Domingo, 15 de noviembre de 2009 | Hoy
CINE 2 > (500) DíAS CON ELLA: EL OTRO LADO DE LA PELíCULA DE AL LADO
Por Mariano Kairuz
El protagonista de (500) días con ella es Tom (Joseph Gordon-Leavitt), un arquitecto frustrado que desperdicia sus días en el empleo que pudo conseguir, inventando declaraciones de amor y amistad estándar para tarjetas y postales. Un día se aparece por las oficinas una empleada nueva, Summer (Zooey Deschanel); él se enamora, mientras que ella confiesa cierta atracción, advirtiéndole que no quiere ningún tipo de compromiso. Todo esto se cuenta en una línea de tiempo desordenada que empieza por el momento en que ella lo manda a volar para siempre, en algún punto de los 15 meses que dura el romance, la separación y la convalecencia emocional de él.
Aunque narrada en una nota mucho más ligera que Los amantes, la película de Marc Webb también trata sobre una decepción amorosa y se apoya en una sensibilidad quizá no menos honesta, aunque dar con ella requiera atravesar las trampas de su formato “moderno” –modelo de film indie diseñado para Sundance, el festival donde efectivamente fue un éxito en enero pasado–: esa estructura temporal partida, una banda sonora que combina lo cool con el rescate retro y, fundamentalmente, la presencia de Deschanel, que vuelve a componer una de esas chicas misteriosas, algo etéreas, sin destino fijo aparente, que tan ensayadas tiene. Esa misma actitud que ha dado resultados encantadores termina acá por parecer una pose y, en algún punto, termina inspirando pena por el desamparado Tom, como si fuera la víctima de los rodeos de una histérica.
Pero si todas las falencias de 500 días quedan compensadas por su honestidad de fondo, de a poco se nos va revelando que esa perspectiva que nos pone casi automáticamente del lado del sufrido protagonista puede dar un giro cuando entendemos que todo lo que hemos visto estuvo dominado por el punto de vista de su protagonista masculino, como en Los amantes. Que cada historia de amor contrariado tiene su reverso, que lo que son caprichos a la vista de uno acaso no sean sino las dolorosas incertidumbres del otro. Son películas instaladas de alguna manera –una el posible opuesto dramático de la otra– en el estado de la mente de sus personajes.
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