CINE > UNA GUíA PARA EL 12º BAFICI
› Por Mariano Kairuz
Muñecos tristes
Mary y Max, los personajes más queribles del Festival.
La selección oficial internacional de este año está, como suele ocurrir en la competencia principal de este festival, repleta de antihéroes de diversas procedencias, pero hay dos cuya imagen quedará grabada por más tiempo en la memoria de quienes asistan al encuentro porteño: Mary y Max. Acaso porque son dos de los personajes más auténticos –en un plano emocional, en el catálogo de desdichas que los acompañan– a pesar de estar hechos de plastilina. El stop motion ya no es “esa vieja técnica caída en desuso” de la que solía hablarse antes de que films como El extraño mundo de Jack la rescataran con algo de encantamiento retro, sino una posibilidad que reaparece cada tanto para caminar por el borde de lo infantil y lo siniestro, terrenos que, lejos de excluirse, se superponen. Dicho lo cual, no hará falta aclarar que Mary and Max, primer largo del australiano Adam Elliot (ganador del Oscar por el espectacular corto animado Harvie Trumpet), no es una película para chicos, pero se vale de los recursos de la fábula infantil por la eficacia con que le permiten transmitir la oscuridad y la amargura que llena y rodea a sus personajes, una nena australiana introvertida y emocionalmente dañada (con la voz de Toni Colette) y un señor neoyorquino con síndrome de Asperger (Philip Seymour Hoffman) con quien establece una amistad epistolar, salvoconducto para atravesar sus respectivos mundos de dolor, enfermedad y tendencias suicidas.
A la mesa
Los documentales, encabezados por uno chino sobre al arte de cocinar en familia.
En el documental Cuero de buey II (Oxhide II según su título original) la directora china Liu Ya Jin lleva adelante un experimento formal un tanto psicótico: registra, en tiempo real, la preparación, cocción e ingesta de 73 dumplings (esos bollos de masa que parte del público argentino quizá reconozca, unos años después del estreno de la película que los tenía en su título aunque con reverberaciones terroríficas). Son 130 minutos en video en los que apenas hay sólo ocho cortes (es decir: nueve planos en total), y la cámara va rotando en cada plano alrededor de la mesa, recorriendo 45 grados, mientras que los que hacen y comen son la propia Liu, su madre y su padre. Si todo esto promete devenir en un sopor ilimitado, sorpresa: es notable todo lo que dice de cada miembro de la familia, sus distintas maneras de desenvolverse en las mismas actividades; sobre sus personalidades, actitudes y las relaciones entre ellos. Hacia el final termina de tomar forma una suerte de raro melodrama familiar basado en la idea de que somos lo que comemos y cómo lo comemos. Oxhide II compite con buenas armas en la sección Cine del futuro; en cuanto al gran enigma del título, ¿qué hay de Cuero de buey I?: ésta existe –su autora, la hizo en 2005 y la define como una experiencia depresiva– y también se proyecta, pero en otro apartado del Bafici: el Foco 40 años del Forum de Berlín.
El Cine del futuro anuncia otros films que prometen: en la argentina El predio, el debutante Jonathan Perel se interroga críticamente sobre el espacio físico que ocupaba la ESMA; en la coreana Exhausted se nos invita a la experiencia dura y sucia, brutalmente sadomaso de una pareja, y en la norteamericana No me vas a extrañar, la actriz y guionista Stella Schnabel (hija de Julian) lleva adelante una apuesta “cassavetiana” a través de un personaje difícil y contradictorio que amenaza con dejar huella en este festival.
En el horno
Las guerras del siglo XX a través de sus cocineros.
