PERSONAJES > CAROLINA BANG, LA MUSA DE ALEX DE LA IGLESIA EN BALADA TRISTE DE TROMPETA
En medio del horror show franquista en que puede convertirse por momentos la troupe circense liderada por el oscuro payaso-tonto Sergio, desciende como una visión ella, la trapecista –la acróbata de telas, según se autodefine–; como una visión porque así es como la ve el otro payaso, payaso-triste, Javier, y también porque así, en un estado como de hipnosis y embelesamiento, es como la filma Alex de la Iglesia, que la ha convertido en su musa y en su novia. Se llama Carolina Bang y es la actriz revelación y los ojos claros más penetrantes de la nueva (y discutida) película de De la Iglesia, galardonada con los premios a mejor dirección y mejor guión en el festival de Venecia del año pasado y recibida con críticas y valoraciones encontradas en su estreno local el jueves pasado: Balada triste de trompeta.
Y ése, tan onomatopéyico, es el apellido real, de verdad, no artístico sino noruego de Bang, que como un tiro cambia de peluca una vez por escena, y cada color nuevo de pelo la hace un poco más hipnótica. Lo que no deja de ser una de las apuestas más sádicas de una película desprovista premeditadamente de toda sutileza, es decir, que la chica sea tan linda y tan complicada como es. Balada triste de trompeta arranca en 1937 con unos militares masacrando a toda una comunidad circense que se resiste a entrar en la Guerra Civil y continúa en un espantoso 1973 en el que el circo de los payasos tristes y tontos y por encima de todo siniestros, parece funcionar como una suerte de reflejo de la sociedad franquista: atenazada por el miedo, aturdida por la violencia, capaz de presenciar las peores vejaciones y las humillaciones más atroces cometidas sobre otros sin mover un dedo. (Que nadie diga que esto es una sobrelectura del film: el propio De la Iglesia, autor del guión, hace decir a uno de sus personajes que los integrantes del circo están tan mal de la cabeza como la sociedad española). La parte más compleja le toca, en este panorama, a la propia Bang: Natalia, su trapecista, vive atada al payaso Sergio por una relación contradictoria; sometida a sus incesantes maltratos y sus frecuentes golpes, exponiéndose a menudo y a la vez sin poder o sin decidirse a abandonarlo. En ella la mitad de la crítica ha querido ver la fatal alegoría de la España de la transición que propone la película; y por este papel Bang fue nominada al Goya como actriz revelación.
Mientras que por acá quienes vean Balada triste... (título que referencia una canción nacida como “Ballata de la trompa” a principios de los ‘60, y más tarde grabada por Estela Raval y por Raphael en una de sus versiones más populares, que es citada en el film) esta semana saldrán seguramente, además de aturdidos, preguntándose quién es esa chica. Y quién es: antes de ser la novia de Alex de la Iglesia, con quien ya había filmado en 2008 una divertida sitcom de ciencia ficción titulada Plutón BRB Nero (en la que ella interpretaba a una cyborg más polenta que la Terminatrix de Terminator 3, y de la que puede verse parte en Internet, o descargarse sin pagar y sin culpa, considerando que De la Iglesia no está del todo en contra de esa modalidad), había hecho poco y nada como actriz; poco después interpretó un papel en la adaptación ibérica de Los exitosos Pell$ y ya ha filmado lo nuevo de su director-descubridor, La chispa de la vida. Con apenas 25 años, llegada de Tenerife a Madrid para estudiar actuación y arquitectura (“por las dudas”, le impusieron mamá y papá mientras le pagaban los estudios artísticos), se muestra modesta en las entrevistas, dice que se la banca si los productores y directores de casting la toman por rubia linda y tonta si eso le da trabajo (y que ya tendrá oportunidad de desmentir la última parte de ese encasillamiento, y tiempo para extrañar la primera) y se muestra dispuesta a trabajar en todo tipo de películas y series –porque todavía está pagando derecho de piso–; declara su fanatismo por películas como Corazón salvaje y El Padrino, su admiración por Katharine Hepburn, y se deja fotografiar para las tapas de las revistas de su país que demuestran lo espectacular que puede llegar a estar. Más que un tiro, una bomba.
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