PERSONAJES
Tras el batacazo mundial de Todo sobre mi madre, Cecilia Roth parece la única actriz capaz de convertirse en la nueva diva del cine argentino.
Pero sus planes van exactamente en la dirección opuesta: hasta ahora rechazó todas y cada una de las ofertas
que le hicieron desde Estados Unidos, y si bien acaba
de filmar con los hermanos Taviani y está a punto de
estrenar La hija del caníbal (de Antonio Serrano, el director más taquillero de México), su desvelo es que
la llame uno de los nuevos directores argentinos.
QUÉ VES CUANDO TE VES
Respecto de su personaje mexicano, entonces, se limita a decir que “no
me choca, no me molesta”.
¿Y en general? Hay actores que dicen no poder verse en la pantalla,
otros que lo toleran como parte del trabajo y otros a quienes incluso les gusta.
¿Y vos?
–Depende de la película, depende del momento. Yo creo que la película
para el actor no es sólo una película, es una experiencia de vida,
hay una película paralela a la que el espectador ve en la pantalla. Entonces
tengo la sensación de que para mí, cuando la película paralela
es amable y me recuerda buenos momentos, buenas experiencias, buenos encuentros,
me es más fácil verla. Por ahí me cuesta verla inmediatamente
después de un trabajo. En la medida en que va pasando el tiempo me es
más fácil y puedo ver con cierta tranquilidad no solamente mi
trabajo sino la película en su totalidad.
¿Te volviste a ver en tus primeras películas, en Arrebato,
por ejemplo?
–Sí. Hubo varios reestrenos en España; allá es un
clásico, una película de culto. De alguna manera, abrió
los ochenta. Yo tengo la impresión de que tanto estética como
narrativamente es una película que abre una puerta en el cine español.
¿Qué sentiste al verte ahí?
–Y... me veo chiquita, me da ternura. Veo lo verde que estaba actoralmente
y la buena intención que tenía puesta en mi trabajo. La pasión
con la que me zambullía en una historia muy densa, y también momentos
en los cuales me digo: “¡Ahí, ahí te falta saber,
te falta saber de la vida!”. Tenía veinte, diecinueve años...
Por lo demás, me pasan muchas cosas a lo largo de una película.
Momentos en los que me olvido de que soy yo, me engancho con la película,
momentos en los que digo: “Ay, qué fea estoy”. Momentos en
los que digo: “Pero, ¿cómo he dicho esto de esta manera?”.
Me pasa de todo. No he llegado al insulto, pero me han pasado muchas cosas.
Lo que está bueno es que creo que la actuación tiene que ver con
la revelación de algo muy interno de cada uno de nosotros. Es revelarse
a uno mismo y revelarle a alguien que te está mirando algo muy profundo
de tu alma. Creo que hay momentos de eso
en todas las películas que hice.
MADRE HAY UNA SOLA
La hija del caníbal presenta algunas recurrencias que se dan entre los
personajes que Cecilia Roth viene interpretando en el cine en los últimos
años, de Martín (Hache) a esta parte. Como ocurre en Una noche
con Sabrina Love y en Vidas privadas, Lucía tiene sexo con un hombre
bastante menor que ella. “¡Ah, eso me encanta!”, exclama y
se ríe. “Y... les debo gustar a los directores, pienso, ¿qué
sé yo? Y también es un personaje típico, la mujer de cuarenta
con un chico de veinte, es un tópico, es un lugar común de la
sexualidad tanto de la mujer como del adolescente. Esto pasó en La hija...,
en Sabrina, en Vidas privadas, pero cada uno de esos muchachos y cada uno de
los vínculos que une a mis personajes con esos chicos es muy diferente.
Son situaciones muy diferentes. Si no, no los hubiera hecho; no siento que me
llamen para que haga lo mismo...”
Pero hay una conexión: una cosa medio maternal en Sabrina Love,
incesto en Vidas privadas y en La hija del caníbal le decís al
personaje de Adrián (el veinteañero Kuno Becker), antes de acostarte
con él, “podría ser tu madre”. Además, sos
madre en Todo sobre mi madre y en Kamchatka...
–Sí, son madres bastante perversas las mías (se ríe)...
Debe tener que ver con una edad. También con la falta de imaginación
de los autores (de ninguna manera hablo de los que trabajaron conmigo). Pero
tiene que ver con “ah, tiene tantos años, es madre”. Creo
que por fortuna las madres que he hecho son verdaderamente atípicas y
que su problemática no pasa solamente por el hecho de ser madres sino
por un conflicto personal. Pero supongo que tiene que ver con el momento en
que pasás la barrera de los cuarenta.
En la conferencia de prensa sobre Kamchatka hiciste un chiste sobre
tu edad. ¿Es un tema que te preocupe?
–Mi criterio con relación a las elecciones de lo que quiero hacer
es uno que no pasa más que por el olfato y de decir aquí sí
hay una situación de riesgo, aquí hay algo que yo le puedo dar
a la película y que la película me puede dar a mí, y aquí
hay algo que no hice todavía y aquí hay un grupo de gente que
me atrae para trabajar, para vivir, para pasar por la experiencia intensa que
es un rodaje. Pero si soy vieja, joven, linda o fea me da exactamente lo mismo,
yo soy una actriz.
