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Domingo, 28 de febrero de 2010

MúSICA > ADIóS A LOS PADRES DE “SUSIE-Q” Y “MY SHARONA”

Adiós, amigos, adiós

Hace quince días, el rock perdió a los compositores de dos de las canciones más importantes de su historia: Dale Hawkins y Doug Fieger, los padres de “Susie-Q” y “My Sharona”. Una, versionada por los Stones, Creedence, Gene Vincent, los Everly Brothers y hasta Luis Miguel, fue uno de los puentes entre el rock y la popularidad. La otra resucitó al rock cuando parecía morir asfixiado por la música disco. Mientras miles de personas las siguen bailando sin saber de dónde salieron, Radar despide a los dos compositores recordando sus historias, las de sus canciones y las de las dos chicas que los inspiraron para cambiar la historia del rock.

 Por Alfredo Garcia

Hace dos semanas, con un día de diferencia, murieron Dale Hawkins (el sábado 13) y Doug Fieger (el domingo 14), dos músicos de rock vencidos por el cáncer, cuyos nombres, por sí solos, no dicen mucho –salvo que uno sea un fan obsesivo de los géneros que cultivaron, el rockabilly, la new wave–. Sin embargo ambos compusieron dos de las canciones más famosas de la historia del rock, “Susie-Q” y “My Sharona”.

Ambas canciones tuvieron una influencia importante en la historia de la música popular. “Susie-Q”, grabada en 1957, tuvo centenares de covers, incluyendo versiones de Los Rolling Stones y sobre todo la extensa interpretación que grabó Creedence Clearwater Revival en su primer disco (el tema, de más de 8 minutos, fue dividido en dos partes para el single, ocupando ambos lados del sencillo de 45 rpm). Los musicólogos aseguran que el tema de Dale Hawkins marca el inicio del swamp pop boogie, que podríamos llamar rock & roll sureño –de hecho, varios temas posteriores de Creedence compuestos por John Foggerty parecen variaciones sobre la base rítmica y el riff de “Susie-Q”–.

“My Sharona” vendió millones, igual que el primer LP del grupo The Knack. En 1979, fue el hit new wave que logró algo que el punk no había conseguido: destronar a la disco music de los charts. Doug Fieger, cantante y guitarrista de The Knack, conoció a una chica de 17 años (él tenía diez años más) y algo en ella llenó su cabeza de música... o al menos de cinco minutos de música, que es lo que dura el tema “My Sharona”, coescrito por el guitarrista líder de la banda, Berton Averre, que le dio al tema pop, casi beat, un ángulo hiper-rockero con el riff de su guitarra y un largo y memorable solo. “My Sharona” desplazó a los discotequeros chic de los rankings, apareciendo en el primer puesto casi de la nada... El rock había vuelto, y cuando un disco reemplazó a los Knack en la lista de los más vendidos, ya no tenía nada que ver con la disco music: ¡era Led Zeppelin!

Como sucede con tantos “one hit wonders”, “Susie-Q” y “My Sharona” superaron cualquier otra cosa que sus autores hayan intentado hacer a lo largo del resto de sus vidas. Pero a diferencia de casi cualquier otro “one hit wonder”, ambas canciones fueron inspiradas por musas de carne y hueso, la misteriosa, casi desconocida y tal vez inexistente Susie Lewis, y la totalmente pública y semifamosa Sharona Alperin, la chica de 17 años que aparecía en la foto del sobre interno del disco Get The Knack, y que al día de hoy sigue disfrutando de la rara fama que le dio la canción mientras trabaja en bienes raíces y vende mansiones a celebridades hollywoodenses como Nicolas Cage y Leonardo DiCaprio.

Pero para llegar a estas dos chicas, Susie y Sharona, hay que empezar por la historia de sus respectivas canciones; hay que contar la historia de estos dos músicos que las inmortalizaron con letra y música.