El director eslovaco Peter Kerekes está convencido de que la Historia grande debe abordarse por los costados (o que los costados son en realidad el centro). Siete años atrás completó su documental 66 seasons (sección Lugares), en el que recorría el siglo XX, de los años ’30 a la caída del comunismo pasando por la Segunda Guerra, a través de los relatos de bañistas de una gran y antigua pileta de natación de la ciudad de Kosice. En su nuevo film, Cooking History (“Cocinando la Historia”) se propuso contar las guerras europeas del siglo XX siguiendo a sus cocineros de campaña. La Segunda Guerra, las invasiones rusas a Hungría y Checoslovaquia, la independencia de Argelia, la catástrofe de los Balcanes: todo puede ser narrado siguiendo el menú de platos, raciones, recursos de supervivencia de los respectivos chefs militares en pleno conflicto. Ahí está quien hizo lo suyo en los claustrofóbicos límites de un submarino nuclear; así como la asistente personal del Mariscal Tito, o el panadero judío que escapó del campo de concentración, vino a la Argentina e intentó envenenar a los oficiales SS que esquivaron Nuremberg. Uno de los platos más calientes del festival, Cooking History integra La Tierra Tiembla, junto con otros films fundamentales como American Radical: The Trials of Norman Finkelstein, sobre el autor del libro La industria del Holocausto, hoy objeto y sujeto de una agresiva polémica sobre la identidad judía moderna y el conflicto palestino. Y La isla: archivos de una tragedia, sobre el archivo de la policía guatemalteca que, tras quedar al descubierto por accidente en 2005, echó luz sobre la salvaje represión estatal que marcó a fuego los ’90. También se estrena la argentina Octubre Pilagá: relatos sobre el silencio, la poco conocida historia del genocidio de una comunidad indígena formoseña a cargo de la Gendarmería nacional, que tuvo lugar en 1947.
Acido y meditación trascendental
La lisergia de Rob Zombie y el escrache al gurú Maharishi.
Con varios films de terror de hondo espíritu setentoso bajo el brazo, Rob Zombie ya dejó de ser el músico-que-se-pasó-al-cine para ganarse el título de cineasta. Uno que cultiva géneros un poco marginales, seguro, pero con una convicción infrecuente. Su película más reciente –terminada mientras su oscura remake de Halloween 2 acechaba aún en algunos cines del mundo– es su ingreso al universo de la animación, una vez más a través de los años ’70. Esos son los tiempos del dibujo animado más lisérgico y deforme, el de los films de ese verdadero padre de la incorrección política que fue Ralph Bakshi (Fritz el gato), en cuyo estilo visual y nivel de salvajada parece abrevar, como lo hizo quince años atrás John Kricfalusi, el creador de Ren & Stimpy. Así (lisérgica y deforme) es, sin entrar en detalles, The Haunted World of El Superbeasto, la aventura de un ex luchador de catch y estrella del porno que sale a rescatar a su amor imposible –e improbable damisela-en-peligro–, una inaccesible bailarina erótica. Un viaje descerebrado y narcótico como pocos en la historia de la animación, sexual y violento, gracioso y satánico.
Para los trasnochados de este año, la sección Nocturna ha programado otro estreno de dibujos animados, criollo y largamente esperado: El sol, de Ayar Blasco, uno de los creadores de Mercano el Marciano, que ahora sube la apuesta y yendo más allá de todo lo esperable con una auténtica barbaridad apocalíptica que redefinirá el concepto de puteada en el cine nacional. En la misma sección se proyectarán también la parodia/homenaje al blaxploitation Black Dynamite, y una investigación imperdible: David Wants to Fly, el documental de David Sievekin que indaga y pone en cuestionamiento el sistema de enseñanzas del gurú Maharishi Mahesh Yogi, asesor espiritual de Los Beatles e influencia principal de personajes célebres aficionados y divulgadores de la meditación trascendental. Como David Lynch, quien amenazó con demandar judicialmente a Sieveking.
En el ocaso del Imperio del Sol
Kazuo Hara, el salvaje documentalista japonés.