DE ACÁ EN MÁS
La cuestión sería, entonces, en qué aspectos se le abre
el panorama a una actriz cuando alcanzó un punto tan alto en su carrera,
en términos de reconocimiento, como significó, en especial, Todo
sobre mi madre, y en cuáles puede llegar a cerrársele. En Kamchatka,
su nombre, junto al de Ricardo Darín y bajo la dirección de Marcelo
Piñeyro, parecía integrar el combo definitivo de la “industria”
del cine argentino, si la hay. ¿Qué viene después? “A
pesar de que me siento muy privilegiada y agradecida, de que se me abrieron
muchísimas puertas a partir de Martín (Hache) en España
y de Todo sobre mi madre internacionalmente, le he dicho que no a todos los
proyectos que me han llegado de Estados Unidos. Porque, sostengo, me sigo aproximando
al trabajo de la misma manera. Creo que tengo la fortuna de poder elegir entre
un espectro más grande, un abanico de cosas más amplio, pero no
me mareo para nada. Por ahí hay cosas que mi agente me dice: ‘Esto
tendrías que hacerlo’, y yo le digo no. No hemos hecho nada en
Estados Unidos, con lo cual siempre está esa cosa de que tenés
que aprovechar el momento, y yo no tengo que aprovechar ningún momento,
yo los momentos no los aprovecho, los vivo. Si siento que no hay nada de experiencia
de vida en lo que se me ofrece, que no hay nada que me atraiga más allá
de que es un proyecto en Estados Unidos.” Cuenta también que acaba
de terminar una película con los hermanos Taviani en Italia, y que, si
bien “fue una experiencia maravillosa, una cosa que nunca soñé
que me fuera a pasar”, insiste en que “no hay un lugar al que quiera
llegar, no hay una estrategia. Hay gente que trabaja conmigo, y hay gente que
está interesada en que me sigan pasando estas cosas; no es un interés,
supongo, puramente afectivo: yo siento que soy parte de una industria y de aquí
en más será mi capacidad para seguir enamorándome de lo
que hago, lo que me va a dar alegría o no, todo lo demás no depende
de mí”. La búsqueda, insiste, sigue siendo la misma de siempre,
la misma de sus comienzos. “No es algo que me pase ahora, yo creo que
tengo el mismo criterio de selección que tenía a los diecinueve,
veinte años. Posiblemente el espectro es más amplio ahora, puedo
elegir entre más proyectos, pero de la misma manera en que a los diecinueve
decía esto no o esto sí, lo digo ahora. Me aproximo a las cosas
de la misma manera.”
¿Rechazaste muchos ofrecimientos en esa etapa inicial?
–Sí, no te creas, porque era la época del “destape”
en España, era una chica de veinte años y había muchas
películas sobre Lolitas, y no hice ninguna.
Pero ahora, al menos acá, estás trabajando casi exclusivamente
con directores instalados como Aristarain o Piñeyro.
–Te digo que por otro lado sí hay algo que me encantaría
que me sucediera y que no sé por qué no me sucede: trabajar con
gente joven y con proyectos alternativos, que en la Argentina hay muchísimo,
desde Trapero hasta Lerman pasando por Caetano y Lucrecia Martel. Y digo: “Ay,
qué putada que no me llamen”.
¿Por qué creés que no te convocan?
–Estamos todos llenos de prejuicios. No quiero decir que los prejuicios
sean de ellos conmigo o míos con relación a ellos sino de todo
lo que se supone que tiene que ver con eso que hablábamos antes acerca
de ser una estrella. ¡Minga! ¿Qué se supone, que yo cobro
mucho, entonces no me va a interesar? ¿O que hago una película
en Francia sólo porque es una película en Francia? Es falso total.
Cuando me interesa un proyecto me da igual si viene de la China o de Bolivia.
Quizás lo que no hay es ese puente de encuentro, pero a mí me
encantaría. De la misma manera que selecciono proyectos industriales
–que tampoco lo son porque, salvo esta película italiana que sí
tenía un presupuesto de 20 millones de euros y que creo que es la película
más cara que he hecho, todos han sido proyectos hispanoamericanos–;
de la misma manera en que selecciono dentro de esos proyectos, también
seleccionaría en base a los mismos criterios si aparece un proyecto alternativo
de presupuesto bajísimo. No porque sea un presupuesto bajísimo
de un nuevo director diría que sí, pero tampoco diría que
no si me gusta. Lo que falta es el puente de encuentro. Pero tal vez, entre
Almodóvar, Aristarain, los Taviani y la indiferencia ante las propuestas
norteamericanas, todavía haya algo que despierte en Roth un anhelo y
una sensación de cuenta pendiente. ¿Habrá algún
personaje en la pantalla que le haya hecho pensar: Ése: ése me
gustaría hacer? “Hay muchos –dice finalmente–, pero
Las horas me gusta muchísimo. Me gustaría hacer cualquier personaje
de Las horas.”
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