PERSONAJES > LA IRRESISTIBLE DREW BARRYMORE
› Por Mariana Enriquez
“Me gustan las películas sobre chicas que son capaces”, dijo Drew Barrymore al explicar por qué debutó como directora con Chicas muy bravas (Whip It), la historia de una jovencita que encuentra su pasión en el roller derby, bestial competencia y deporte de muchachas sobre patines que se dan unos empujones descomunales mientras corren por una pista rodeadas de fans arengados. La protagonista es Ellen Page; su némesis es Juliette Lewis en un regreso magnífico, zarpado: a los cuarenta está más linda que nunca, ya definitiva y gloriosamente loca. Y haciendo un papel pequeño, de mujer que cuando se sale de las casillas rompe la boca de una piña o las caderas de un empujón, está Drew Barrymore, detrás y delante de las cámaras, haciendo un cuento de hadas-historia de iniciación que está francamente muy pero muy bien. Es otra producción de su compañía, Flower Films, que Drew dirige desde 1995, cuando tenía nada más que 25 años.
Drew Barrymore, a los 36, es la mujer más capaz de Hollywood, ciudad de la que es princesa vía su familia de actores, que además de un talento descomunal tuvo un gusto destructivo por la bebida y otros vicios. Basta ver a su abuelo John en programas de televisión, todavía elegante y atractivo, pero destrozado por el alcohol, incoherente, penoso, tristísimo. Ella empezó con muchos problemas también. Fue una estrella infantil, arranque por lo general desventurado en el negocio. Fue Gertie en E.T., esa deliciosa niña rubia; Steven Spielberg, el director, es su padrino. Después fue Charlie en Firestarter, una película de terror basada en una novela de Stephen King. Estaba extraordinaria: Drew Barrymore era una gran actriz infantil. Pero pronto todo se fue al demonio, a los trece años Drew ya era alcohólica, fumadora y adicta a la cocaína, su padre (John Barrymore Jr.) la había abandonado y su madre la usaba sin escrúpulos al punto que la niña paseaba su desdicha por los bares (¡a los 13!) tomando merca con los descarriados hijos de Sofia Loren. A los 14 intentó suicidarse. A los 15 estaba en rehabilitación y publicaba Little Girl Lost, su extensa autobiografía. Extensa. A los 15.
Y entonces venía una parte igualmente difícil: cómo escapar de dos maldiciones, la de los Barrymore y la de las estrellas infantiles. Al principio, Drew lo intentó con personajes de adolescente descarriada, en vena autorreferencial: Gun Crazy, La historia de Amy Fisher, Poison Ivy. Le fue relativamente bien. Al mismo tiempo se convertía en una mujer hermosa, de sonrisa soleada, y una cara antigua, de boca en forma de corazón. A los 17 posó desnuda en Interview, fue la cara de una memorable campaña para Guess? y se hizo íntima amiga de Courtney Love (Drew es madrina de Frances Bean Cobain). A los 20 posó desnuda en Playboy. Era extraordinaria, con los ojos verde ámbar y el pelo rubio corto, una cintura mínima y esa sonrisa. Ese mismo año le bailó y le hizo un topless para su cumpleaños a David Letterman, uno de los mejores momentos de la historia de la TV. Mientras tanto, se casaba y descasaba con cantidad de muchachos olvidables.
Y a mediados de los ‘90 le encontró la vuelta. Drew, a quien todo el mundo consideraba incapaz de todo candor, decidió interpretar heroínas románticas. No tontas eh, tontas jamás: chicas de fantasía. Chicas a las que todo les sale bien. Chicas que florecen. ¿Las chicas que quería ser? En 1998 hizo Ever After, su versión de la Cenicienta. En 1999 debutó con Flower Films en Jamás besada –una Cenicienta de high school– y produjo el clásico indie Donnie Darko de Richard Kelly. En el medio se divirtió con un cameo en Scream y cantó en Todos dicen te quiero de Woody Allen. Fue una chica a la que amaban incondicionalmente, aunque se olvidaba del enamorado cada día en 50 First Dates; fue Dylan, la más bestia de Los ángeles de Charlie, el gran superéxito de su compañía; filmó con los Farrely Fever Pitch y volvió a posar desnuda para Rolling Stone: tan hermosa como a los 17 pero distinta, no tan delgada, más deseable, siempre orgullosa, ¡y esa sonrisa! El año pasado, su debut como directora le trajo buenísimas y sorprendidas críticas (siempre queda algún desconfiado) y el 2010 su primer Globo de Oro como actriz por su interpretación de Edie Bouvier en la versión de HBO de Grey Gardens. Recibió el premio diciendo que estaba yendo a la ceremonia desde los siete años. Estaba elegante, imperial, ella que puede ser la chica más zaparrastrosa del brazo de su ex novio, Fabricio Moretti, de The Strokes. Ella que puede ser todas, y todas quieren ser Drew Barrymore, una chica nacida y criada en la industria con algo de dureza callejera, algo de hippy de Venice Beach, algo de realeza, algo de reventada, algo de groupy de backstage, de empresaria, de jefa, de rockera, de niña bonita y mujer peligrosa. Y esa sonrisa.
Chicas muy bravas, el debut como directora de Drew Barrymore, acaba de editarse en DVD, sin pasar por los cines.
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