Domingo, 11 de octubre de 2009 | Hoy
VUELVE DEPECHE MODE A BUENOS AIRES
Después de quince años, vuelve Depeche Mode a Buenos Aires. Y el grupo que llega puede considerarse consagrado, pero de ninguna manera estancado: ni en la parte creativa, ni en las constantes aventuras, idas, venidas, sobredosis y peleas de sus integrantes. Presentarán su último disco, Sounds of the Universe, y seguramente tocarán algunos de sus temas más populares pero, sobre todo, ésta es una oportunidad ideal para verlos, todavía enteros y relevantes. Como si fuera la primera vez.
Por Juan Pablo Bertazza
Pocas veces un anuncio marketinero tuvo tanta razón. “Depeche Mode en primavera” anuncian en radio, televisión y alrededores, haciendo referencia al concierto que la banda británica dará el sábado que viene en el marco de su gira Tour of the Universe, en la sexta edición del Personal Fest que tendrá lugar en el Club Ciudad con otros grandes invitados como Pet Shop Boys y Café Tacuba, y en lo que será su segunda visita a la Argentina luego de su paso en 1994.
Y si, a priori, no tendría ningún sentido hablar de un concierto en primavera, mucho menos teniendo en cuenta que durante el recital en cuestión ya habrá pasado casi un mes del 21 de septiembre, el motivo primaveral encaja a la perfección con el actual momento de Depeche Mode, sobre todo a partir de la edición de ese gran disco de resurrección que es Playing the Angel (2005, con producción de Ben Hillier) y la confirmación de la buena nueva, este mismo año, con Sounds of the Universe y esa pequeña obra maestra que es “Wrong”.
Primavera no en el sentido de iniciación sino de volver a empezar, un volver a empezar instaurador, definitivo, en el contexto de una banda que no hace más que reinventarse a sí misma; un volver a empezar que no es estado de ánimo ni transición sino condición misma de quienes supieron sobreponerse a problemas de todo tipo: el alejamiento de algunos de sus integrantes en distintos momentos de la banda (Vincent Clarke, que estuvo desde el principio, pero sólo duró un año; y Alan Wilder, que estuvo desde 1982 hasta 1995), la adicción de su cantante y frontman Dave Gahan a la heroína, las malas relaciones entre los integrantes y, sobre todo, el hastío ineludible de quienes llegan a conseguir lo que alguna vez se propusieron y bastante más.
Así, Depeche Mode no sólo vuelve el 17 de octubre a la Argentina sino que vuelve a presentarse, además, como uno de esos (pocos) grupos que siempre están volviendo.
Si bien es posible ir más hacia atrás, uno de los primeros orígenes de Depeche Mode data de 1979 cuando Martin Gore, Andrew Fletcher y Vincent Clarke formaron el trío Composition of Sound. Una versión inicial de la banda que muestra muy pero muy bien su principal flaqueza y, al mismo tiempo, lo que sería su gran virtud a lo largo del tiempo: la heterogeneidad de sus integrantes, la falta de un referente absoluto en que pueda sostenerse toda la banda, el todo que supera en mucho a la suma de las partes y una constante disconformidad de sus propios miembros, como sucedía por ejemplo con ese nombre (Composition of Sound) que, es verdad, era tan vacío como pretencioso. Dicho mal y pronto, la banda estaba bajo la batuta de un capitán tan inestable y poco proclive al liderazgo como Clarke, quien era, entre otras cosas, el que había bautizado al grupo, luego de que barajaran otros tan malos como Lemon Peels, Changes y Peter Bonetti’s Boot; y que, luego de muchos experimentos y nuevas renuncias, encontraría su lugar en el mundo en Erasure.
Y fue poco antes de irse que el mismo Vincent propició la llegada del que sería no sólo su nuevo compañero (él estaba cansado de componer, cantar y hacer todo) sino también, en algunos aspectos, su reemplazante: Dave Gahan. Una vez que lo reclutaron escuchándolo cantar Heroes de Bowie, el personaje sin lugar a dudas más rockero de la banda entraba con el pie derecho asignándole al grupo una nueva vida a partir de un nuevo nombre: inspirado en una revista francesa (que terminó durando menos que la banda, es decir, hasta 2001), la verdadera traducción de Dépêche Mode es “Noticias de Moda”, aunque hubo algunos que quisieron interpretarlo como vanguardia y otros, menos adeptos al grupo, que entendieron al nombre como moda rápida. “La verdad es que ninguno de nosotros teníamos idea de qué significaba Depeche Mode, simplemente nos gustaba el sonido de esas palabras y nos parecía que elegir un nombre en un idioma extranjero estaba bien. Con el tiempo nos enteramos de que significaba algo así como ‘última moda’ y nos pareció perfecto para lo que estábamos intentando musicalmente en ese momento”, dijo Dave muchos años después.
