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Domingo, 16 de agosto de 2009

FOTOGRAFíA > EL TANGO EN LA CáMARA DE CARLOS FURMAN

Glorias argentinas

 Por Mercedes Halfon

Pisos de madera o de damero, zapatos de taco, medias can can, trajes y corbatas, rouge, peladas brillantes, contraluces. De esos materiales glamorosamente autóctonos están hechas las fotografías del libro Tango de Carlos Furman. Las imágenes van de menor a mayor y luego a menor nuevamente, del plano generalísimo al detalle primoroso de ese universo clásico y popular a la vez, que es la milonga. Pero el libro no es un catálogo de postales tangueras en Caminito y el Obelisco, sino una deliberada celebración de la danza. Una celebración de una celebración, porque la danza de tango, más allá de albergar algunas tensiones, como los roles femenino-masculino, cierto erotismo, la modernidad o la antigüedad de los pasos, es ante todo una fiesta. Un lugar de encuentro y de diversidad. Tal vez por eso mismo el libro recorre los distintos lugares donde suceden estos bailes: milongas de barrio, coquetas como La Ideal, milongas acontecidas en la calle, o contundentes coreografías sobre un escenario.

Pero siempre se trata de bailar el tango, de no romper ese abrazo que parece unir más que ningún otro. Las milongas son un lugar de cruza, casi queer, de los opuestos complementarios de la ciudad. Todo se junta: los viejos con los jóvenes, los lindos con los feos, los principiantes con los expertos, los altos con los bajos, los virtuosos con los simples, las familias con las celebridades. Porque cuando Charlie Watts sale a recorrer Buenos Aires por la noche, ¿a dónde termina?

Tango se abre con uno de estos espacios visto desde afuera, destacando el cartel de la puerta de entrada que dice: Glorias Argentinas. Y eso no sólo funciona como nombre de la milonga, sino como anuncio de lo que se verá en el libro. Como si ahí adentro, entre botellas de sidra Real vacía y pasos vertiginosos dibujados en el piso, se escondiera un secreto local, poderosamente atractivo y bien guardado. Un secreto que Furman decidió fotografiar, apostando al clasicismo en la forma, dotando sus imágenes de la belleza antigua del blanco y negro. Hay que decir que el autor, Carlos Furman, es fotógrafo de el Teatro San Martín desde hace más de una década, por lo que la cercanía con el teatro y la danza ya estaba dada. El dice: “Recuerdo que fue a principios de 2003 cuando me encontré haciendo un trabajo fotográfico sobre el tango. Así me sorprendí cada noche registrando imágenes de lo que iba ocurriendo en la pista de baile, entre la gente, en las mesas, en los camarines y entre los músicos que tocaban. Ese fue mi primer acercamiento al baile desde lo fotográfico y, hasta entonces, mi relación con el tango bailado era prácticamente inexistente. Naturalmente me resultaron seductoras la gestualidad y el movimiento de los cuerpos en la pista, la teatralidad de esas imágenes. Pasaron los años y como imantado seguía asistiendo cada noche a las milongas a sacar fotos hasta que cinco años más tarde surgió el deseo y la posibilidad de plasmar esas imágenes en un libro”.

Entre foto y foto van hablando milongueros, bailarines amateurs, profesionales, músicos y personajes allegados al mundillo como Juan Carlos Copes, Gloria y Eduardo Arquimbau, Ingrid Pellicori, Rodolfo Mederos y otros, que regalan pequeñas frases, testimonios, anécdotas. Comentarios como el de Graciela Cano, una campeona metropolitana de Tango Salón, que dice por ejemplo: “Pedro, mi marido, siempre me decía ‘Sacame cualquier vicio menos el de la milonga’”.

Tango se cierra con otros dos de los campeones metropolitanos bajo una lluvia de papelitos plateados, alzando la copa, coronados de glorias argentinas.

Las imágenes que conforman la edición de Tango, de Carlos Furman, se podrán ver también en la fotogalería del Teatro San Martín desde el 18 de agosto. Corrientes 1530.

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