando en el año 2008, en la ciudad de Buenos Aires, como los de 1903; 105 años interconectaban un momento muy bueno para un país productor de cereales, siendo la soja protagonista en los campos de hoy, a diferencia del ganado vacuno de entonces. No tenía cámara conmigo, pero tomé nota y el lunes 2 de junio saqué unas fotos, a las 12.15. Era la hora del almuerzo.
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