Sábado, 24 de diciembre de 2011 | Hoy
PLáSTICA > LA OBRA PARA CALENDARIOS DE LIDO IACOPETTI
Expuso en fruterías, verdulerías, boutiques y rotiserías cuando no era un gesto artístico de moda. Fue vendedor de sifones y jabones, trabajó en una vinería, hasta que empezó a dar clase y vivió como profesor de arte el resto de su vida. Pero mientras tanto, desarrolló una obra de sutileza y devoción que, por afuera de los circuitos de reconocimiento y canonización, flota por sí sola en su propia luz. A los 75 años, Lido Iacopetti expone en La Plata los trabajos que viene haciendo para los calendarios de Pro-Infantia desde el 2003.
Por Veronica Gomez
Puede pasar que las imágenes rebasen el recipiente que un artista lleva dentro de sí, ese depósito de sensaciones e intuiciones que no tienen nombre ni forma definida todavía. La manera de rebasar conforma un estilo. Y un estilo es una elección, no sólo de vivir en el mundo que nos toca, sino la forma que el mundo encuentra de vivir a través de nosotros, de abrirse paso alimentándose de nuestras circunstancias y experiencias, transformándonos en antenas, termómetros, cuerpos transparentes o piñatas. Quien escribe tal vez no encuentre las palabras exactas para dar cuenta de la riqueza de matices e intensidades que se despliegan en el hallazgo de un artista tan singular y excepcional como Lido Iacopetti, pero confía en que si el encuentro ha sido fructífero, las palabras se allegarán simples y amables. Rebasantes. Toda publicación en un diario intenta que el lector se sienta impelido a trasladarse al lugar donde laten temporalmente las imágenes que originaron las palabras. A quien escribe, contagiada por el fanatismo del artista en cuestión, le gustaría simplemente llenar los 8000 o 9000 caracteres con la recomendación reiterada: Vayan a ver la muestra. Conozcan a Lido Iacopetti. Entren en su mundo. Y si el que lee es un curador o gestor, recomendaría: lleven a pasear por el planeta la obra de Lido Iacopetti. Organicen una mega retrospectiva ¡¡¡ya!!!
Pero por las dudas que no, que no lleguen a ir, porque las circunstancias propician pero también impiden, aquí van algunas reflexiones. Empecemos por el principio: Lido Iacopetti, al igual que Benito Laren, con quien no se conocen pero comparten mucho, nació en San Nicolás de los Arroyos en 1936. Fue el 22 de noviembre y los astros estaban de parabienes.
Vender jabones, sifones de soda, cuadros por 200 pesos a pagar en 10 meses, pasar fugazmente por la industria siderúrgica (como casi todos los nicoleños) y emplearse en una vinería son algunas de las cosas que hizo Lido para sobrevivir hasta que empezó a enseñar Estética e Historia del Arte en la Universidad de La Plata, trabajo que sostuvo hasta su jubilación. Lido pinta mucho. Dice que si no pinta, las imágenes se le acumulan adentro y se vuelve loco. Dice que vive atrapado en su obra, enfrascado. Que va por la calle y siente cómo las imágenes le reverberan adentro y que no distingue entre la realidad y los sueños, porque la realidad tiene sueño y el sueño, realidad. Que vive autosugestionado y se convierte en atmósfera, en color y forma y que pintar es, esencialmente, un acto mágico. Pero aclara, por las dudas, que no está loco. Y basta charlar con él un rato para saber que no es un loco, sino una especie de obrero iluminado, dueño de un delirio profundamente sensato. Lido cuenta que no se ha movido de La Plata aunque le hubiera gustado conocer Francia e Italia, pero que ahora, a sus 75 años, no necesita ir a Europa a pedir recetas. Sigue confiando en expandir su pintura desde su ciudad. Y sí lo entusiasma, en cambio, conocer Tandil en sus próximas vacaciones junto con Teldy, su mujer. Teldy merecería un capítulo exclusivo: no es sólo su compañera de la vida, es, además, aunque no ponga una pincelada en el cuadro, coautora de las obras. “Sin ella no hubiera podido llegar hasta acá –dice Lido–. ¿Cómo no voy a incluirla en mis cuadros?” Y señala que la “T” que antepone a Lido en su firma (TLido) corresponde a Teldy. Tras décadas juntos, siguen mirándose con una luz en los ojos que los convierte en dos adolescentes en los prolegómenos del noviazgo.
Paseamos por la exposición. Son 38 pinturas que han sido pintadas especialmente para los calendarios de Pro-Infantia (Fundación para la Promoción del Bienestar del Niño), desde el 2003 al 2012. A través del doctor Roberto Mateos, quien crea el lazo con la Fundación, Lido reencauza esta antigua pasión por el arte de calendario que arranca 20 años atrás, cuando quedó prendado del arte popular de Florencio Molina Campos.
