PERSONAJES > LAS MUñECAS Y LOS COLLAGES DE CARMEN BURGUESS
Cuando se fue a España en 2006, había sido parte de la banda Mujercitas Terror. Allá, empezó a filmar y creó la banda Mueran Humanos. Sus instalaciones, muestras y shows les valieron una reputación en el under barcelonés. Y ahora, sus muñecas y sus intervenciones gráficas, que causan furor en Internet, sólo vuelven cada vez más conocido lo que late en ella hace muchos años: el mundo alucinante que un día descubrió en San Telmo.
› Por Mariana Enriquez
Carmen Burguess dice que siempre tuvo visiones, que se le presentan “naturalmente”. Que tuvo una infancia alucinatoria en San Telmo junto a su hermano Justo, donde construían mundos/sets en su cuarto, donde las muñecas eran juguetes –pero podían ser otra cosa–. En Buenos Aires, Carmen solía tocar el teclado con la banda Mujercitas Terror. Pero en 2006 se mudó a Europa. Llegó a Barcelona hecha pedazos, “con un dedo del pie aplastado de la noche anterior, que fue mi fiesta de despedida”. En el aeropuerto conoció a Tomás Nochteff, músico argentino errante que supo editar discos admirados por el under local, además de un recordado fanzine llamado Mueran Humanos. Así se llama la banda/dúo que Carmen forma con él: es que no se separaron más desde ese encuentro en el aeropuerto. Y el principio de la vida juntos fue puro encierro en el dorado verano catalán: “Estuvimos mucho tiempo creando nuestro mundo, por unos años apenas salíamos o mostrábamos lo que hacíamos. Mueran Humanos es el punto de intersección entre mi mundo y el de Tomás. No empezamos como un grupo de rock. Cuando empezamos a vivir juntos en una ciudad soleadísima como lo es Barcelona, nos pasábamos el día encerrados, yo filmando películas y Tomás tocando. En ese momento no teníamos un proyecto de banda de rock, estaba todo más mezclado. Así fue que debutamos con una instalación que se llamó ‘El Funeral del Cadáver Luminoso’. Fue la primera muestra de nuestra unión ante un público. Fue más que raro. Había un ataúd y una voluntaria adentro ejerciendo el rol de muerta. El ataúd estaba abierto y lleno de luz que atravesaba desde el fondo el vestido de la chica y resplandecía hacia fuera. De cada lado formando una cruz estábamos nosotros, cada uno tocando su instrumento. Una cámara capturaba la escena desde los pies de la muerta y a su vez se proyectaba en la pared de fondo lo que tomaba la cámara. Así se formaba el efecto feedback (el mismo que se ve al enfrentar dos espejos) que nos daba una multiplicación infinita de la escena en dirección imposible a través de la pared de fondo, el camino de la muerta. La música era más abstracta. Con el tiempo nos enganchamos con hacer canciones. Los shows son diferentes entre sí, porque nuestros temas tienen una estructura abierta. No sabría decir cómo son nuestros shows, pero entramos en una especie de éxtasis. Algunos lo llaman divertido; otros se quedan re serios: para mí es sexo e hipnosis”.
A uno de los shows de Mueran Humanos fue el escritor Javier Calvo. El contactó a Carmen con Mondadori, y ella acabó ilustrando la tapa de su novela Corona de flores. Y después, ilustraciones de pequeñas muertas para un cuento de Mathias Enard en la revista Quimera. Influencias del surrealismo pop de Los Angeles (Ray Caesar, Mark Ryden), también de Edward Gorey, pero con un toque personal ensañado, hormonal, esotérico.
Una mañana, en Buenos Aires, a Carmen Burguess la chupó Alicia en el país de las maravillas. No es un eufemismo: “Iba por más de la mitad cuando lo volví a abrir. No llegué a leer dos líneas y mi espíritu comenzó a ser aspirado hacia las páginas, literalmente. Durante un instante disfruté del vértigo pero inmediatamente mi lado normal me impulsó a cerrar el libro y salir corriendo a la calle. Corrí hacia donde hubiera gente, me subí a un colectivo en cualquier dirección y me bajé a las dos cuadras. Corrí una vuelta manzana, miraba todo tratando de distraer el terror. Durante dos años me lamenté por haber cerrado ese libro, cada vez tenía más claro que lo que quería de la vida era justamente lo que mi lado normal había evitado al cerrarlo. Hay túneles por donde ir”.
Y en esos túneles aparecen compañeras. Como las muñecas y las mujeres de sus collages, con sus rostros destrozados y sus cuerpos retorcidos, alguna vez bellas quizá. “Las muñecas son alguien. Cuando encuentro una puedo ver enseguida quién es ese alguien. Me las llevo. Si me cae bien la dejo libre por la casa y si me cae mal la ‘modifico’ y pasa al staff de ‘Mutiladas’.” Las muñecas que usa para las esculturas fueron, por lo general, encontradas en la calle. “La mayoría de los objetos los encontré en la basura cuando vivía en Barcelona –ahora vivo en Berlín–. Por ser más bien pobre tengo desarrollado el chip de encontrar las cosas de valor que tira la gente. En Europa la basura es color de rosa. No es ‘basura’. Recuerdo una foto que vi de unos niños en Africa: muchos niños sobre una montaña de basura; uno de ellos sostenía un brazo humano descompuesto y miraba a la cámara. Mis hallazgos serían el extremo opuesto de esta experiencia.”
El trabajo más impactante de Carmen Burguess hasta el momento está a tres tapas de llegar a su conclusión. Se trata de una modificación serial de portadas de la revista Seventeen, tan brutales que ya recorren Internet, linkeadas por sitios que encuentran diamantes en la red. “Hubo mucha saña durante el proceso de trabajo en cada una de ellas. Hubo recuerdos de rencor incandescente y deseo puro de lastimar la cara de alguien. Un odio medio generalizado, abstracto, inclinado al mundo femenino. Sin saña no podrían haber sucedido.”
¿A cuál de los mundos femeninos está dirigida esa saña? ¿El de las revistas, el consumo “de belleza”, esa construcción dirigida de lo que es ser una mujer?
–La calle está llena de mujeres realmente enfermas en su búsqueda de conseguir ser replicantes. Algunas viven la estética desde un lugar directamente monstruoso sin darse cuenta. Tonos de maquillaje incorrectos y peinados que parecen problemas craneales. Expresiones tan rígidas como la foto de la que fueron tomadas. Lo que yo hago con la estética de la moda femenina es ponerle lo que me parece que le falta, modificarlo. Mi odio va dirigido al mal entendimiento de lo que es la belleza y a la poquísima aceptación de variedad que hay en el mundo. La fotografía de moda es aburridísimamente reiterativa. Están de moda los gestos de vacuidad y aburrimiento. La monstruosidad existe y como artista yo estoy de ese lado. Y de esto se tratan mis portadas de Seventeen.
Para ver y escuchar a Carmen Burguess se puede visitar
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