Domingo, 4 de septiembre de 2011 | Hoy
MúSICA >JOIN US, LO NUEVO DE THEY MIGHT BE GIANTS
Después de una temporada que incluyó Grammys y canciones para series de TV y hasta trabajos para Disney, un momento, digamos, profesional, el dúo de los hijos adoptivos de Brooklyn Johns Flansburg y Linnell decidió volver a las fuentes en su disco Nº 14, Join Us, que los reencuentra con el secreto de su alquimia: el sonido económico, los recovecos de sus melodías y el genio e ingenio de sus letras.
Por Rodrigo Fresán
(Desde Barcelona)
En el principio fue la frase: “Deben ser gigantes”, le dice Don Quijote a Sancho antes de cargar contra manchegos molinos de viento. Después fue el título de una muy buena y curiosa película de 1971 con George C. Scott y Johanne Woodward en la que el primero era un millonario londinense y contemporáneo convencido de ser Sherlock Holmes y la segunda su terapeuta que, de pronto watsonificada, acababa creyéndole. Y, por fin, hace casi treinta años, nombre de dueto en banda amado por sus seguidores, respetados por la crítica, y –contra todo pronóstico, como un equivalente sónico de los Hermanos Coen—expertos en el arte de caminar sobre la fina línea que separa a lo cult de lo cool, al mainstream de lo indie, a lo pop de lo popular. El secreto a voces y melodías –como queda más que claro pero, aún así imposible de clarificar del todo—vuelve a hacerse evidente en Join Us, su álbum número catorce y algo así como un retorno a sus raras raíces de planta carnívora a la vez que vegetariana. ¿Cuál es el secreto en cuestión? Fácil y difícil: parecerse única y exclusivamente a una banda que sólo se parece a sí misma y se llama They Might Be Giants.
Muchos –me incluyo—descubrieron a los Juanes, a los nativos de Lincoln, Massachussets pero hijos adoptivos de Brooklyn Johns Flansburg y Linnell a través de tres video-clips inolvidables: el histérico e hiperkinético “Don’t Let Start”, esa bizarra canción de amor en llamas para alguien en el otro extremo del planeta llamada “Ana Ng”, y aquella otra que sólo puede definirse como una suerte de éxtasis místico que es “Birdhouse in Your Soul”, recientemente rescatada para una publicidad de zapatillas. Una y otra y otra más salían del debut They Might Be Giants (1986), del magistral opus dos Lincoln (1988) y del tercer ojo de Flood (1990). Allí –y en el siguiente Apollo 18 (1992)—este dúo dinámico con drum-machine parecía haber destilado el atletismo nerd de Buddy Holly con lo más freak de los Talking Heads para combinarlo con la duración de jingles lisérgicos refinados en sótanos de Madison Avenue y la torrencial poética en prosa de Thomas Pynchon. Así, no demoraron en crecer a religión para connaisseurs (se recomienda mucho el documental Gigantic: A Tale of Two Johns de A. J. Schnack, del 2003, para apreciar la intensidad de la relación con sus fans) sin privarse de hacer bromas divinas: conciertos con la participación del público, un número de teléfono de Brooklyn (pago, sí, pero “gratis si llamas desde el trabajo”) donde te cantaban tonadas exclusivas y, casi enseguida, el aprecio y respeto de las tropas del marketing de corporaciones multimillonarias.
Lo que molestó un poco a varios puristas y seguidores de la primera hora: a partir del muy meritorio John Henry (1994) y siguiendo en Factory Showroom (1996) y Mink Car (2001), la composición minimal del combo crecía a quinteto fijo y a canciones más convencionalmente raras que raramente convencionales. ¿O era al revés? ¿Importa? Lo cierto es que en algún momento, They Might Be Giants deciden que han estado componiendo para adultos infantiles y deciden ver que pasa –la modificación de la fórmula es mínima pero decisiva—si se ponen a escribir para infantes adultos. El punto de inflexión es No! (2002) y es una obra maestra que los conduce directamente a grabar el tema de la serie Malcolm in the Middle (con el que ganan un Grammy) y una indispensable en todo hogar trilogía didáctica demencial para la Disney –Here Come the ABC (2005), Here Comes the 123s (2007, otro Grammy por lo que le dedicaron al número “Seven”) y Here Comes Science (2009)-- con la que empiezan a colaborar asiduamente en diferentes proyectos. Además, musicalizan campaña para la Dunkin’ Donuts, colaboran con varios proyectos de Dave “McSweeney’s” Eggers, rechazan sus canciones para la versión fílmica de la Coraline de Neil Gaiman por considerarlas “no lo suficientemente siniestras” y acuden a todo sitio donde se los necesite. En este contexto, los muy nobles The Spine (2004) y The Else (2007, co-producido por los Dust Brothers) podían llegar a parecer demasiado pulidos y profesionales y hasta previsibles en su falta de ortodoxia. Pero estaba claro que había ganas de ser los que nunca dejaron de ser, pero de un modo más liviano y espasmódico y sorpresivo y primario. Una pista del retorno a las fuentes fue la edición limitada de Venue Songs (2005), recopilando cuarenta y seis canciones brevísimas grabadas en directo y dedicadas y tratando sobre todos y cada uno de los teatros y clubes donde tocaban. Ahora, Join Us –ya desde su título—invita a la unión, a la reunión, a volver a empezar sin nunca haber terminado.
Revolver revolviendo volviendo.