El bautismo de fuego del ya electrónico cuarteto Depeche Mode tuvo lugar en el antiguo colegio de Andy y Martin, St. Nicholas. Y, siguiendo con la línea histórica del grupo, la gran figura de ese concierto no fue ninguno de sus integrantes sino un instrumento que, por ese entonces, no era considerado en rigor como tal: el sintetizador que, a su vez, parecía ser usado por la banda más que nada por motivos pragmáticos: “El sintetizador es un instrumento muy cómodo. Lo podés llevar de un sitio a otro debajo del brazo y como no necesita amplificadores ni nada por el estilo, tenés mucha más movilidad”.
Ya en 1981, año en que sacan su primer disco Speak and Spell, los Depeche Mode supieron sobreponerse a las ganas y motivos que había para mandarlos derechito a esa muerte rápida que era, justamente, la etiqueta moda rápida o, lo que es lo mismo, banda new romantic. Cierta complejidad musical que apenas se entrevía en germen, incluso en el primer single del disco “Dreaming of me” (los otros eran “New Life” y el primer gran éxito de la banda, “Just Can’t Get Enough”) y una perseverancia envidiable a la hora de despegarse de grupos como Duran Duran, Spandau Ballet y, especialmente, del linaje tecno que había iniciado el grupo alemán Kraftwerk, los ligaba hacia el mundo más prestigioso y, seguramente, más respetable de O.M.D.
Claro que el éxito moderado pero muy importante (por tratarse de un primer disco) de Speak and Spell trajo también más de una dificultad, algo que también parece ser una constante en esta banda que nunca logra nada sin dejar algo en el camino: la partida del grupo de Vincent Clarke, que tiene una relación más que histérica con la banda, ya que para los Depeche Mode su llegada fue tan importante como su propia partida. Muchos, por no decir todos (incluido Daniel Miller, productor del primer disco) pensaron que ése era el final de la banda. Y como es costumbre en Depeche Mode, una banda en la que el talento no parece acumularse sino anularse entre sí, la partida de Vincent dejó el lugar necesario para que surgiera el gran talento compositivo de Martin Gore.
Pero como ningún reemplazo en Depeche es del todo directo, hacía falta buscar otro integrante, y por eso decidieron poner en el Melody Maker un aviso casi inverosímil: “Banda conocida necesita tecladista, menor de 21 años”. Así llegó Alan Wilder, el más viejo de los Depeche, quien tuvo que mentir su edad para entrar en el grupo porque tenía, en verdad, 22 años. Todas las dudas sobre la continuidad de la banda se disiparon, finalmente, cuando “See you” (escrito por Martin a los 16 años, y el primer single del nuevo y muy mal disco Broken Frame) trepó al sexto lugar de los rankings. Esa fue la primera de las muchas resurrecciones de una banda que nunca terminó de morir.
La otra cara del inconformismo voluntarista de Depeche Mode, un grupo que no dejaba que los demás hicieran lo que quisieran con su carrera, fue una marcada incomodidad que, paradójicamente, le fue abriendo camino a la banda. Desde el comienzo de su carrera, cada uno de los integrantes se sorprendía del éxito que tenía su música en las discos cuando, en verdad, ellos decían detestar ese ambiente; su música también tuvo especial aceptación entre el público homosexual pese a que ninguno de ellos, exceptuando a Vince, lo era; si bien se los considera grandes pioneros en el uso de sintetizadores, samplers y otras tecnologías como instrumentos musicales, Martin Gore, su máximo compositor, se cansó de decir que a la hora de escribir canciones siempre empezaba sentándose al piano o rasgando una guitarra, y que la electrónica siempre venía hacia el final, porque las canciones son otra cosa.
Si hubiera que clasificar lo que hizo Depeche Mode a lo largo de toda su carrera, lo más acertado sería decir que es un pop futurista, algo que en opinión del propio Dave Gahan significaba una extensión del punk rock.
