Domingo, 15 de noviembre de 2009 | Hoy
El proceso político, social e histórico por el que atraviesa América latina no tiene precedentes desde las independencias del siglo XIX: los pueblos decididos en una dirección que los libere de muchos años de maltrato, y esa decisión volcada en las urnas y materializada en presidentes que –por primera vez en décadas– se parecen a sus representados. Por eso, el senador Daniel Filmus se aventuró a entrevistar a esos presidentes para hablar de la época y de las posibilidades reales de cambio, pero también de sus vidas privadas y de cómo están, sorprendentemente, todas atravesadas por la historia reciente del continente. El resultado es el extraordinario programa que se emite por Canal 7 y canal Encuentro, y del que aquí habla.
Por Angel Berlanga
Al entrar, un año y medio atrás, a la reunión en Brasilia en la que se concretó la Unasur, el senador Daniel Filmus reparó en algunas rarezas de ese grupo de presidentes latinoamericanos. Para empezar, no predominaban los tan tradicionales abogados blancos. Para seguir, dos eran mujeres. En cuanto a los ámbitos de procedencia, la cosa seguía llamando la atención: un dirigente campesino cocalero, un obrero metalúrgico, un obispo renunciado y tercermundista, un militar rebelde y de izquierda, dos médicos, un economista antineoliberal. Por el lado de lo étnico notó que había un descendiente de los pueblos originarios, tres mestizos y, además, como representantes de Guyana y Surinam, un afroamericano y un indoamericano. Escribió, entonces, a la vuelta, un artículo sobre esa heterogeneidad, y lo publicó en este diario. Y ahí nomás entrevió que esos protagonistas y las historias que traían eran una síntesis de este momento singular de América latina. Y que, de cara a los sucesivos bicentenarios del continente, sería oportuno, se repitió, hacer algo.
Eso está en los comienzos de la historia de Presidentes de Latinoamérica, el programa de Canal 7 y Encuentro que acaba de estrenarse con un envío doble con Lula Da Silva como protagonista, entrevistado por Filmus. En la continuidad sobrevendrán Michelle Bachelet, Cristina Fernández, Rafael Correa, Evo Morales, Hugo Chávez, Fernando Lugo, Alvaro Uribe y Daniel Ortega. Hay, en este ciclo de documentales, un enorme trabajo de producción que involucra un centenar de horas filmadas en cada país con testimonios de allegados a los mandatarios, hombres y mujeres en las calles, vistas urbanas y naturales, materiales históricos previos a las asunciones y acompañamientos a los presidentes en viajes y actividades varias. Además de las historias son notables, en el ciclo, la plasticidad argumental con que se entrelazan los diálogos mano a mano con las otras voces, la dirección de fotografía a cargo de Clara Bianchi y el manejo de climas a partir de la música, responsabilidad de Martín Godoy. “Al principio teníamos con Tristán (Bauer), mientras él estaba dirigiendo Encuentro, la idea de hacer algo para las escuelas –rebobina Filmus en su despacho del Congreso–. Y esto coincidió con un proyecto que presentó la productora Occidente, bastante similar. Así fue como nos encontramos y lo armamos. Este ciclo no le costó ni un peso al Estado. Y yo tampoco cobré nada. Los recursos centralmente provienen, y esto me parece muy significativo, de Suterh y Sadop, dos sindicatos con proyectos culturales poderosos.”
“Casi todos tienen historias comunes, con persecuciones, exilios, militancia popular –dice Filmus–. Varios de ellos sufrieron las muertes violentas de sus padres: el de Bachelet durante la dictadura, el de Uribe, el de Correa. El padre de Lugo estuvo preso en reiteradas ocasiones. Salvo Uribe o Alan García, no provienen de familias tradicionales de la política. En esa reunión de Unasur noté que casi todos prescindían de los formalismos y se trataban, en general, de ‘compañeros’. Muchos no tenían corbata. Yo soy sociólogo y la relación entre la Historia y las vidas personales es un tema que me apasiona, sobre el que he trabajado. Y ahora tuve la posibilidad de aplicarlo en un medio que no es el mío, el de la televisión.”
El ciclo propone un recorte constructivo: no polemiza con los protagonistas ni los cuestiona. Considera, a grandes rasgos, que hay una real búsqueda en el continente por superar las secuelas que dejaron décadas de dictaduras y de devoción al neoliberalismo (Uribe desentona, claro). Que la mayoría de los gobiernos revalorizan la mirada hacia adentro y no aceptan mansamente el rol de países subyugados, encandilados y obedientes de mandatos europeos o norteamericanos. Le raja al careteo cultural que da por sentada la superioridad. Sin que eso implique meter los enormes dramas latinoamericanos debajo de la alfombra o detrás del decorado: ahí están la pobreza, la violencia. Pero también la idea de que los procesos de recuperación insumen años, que el machaque sobre el verticalismo de los países centrales no anda lejos de los espejitos de colores, y que en el reconocimiento de problemáticas, rasgos culturales y fuerzas comunes hay una herramienta, una llave y una puerta, otro sitio posible.