Como parte de un Foco destinado a celebrar los 40 años del Forum de Berlín, un espacio de descubrimiento que ha lanzado al mundo a varios de los cineastas contemporáneos más importantes, se verán tres films del director japonés Kazuo Hara, al que el catálogo del Bafici presenta como un verdadero “fuera de la ley”, un documentalista obstinado en sacudirnos con los más desquiciados fragmentos de realidad que su cámara es capaz de encontrar y capturar. En Extreme Private Eros: Love Song (de 1974) propone un viaje salvaje hacia la intimidad de su ex mujer, que vive en pareja con otra mujer en Okinawa, donde además trabaja en un cabaret para los soldados de la base norteamericana. En A Dedicated Life (1994), aborda al polémico escritor Mitsuharu Inoue, cuando ya se está muriendo de cáncer. Pero si hay que elegir una sola de este foco, que sea The Emperor’s Naked Army Marches On (“El ejército desnudo del emperador sigue marchando”), retrato de un personaje asombroso: Kenzo Okuzaki, veterano de la campaña en Nueva Guinea que confrontó solo al emperador Hirohito por los crímenes cometidos en la Segunda Guerra (llegando a atentar contra él con un arma de fabricación propia). A lo largo de cinco intensos años, Hara sigue a Okusaki en una obsesiva cruzada –para obtener confesiones, ejecutar venganzas, administrar quizá justicia– que lleva adelante con la agresividad y violenta convicción de un fanático religioso.
El Foco berlinés incluye también, entre otras propuestas imperdibles: Word is out: Stories of Some of Our Lives, el documental de 1977 en el que 26 hombres y mujeres homosexuales cuentan sus experiencias de discriminación un año antes del asesinato de Harvey Milk, y The Oath, en el que la bostoniana Laura Poitras retrata a un ex chofer y a un ex guardaespaldas de Osama bin Laden, este último hoy convertido en uno de los más importantes críticos del terrorismo islámico.
El sonido y la furia
Rock, jazz, Phil Spector, islamismo y fans acérrimos en la sección musical.
El panorama musical de esta edición suena bien alto. En Do it Again (“Hacerlo otra vez”), el documental de Robert Patton-Spruill registra la odisea de Geoff Edgers, el crítico musical del Boston Globe que se obsesionó con reunir a The Kinks, la legendaria banda inglesa, para demostrar que fueron más grandes de lo que todos sus contemporáneos estuvieron dispuestos a reconocer. Una tarea nada sencilla, considerando que su cantante y su guitarrista principal, los hermanos Ray y Dave Davies, llevan décadas peleados a muerte. Para juntar el dinero necesario para el proyecto, Edgers (guionista de la película) intentó recaudarlo en la calle (tocando las canciones de sus admirados por monedas), mientras buscaba y entrevistaba a otros fans más o menos célebres de la banda. En otras palabras, un film menos sobre los Kinks y su música que sobre ese misterio inexpugnable que es el cerebro de un fan acérrimo. Uno de los mejores recorridos posibles para continuar andando por esta sección aconseja asomarse también a ese título que lo dice casi todo: The Agony and The Ecstasy of Phil Spector (“La agonía y el éxtasis de Phil Spector”), en la que el productor-leyenda que el año pasado fue condenado a pasarse las próximas dos décadas en gayola por el asesinato de una mujer, le cuenta todo –vida y carrera– al director neoyorquino Vikram Jayanti, algo antes de su encierro definitivo. El resto de la selección va del jazz vanguardista de los ’60 en Charlie Haden – Rambling Boy al rock femenino y punk chileno en Femme Rock Doc, con paradas en un backstage de los Magnetic Fields; los orígenes del reggae (Rocksteady); los mitos e historias del festival danés Roskilde, la imagen de Frank Zappa por todos lados y la bizarra carrera de un grupo de chicos por convertirse en la futura voz oficial del llamado al rezo islámico en su pueblo, en el sorprendente documental Muezzin.
Donde viven los monstruitos
Por segundo año, el Baficito trae chiches imperdibles para altos y bajos.