Y la imagen de la cubierta es una elocuente definición de intenciones: un vehículo fúnebre convertido en uno de esos monster-trucks pisoteador de estadio con neumáticos anabólicos pintado de color rosa Warhol. Adentro, dieciocho tracks de rimas muy adultas y, sí, suficientemente siniestras girando alrededor de dos temas recurrentes: el fin del amor como muerte en vida y el fin de la vida como la muerte del amor. Los títulos de las canciones son más que ilustrativos en ambos sentidos: la simon&garfunkeliana “Old Pine Box” (“Llamaron a tus conocidos pero declinaron la invitación / Llamaron al club de fans pero habían renunciado / Dejaste tu auto en un campo y varias preguntas detrás de ti / Tu mamá piensa que estás loco / Tú, vieja caja de pino” ), “When Will You Die” (“Eres loca / Eres mala / Destruyes todo lo que tocas y eres una sociópata / Hay sólo una cosa que todos se preguntan / Y es cuándo morirás / Los escolares se quedarán en casa y todos los bancos cerrarán / Y cada años marcaremos la fecha a celebrar / Cuando morirás”), “Judy is Your Viet Nam” (“Judy miente pero tú le crees / Ella es la tormenta antes de la calma / Judy es la gran engañadora / Judy es tu Viet Nam”), “Protagonist” (“Ella me robó mis sueños despiertos / Ella me robó mi guitarra de aire”), la todavía ilusionada pero justo a punto de la desilusión “Never Knew Love” y el cierre de “You Don’t Like Me” que puede, también, interpretarse como una oda a todos aquellos a los que nunca les gustó y jamás les gustará They Might Be Giants: “Puedo ver el futuro como si estuviese en el pasado / Nunca serás mi amiga / No te gusto / Sé lo que estás pensando / Y en tus pensamientos es obvio que no te gusto / Te gustan los cigarrillos, nadar en piscina, las papas fritas / Naves de guerra / gatos / Court TV / Te gustan los títeres de sombra, Woody Harrelson / Leer en la bañadera, Nirvana, y las gorras de béisbol / Pero no te gusto”. Pero lo más interesante de Join Us es el retorno de un sonido económico. El sonido de sus principios que realza los recovecos de sus melodías y potencia el genio e ingenio de las letras. Y, entonces, un tercer grupo de temas que marca el triunfal retorno al que, en realidad, siempre ha sido El Tema de They Might Be Giants más allá de entusiasmos secundarios y pasajeros: la fiesta del lenguaje, la aventura de la composición, la manera en que un verso comulga con otro verso hasta alcanzar un estribillo en estado de graciosa gracia. En este sentido, apreciar con admiración lo que ambos Johns hacen en “Cloisonné” (donde se confiesa que “Mi oficio está explotando / Es como si estuviese haciendo cloisonné” y luego un John se describe al dolor como una gota de lluvia a la que se le pide una historia y, por supuesto, la gota de lluvia, el otro John, en plan Pimpinela existencial-beckettiano, responde que no tiene ganas “de contar nada, mister”), “Canajoharie” (donde se le canta a todo lo que salió mal y se concluye con un “Llámame sentimental pero quiero regresar / Y conmemorar ese sitio con una placa histórica”), “Three Might Be Duende” (saltando la soga de juegos de palabras como “Necrópolis Blownapart / Perdido en sus rimas) hasta llegar a ese prodigio de técnica y concepción que es “Spoiler Alert”. Allí, uno de los John aparece escribiendo la líneas finales de un libro pero sin tener del todo claro aún el punto del adiós. “Aquí llega la última página / Todo lo que necesito es un final / Próximo al final de la última página / Y el final de todo el libro / Sí, qué hacer con todos estos flecos sueltos / Debería cambiar el principio / Pero no debería tipear mientras voy conduciendo / Mientras hago una llamada telefónica / Mientras busco algo en la guantera / Mientras voy escribiendo todo lo que está pasando / Van a quedarse tan impresionados / Cuando reciban lo que voy a descargar sobre ellos / Es como si tuviese un par extra de manos / Dos para escribir, dos para manejar, una para rascarme / Mi cabeza y otra para cubrir mis ojos / Lo que me ayudaría a que se me ocurra un final / Sí, alguna especie de signo de puntuación / Alguna especie de / Alguna especie de / Problemas más adelante / Qué diablos / Qué diablos”. Y lo más formidable de todo es que la voz de ese John –entre líneas—es invadida por la de otro John, cantando en contrapunto y narrando un accidente automovilístico que bien puede ser el final de la novela o del novelista. En cualquier caso, todo cierra con las palabras: “Me dejo ir / Me dejo ir”.
Lo que –en realidad, si se lo piensa un poco—no deja de ser la mejor y más elemental manera de escuchar Join Us sin preocuparse si se trata de molinos o de gigantes. Lo importante es que They Might Be Giants son, siguen siendo, vuelve a ser. Dejarse ir yendo con ellos, entonces.
Lo que vendrá –están advertidos—será un álbum de música para los títeres que ambos Johns suelen manipular durante sus shows.
Otra fiestita después de este festivo funeral con resurrección incluida justo para soplar, en el supuestamente apocalíptico apocalíptico 2012, las velitas por tres décadas divirtiendo y divirtiéndose como grandes pequeños que nunca crecerán pero que apuntan y aciertan cada vez más alto.
Aquí vienen, de nuevo, los TMBG.
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