CASOS > CRYSTAL RENN, ISABELLE CARO Y ANN WARD: LA ANOREXIA OTRA VEZ RECORRE LA PASARELA
› Por Soledad Barruti
A comienzos de diciembre, con una expresión que va de la fría melancolía francesa a la tristeza de una huérfana italiana, 45 kilos y casi un metro noventa, la texana de 19 años Ann Ward ganó el concurso televisivo conducido por Tyra Banks (America’s Next Top Model), ingresando al mundo de la alta moda, donde la belleza es la búsqueda de un peso que sólo se logra con hambre. El mundo fashion celebró el hallazgo de su nueva criatura aunque padres, médicos y varios fans del show pusieron el grito en el cielo.
Unos días antes, detrás de un hermético silencio en la lejana ciudad de Tokio, a los 28 años y con apenas un poco más de 30 kilos, moría Isabelle Caro, la modelo francesa sin pelo ni dientes producto de una avanzada anorexia, que se dibujaba pecas sobre los pómulos para que quien la mirara desviara los ojos de sus ojos secos. Isabelle quiso volver a comer pero su cuerpo ya no asimilaba nada. Dejó una recordada campaña de lucha contra su enfermedad en 2007, cuando su imagen desnuda y desnutrida empapeló las calles de Milán, ciudad cumbre de grandes diseñadores, y un libro autobiográfico: La pequeña niña que no quería ser gorda.
Con la misma sincronicidad que regala la realidad en su entramado invisible, también en diciembre Harper’s Bazaar devolvía a la llamada modelo plus size (un talle más) Crystal Renn a la boca de todos acusándola de “estar flaca”. Ex anoréxica y actual vocera de un perdido equilibrio, sin dudas su “estar flaca” no daba la imagen de ninguna enfermedad, pero aun así sus kilos de menos fueron leídos como sinónimo de traición para aquellos que la habían aceptado y elegido gordita. Crystal, por su parte, salió a responder con gracia y elegancia mientras Vogue Paris (diciembre–enero) la mostraba magistralmente retratada por Tom Ford: vendada como una monstruita sexy recién operada, cargándose el exceso de cirugías plásticas que hay en la sociedad.
Crystal Renn es preciosa, y va por la vida sabiéndolo y haciéndolo notar. Chispeante, es una mezcla de pin up y musa del cine de oro. Morocha encantadora entre naïve y sofisticada, por momentos parece salida de un palacio, por otros que se acaba de bajar del Cadillac rosa con la que su abuela la llevaba a pasear por las calles de Miami. Rodeada por un Caribe propio va Crystal hoy como iba una tarde hace siete años cuando fue tentada por un cazador de talentos de una agencia (que ella prefiere no nombrar). “Me detuvo y me mostró una foto de Giselle Bunchen. La miré: tenía un ceñido vestido blanco posando contra un telón gris sin fisuras. Su piel era de oro y brillantes. Su pelo volaba con el viento, como si hubiera sido sorprendida por una brisa que le llegaba de una ventana abierta lejos del cuadro. Sus manos, sus ojos, las curvas de su espalda –-todo tan agraciado y expresivo–. Ella era fascinante. La vi y construí una nueva idea de perfección femenina. Luego él me dijo: ‘Esa podés ser vos’. Sólo me faltaban unos kilos menos”, escribió en Hambre, su autobiografía publicada a fines de 2009. Ahí Crystal cuenta cómo probó eso de no comer y vomitar y correr y correr hasta llegar a las orillas de la alta moda, tocarlas y un día horrorizarse de su cuerpo flaco y sin gracia tan al borde de la muerte. Entonces dijo basta. “Empecé a comer. Dejé de dar vueltas sin sentido en un aparato elíptico durante siete u ocho horas diarias. Dejé de estar obsesionada con sólo poder mascar un chicle sin azúcar por día. Me volví pesada. Gané kilos por docena y mis vestidos saltaron del talle 0 al 12. Pero honestamente no me importaba. Y acá está lo raro: pueden llamarlo loco o irónico o simple justicia perfecta, pero cuando dejé de hambrearme mi carrera se disparó.”
Crystal es hoy representada por la agencia Ford Models y es la modelo de su talla mejor paga del mundo. Viajó por todos lados, hizo tapas y especiales para las revistas más afamadas (la tríada de las Vogue: Italia, Francia y Estados Unidos, V, Vanity Fair), además de producciones y campañas y desfiles para Dolce & Gabanna, Chanel y Gaultier.
Pero nada es color de rosa. Si bien Crystal enamoró a fotógrafos, diseñadores y las difíciles productoras y editoras de moda, hasta sortear el tremendo “igual es hermosa”, la vara que la mide desde que compite en grandes ligas no es más flexible ni tolerante que la que tienen sus éticas compañeras. Porque si detrás de la imagen de toda modelo se lee la disciplina que aplicó sobre su cuerpo para volverlo tal y como debe ser visto, a ella se le exige no tener jamás una curva o un rollito de menos. Y si no es de forma natural se le agrega con retoque. Así, mientras que en Ann Ward el ángulo de la cámara, el talle de la ropa elegida, la luz y el fotoshop están aplicados para exaltar hasta lo imposible sus finas líneas que no dan ni sombra, en el caso de Crystal el morbo está puesto en mostrarla siempre un poco más excedida de peso de lo que realmente está (tanto es así que el mismísimo editor de Harper’s, cuando la conoció le dijo sorprendido: “Vos no sos gorda”).
Ante la inminente salida de la nota de Harper’s, donde se la ve preciosa pero se la discute como si hubiera salido con tres brazos, y con las frescas estadísticas que dicen que en Estados Unidos el 40 por ciento de las mujeres están infelices con su cuerpo, se armaron muchísimas notas de discusión. En una de esas, para CBS, Crystal habló de la contradicción que implicaba haberse alejado de la moda por no cuajar sanamente con un talle cero, haber vuelto como plus size y ser ahora criticada por estar un poco flaca para plus. “Sí, estoy más flaca pero porque empecé a hacer gimnasia. Después de ocho años de haberme recuperado me parecía saludable. Yo nunca voy a ser lo suficientemente flaca ni lo suficientemente gorda para nadie. Y soy feliz siendo lo que soy”, dijo apuntando una vez más a eso que a ella le sobra pero que tanto le falta al mundo de la moda: la belleza de una chica a la que la cámara ama porque sonríe y camina y se mueve segura sobre sus propios pies.
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