FAN > UN ACTOR ELIGE SU ESCENA DE PELíCULA FAVORITA
› Por Lorenzo Quinteros
Hay una película que me gusta mucho, que me pegó fuerte y que recuerdo muy a menudo, algo que, debo decir, no es fácil que me ocurra: en general no recuerdo las películas. Es ¿Dónde queda la casa de mi amigo?, de Abbas Kiarostami; una película extraordinaria que en el final tiene una escena que condensa toda la historia y que me conmueve cada vez que la veo.
¿Dónde queda la casa de mi amigo? cuenta la historia de unos amigos, de dos compañeros de escuela. Uno de ellos, Mohamed, es amonestado muy a menudo, apercibido por su profesor, por no hacer los deberes. En una ocasión, su profesor lo amenaza: “Si no traés los deberes hechos, mañana no vas a poder ingresar a la escuela”, le dice, o “Te voy a poner una nota muy mala”, algo así. Y justo ese día, Ahmed, el amigo de Mohamed, descubre al llegar a su casa que se llevó consigo el cuaderno del otro. Y entonces decide ir a llevárselo, y lo busca durante toda la noche. Para esto tiene que ir hasta otro pueblo. Y allí se dirige, y lo busca por todo el pueblo. No lo encuentra; se pierde en la noche y vuelve a su casa muy apenado. Al día siguiente tiene lugar la escena que tanto me gusta, y que siento que condensa toda esta historia de la amistad entre los dos chicos. Una vez en la escuela, el profesor empieza a pedir los cuadernos con los deberes a los chicos. Cuando se lo pide a Mohamed, que estaba en falta, ve que éste está llorando, compungido. Y entonces se ve una manito, que es la manito del amigo, que asoma y le pasa un cuaderno con todos los deberes hechos.
No es la única película iraní que me gusta, pero sí es una que me gusta especialmente, porque valoriza precisamente aspectos que el cine occidental no valoriza. Estamos acostumbrados a la competencia, a la pelea por el poder, a ver quién es más fuerte, ese tipo de competencias, y ésta película es otra cosa: está hecha con niños en una edad en que el ser humano descubre la solidaridad, al otro como alguien que está tan necesitado como uno en la vida. Es una película atractiva por muchas otras cosas, por supuesto, como las escenas en que Ahmed recorre el pueblo de su amigo por la noche. En ellas descubrimos cómo viven sus habitantes, ese pueblito de casas bajitas, construido como un laberinto, donde todo está en contacto, todo está unido por calles zigzagueantes, por escaleras que suben y bajan; esas escenas definen un mundo diferente. Aunque esa parte de la película me gusta mucho y me emociona, la escena del cuaderno me parece increíble. Me conmovió mucho la primera vez que la vi, y me sigue conmoviendo ahora mientras la cuento. Me emociona su sencillez, cómo está contada sin subrayar nada en especial: uno se emociona por lo que nos cuenta y cómo nos lo cuenta; no hay golpes bajos; sólo nos devuelve a algunos de nuestros lugares, de nuestras épocas más sensibles, lugares y épocas de nuestras vidas que a veces hemos perdido. Esa escena por supuesto no sería lo mismo si estuviera protagonizada por adultos. La edad de sus protagonistas es la edad en la que uno descubre la solidaridad, para después perderla, al pasar por las instituciones, la educación, el trabajo, todo lo que nos obliga a dejar de ser solidarios, para adecuarnos a un sistema que nos indica que para crecer uno hay que destruir al otro.
Yo he vuelto a presenciar ese momento en que se descubre la solidaridad en mi hijo, que ahora tiene 11 años, y al que veo moverse entre sus compañeros. Ahí está esa amistad que sólo puede encontrarse en ese momento de la vida. Aquellos que no la pierden tienen luego una verdadera bendición consigo.
Lorenzo Quinteros protagoniza actualmente Marat-Sade. Además, el próximo sábado 22 de agosto estrenará como director la obra Masked, de Ilan Hatsor. Funciones: sábados y domingos a las 20.30, en el Teatro del Nudo, Av. Corrientes 1551. Entrada general: $ 50 (estudiantes y jubilados: $ 30).
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