Dale Hawkins nació en Louisiana, USA, en agosto de 1936. Su nombre real era Dellmar Allen Hawkins, y el pueblo donde creció se llamaba Gold Mine, pero no había ninguna mina de oro, sólo el típico campo de algodón sureño. Casi todos sus familiares tocaban algún instrumento –su primo, Ronnie Hawkins, logró bastante fama, pero es una historia aparte– pero lo que apartó a Dale del típico “old cotton field back home” de la canción fue la guerra de Corea (mintió con la edad para poder enrolarse de la Armada, ya que sólo tenía 16 años). De vuelta en paisajes sureños, consiguió trabajo en una pequeña radio de pueblo y en una pequeña disquería especializada en rhythm & blues o “race music”, regenteada por un tal Stan Lewis, más tarde conocido como Stan “The Record Man” Lewis, que grabó varios artistas de blues para su sello Jewel. Hawkins tocaba en cuanto antro dejara entrar a sus blanquiñejos amigos adolescentes, entre los que figuraban nombres como su primo Ronnie (que luego les dio su primer trabajo a los integrantes de The Band, eterno grupo de apoyo de Bob Dylan) y futuros astros de la guitarra como Roy Buchanan y James Burton. Stan Lewis distribuía discos de Chess Records, la casa de blues de Chicago, y tenía una amistad con el dueño del sello, Leonard Chess, lo que lo animó a intentar grabar discos de cualquier artista local que se le pusiera a mano. Uno de los hits del momento era “See you later, Alligator” de Bill Haley, y a Hawkins se le ocurrió copiarlo cambiando el cocodrilo por un simio para “See you soon, baboon”, que salió por el subsidiario de Chess, Checker Records, sin el menor asomo de éxito, por lo que Leonard Chess prefirió archivar lo que sería el segundo single de Dake Hawkins. No lo archivó mucho tiempo, dado que el tema en cuestión era el legendario “Susie-Q”, recordado por Rock & Roll Hall of Fame como una de “las 500 canciones que le dieron forma al rock”.

En los días posteriores a la muerte de Dale Hawkins, un musicólogo explicó sintéticamente la importancia de “Susie-Q”: “El próximo viernes a la noche, igual que todos los viernes a la noche, en algún antro de alguna ciudad o suburbio ¡alguna banda de covers va a estar tocando ‘Susie-Q’!”. A Dale Hawkins le fascinaba Elvis y sobre todo Howlin’ Wolf, pero también había algo del sonido pantanoso del sur en la música que tocaba rabiosamente en cualquier escenario donde lo dejaran subir –el guitarrista James Burton dice que era tan chico que iba a sus shows en bicicleta–. Hay muchas versiones de cómo surgió “Susie-Q”. De hecho, el título del tema aparece deletreado de manera distinta a lo largo del tiempo, incluso en distintas ediciones de single y LP de Chess.

Según Stan “The Record Man” Lewis –que figura en los papeles como uno de los tres autores de la canción– la “Susie-Q” no es otra que su hija Susan Lewis, que por entonces tenía dos añitos. “Aparecí en mi tienda de discos, donde trabajaba Dale, con mi nena, y se la presenté. ‘Esta es mi Susie-Q’, le dije, y él se quedó balbuceando y repitiendo la frase. De ahí salió la canción.”

