ARTE
Usted está aquí
Diseñador gráfico, egresado de Bellas Artes y ayudante durante años del orfebre y escultor Enio Iommi, Juan Pablo Cambariere debuta finalmente en una galería con una obra sorprendente: una colección de marionetas de madera. Y como si no le alcanzara con hacer confluir naturalmente lo artesanal y lo conceptual, la muestra conforma un sintético Ensayo sobre el poder en el que, por supuesto, nos incluye a todos.
Por Santiago Rial Ungaro
Para empezar, una recomendación: no es conveniente, con el infernal calor porteño, llegar cansado a la exposición de Juan Pablo Cambariere. Deshidratado, fatigado, descentrado, el transeúnte corre el riesgo de sentirse demasiado identificado con una de las marionetas, que, a modo de bienvenida a la instalación Ensayo sobre el poder, se encuentra tirada, junto a un cartel que nos indica: “Usted está aquí”. Esto le sucedió al periodista: verse reflejado en una marioneta de madera totalmente inútil, dura, de madera y tirada en el piso, mientras se lee la frase “Usted está aquí” puede resultar tan deprimente como revelador. “Yo hago marionetas”, dice con prudente humildad Juan Pablo Cambariere, tal vez pensando en que se trata de su primera exposición individual en una galería, si bien ya hizo varias exposiciones como alumno de Enio Iommi.
Es curioso: siendo diseñador gráfico (realiza semanalmente las tapas de los suplementos No y m2 así como también tapas de discos), acostumbrado a ver permanentemente “expuestos” sus trabajos, esta exposición en un “espacio de arte” le genera mucho más nerviosismo que su reciente casamiento. ¿El poder del arte resulta intimidante? Más bien su pretensión institucionalizada. Tal vez por esa razón no está del todo conforme con el título: “Me parece pretencioso. Hubiese preferido que se llamara: Usted está aquí”. Allí está el creador, junto a sus marionetas, seres inanimados, dotados de capacidad de movimiento, pero no de autonomía. Alumno durante seis años de Enio Iommi y diseñador gráfico bastante solicitado, creador de las esculturas para la película Balnearios de Mariano Llinás, lo cierto es que Juan Pablo ha logrado sintetizar sus muchas habilidades y dar forma a un Ensayo sobre el poder en el que las interpretaciones son infinitas: lo único cierto son esas marionetas, tiernas, inmóviles y patéticas, necesitadas de un poder cuya ausencia sólo acentúa su presencia, su existencia. En una suerte de ficha técnica de una de las obras se lee: “Tasa de Transferencia motriz: 067%. Nivel de autodeterminación 001%”. Inanimadas e incompletas... ¿Quién mueve los hilos de estas marionetas? “Para mí, el título fue sólo un punto de partida. Cualquier cosa que haga a partir de esto puede quedar englobada en el poder, en ese mismo sistema de representaciones. Para mí el poder es el tema que puede englobar cualquier obra, cualquier relación, cualquier situación; sea una obra de teatro o una pintura, siempre está el poder.”
Si el uso de las marionetas como metáfora del poder es bastante obvio, lo cierto es que estos seres de madera, inanimados pero animables, enfrentados con los dibujos y los calcos resultan tan ambiguos como atractivos: todos juntos, enfrentados entre sí, expectantes y autistas, no constituyen tanto una familia como las piezas de un juego, un juego de poder que los excede, un poder que se vuelve omnipresente, pero que en definitiva sólo está latente, ya que las marionetas necesitan, para moverse, que algo o alguien las mueva. Su aprendizaje durante seis años con Enio Iommi (orfebre y escultor, integrante del grupo de artistas concretos en los cincuenta) se conjuga con su manejo del lenguaje de los iconos. Lo artesanal y lo conceptual confluyen con naturalidad. “El juego dialéctico entre lo bidimensional y lo tridimensional, ese momento entre los dos elementos, el plano, el dibujo y el objeto, eso es para mí lo más importante.”