Concebida bajo la idea de que los chicos no son espectadores tontos ni fáciles de complacer, la sección Baficito llega a su segunda edición revalidada por los hechos: casi ninguna de las películas exhibidas el año previo tuvo estreno comercial entre nosotros. Ahora, además, en plena conciencia de que no sólo de dibujos y objetos animados se alimentan los nenes, se le anima a una rareza encantadora: un documental sobre insectos en Japón, donde los bichos son objeto de una obsesión tal (y tan colectiva) que desde este lado del mundo puede verse con cierta perplejidad. Con un título que remite al imaginario de la clase B radiactiva más godzillesca, La reina de los escarabajos conquista Tokio, la opera prima de la entomóloga del Museo de Historia Natural de Nueva York Jessica Oreck se dedica a observar y contar el lugar que ocupa el insecto en la cultura oriental –todo empieza con un nene que trata de convencer a su padre de que le compre un escarabajo enorme de casi 60 dólares y deriva en un viaje fascinante– obteniendo algunas de esas imágenes documentales-siderales, las de esos otros mundos que están en éste.
Lejos de agotarse en las vidas de bichos alados o con muchas patas y la luz que echan sobre las nuestras, este Baficito recibirá también el regreso de un viejo visitante de la casa, el encantador cerdito hongkonés McDull –en la cuarta de sus aventuras iniciáticas para cine–, una retrospectiva del animador danés Jannik Hastrup –de quien conviene no perderse en especial la tristísima El niño que quería ser un oso– y, entre otros universos de lo más diversos, un asombroso rescate de 1966: la fábula checa El dirigible robado, hipnótica aventura a lo Julio Verne.
Y los sospechosos de siempre
Algunas pistas para todo lo demás.
A fuerza de perdurar –ya van doce ediciones–, el festival ha generado y encontrado sus propios clásicos, nombres desconocidos para el gran público y a menudo vírgenes en el circuito de exhibición comercial, que ya son pequeños grandes amigos del espectador festivalero. El Bafici suele agruparlos en la sección Trayectorias, de manera tal que ahí se apilan personajes como Michael Haneke (con La cinta blanca y su terrorífica admonición en blanco y negro del nazismo), el animador polaco Piotr Dumala (que sale por primera vez de su género con The Forest), el documentalista estadounidense James Benning (con su rigurosa Ruhr), Bruno Dumont (que alcanza la cima con su historia medieval Hadewijch), Alexandre Sokurov, Harmony Korine (con la descolocante Trash Humpers), Marco Bellocchio (con la terrible historia secreta de la amante y madre del primogénito de Benito Mussolini), Tsai Ming-liang y siguen las firmas. Mientras que en otras secciones regresan Edgardo Cozarinsky (con su nuevo film, Apuntes para una biografía imaginaria), Ron Mann (el de Grass, varias veces visitante porteño en los últimos años, ahora con el rescate de dos films de su juventud, uno hecho cuando tenía 16 años), y el “clásico moderno” Performance, dirigido por Nicolas Roeg y Donald Cammell en 1970, protagonizado por James Fox y Mick Jagger, Anita Pallenberg y Michele Breton trenzados en un ménage à trois memorable. Hay muchos más famosos y casi famosos (Cyd Charisse, Kirk Douglas y Mickey Rooney, entre muchos otros, desfilan en las imágenes de la imperdible Los asesinatos del Empire State, sección Cine + cine) pero también conviene apostar por los famosos-infames: Leslie, My Name is Evil, del canadiense Reginald Harkema, despliega en tono de fascinante y temible comedia negra la historia de los crímenes de la familia Manson, contada a través de la figura encandilante de una de sus seguidoras, Leslie Van Houten, una chica capaz de volver loco a cualquiera, en una de las mayores locuras de esta edición.
La Competencia internacional de este Bafici incluye también films ineludibles de descubrir, como la brasileña Los famosos y los duendes de la muerte (opera prima de Esmir Filho que narra un viaje adolescente en busca de Bob Dylan) o la aventura, también sufridamente adolescente e iniciática, de Les beaux gosses (“Los bellos niños”), debut del historietista francés Riad Sattouf.
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