Domingo, 6 de noviembre de 2011 | Hoy
TEATRO > FERNANDO NOY ESTRENA UNA OBRA DE TEATRO
Celebridad del under, performer único, reina de Bahía, sonámbulo de Buenos Aires, poeta extraordinario, Fernando Noy es un artista de culto desde hace décadas. Una obra de teatro suya era una promesa y una ilusión de muchos. Finalmente, se estrena Ij. La exhalación, un inspirado paseo por su universo poético, su ductilidad para crear y sostener una ilusión arriba de un escenario y su proverbial manera de recordar los placeres perdidos. El mismo Noy y la actriz Verónica Piaggio hablan de cómo lo consiguieron.
Por Liliana Viola
No volvió mudo del campo de batalla. Todo lo contrario. Si alguien en este mundo contradice las constataciones sobre el ocaso de la experiencia, la imposibilidad de tenerla y de transmitirla, ése es Fernando Noy. Quien lo haya encontrado en cualquiera de sus formas lo sabe: caminador sonámbulo del Abasto, hermana prima de Batato, poeta orante, hada de Fabiana Cantilo y otras señoras, maestro de la ceremonia... Fernando Noy no regresó de donde anduvo imposibilitado de convertir en palabras aquello particularísimo que le aconteció a él y a sus hermanos en desgracia. Si la poesía y la conversación, dos de sus tentáculos, dan cuenta a destellos, esta obra de teatro con la que viene amenazando hace años y que por fin se estrenó en El Tinglado Teatro pone en acto lo más difícil: dejar constancia de la exhalación. De lo que queda o lo que sale por la garganta luego de un gran amor, o sea, de un encuentro fugaz que dura toda la vida mientras uno conversa con el portero, encuentra una carta que no le pertenece, busca algo para tomarse, ordena su equipaje, putea, pide perdón a una amiga, traiciona al más débil. Ni comprometido, ni social, ni invisible, ni nada: el soliloquio que propone Noy en Ij. La exhalación se inscribe en un subgénero que podríamos llamar el teatro del suspiro. Un texto post-barroco sobre la imposibilidad de llenar el vacío de una historia de doscientos años, la de la patria, la de la calle, la de una autobiografía, sí, pero representada por otro y a distancia. Monólogo sin pausa, donde la memoria pasa a ser una proeza. Por una misma voz salen otras en aparente desarticulación, mensaje engañosamente entendible que intercepta la experiencia propia con la del país: “En aquellos tiempos que jamás volverán, había por todos lados de la ilustre casa familiar una especie de ramitos de muérdago colgados por las tías en diferentes sitios estratégicos, para llamar al progreso. La mansión que con el tiempo se terminó llamando Patria. Lucecitas coloradas en la entrada, el comedor, el salón principal, el de las especies, el de fumar e incluso las propias islas Malvinas”.
Por algo la obra tiene el título de un ruido, una interjección que no figura en el diccionario aunque cargue con reminiscencias de otros gritos: ¡Ay! ¡Ja! ¡Puaj! ¿Por qué Ij? “Hace tiempo descubrí que emitía un gemido como las palomas, especialmente cuando ejecutaba cosas en el ámbito de lo prohibido.” Noy dice “lo prohibido” con boca de bolero y pudor de Olga Guillot, pero, como ya es habitual, huye para adelante y agrega: “Como una especie de mantra profano me reconocí diciendo ‘ij’, ese sonido no era meramente cacofónico sino que expresaba el poder de gozar con todos los sentidos y sin limitaciones. Luego, esta interjección de placer pasó a transformarse en una especie de silbido cuando me encontraba con cosas desagradables, o no exactamente, pero impactantes”. El “ij” es también un despliegue de sentido del humor, por momentos se convierte en “ijjjo de puta”, en “ijtéricas” y en pedazos de “ijdiotas”.