Cambariere (1973) señala que las marionetas “pertenecen a una familia tipográfica”. Hay que tener en cuenta que en diseño gráfico una familia es una familia tipográfica. No se trata entonces de una familia de humanos ni de humanoides sino “de una familia tipográfica, o una familia de autos: hay ciertos patrones en común, hay ciertos módulos, ciertas constantes y ciertas variables”. Se trata entonces de un ejercicio: partiendo de un dibujo inicial (que ocupa un lugar central en la instalación), se llega a una serie de dibujos, que a su vez se vuelven de marionetas de madera.Pero, aunque van mutando, no hay ningún Pinocho: ninguna deja de ser una marioneta. Imposible ver las marionetas y, con ese título, no pensar en lo mediático: Cambariere trabaja para el cuarto poder y, como suele recordar en sus escritos Paul Virilio, el término “mediatizado” quería decir en su origen verse privado de derechos como el de la libertad de movimiento.
Para el titiritero, su paradójica situación no es un problema. “Para mí hay una evolución lógica, con respecto a lo que estuve haciendo en los últimos años, que me parece vertiginosa, y la verdad es que me impresiona mucho comparar esa situación con los músicos pop que pueden estar durante 30 años haciendo lo mismo”, dispara sin aclarar a quién se refiere, aunque desde el No su panorama es tan amplio como negativo. “El laburar como diseñador me da una libertad enorme para trabajar en la plástica. Para mí eso es genial y creo que ha sido fundamental en la evolución del trabajo, ya que no estás obligado a tener que venderlo. Tenés otros tiempos.” Esa libertad para tomarse sus tiempos nos lleva a su años en la Escuela Nacional de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón, instructivo contacto con el poder de la imbecilidad: “En la Escuela, cuando entrás te quieren hacer creer que porque aprobaste el examen sos un genio, sos una especie de Leonardo Da Vinci, que domina todas las artes y todas las ciencias. Esto lo he escuchado dicho por un profesor en clase. A su vez, por ser diseñador yo sentía que no me tomaban en serio, y de hecho, aunque era ayudante de Iommi, que es un artista grosso, me trataban como una especie de mercenario que usaba el arte para fines poco dignos. A la vez, mis compañeros no sabían nada, sólo habían llegado hasta el Renacimiento, no sabían ni lo que era la Bauhaus. Cuando hice el curso de ingreso a nadie le interesaba el manifiesto suprematista de Malevich ni el dadaísmo, que era lo que a mí me más me interesaba en ese entonces. Y ojo que tampoco conocían ni se interesaban por los artistas argentinos”. Otra pasión que surgió con el tiempo: “Siempre fui una gran fanático del arte moderno, pero hace un par de años fui al Louvre y me enamoré del arte medieval. Había una idea comunicacional, publicitaria, marketinera, sin que esto suene despectivo, muy clara, y un trabajo fascinante”. Y aunque le fastidie ese “estricto patrullaje de frontera sobre qué es arte y que no es arte” y dude de que “el arte como vanguardia haya existido alguna vez” y piense que “probablemente la vanguardia siempre haya estado asociada con la guerra”, el autor de este Ensayo sobre el poder no pudo finalmente evitar caer seducido por el, aún hoy, misterioso y peligroso Poder del Arte. Dice el artista: “En el manifiesto suprematista, Malevich, cuando pinta el cuadro Blanco sobre Blanco, dice que la gente que no ve la sensibilidad de ese cuadro y dice que es feo, o que es algo que puede pintar cualquiera, tampoco entiende el valor artístico del Moisés de Miguel Angel. Yo creo que esa batalla el arte moderno la ganó durante el siglo XX, que la terminó de ganar en la década del sesenta, con Warhol y demás. Yo creo que a esta altura esto ya se dio vuelta. Yo lo noté cuando buscaba galería: me di cuenta de que muchas galerías que a mí me gustaban me rechazaban porque veían que había mucho trabajo, que estaba bien hecha, que funcionaba, que tenía cierto sistema. Y eso causaba cierto rechazo”. El culpable de esto es, sin dudas, el gran Enio Iommi. “Enio es el gran trabajador. Enio toma el trabajo casi como una forma de oración; de hecho, él siempre tuvo la costumbre de barrer todo el taller antes de empezar a trabajar.”