Entendiendo que la letra de “Susie-Q” parece propia de una declaración de amor o una oda de tipo romántico-erótico (“Me gusta cómo hablas, me gusta cómo caminas/ Vas a ser mía, Oh, mi Susie-Q, baby, te amo”) la idea de que pueda aplicarse a una nena de tan corta edad, y para colmo hija del jefe del compositor en cuestión, parece un poco dudosa. En distintas oportunidades Hawkins explicó que si bien él escribió el tema, en parte fue como si el tema se hubiera escrito solo, y que la referencia a Susie-Q surgió de un baile del jazz de los años ‘30 “Doing the Susie Q”, y que en alguna ocasión había visto una actuación de Howlin’ Wolf, de rodillas en el piso del escenario gritando como loco que “Susie Q hacía esto, Susie Q hacía aquello”, y que el nombre se le pegó. James Burton, una de las más notables guitarras sureñas, luego convertido en el guitarrista de Elvis desde fines de los ‘60 hasta la muerte del rey, en 1977, también cree recordar que la chica no existía y sólo era una referencia al baile que solía anunciarse en el legendario Cotton Club de Harlem –y que estaría nombrado en honor a una tal Susie Quantrill, cuya historia se nos escapa en el tiempo–. En todo caso, James Burton también asegura que él mismo compuso el tema sobre la letra de Hawkins, y más allá de que no hay coincidencia en esta aseveración, lo cierto es que la guitarra, tanto en el riff como en el solo, tiene una presencia salvaje que nunca antes se había escuchado en ningún tema de rock and roll –lo mismo se aplica a la percusión, ya que el tema comienza con una mezcla de batería y cencerro sumamente original–.

Chess se resistía a lanzar el single luego del fracaso anterior, pero Stan Lewis le dio un demo a un dj que se lo hizo escuchar a Jerry Wexler de Atlantic, quien convenció a su colega de Chicago para que lo editara. Esto provocó que el dj (usando un seudónimo) también figure como compositor del tema junto a Stan Lewis y Hawkins, que en los últimos años contó que nunca vio dinero de regalías, al menos hasta que MCA compró el catálogo de Chess. “Susie-Q” llegó al número 1 del chart de Rhythmn & Blues y al 27 de Billboard, pero no vendió acorde con su potencial debido a que los dj suponían que el cantante era negro, lo que en ese momento no ayudaba a la difusión. La suposición acerca del origen racial de Hawkins era entendible, ya que el autor de “Susie-Q” fue uno de los primeros músicos blancos en ser contratado por Chess, además de ser el primero en tocar en el famoso teatro Apollo ante una audiencia afroamericana.

Convertido en un ícono del rockabilly, Hawkins tuvo otros hits menores como “My Babe”, y un LP que los fans aseguran que está entre lo mejor del género, Rock Tornado, produjo grupos sixties como los Five American y siguió grabando discos memorables hasta el 2007. Pero obviamente nunca logro nada similar a “Susie-Q”, un tema que cobró vida propia y se hizo más y más conocido al ser grabado por Gene Vincent, los Everly Brothers, Los Rolling Stones (versión que decepcionó especialmente a Hawkins, que aseguró que Jagger y Richards no entendieron el estilo), Quicksilver y hasta Luis Miguel. Pero la versión que convirtió en hit al tema fue la de Creedence, que llegó a los primeros puestos de Billboard y que consolidó el estilo de rock sureño no sólo de grupo de John Foggerty sino de bandas de los ‘70 como los Allman Brothers y Lynyrd Skynyrd.

El caso de “My Sharona” es totalmente distinto. La canción que llegó al número 1 de los charts en el verano norteamericano de 1979 tenía como musa a una chica de carne y hueso, y en edad de merecer, aunque ligeramente menor de edad, lo que explica perfectamente la ansiedad del cantante Doug Fieger para que ella le entregue su amor, expresada contundentemente en el repetitivo, casi tartamudo “Ma ma ma ma My Sharona/ cuándo te vas a dar por vencida/ es sólo cuestión de tiempo/ nunca me voy a detener/ hasta que te entregues/ es el destino/ ma ma my Sharona”.

