Domingo, 19 de diciembre de 2010 | Hoy
DESPEDIDAS > ADIóS A BLAKE EDWARDS (1922-2010)
Murió Blake Edwards, y sólo la ecléctica lista de películas, guiones y personajes que le deben la existencia puede dar una idea de su trabajo: joyas como La Pantera Rosa, La fiesta inolvidable, Desayuno en Tiffany’s, Victor/Victoria, series de televisión como Mr. Lucky o Peter Gunn, melodramas, parodias, comedias, éxitos de taquilla como Operativo Faldas y 10, la mujer perfecta, una remake de Truffaut, y hasta la posibilidad de que Henry Mancini compusiera algunos de los scores más recordados de las pantallas.
Por Alfredo García
Antes de convertir a Peter Sellers en el actor indio que luego de arruinar el principal decorado de una especie de remake de Gunga Din, convierte en un caos la fiesta en la casa del productor nuevo rico de La fiesta inolvidable (The Party), Blake Edwards ya había hecho de todo, sobre todo en televisión, medio que fue el primero que lo vio asociado con una fuerza creativa esencial en su carrera, Henry Mancini. En efecto, ya en series de TV como Mr. Lucky o Peter Gunn, la colaboración con Edwards logró que Mancini, músico de Orson Welles en Touch of Evil y de Howards Hawks en Hatari, diera dos de los mejores temas en la historia del thriller televisivo. Edwards siempre tuvo especial afecto por todos sus éxitos –a los que no dudaba en exprimir hasta la última gota, como luego sucedió con la saga del Inspector Clouseau–, por ejemplo la serie Peter Gunn, sobre un detective fan del jazz, también tuvo primero una versión para la pantalla grande, Gunn, con Craig Stevens volviendo a repetir su personaje de TV. Peter Gunn hasta tuvo una remake en formato telefilm a fines de los ‘80, con Blake Edwards, que además de director y guionista también era un afilado productor, adaptándose a la era del mercado del videohome.
La mezcla y parodia de géneros fue siempre su especialidad, ya desde su primer gran éxito para el cine, Operation Petticoat (Operativo Faldas) con Tony Curtis y Cary Grane al mando de un submarino pintado de rosa (lo que dio lugar a que éste fuera el título con el que se pasaba en la Argentina en las tardes de cine de súper acción) y repleto de enfermeras cachondas. A comienzos de la década de 1960 Edwards hizo dos de sus mejores films, curiosamente dos joyas con las que el público cinéfilo no lo suele asociar inmediatamente, como si, por ejemplo, Desayuno en Tiffany’s (llamada acá Muñequita de lujo) fuera mérito de Audrey Hepburn o de Truman Capote (autor de la novela original brillantemente adaptada al cine) o hasta de Henry Mancini, autor del insuperable “Moonriver” o de “Blues for Cat”, del alucinante score lounge, o de cualquiera involucrado en el film menos el director y productor, tal vez porque en este caso no se desenvolvió como guionista, aunque su firma se puede apreciar a lo largo de todo el guión.
David Lynch se declaró fanático de un film de Edwards de 1962 que es recordado menos de lo que debería: Experiment in Terror (El mercader del terror), al punto de hacerle expresos homenajes en secuencias de su serie Twin Peaks y en el film Corazón salvaje. En Experiment in Terror Glenn Ford desarrollaba un extrañísimo esquema de chantaje consistente en aterrorizar a muerte a Lee Remick, empleada del banco donde el criminal quiere conseguir un suculento botín. El slogan publicitario prometía dos horas de suspenso electrizante, y realmente ése era el resultado de este formidable thriller con otra de las grandes composiciones de Mancini asociando el jazz al suspenso.
Luego de este policial, Blake Edwards se lanzó al melodrama con Días de vino y rosas (Days of Wine and Roses) donde Lee Remick ahora sufre no a un criminal, sino a un alcohólico encarnado –brillantemente– por Jack Lemmon, en una historia tal vez excesivamente melodramática de los problemas de compartir la pasión por un mismo vicio.
Tal vez fue por sumergirse tan profundamente en la angustia, o simplemente por los avatares del show business, pronto Blake Edwards estaba casi totalmente dedicado a la comedia. Aunque luego de su muerte los noticieros argentinos lo asociaron sistemáticamente al dibujo animado de los títulos del film The Pink Panther, lo cierto es que el director prácticamente no tuvo nada que ver con el cartoon en sí mismo, aunque no dejó de aprovecharlo en las sucesivas secuencias de créditos de la saga del Inspector Clouseau, empezando por el film La Pantera Rosa, donde el diamante a robar por David Niven era la pantera que le daba título. Más allá de la calidad de la primera entrada en esta saga interminable, la mejor sin duda es la primera secuela, A Shot in the Dark (Un disparo en la sombra) con escenas que son un ejemplo de gags bien construidos hasta lo genial como las andanzas de Clouseau en un campo nudista, con un Peter Sellers brillando como nunca, quizá sólo superado en otra colaboración con Edwards, la ya mencionada La fiesta inolvidable (1968) que aparte de haber sido un éxito comercial en todo el mundo, fue especialmente redituable en la Argentina, donde desde el momento de su estreno prácticamente no dejaba de reestrenarse año tras año hasta bien iniciada la década de 1980.
Aunque se ha acusado a Edwards de exprimir a Clouseau y a Sellers (también hizo un Clouseau con Alan Arkin, en el film homónimo totalmente olvidado) lo cierto es que varias de esas secuelas, si bien nunca a la altura de las dos primeras, estaban plagadas de escenas divertidas y siempre se pueden ver muy amablemente.
Muerto Peter Sellers, vendrían los años de dedicarse a su segunda esposa, Julie Andrews, novicia rebelde que mostró toda su audacia y sofisticación al protagonizar comedias como 10 (La chica 10), con Bo Derek y Dudley Moore, la transgresora SOB (por Son of a Bitch, aunque acá la dieron toda cortada y le pusieron Se acabó el mundo) y sobre todo Victor/Victoria, con una Andrews cambiando de género hacia lo masculino en una remake de un viejo film alemán. Edwards no tenía miedo a lucir inferior ante un film original si le gustaba la idea, por eso no tuvo reparos en hacer una remake del Truffaut de El hombre que amaba a las mujeres, cuya versión hollywoodense estuvo a cargo de Burt Reynolds, y no es nada mala. Igual que muchas de sus últimas películas, que no tuvieron suerte con la crítica estadounidense, ni mucho menos con la Academia, que como siempre se la pasa salvando sus negligencias con los Oscar honorarios, pero que al menos tuvieron el reconocimiento merecido entre los críticos europeos, sobre todo films que anunciaban el final de una carrera, como el drama That’s Life o la melancólica comedia policial con algo de western Asesinato en Hollywood, cuyo titulo original, Sunset (“Crepúsculo”), lo dice todo.
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