Domingo, 7 de junio de 2009 | Hoy
CINE > UNA SEMANA SOLOS, DE CELINA MURGA
Niños de tres años que van solos al colegio en triciclo. Chicos que nunca salen del barrio cerrado salvo en combi. Adolescentes que hunden el auto de papá en la pileta. Después de una serie de libros y artículos que aparecieron hace unos años sobre la vida de los niños nacidos, criados y crecidos dentro de los countries, Celina Murga decidió volverlo ficción. Una semana solos explora esa tristeza que respiran los niños ricos detrás del alambrado.
Por Mercedes Halfon
Sofía se dibuja casas en la mano, llora cuando la sacan del televisor y ensaya frente al espejo una canción en italiano. Facundo maneja sin permiso el auto de sus padres y mira de reojo a las mujeres que pasan haciendo footing en joggings ajustados. María gusta de su primo, pero tampoco tanto. Fernando gusta de su prima demasiado. Todo esto pasa en Una semana solos, la nueva película de Celina Murga, que trascurre precisamente durante la semana que este grupo de primos y amiguitos se quedan sin adultos responsables a cargo, en su casa del country. Pero no se trata solamente de chicos que se quedan solos en una quinta, sino de chicos nacidos y criados en barrios cerrados. Van a la escuela, van a una especie de club, hacen sus actividades extracurriculares, sus fiestas, sin salir de su pueblito de ensueño. O salen, pero desde la combi los paisajes de afuera parecen poco menos que instalaciones de plastilina. Realidades tan lejanas, tan incomprensibles, tan desconocidas, que se vuelven invisibles. No existen. No están.
Celina Murga cuenta que el primer germen de esta historia fue su trabajo con el niño de su primera película, Ana y los otros. La mini road movie que sucedía en los últimos minutos del film, donde el niño en cuestión iluminaba la pantalla con su forma de estar ahí, fue lo que le disparó Una semana solos. “Tuve ganas de hacer una película sólo con chicos”, dice. Gran desafío. “Unos años más tarde, en el 2004, empezaron a salir una serie de notas en Página/12, en la TXT, sobre las primeras generaciones de chicos nacidos y criados en countries. Y me atrapó mucho ese universo, empecé a leer más, sobre todo un libro de la socióloga Maristella Svampa en el que analiza este tipo de socializaciones cerradas. A partir de ahí empecé a escribir el guión”.
A pesar de tales referencias Una semana solos no es una película de ensayo sociológico, de tésis, sino un retrato extremadamente sutil. El protagonista es el grupo de chicos y cada pequeña nota de esta historia coral, colabora a construir el delicado equilibrio en el que se mantiene. Las cosas se complican en el country cuando el hermano menor de la mucama va a pasar unos días con ellos. Juan Fernando tiene la edad de los mayores del grupo y sin embargo, sólo y a duras penas puede dialogar con Sofía, que es una de las menores. ¿Qué les pasa a estos chicos cuando se encuentran con un igual, pero que sin embargo pertenece a otra clase social? Celina explica: “Para mí era importante encontrar el equilibrio entre tener una mirada digamos crítica sobre ese mundo, y no enjuiciarlo. No quería que los chicos fueran los juzgados porque me parece que en este caso, como en todos, los chicos son más víctimas de un contexto y de los adultos que toman decisiones por ellos”. La cámara se guarda mucho de subrayar entonces, registra con distancia, nos muestra por ejemplo a los chicos en la pileta “pública” yendo a comprar gaseosas y repartiéndolas: una para cada uno, menos para el visitante, Juan Fernando. Simplemente no se dan cuenta de que él está ahí.
Y lo que se siente es esa ausencia de mayores, la idea base del film, no porque no pudiera suceder lo mismo con los padres en casa, sino porque esa especie de soledad adulta en que viven los chicos era lo que la directora quería mostrar. En su libro sobre los countries por dentro Vidas perfectas, la periodista Carla Castelo cuenta el caso de un nene de tres años yendo solo al jardín de infantes en su triciclo. Y eso es sólo una muestra de aquello que se supone que es el quid del barrio cerrado: el sueño del lugar perfecto y natural, donde los chicos puedan jugar en la puerta de su casa sin temor. Sin inseguridad. La deriva de esa confianza extremada, en el lugar donde todos comparten un “estilo de vida” -–según la propia Castelo-– es este ejemplo del nene en el triciclo.
Murga dice: “En la película para mí los chicos tienen una actitud de pequeños adultos, algo de cierta seriedad, esto tiene que ver con dos cosas: primero yo quería escapar de cómo se muestra la infancia en la televisión. No quería mostrar sólo la excitación y la cosa obvia y superficial, sino otros momentos. Y algo más. En los castings una de las preguntas que hacíamos para entrar en confianza era a qué les gustaba jugar. La mayoría de los chicos decía fútbol, tenis, algún deporte organizado. Nos llamó mucho la atención que no apareciera la idea de juego libre, o caótico o inventado”.
Por eso, viendo Una semana solos, la sensación que surge es de una cierta melancolía, tristeza por una infancia que, en el lugar pretendidamente ideal, empieza a percibirse como perdida. Celina concluye: “Por más que elegí contar el country hay algo del comportamiento social y de cómo se tejen las redes sociales hoy, que lo excede. Y que si bien en la ciudad está más disuelto por la heterogeneidad y caos, también sucede. Uno puede ver cómo las escuelas privadas se comen a las públicas, entonces el recorte por clase se hace más marcado. Y es muy difícil hablar de una sociedad si no existe la pluralidad de personas”. La infancia que se muestra, en las antípodas de cualquier producto infantil televisable, una infancia triste y un poco aterradora, es lo único que parece haber podido salir del barrio amurallado.
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