Domingo, 12 de octubre de 2008 | Hoy
TELEVISIóN
Podría haber sido la Marilyn morocha, pero su osadía y el puritanismo de los ’50 la condenaron al olvido, la pobreza y la psicosis. Por suerte vive para ver su justo rescate. Y a millones de chicas que hoy, por la calle, usan el flequillo a lo Bettie Page.
Por Mariano Kairuz
La gloriosa Bettie Page es algo así como la estrella de cine que no hizo películas. Filmó algunas, sí: hizo sus bondage films, esos cortometrajes bañados en el mismo erotismo inocente de sus fotos (algo de sado-maso, chicas que se visten y se desvisten, se atan, sacuden látigos), y tuvo una participación secundaria en un largometraje apenas argumental de 1953 llamado Striporama. En sus años de mayor popularidad llegó a hacer una audición para la Fox, pero fue un fracaso: según contó ella misma, intentaron convertirla en otra afeitándole y pintándole las cejas, maquillándola como si fuera no Jane Russell o la Marilyn (o la Jayne Mansfield) morocha que quizá pudo haber sido sino más bien Joan Crawford. A ella no le cayó nada bien: ¿no la habían llamado acaso porque les gustaba cómo se veía en esas imágenes para consumo privado que se habían vuelto tan públicas? Más tarde, Howard Hughes la persiguió insistentemente para hacerle unas pruebas de cámara, pero la fama del millonario excéntrico indicaba que el hombre hacía sus screen tests en su propia cama, y Bettie tenía la suficiente seguridad en sí misma como para no acostarse con nadie que no le gustara lo suficiente. Promediando los ’50, los hermanos Irving y Paula Klaw, responsables de los bondage films de Bettie y muchos otros, debieron retirarse, cuando la ofensiva del senador por Tennessee, Estes Kefauver, en su cruzada “contra la delincuencia juvenil”, se llevó puesta la pornografía de la época y consumos afines. Y eso fue todo: la “Reina de las curvas”, la Dark Marilyn, ocupó su trono clase B por unos pocos años; tenía casi 30 años de edad cuando fue descubierta casualmente en un parque por un fotógrafo amateur con varias propuestas para hacerle, y para 1957 ya empezaba a desvanecerse. Luego, sumida en el agujero negro del olvido, vendría una sucesión de episodios conflictivos, con un par de matrimonios fallidos, un intenso encuentro con Jesucristo, y varias internaciones por brotes psicóticos.
De alguna manera, la estrella de cine que no fue reencarnaría en Hollywood tres décadas después de su reinado como pin-up girl. En pleno furor retro, sus fotos fueron redescubiertas y nuevas generaciones se encontraron con aquellas imágenes poderosas, con demasiada onda: con su flequillo y su mirada multiplicados en pinturas y tatuajes; sus imágenes de lingerie negro y también las del estado de pura naturaleza –tan libre de ropa y felina y encantadora como las dos chitas cachorras que la acompañan–; y ese otro cuadro, tan clásico, espontáneo y, podría decirse, norteamericano, el del árbol de Navidad, que produjo un destello entre las páginas de la por entonces brillante revista Playboy, en 1955. En aquella amazona capaz de disfrazarse de ama de casa se basó a principios de los ’80 el historietista Dave Stevens para The Rocketeer, fábula pulp ambientada durante la Segunda Guerra para crear a su femme fatale Jenny Blake: cuando una década más tarde el comic fue llevado al cine, los productores tuvieron una idea de casting iluminada: darle el papel de Blake a Jennifer Connelly, que en aquellos años no era la belleza anoréxica en que se convirtió en los últimos tiempos, y todavía parecía pertenecer a ese linaje de fuerte carnosidad que la Page representó como nadie. Después de muchos años de paradero desconocido, a fines de los ‘90, la redescubierta Bettie accedió a dar algunas entrevistas: dos fundamentales para completar su biografía, en Los Angeles Times y en Playboy, y una televisiva, en la que no mostró la cara, porque, ahora que se acercaba a los 80 (hoy tiene 85), quería ser recordada como en sus mejores años.
En los últimos años, su historia dio lugar a una biopic que no está nada mal: The Notorious Bettie Page, nunca estrenada en la Argentina, ni editada en DVD, pero se podrá ver esta semana en I-Sat. Está dirigida por Mary Harron, la directora de I Shot Andy Warhol y American Psycho, y protagonizada por una liberada Gretchen Mol. En opinión de la crítica de Salon.com Stephanie Zacharek, la película consiguió expresar la principal cualidad de Bettie Page: el haber sido otra chica inconsciente de su aporte a la revolución sexual, que hizo lo suyo porque quiso y con cierta alegría (que era, en parte, la de ganar mucho más dinero que como secretaria) y que, a pesar de que había pasado sus malas épocas, nunca se sintió víctima de un sistema sexista. Tarde pero seguro, la figura perdurable de la chica que pudo ser una movie star consiguió, a través de Jennifer Connelly, Gretchen Mol y Mary Harron, proyectarse en las películas que su época no estuvo lista para darle.
The Notorious Bettie Page
Jueves 16 a las 22, por I-Sat
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