El núcleo central de lo real que hay en esta obra, cuenta Noy, está puramente rescatado de una experiencia de hace mucho, con la célebre Ruth, reina del puerto, a la que Julio Ardiles Gray dedica su Memorial de los infiernos. Ella, en plena dictadura, lograba pasar los puestos de Gendarmería insultando a los que estaban apostados con sus armas, pero que ya la conocían y veneraban. Ruth siempre llevaba mujeres prostitutas, o no, pero con mutuos consentimientos, a trabajar. “Así fue que una tarde entro a la madriguera del bar La Paz y me dice que había llegado un barco, pero que esta vez pedían exclusivamente amantes masculinos. Me ofreció dinero. Yo acepté con la condición de elegir: ‘Si eliijjjo, usted puede quedarse con la plata’. Pero el desenfreno fue tal que de pronto en el camarote se iban turnando sin que yo lo advirtiera bajo las ampollas de ‘amil nitrito’ vendida para el dolor de muelas que los yanquis llaman pollpers, además de tantas otras delicias tan prohibidas... Recuerdo haber bajado del transatlántico con una levedad parecida al éxtasis. Hablo de tiempos de un placer mal vivido, mal cogido, lo querés más claro, ponele semen.”
Noy habla de memoria y sin puntos, la actriz (Verónica Piaggio) que lo interprete en el escenario deberá tomarse también un brebaje mágico para reproducir esa voracidad. Se lo toma. Y ahora sigue él: “No se trata de un encuentro sino de un trance nunca vivido proveniente de ceder y gozar hasta el amanecer, porque el barco se iba. Por eso elijo la imagen del marinero muerto del cuadro al que la protagonista le habla y añora. Porque, ¿cuándo iba a reencontrarlos yo? Ni aún buscándolos. Y eso es algo que sigo haciendo en el mar de cemento. Siempre”.
“La Noy me vino a ver a La muerte de Danton, la última obra del gran Roberto Villanueva y me dijo: ‘Yo tengo una obra que sólo podés hacer vos’”, cuenta la actriz Verónica Piaggio, que una vez en escena y durante los 70 minutos que dura la obra confirma la profecía de su amigo. “Tan difícil era recordar los textos, no hablo de interpretarlos siquiera, que me fui a entrenarlos al Sportivo Teatral con Ricardo Bartis, y así estuve años.” Lo bien que hizo, porque si el borboteo que abarca el tono del chisme vecinal hasta el de la desesperación no estuviera actuado con tanta sutileza y hondura, se perdería en la maraña de trapos viejos que todo el tiempo amenazan con tragársela.
Alguien, un cuerpo que es algo, que es ella, repta por debajo de la acumulación de cosas en desuso, retazos, borradores. El vestuario de Laura O, que se va lucir en cuanto salga de allí, le permitirá representar tan bien sus variaciones entre mugrienta y poderosa, comehombres y a punto del desa-lojo. La escenografía reproduce un arcón gigante, la memoria nada virtual que se resiste a tirar ni siquiera el corcho de una de las tantas botellas que se bebió, ni el cotillón de un cumpleaños ajeno. La obra empieza así, más que con la actriz, con el ámbito. Y al intuir ya en las primeras frases la historia tan gay del marinero perdido llama la atención que Noy haya elegido una mujer y no un muchacho para representarlo. ¿Por qué no él mismo? “Yo no, porque soy sólo realizador de números (por no decir esa insoportable y remanida palabra performance). Incluso cuando recito poemas propios, claro, hay algo que ni yo mismo entiendo y me cuesta dominar. No, no es timidez, se trata de algo más complejo. Cuando estoy realmente seguro de poder nombrar, es expresando mis poetas favoritos, que generalmente son mujeres.”
Como viniendo de regreso, el personaje gay no es gay, no está travestido sino que es una mujer que, por momentos, por el peso de la palabra aunque no de su apariencia, puede ser entendida como un chico, aquel niño que se queja por la falta de pasión ya en la adolescencia.
“En la religión afrobahiana –sigue Noy– hay diversas deidades que son andróginas, hay una incluso llamada Logum Ede, que es seis meses hombre y seis meses mujer. Yo soy siempre lo último. Y puede ser esto de estar de regreso, pero es porque pienso que pronto seremos mayoría total y vendrá el fin de la utopía también en este asunto.” Entre el optimismo y el Apocalipsis, Ij. La exhalación y su dueño consiguen caminar por el borde sin caerse. “Navegar es preciso, vivir no es preciso. Canta mi corazón otra vez como ayer; otra vez por favor (la actriz aquí tira el mazo de cartas en el bolso de basura). Nada empaña mi dicha pero, vaya sorpresa: nunca me di cuenta.”
Ij. La exhalación
Jueves a las 21 en El Tinglado Teatro
Mario Bravo 448. Tel.: 4863-1188 / 3750-2240
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