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Domingo, 26 de octubre de 2008

PLáSTICA > DIANA CHORNE EN EL RECOLETA

DianaDivaga

Si las muestras anteriores de Diana Chorne se mostraban cargadas de juguetes, collages, esculturas, referencias y objetos, su nueva exposición parece silenciar aquella carga de interpretaciones, no censurándola sino adentrándose en ese espacio dominado por lo real pero también indecible.

 Por Santiago Rial Ungaro

Hacia el final de su carrera, Marcel Duchamp le reclamaba a su marchand por la sobreexposición de su obra, acusándolo de que lo único que le faltaba era exponer como “obras de arte” los garabatos que hacía cuando hablaba por teléfono.

Probablemente, si el francés pudiera ver la nueva muestra de Diana Chorne en la Sala 10 del C. C. Recoleta, se replantearía la validez de su queja.

Alejándose conceptual y estilísticamente de los juegos de interpretaciones y referencias de sus muestras anteriores (englobados dentro de una serie llamada “Artes del juego” y pobladas de muñecos, esculturas, cajas, mapas, juguetes, pinturas, collages), esta nueva exposición de la artista comprende más de 40 pinturas, incluyendo además un Libro de Artista, con composiciones más austeras y abstractas, cercanas al arte concreto y, sí, dibujos hechos en tinta china en los que el trazo fluye “automáticamente” sobre el papel. Garabatos que producen un interesante contrapunto con los acrílicos y los esmaltes sobre madera.

Claro que estos “garabatos” forman parte de un todo en el que la artista, con el sutil arte de parecer sin arte, se apropia con naturalidad de obras del Arte Madí y del constructivismo rioplatense, con versatilidad, estilo y una enigmática y sugerente densidad emocional.

Y es que, más allá de que uno pueda encontrar alguna que otra conexión con el Arte Madí, las esculturas concretas de Raúl Lozza o los grafismos de León Ferrari, esta nueva muestra nos sorprende por la libertad con la que parece haber sido gestada.

Chorne tiene una trayectoria tan singular como el trazo de sus dibujos en tinta china: licenciada en Psicología de la Universidad de Buenos Aires y magister en Clínica Psicoanalítica de la Universidad Nacional Autónoma de México, miembro de la Escuela de Orientación Lacaniana, se formó con el maestro Demetrio Urruchúa y estudió durante casi una década con el maestro Juan Battle Planas, quien, recuerda hoy, le insistía en que su deseo no era “crear Battle Planitas, sino pintores que tengan libertad para pintar”.

De todos modos, parte de esta libertad con la que vive Chorne ha sido heredada o quizás aprendida del Arte Madí. Y si en el manifiesto Madí de Kosice leemos como valores absolutos del arte: “La ordenación dinámica móvil, el desarrollo del tema propio, la ludicidad y la pluralidad”, el hecho de que en estas obras Chorne haya abolido “toda injerencia de los fenómenos de expresión, representación y significación” nos confirma esta filiación, o cuando menos analogía con esta etapa del arte de vanguardia argentino. No es de extrañar entonces que el mismísimo Gyula Kosice se haya acercado a felicitar a Chorne el día de la inauguración: “Me decía que estaba feliz de haber transmitido algo, de que alguien pudiera continuar algo que él había inventado”.

Siempre sutiles (de hecho, las obras no tienen nombre), las citas que puede hacer Chorne parecen servir, más que como puntos de partida, como puntos de fuga. Lo fascinante de esta muestra es que, aunque ella la considere como algo diferente, ya sea una nueva etapa o un paréntesis dentro de su obra, el espíritu lúdico de Chorne se mantiene, aunque esta vez la lleve a un juego indescifrable, por lo menos intelectualmente.

“Hay cosas que no se pueden dejar de decir y hay cosas que no se pueden decir, que son indecibles. Las palabras no nos alcanzan. Por eso esto es lo opuesto al psicoanálisis, donde yo siempre quiero que me comprendan lo mejor posible. Acá hay escrituras que son abstractas, que no tienen significación. Es cierto que hay un juego de fragmentación en esta muestra, y hay algo de rompecabezas con piezas que no terminan de ensamblarse. Es como intentar descifrar restos antropológicos. La obra termina en la mirada del otro, y si el otro ve tristeza o angustia es porque traducir en última instancia también es traicionar.”

Y si, en definitiva, el arte se trata también de saber conciliar los opuestos, Diana Chorne ha sabido darle vida a una muestra que está a mitad de camino entre lo orgánico y lo constructivista, entre lo geométrico y lo caótico, entre la factura industrial y el trazo infantil. Por momentos uno siente que estos son rompecabezas perceptivos: quizás el juego, esta vez, sea el de perderse y encontrarse en las posibilidades combinatorias ilimitadas y a la vez determinadas que nos ofrecen todas estas formas, colores y recortes complejos, tan caóticos, dolorosos y catárticos como la vida misma.

Lo indecible
Sala 10
C. C. Recoleta
Junín 1930
hasta el 9 de noviembre

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