“Cuando comenzamos no era muy común hacer música electrónica, y usar computadoras y sintetizadores. Resulta un poco irónico que ahora, cuando esas costumbres han llegado a ser aceptables, el grupo sienta la necesidad de abrirse hacia otros rumbos”, explicó Gore una vez que la banda ya había alcanzado su madurez, abriendo su marco de referencia a íconos del rock como Neil Young, Leonard Cohen y John Lennon.
Y si uno de los motivos que hacen grande a una banda es su capacidad de reinventarse, debería haber un rasgo en común, un lugar por el que deberían haber pasado (más o menos antes, más o menos después, a contramano, en doble fila o doble dirección) todas las grandes bandas. Por eso mismo, reducir a Depeche Mode a la música electrónica sería casi tan absurdo como definir a Bob Dylan como tecno por su recordada electrificación en 1966. De hecho, hay algo que une a Depeche Mode con el propio Dylan: 101, el documental-película que muestra parte de la gira americana de Music for the Masses, y cuyo nombre puesto por Alan Wilder no tiene otro significado que el hecho de que en esa gira por los Estados Unidos la banda estaba dando su concierto número 101. El responsable de este documental no es otro que D.A. Pennebaker, el mismo que había hecho lo propio con Dylan en Don’t Look Back y quien dijo alguna vez: “El público de Dylan de los ‘60 era el de Depeche Mode de los ‘80”.
Para que Depeche Mode alcanzara uno de los grandes momentos de su carrera faltaba que pasaran antes por un disco menor con el que seguramente intentaron exorcizar las críticas que los tildaban de superficiales: ese disco fue Construction Time Again, una supuesta apología del comunismo que no generó nada. Es llamativo que hayan tenido que pasar por un trabajo tan artificial y lejano a ellos mismos como última escala para encontrar uno de sus tonos definitivos, algo que conseguirían con el que es sin lugar a dudas su mejor disco, Some Great Reward (1984), el disco donde convergen todas las dificultades de la banda, los problemas y las soluciones, el talento inigualable de Martin Gore y el caudal de voz de Dave Gahan; el momento en que se convierten de verdad en una de las pocas bandas capaces de combinar ritmo y baile electrónicos con actitud punk y letras que hablan tanto del sexo como del amor; el momento donde Depeche Mode parece tener mucho de Nick Cave.
Después de ese gran disco que empezó a situar a la banda en la cima de la música mundial, en tránsito desde el culto electrónico hacia el pop masivo, vino el típico disco antifama, irónico, gustoso de volver a una etapa anterior a la que ellos estaban: Music for the Masses. Ya más acá en el tiempo, el otro gran disco de Depeche Mode es, sin lugar a dudas, Violator (1990); un disco oscuro, el primer gran volver a empezar de la banda que tuvo como gran cara visible “Personal Jesus”, un éxito absoluto en todo el mundo que llegó a número uno en Estados Unidos, además de darles el primer disco de oro en Norteamérica. Claro que los escándalos no terminaban: en una serie de publicidades para la prensa, la banda había decidido anunciar: “Si llamas a este número de teléfono, tendrás un Jesús muy personal”. Ahí mismo apareció la censura para encontrar contenidos blasfemos y la creatividad se fue al diablo.
Al éxito arrollador y problemático de Violator, cuyos “Enjoy the Silence” y “Personal Jesus” invadieron las discos de todo el mundo, le siguió Songs of Faith and Devotion (1993), séptimo disco del grupo en estudio, y una exploración a los terrenos más rockeros de la banda, dignos de los Stones y Elvis Presley.
A todo esto la heroína y el alcohol empezaban a hacer estragos en algunos de los integrantes de la banda y, por otra parte, las diferencias entre Alan y Andy se fueron haciendo cada vez más profundas, a tal punto que generó la partida del primero. Pero a esa otra muerte parcial corresponde la muy prolongada pero total resurrección de Playing the Angel y Sounds of the Universe y, por lo tanto, la de este nuevo recital que DM dará en nuestro país. Una ocasión inmejorable para disfrutar de una banda que, es hora de decirlo, nació con el signo acertado, en la casa acertada, y que supo tomar el camino indicado, en el lugar y el momento justos.
Una banda que se las ingenia para parecer que acierta aun cuando se equivoca.
Depeche Mode toca en el Personal Fest el sábado 17 de octubre en el Club Ciudad de Buenos Aires, Libertador 7500. Entradas desde $ 150.
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