“Los presidentes de América latina hoy se parecen mucho a sus pueblos –plantea Filmus–. La venida de Lula desde el nordeste a San Pablo y su lucha sindical ahí, cubre varias décadas de la historia de Brasil, que pasa de eminentemente proveedor de materias primas a ser un poderoso país industrial, con una potente clase obrera que crea el PT. La vida de Bachelet es imposible de separar de la época de Salvador Allende, el exilio, la muerte de su padre militar asesinado, como dice su madre, por sus propios amigos. Ahí tenés: el caso de los últimos 30 o 40 años es su propia vida. Con Cristina también empezamos evocando los ’70, la vuelta de Perón, cuando ella era jovencita. El caso de Ortega, desde muy joven en la lucha contra Somoza, la prisión, la tortura, la muerte del hermano. Las improntas familiares: Lugo lagrimea cuando cuenta que el padre, al salir de prisión, se quedó en Asunción varios días para no impresionar a los hijos, porque queda casi ciego a consecuencia de las torturas. Cuando uno le pregunta a Uribe cómo empezó en la política, dice: ‘De la mano de mi mamá’. Se recuerda acompañándola a los actos del Partido Liberal. Y tiene también muy fresco el asesinato de su padre.”
–Todos tienen personalidades que me cautivaron. El objetivo era, simplemente, abordar con cada uno tres temas centrales: primero, la vinculación entre su historia y la del país; luego, la mirada sobre los modelos de desarrollo, tipo de estado, papel de la educación; y, tercer punto, la integración regional. Se pautaron entre 20 y 40 minutos, pero ninguna duró menos de una hora y alguna, como la de Chávez, duró varias. Con Lula estuve dos horas. Incluso Uribe, a quien conocía menos, me impactó; en un momento, cuando le pregunto cómo quiere que se lo recuerde, dice: “Nunca se rajó”. Bueno, tuvo cinco atentados contra su vida. El que más me impresiona en términos de formación intelectual es Correa, que tiene un modelo muy acabado en la cabeza. También me llamó la atención la erudición de Chávez.
En carpeta y con gestiones hechas está, además de Tabaré Vázquez, el presidente de Costa Rica, Oscar Arias. Zelaya se complicó, por obvias razones. Cuenta Filmus que el programa ya fue pedido desde todo el continente. Que tras emitirlo en Canal 7 y en Encuentro podrá bajarse gratuitamente desde el portal de Internet del canal cultural de cable que él mismo impulsó cuando era ministro de Educación. Y que para el año que viene se distribuirán copias en todas las escuelas del país. “La idea es, también, mandarlo a escuelas de los países que participaron –dice Filmus–. Pensamos que entre el año que viene y el 2016, cuando se cumplen los bicentenarios, va a trabajarse. Son materiales impresionantes, porque además del presidente está la música, la cultura, la gente y parte de la historia y del presente de cada país.”
“Yo creo que los bicentenarios y estos presidentes componen un momento digno de ser retratado –señala Filmus–. Ahora entramos, además, en un período de procesos electorales que llevará dos años; en algunos países hay liderazgos fuertes, rumbo a la reelección; y en otros, como los casos de Chile, Brasil o Uruguay, significará la renovación de líderes o de partidos en el gobierno. ¿Habrá un retorno al pasado o seguiremos profundizando los procesos de transformación? En la Argentina hay un debate fuerte; en Chile, por estos días, también. En Uruguay parece continuar, pero habrá que ver en Brasil. Evo aparenta tener un consenso fuerte a favor. Me parece que tenemos la imagen de un proceso que surge como rechazo a los modelos neoliberales y plantea una alternativa de desarrollo distinta. El gran dilema, me parece, en Argentina y en América latina, es superar la instancia de ‘recreo’, de ‘brisa’. En general, estamos homogeneizados en procesos que nos sometieron a desigualdades muy grandes, a concentración de riquezas, y cada tanto llega una brisa que nos purifica, que da como una esperanza de poder construir una sociedad más justa. El gran desafío, ahora, es ir más allá de un breve lapso, conseguir el tiempo suficiente como para cambiar el modelo y que no pueda volver atrás. Uno puede decir que tenemos 200 años de modelos que, salvo pequeñas excepciones, se construyeron de espaldas a los pueblos. Aquí mismo, con todos los cambios y el crecimiento que hemos tenido, no hemos logrado cambiar el modelo, seguimos basados en los productos primarios como elementos más competitivos. Todavía no hemos podido avanzar a una sociedad donde se dé valor agregado a partir del trabajo, del conocimiento, de la ciencia y la tecnología. El crecimiento en sí no garantiza nada: en los ’90 crecíamos mucho, pero la gente estuvo cada vez peor. Necesitamos un modelo basado en la posibilidad de educar, capacitar y tener trabajo altamente calificado para toda la población.”
