Domingo, 13 de septiembre de 2009 | Hoy
DVD > CADILLAC RECORDS, LA BIOPIC DE BIOPICS
La película fue considerada por The New York Times como una de las diez mejores del año pasado. La directora es responsable de series exitosas como ER y Law and Order. Hasta viene recomendada por Obama. Y su trama parece la suma de buena parte de las biopics que el cine le debe al nacimiento de la música popular eléctrica: la historia de Chess Records, la usina de un hombre blanco que produjo, financió y explotó a músicos negros como Muddy Waters, Howlin’ Wolf y Willie Dixon. Sin embargo, Cadillac Records no pasó por los cines argentinos. Ahora, por suerte, llega en DVD.
Por Alfredo García
Si las películas biográficas sobre músicos legendarios ya son un asunto complicado, empezando por el hecho de lograr que un actor resulte convincente a la hora de personificar a un personaje mítico, filmar la historia de un sello discográfico es algo necesariamente aún más complicado: este tipo de historia debe incluir no uno sino muchos personajes famosos.
Si bien usinas emblemáticas del sonido soul como Motown o Stax han alimentado lateralmente algunos films, aún no han recibido el tratamiento directo que serviría para aprovechar al máximo su inmenso potencial musical, dramático e histórico.
Curiosamente la empresa que generó el nacimiento del blues, tal como se lo concibe desde hace más de medio siglo, sí tiene su propia película. Lo difícil que es el asunto se percibe ya en el título: el film sobre la legendaria discográfica Chess Records se llama Cadillac Records. Como pasa con buena parte de lo más interesante del cine estadounidense, ésta –una de las mejores diez películas de 2008 según The New York Times– no se estrenó en los cines argentinos. Al menos ahora sale en DVD, y más allá de las discutibles licencias históricas del guión y de la ensalada de leyendas del blues y el rock & roll todos mezclados en distintas escenas que cubren tres décadas de revolución artística y grandes cambios sociales, lo cierto es que, para los fans de estos estilos musicales, Cadillac Records es un plato fuerte.
La electrificación del blues, iniciada con la guitarra de Muddy Waters e intensificada por la amplificación de la armónica de Little Walter, surgió de Chess Records, el sello fundado por el inmigrante polaco Leonard Chess, que como dueño de varios antros de barrios negros de Chicago vislumbró un filón a explotar, lo que hizo en todas las acepciones del término. La película de Darnell Martin –directora de series de televisión como ER, Law and Order y Life on Mars– intenta un retrato grupal de los principales nombres relacionados con Chess Records, empezando obviamente por el mismo Leonard Chess, interpretado por Adrien Brody, no sólo el único carapálida del elenco sino también el único que no tiene que cantar.
Muddy Waters domina buena parte de la historia, algo lógico teniendo en cuenta que, tanto o más que los otros músicos surgidos de Chess, podría perfectamente ser el personaje central de una película propia, sobre todo en la encarnación brillante de Jeffrey Wright (a quien ya le ha tocado hacerse cargo de personajes históricos como Martin Luther King o más recientemente Colin Powell en W de Oliver Stone). Su gran rival de toda la vida, es decir la otra gran figura de Chess, el inigualable Howlin’ Wolf, también está a cargo de Eamonn Walker, que debe haberse vuelto loco hasta encontrar cómo dar con algo parecido al vozarrón grave y profundo que caracterizaba al cantante de “Evil”, “Spoonful” o “Back Door Man”. Justamente el compositor de éstas y de la mayoría de los hits de Stax que interpretaban Waters y Wolf –de ahí parte de su rivalidad legendaria– era Willie Dixon –interpretado por Cedric the Entertainer–, al que la directora le otorga el papel de narrador de la película, recurso que hace un poco más aceptables los desfasajes cronológicos abundantes, con saltos abruptos de los años ‘50 a fines de los ‘60 que pueden marear al espectador neófito o indignar a los puristas de la historia del blues.
En cambio, los fanáticos del rock & roll tendrían razón en quejarse por las comparativamente pocas escenas en las que aparece el mayor superastro de Chess Records, o sea Chuck Berry. El autor de “Roll over Beethoven” y tantos otros hits luego versionados por –literalmente– todos los grandes del rock británico de los ‘60 (Beatles y Stones incluidos) sin dudas es material para una gran biopic que alguien debería filmar (al menos tiene su obra maestra del rockumental, Hail Hail Rock and Roll, de Taylor Hackford y producción de Keith Richards). Las escenas de Cadillac Records con Mos Def haciendo de Berry no tienen desperdicio, y bastarían por si solas para recomendar este DVD.
Pero hay más: las lágrimas descarnadas convertidas en blues por la súper intensa Etta James dominan la segunda mitad del film, que vuelve a darle una participación protagónica al personaje de Leonard Chess, jefe y amante de la cantante de “I’d Rather Go Blind” y “At Last”. Y con ella, la relación interracial entre un hombre de negocios judío –casado– con una artista negra. El desafío de lograr un retrato medianamente parecido a Etta James –incluyendo por supuesto su voz– le corresponde a la productora ejecutiva, nada menos que la cantante Beyoncé Knowles, bellísima como no se la veía desde aquel personaje de beldad blaxploitation que hizo junto a Mike Myers en la última secuela de Austin Powers.
Si Beyoncé aporta el toque sexy que faltaba, la violencia tampoco falta gracias a los desvaríos junkies del armoniquista eléctrico y rabioso Little Walter (Columbus Short). Está claro que todos estos condimentos son parte de la historia de Chess Records, pero con todo esto junto los climas tienen cambios bruscos y subtramas que aparecen sin terminar de resolverse por completo. También faltan músicos fundamentales, como el vanguardista Bo Diddley, pero al menos el guión no ahorra detalles sobre la explotación que sufrían todos estos supertalentos por el patrón Leonard Chess, que regalaba Cadillacs último modelo a cada uno de sus artistas, pero luego se quedaba con buena parte de sus regalías.
Más allá de sus desequilibrios, Cadillac Records es el tipo de película que mucha gente termina conociendo por su soundtrack, que en este caso incluye un trabajo épico de talentos como Terence Blanchard para el score, y la producción musical de Steve Jordan, que debe haberse vuelto loco para lograr que cada actor le dé el tono adecuado a las versiones de los temas clásicos que se escuchan a lo largo de todo el film.
Justamente este aspecto es el que le dio mayor publicidad a la película el año pasado: a pocas semanas de su estreno norteamericano, Beyoncé Knowles fue invitada a cantar en el festejo de la asunción de Barack Obama. La canción elegida fue “At Last”, que interpreta en una de sus escenas clave encarnando a Etta James. Su performance terminó provocando tales elogios públicos de Obama que terminaron apabullando a la productora y actriz de Cadillac Records, al punto que terminó expresando el pánico que le provocaba la idea de que el presidente de los Estados Unidos sea su fan número uno.
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