“Cuando estaba trabajando con Enio tenía una saturación de la exposición, porque al ser ayudante de Enio yo lo ayudaba a él, armaba todo y también estaba bueno, porque significó un aprendizaje, pero en un punto llega a ser un garrón, porque me pasaba todo el tiempo haciendo eso.” Lo que cuesta, a veces, vale: hoy en día, el cuidado artesanal con el que están hechos estas marionetas es sin dudas uno de los elementos distintivos de sus obras. Lo mismo se puede decir del uso de la madera,que le termina quitando a las marionetas toda violencia conceptual: los nudos de la madera, el corte de la sierra, el uso de los clavos como sistema de enlace, y la propia madera convertida a esta altura en “el último material noble” le dan también un cierto nivel de rusticidad. Pero, por otro lado, estas “marionetas de síntesis” (como las llama Alan Pauls en el catálogo) no son simples marionetas. “Obviamente que mi trabajo plástico siempre estuvo marcado por mi trabajo como diseñador. Honestamente, yo trabajo siempre de la misma manera, cuando hago la tapa de un disco, la tapa de un suplemento, una revista o mis esculturas. Para mí tiene tanto valor una buena tapa como una buena obra. Es algo que me tiene muy confundido hasta el día de hoy.” Sea como sea, el concepto de esta instalación de objetos no resulta confuso. Cambariere tiene claro por dónde pasa su búsqueda, y, desde el título, queda claro que sabe cómo hacer reflexionar a sus marionetas. “Me divierte que sea híper conservador, por el uso de un material noble, por el trabajo artesanal, por lo minimalista y también por lo primitivo, que a la vez es moderno porque tiene un nivel de síntesis que me recuerda las primeras experiencias importantes que tuve con la música electrónica, en el ciclo Pistas que se organizó en el Morocco, con unos Djs alemanes. Yo busco por mi lado ese primitivismo, ya sea desde el cubo o desde el minimalismo.”
Y en definitiva, así como hay una mirada que invita a pensar en el poder y que descubre a Duhalde en una marioneta con cabeza grande y mirada autómata y a Menem en otra marioneta con patillas de clavos y boca móvil, los chicos se ven atraídos por las marionetas como juguetes, juguetes artesanales, bien hechos y “lindos”. El poder de jugar, o la libertad de jugar con las marionetas le dan nuevas dimensiones a este “ensayo”.
“Yo creo que uno es tan libre como se lo permite su intelecto, o por lo menos ésa es la sensación que tengo. Yo te puedo dar un lápiz y una hoja en blanco y tal vez tu reacción pueda ser la de protestar porque no tenés colores, y sin embargo la cantidad de cosas que podés hacer es infinita. En la facultad pasa mucho: la gente protesta todo el tiempo; se les pide que hagan un ejercicio en blanco y negro y en formato A4 y enseguida saltan un par protestando: ‘Eh, no me das libertad’. La libertad no existe y a la vez existe todo el tiempo, es como la teoría del infinito, es más para adentro que hacia afuera. Para mí, por más que no tenga la plata para hacer un libro o para hacer una exposición más grande, la libertad que tengo es total.” Y, aunque afirme que la muestra “es un acto de narcisismo”, no se encuentran, por lo menos en la apariencia, tics de artista en Cambariere. “Yo estoy en contra de la figura del artista. El año pasado, con unos amigos jodíamos y hacíamos apuestas de cuánto iban a tardar en aparecer obras con los cartoneros. Y ya el año pasado hubo 14 mil esculturas, instalaciones. A mí me parece muy hijo de puta eso. ¿Qué te va a conmover más que un tipo que está revolviendo la basura para comer? Si vos vas y hacés una obra de eso de plástico, me parece que sos un nabo.”
Ensayo sobre el poder
puede verse hasta el 1º de marzo en
Elsi del Río (Arévalo 1748),
de martes a viernes de 15 a 20
y los sábados de 11 a 14.