Filmus dice que éste es un momento de auge de “sentimiento común latinoamericano” y que Lula lo refleja bien cuando cuenta que mientras era el líder sindical de Brasil jamás fue invitado a otro país de América latina. Se formó, dice en el documental, de cara a Europa y Norteamérica. Recién electo fue invitado a Estados Unidos y Bush le hablaba una y otra vez de Irak. Cuenta Lula: “Hasta que me cansé y le dije ‘Mire, no me interesa la guerra con Irak, mi guerra es contra la pobreza de Brasil’”. “La impronta de la participación de los pueblos originarios en Bolivia, en Ecuador, y en menor medida en Nicaragua y Venezuela, es algo nuevo –apunta Filmus–. Antes de asumir como presidentes, tanto Evo como Correa participaron de ceremonias de los pueblos originarios. Eso expresa algo distinto que busca complementarse con un mundo globalizado: el mismo Evo te habla de las computadoras, de que los chicos puedan conectarse a Internet. Con excepción de Uribe, todos los presidentes recuperan la concepción de que es central una América latina unida en términos de desarrollo, de modelo de trabajo, de cultura. Nosotros en el Mercosur, por ejemplo, hemos avanzado bastante más en lo económico que en lo cultural. Parece mentira, pero todavía nos falta”.
–¿Qué estudiamos nosotros de la historia de Colombia, o de Brasil? Una vez Carlos Escudé escribió que si cada país de América latina reclamara el territorio que enseña en sus escuelas que le corresponde y que en algún momento perdió a manos de otros países latinoamericanos, serían necesarias tres América latina. Porque cada país se formó en la idea de que el otro le sacó. Hay una raíz de conflictividad ahí. Nos educaron con eso, creándonos un enemigo interno. Todas nuestras estrategias de defensa se basaban en hipótesis de conflicto con países limítrofes.
Así como se observa un rumbo en el continente entre la mayoría de estos presidentes, hay una uniformidad, quizás mayor, en los sectores que se oponen ideológicamente. Desde los grandes medios se ve bastante claro.
–Sí. Hoy se lee, por ejemplo, en las declaraciones de la SIP, con el planteamiento global de los medios con los presidentes de América latina. Hay una cuestión con los medios y, sin lugar a dudas, con los sectores que responden al capital más concentrado. En todos los países hay conflictos muy serios. Lo de Honduras, sin duda, remite a Paraguay. Lo que pasó en Honduras tiene que ver con que hay sectores que están dispuestos a romper la estabilidad institucional para que estos procesos de transformación no avancen. Los sectores que apostaron al neoliberalismo en los ’90 ven, ahora, disminuidos sus privilegios y su capacidad de concentración, y están preocupados en serio. Así que dan disputa. Correa consiguió la reforma constitucional para ser reelecto con el 80 por ciento de los votos y fue muy cuestionado; Uribe va, ahora, por su segunda reelección, y eso no parece tan grave.
–La construcción de herramientas políticas que sostengan los movimientos de cambio. Ha habido cambios importantes desde los Estados, pero falta eso otro, para asegurar la duración en el tiempo, más allá de los ciclos económicos internacionales y de las coyunturas. El Frente Amplio en Uruguay parece estar lográndolo. Pero fijate que tanto Evo como Correa tienen que hacerlo desde el Estado. El sandinismo perduró en Nicaragua a pesar de los gobiernos de derecha, y al final pudo constituirse como alternativa. Lo de El Salvador es una buena noticia, aunque incipiente. En Zelaya se ve claro que no hubo un correlato con un movimiento. Son democracias basadas en fuertes personalidades de los presidentes. Y no alcanza. Lo dice Lula en el reportaje: si me voy y no logré crear conciencia en el pueblo respecto de que las transformaciones están para quedarse, se cae todo. Es necesario hacer participativos los procesos políticos, con todas las impurezas, porque son los que generan continuidad en el tiempo. Se ve acá: ¿existe un movimiento político para darle continuidad a este proceso, más allá del liderazgo que ejerció o ejerce Kirchner? Bueno, de eso depende la medida de la profundización de las transformaciones.
–Muy nervioso, la verdad. Por la incertidumbre de si las entrevistas se harían o no, y una vez iniciadas, si deberían suspenderse por cualquier situación. Cada una tuvo su particularidad. Pero a medida que se desarrollaban me ponía contento. En casi todos, por otra parte, hubo momentos de emoción. Se ve claramente en Lula, por ejemplo. Con Lugo tuvimos que parar, dos veces. Michelle se emociona hablando del padre, de la madre. Incluso los tipos duros, como Uribe y Ortega. El camino de la conversación con Evo fue muy emocionante. Vamos a hacer un libro, además, con todo esto. Son todas vidas muy ricas, todos tienen una historia interesante atrás. No vas a encontrar cosas que te aburran.
Presidentes de Latinoamérica se emite los viernes a las 23 por Canal 7. Y por canal Encuentro, los martes a las 22, los jueves a las 10 y los domingos a las 23.
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