Dom 09.01.2011
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Himno de mi corazón

› Por Alfredo Garcia

La historia de Miguel Abuelo (1946-1988) es la historia del underground sixtie porteño, del surgimiento del beat, el rock y la psicodelia criolla, la historia de los años perdidos en Europa cuando aquí las cosas se pusieron feas, la historia de la explosión masiva del rock argentino en los ‘80, tal vez ya convertido en pop.

No hay mucho archivo visual de esa época, y el poco que hay, por motivos típicamente argentinos, no suele incluir a uno de los pioneros, tan indiscutible como habitualmente soslayado del rock argentino. De ahí que hacer un documental biográfico sobre Miguel Abuelo y las distintas versiones de Los Abuelos de la Nada sea casi una misión imposible. La película Buen Día, Día hace lo que puede por contar las correrías de Miguel Abuelo a como dé lugar, utilizando como hilo conductor la voz en off del cantante que surge de antiguas grabaciones de entrevistas periodísticas, y también de poemas que parecen recitados desde otra dimensión.

Es que aun en aquellos años locos parece que Miguel Abuelo vivía en su propia realidad paralela. Por algo cuenta que en un momento vivía encerrado en la piecita de una pensión –que alojaba a varios conspicuos pioneros del rock– intentando escribir un libro “empujado con cajones de vino”, nada menos que una “Historia universal de la realidad”. Luis Alberto Spinetta enfatiza esta cualidad del Abuelo de la Nada: “Nosotros no chupábamos ni nada, nos sentíamos vigilados de cerca por nuestros viejos. Pero este hombre, hay que reconocer, estaba siempre colocado, lo que desde nuestro punto de vista lo convertía en alguien como para reverenciar”.

Miguel Peralta no se sentía vigilado por nadie. En uno de sus relatos se define como un tipo violento. Algunos de los parroquianos de sitios como La Cueva, el Moderno, la Academia o La Perla explican que se mezclaba entre bohemios, artistas plásticos, músicos y lúmpenes sin que nadie supiera bien qué hacía, salvo enrollarse y enrollar a sus camaradas noctámbulos en alucinantes visiones filosóficas sorprendentes viniendo de alguien que era expulsado sistemáticamente de todo colegio público o privado. Otra vez es Spinetta el encargado de reconocer que sin esas visiones de Miguel Abuelo sus letras jamás habrían sido las mismas.

La voz en off de Miguel Abuelo asegura que un día le preguntaron: ¿Y vos qué haces? “Soy cantante.” Varios entrevistados explican que no había nadie más lejano al rock & roll que este tipo especializado en zambas, y al que muchos creían –tal vez por algún dicho suyo– venido del norte argentino, tal vez la provincia de Salta.

El seudosalteño, orinador de puertas de bares que obviamente le vedaban la entrada, no tenía la menor educación musical, y sin embargo sus primeros temas psicodélicos para el sello Mandioca, como “Diana Divaga”, son gemas ricas en arreglos musicales totalmente adelantados a su tiempo, probablemente los primeros en su tipo en aquel contexto el rock argentino de fines de los ‘60.

Un momento glorioso de la historia que cuenta el documental es el relato del propio Miguel Abuelo, con ayuda desde el presente de Pipo Lernoud, de cómo nacieron Los Abuelos de la Nada: “Fui a acompañar a Lernoud a registrar sus trabajos en la empresa Fermata de Ben Molar. Ellos se habían olvidado de mí, pero de pronto el señor Ben Molar me mira y me pregunta ‘¿Y vos qué haces? ¿Tenés un grupo?’. El mismo me dio la respuesta. Siempre fui un precursor (sic) de la verdad, pero la mentira siempre la tengo en la punta de la lengua, cuando hace falta... es una herramienta. Le dije que sí, y el tipo me preguntó ‘¿Cómo se llama?’. Mi computadora cerebral, que a veces anda demasiado rápido, buscó dentro mío y no encontró más que una frase del gran Leopoldo Marechal. En El banquete de Severo Arcángelo, un personaje le dice a otro: ¡Padre de los piojos, abuelo de la nada! El tipo hizo un clic, algo se contorsionó dentro suyo, y dijo: ‘Tienen fecha de grabación en el estudio de CBS’. Le di la mano y me mandé a mudar. Me encanta decir que Los Abuelos de la Nada nacieron de una mentira. Pero una mentira que se volvió verdad, porque finalmente somos gente de trabajo”.

Ahí la historia la cierra Pipo Lernoud: “Salimos de la reunión y Miguel me dice: ‘¿Ahora qué hacemos? No tenemos temas, no tenemos músicos, no tenemos nada!’. Yo le dije: ‘Bueno, vamos a Plaza Francia y buscamos, algo vamos a encontrar’. Y ahí el primero que encontramos fue Pomo. El fue el que nos trajo a los hermanos Lara y después trajo a Pappo”.

Esta historia es conocida, pero rara vez desde la propia voz de Miguel Abuelo. Hay otras no tan conocidas, y muchas las cuentan tipos cuya presencia como testigos de primera mano sirve para recomendar la película, como Alejandro Medina, Kubero Díaz, Jorge Pistochi (y su mascota, la perra Tuca), Daniel Sbarra, Miguel Cantilo, Gustavo Bazterrica, Cachorro López, Daniel Melingo y Andrés Calamaro.

Lógicamente, la segunda parte del film requiere menos artilugios imposibles dado que ya había tape y los Abuelos pop de hits como “El marinero bengalí” pueden verse en acción. En la primera parte del documental es sobre todo el hijo de Miguel Abuelo, Gato Azul Peralta, quien pasea a veces sin rumbo como imagen de estos relatos en off, y otras veces toma el mando del relato y se encuentra con viejos camaradas de farras de su papá, a quien define como “un genio y un desastre”. En un momento extraño Gato Azul se encuentra con el hijo de Pappo.

A lo largo de la película hay unos 20 temas, que a veces uno querría escuchar íntegros. Pero todo no se puede, esto es lo que hay, y como dice Kubero que dijo Miguel Abuelo: “Lo importante es que la comedia no decaiga”.


Buen día, día de Sergio Cucho Costantino y Eduardo Pinto, se puede ver en el Malba los viernes y sábados de enero a las 22 hs. Además, se proyectará el martes 11 a las 20 hs. en el CC Konex (Sarmiento 3131), donde después de la proyección tocará el Vasco Bazterrica la banda de sonido. A partir del próximo jueves 13, se estrenará en otras salas.

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