FAN > UNA ACTRIZ ELIGE SU ESCENA DE PELíCULA FAVORITA: MARTINA GUSMáN Y CON áNIMO DE AMAR, DE WONG KAR-WAI
› Por Martina Gusman
Hay muchas películas que me han provocado sensaciones increíbles, de esas que te asaltan los cinco sentidos, que te hacen latir el corazón bien fuerte, que te cortan la respiración, que te provocan mariposas en la panza... y un cosquilleo en el pecho... Que te permiten acompañar a los personajes e identificarte con ellos. Para describir esta sensación elegí la famosa escena del pasillo de In the Mood for Love, de Wong Kar-wai.
Es la escena que tiene un clip musical, el leit motiv de la película; la canción se llama “Yumeji’s Theme” y es la que acompaña el cruce entre Maggie Cheung con el personaje protagónico de él, Tony Leung; es una caminata que arranca con ella y dura unos tres minutos que son absorbentes, que se prolongan en el tiempo, que te dejan temblando: la cámara se va, luego vuelve con ella, baja otra vez con él y termina con un cruce de los dos. Es increíble porque en muy poco tiempo cuenta un universo envolvente, hipnótico, un clima perfecto de sensualidad e intensidad que define la clave de la película; hay algo en la manera, en la cadencia en que se entrelazan la música, la fotografía, el juego de luz y sombras, la calidez de la imagen, la desaturación de los colores, el tamaño de plano, el movimiento de la cámara perfecto, el tempo dramático, que permite que los personajes transiten distintos estados de ánimo, pero principalmente ese profundo “ánimo de amar”. Es una escena que logra transmitir a la vez distintas emociones: amor y dulzura, y tristeza y sensualidad, nostalgia y soledad, una inmensa necesidad de amor, una sensación de encuentro y desencuentro a la vez. Todos estos elementos combinados potencian un conjunto de sensaciones y te toman por asalto los cinco sentidos: todo lo que aparece en la pantalla en esos pocos minutos –el brillo de la piel, la textura de la ropa, la comida, la temperatura– te absorbe por completo, podés sentir el calor, el sabor, hasta el aroma... Es, por encima de todo, una cuestión de belleza: es una escena hermosa de ver: es hermosa ella, es hermoso él, es hermosa la canción, es hermosa la imagen, es un idilio con la perfección.
Vi Con ánimo de amar por primera vez en un cine, si no recuerdo mal, con una amiga, y quedé fascinada. Después volví a verla con Pablo (Trapero), y muchas veces más. Tengo la banda sonora, me encanta escucharla y transportarme al universo que te propone la película, sólo para recordar aquella sensación que me capturó para siempre.
Después de ver Con ánimo de amar, busqué otras películas de él. Vi Happy Together, y aunque me gustó mucho no fue lo mismo, y tampoco 2046 –a pesar de que la vimos en Cannes con Pablo, con todos los elementos que esa experiencia le agrega: la calidad de proyección, estar en la sala Lumière con el director presente–; sólo quizá su corto, llamado La mano y que formó parte de la película colectiva Eros, sentí que recuperaba todas esas sensaciones, sintetizadas o comprimidas en la duración de un cortometraje, pero con una inmensa intensidad.
No suelo usar películas o escenas que me gustan para preparar un personaje en un sentido técnico o mecánico –del tipo de ver cómo caminaba tal personaje en tal película–, pero sí para tratar de capturar una sensación. Y en ese sentido, In the Mood for Love es una película perfecta: me alienta a buscar eso que me interesa más que nada en la construcción de un personaje y de una escena, la posibilidad de generar sensaciones y sentimientos, pensamientos y reflexiones, de transmitir mucho con poco, explotar la sutileza y profundidad de la imagen, con apenas una mirada, con un gesto, lograr esa complicidad con el mundo interno del espectador.
La escena del pasillo vuelve a producirme distintas sensaciones cada vez que vuelvo a verla, sin importar en qué formato sea, incluso si es en una pantalla chica; pero siempre recuerdo el impacto que me produjo en el cine, esa sensación que amo como espectadora. Esa posibilidad de perderme en un universo propio, de abstraerme del mundo exterior. Meterme en esa pantalla de 7 por 3 metros, apagar el celular durante dos horas y entregarme a bucear en los personajes, la historia, la música, la mirada de un director sobre el mundo, sobre ese cuento que te está contando, y con esa impronta que es particular y única de una forma de mirar el mundo. Con esa capacidad de no sólo generar una empatía o una identificación con el espectador, sino de, como lo hace Wong Kar-wai en su película, sentirlo en tu piel, sentir que estás ahí, tener la certeza de que estás caminando esos pasillos con los protagonistas, convencerte de que lo conocés tan bien como ellos. Creer, cuando lo volvés a ver a él, que está caminando hacia vos, que te enamore tanto como la enamora a Maggie Cheung.
Martina Gusmán protagoniza, junto con Germán Palacios y Alan Pauls, la película La vida nueva, producida por Pablo Trapero y dirigida por Santiago Palavecino, y que se encuentra actualmente en cartel por segunda semana.
Estrenada en 2000 en el Festival de Cannes, transcurre en Hong Kong en 1962. El periodista Chow Mo-wan (Tony Leung) y una secretaria de nombre Su Li-zhen (Maggie Cheung) alquilan una habitación en el mismo edificio el mismo día, convirtiéndose en vecinos próximos. Ambos están casados con personas que trabajan en ocasionales turnos nocturnos, dejándolos solos a menudo. En esta situación, Chow y Su tienden a cruzar sus caminos en situaciones cotidianas. Sospechando no sólo que sus respectivas parejas les son infieles, sino que tienen un affaire entre ellas, ambos deciden tratar de reproducir la manera en que fantasean en que habrá sido el encuentro, y dan comienzo a una relación platónica, entregándose al cuestionamiento al que era sometido todo hombre o mujer que entablara una amistad con alguien del sexo opuesto en la conservadora Hong Kong de los ‘60. El amor no consumado se prolonga por años.
Wong Kar-wai dice que una de sus principales influencias para la película fue Vértigo, de Hitchcock, y compara al personaje de Leung con el de James Stewart: “Ambos –dijo– tienen un lado oscuro, pero el público prefiere verlo como perfectamente inocente, porque Leung tiene un rostro muy simpático. Pero imaginen este mismo papel interpretado por John Malkovich, actuando con una mujer lo que ambos creen que sus parejas están haciendo: todo el mundo diría: esta gente es muy extraña”.
La canción a la que se refiere Martina Gusmán es “El tema de Yumeiji”, de Shigeru Umebayashi, tomado de la banda de sonido del film Yumeiji, de Seijun Suzuki.
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