En una era donde la música disco, que hoy puede parecernos simpática con el paso del tiempo, pero que a fines de la década de 1970 era vista como un producto prefabricado –algo bastante cierto– que bastardeaba el soul en manos de productores y no de músicos, el punk seguía siendo un fenómeno demasiado marginal como para equilibrar la escena. The Knack venía recorriendo los clubes de Los Angeles tocando covers rockeros, a veces en compañía de músicos famosos de los buenos viejos tiempos como el tecladista de los Doors, Ray Manzarek. La idea de ser una banda famosa parecía un sueño imposible para los músicos de The Knack. El grupo estaba compuesto por Fieger en voz y guitarra, Berton Averre en guitarra, Bruce Gary en batería y Prescott Niles en bajo. Fieger había editado dos discos con una banda previa, Sky, que pasó sin pena ni gloria y lo dejó empezando de nuevo desde cero con The Knack, una banda del montón de la escena de LA. Pero en 1979 entró en un negocio de ropa y conoció a una vendedora de 17 años que literalmente lo volvió loco. Sharona Alperin rechazaba sus avances y así surgió la canción que llevó a la banda a la fama automática, fenómeno muchas veces vinculado con los “one hit wonders” pero que pocas veces se desarrolló en tan poco tiempo y con semejante contundencia. La influencia de The Kinks y Buddy Holly (cuyos temas tocaban en vivo cuando no eran famosos) fue importante tanto en “My Sharona” como en los demás temas del primer álbum Get The Knack, que devolvió el bajo, guitarra y batería a las radios en un momento en el que el rock & roll casi estaba siendo dado por muerto. El disco se grabó en once días con un presupuesto de 17 mil dólares, en unas pocas semanas se estaba vendiendo por millones. La imagen de los músicos, con camisas blancas y corbatas sesentistas en un videoclip en el que hasta imitaban escenas de A Hard Day’s Night de Los Beatles ayudó a remontar el fenómeno hasta sus últimas consecuencias.

Junto con el éxito, la canción también le valió a Fieger el amor de la chica deseada. Sharona aparecía en el sobre interno del disco, y pronto estaba saliendo con el cantante, y acompañando a la banda en giras. “Eran épocas de camperas de cuero, gafas oscuras, dormir de día y no llevar un estilo de vida precisamente sano”, recuerda actualmente esta agente inmobiliaria de residencias para celebridades que cuenta, entre otras cosas, haberle conseguido a Daniel Waters (guionista de films como Batman) la mansión donde había vivido Orson Welles, o una casona de estilo español para Nicolas Cage. La relación entre Sharona y Fieger duró tres años y medio, casi más de lo que duró el fenómeno de The Knack, que sucumbió ante la presión del público, la industria y los medios para que saquen otro hit que tuviera al menos la mitad de la contundencia de “My Sharona”.

“El acoso por que hiciéramos otro hit similar nos liquidó artísticamente, y también provocó en algunos miembros de la banda la atracción por todo lo malo que hay en este negocio”, explicó el guitarrista Averre en obvia referencia al mal comportamiento de Fieger, que en las largas giras de la banda para tocar su hit en vivo solía aparecer totalmente desencajado. Apurado por la discográfica, el grupo sacó otro disco en 1979, ...But the little girls understand, apenas una copia del anterior sin ningún tema pegadizo como el número 1 que todos esperaban. Ya en 1981, cuando editaron otro LP, la banda estaba olvidada, aunque nunca dejó de seguir grabando ni ofreciendo shows donde el público sólo quería escuchar un tema, “My Sharona”. Fieger murió a los 57 años, feliz de ser una estrella de rock pero traumado por el hecho de no haber logrado nada parecido a su único hit. Averre recordó en un reportaje reciente que más allá del dinero y al fama, los buenos viejos tiempos era cuando podían tocar rock & roll en cualquier club sin preocuparse por tener que sacar de la galera otro hit que vendiera millones.

Como sucede casi siempre con los “one hit wonders”, ambos temas aparecen en muchas películas. Pero hay un gran momento de celuloide para cada uno de ellos.

En Apocalypse Now de Coppola, unas chicas Playboy bailan al son de “Susie- Q” (interpretada por Flash Cadillac, la misma banda del film American Graffiti) y deben huir en helicóptero para no ser atrapadas por la horda de soldados cachondos.

Y en Generación X (Reality Bites) de Ben Stiller, Winona Ryder y Jeaneane Garofalo escuchan “My Sharona” en la radio de una estación de servicio, le piden al empleado que suba el volumen y convierten el lugar en una pista de baile recordando el hit de su niñez.

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