Avanzamos lento por la muestra, pues la charla nos detiene en tantas cosas que nos habríamos contado si nos hubiésemos conocido antes y que ahora se amontonan, efervescentes. Y Lido pide disculpas si habla mucho sobre él y sobre su trabajo, que no quiere ser egocéntrico, pero que está tan contento de tener la oportunidad que tal vez se excede un poco. Pero como todo lo que narra es sustancioso, no pesa. Alrededor flotan espectros luminosos poblados de símbolos e íconos, formas primigenias de la vida, seres globulares de aspecto extraterrestre e infraterrestre. Cúmulos que parecen provenir de la vida submarina, emergidos de zonas abismales. Sectores trabajados con tanta sutileza y devoción que parecen más livianos que el aire (lindo título de novela, gracias Jeanmaire) y seres que han perdido sus contornos al volverse luz. La muestra, explica Lido, se estructura en 10 series inspiradas en la vida y el cosmos: “De los meses”, que corresponde al año a estrenar; “De los mundos” (2011), “Pictocosmognosis” (2010), “De las evocaciones” (2009), “De las lunas” (2008), “De los soles” (2007), “De los elementos” (2006), “De los estados” (2005), “Del niño” (2004) y “De las estaciones” (2003). Algo de las lunas encendidas de José Cúneo, pintor uruguayo que proyectó su Museo Lunar, reaparecen en la pintura de Iacopetti, pero despojadas de las referencias espaciales del paisaje. Si hay paisaje en Iacopetti es, aunque suene cursi, un paisaje del alma: eterno, atractivo y cándido. El alma de sus cuadros, entonces, no responde a las leyes de gravedad, sus pesos y equilibrios están regidos por otros códigos, más cercanos a la estructuración simbólica del espacio en la cultura maya. En una entrevista de 1964 para la revista Diagonal Cero, Lido confesaba: “Al color lo ‘amaso’, lo siento y luego lo pongo; a la forma la ‘vivo’, la maduro y luego la largo”. Como espectadores de sus cuadros, podemos sentir en carne propia que eso que él dice es la pura verdad.
Lido Iacopetti no le tiene miedo a ningún desafío, salvo que implique tergiversar sus convicciones. Cuando el gesto no era canchero ni snob, Lido expuso en rotiserías, zapaterías y playas. En los albores de la década del ‘60 experimentó con los ensambles de cuadros y tiras pictográficas y lanzó el manifiesto de la Nueva Imaginación. Su obra escrita es muy prolífica, desde una tesis sobre Leónidas Gambartes hasta su libro Bichos estéticos, notas de un pintor, publicado por la editorial Dunken. En 1970 realizó la exposición individual Mates, Tiras, Múltiples y Postes Pictográficos entremezclados con la mercadería de la boutique La Vidriera Redonda en La Plata. En 1971 presentó Planchas pictográficas irregulares y con relieves diseminadas entre las mercaderías de la Rotisería Carioca también de La Plata. Otra de las vertientes desbordantes de su obra son las ofrendas compuestas por “Imigrafías” (papeles doblados o recortados con grafismos en serie) y “Pictografías”, distribuidas a los cuatro vientos en numerosas oportunidades: en las playas de Copacabana, como souvenir de publicaciones y durante presentaciones pictóricas ambulantes aleatorias. Lido Iacopetti siempre supo diferenciar entre circuito y arte y siempre hizo foco en el segundo. Una de las cosas que la trayectoria de Lido Iacopetti pone de relieve, probablemente sin haberlo planeado, es que para circular como artista, el estreñimiento especulativo no ayuda a la obra, es mucho más divertido y generoso andar colándose por rendijas más raras, a riesgo de caer en el ridículo. Hace falta mucha valentía para hacerlo. Alguien dijo alguna vez que cuando uno empieza a sentirse artista debe tener bien claro cómo está conformada su nueva familia, quiénes son sus padres, hermanos, primos o tíos lejanos. Lido lo sabe muy bien, y los menciona con admiración y humildad: Kandinsky, Klee, Xul Solar, Gambartes, Marc Chagall, Bergman, Gómez Cornet. A la hora de elegir su residencia en el mapa artístico, Lido prefiere estar “en la sombra de la luz”. Afirma que un artista es como un sacerdote que hace ejercicio espiritual para transmitir belleza. En la obra de Lido, lo que va cambiando a través de los años es el espacio (eso se lo enseñó la Historia del Arte) y ese cambio trae aparejada la mutación de los organismos que lo habitan. Para Lido, es más importante ser una buena persona que ser un artista exitoso y es evidente que, en ese sentido, Lido es una persona exitosa. Reconoce que en su carrera tal vez haya golpeado en la puerta equivocada pero no se arrepiente de nada: “Si tuviera que volver a hacer todo lo que hice lo repetiría, aunque un poco mejor.” Vender obra, aunque sería muy bienvenido, ya no le quita el sueño. A esta altura la jubilación docente de él y de su mujer les proporciona un pasar cómodo y Lido se da el lujo de comprar y hasta almacenar de repuesto los pomos grandes de óleo. Con eso es feliz. Sí hay un sueño que acaricia: convertir su casa el día de mañana en un museo que albergue su trabajo. Para ello, ya ha separado trescientos cuadros que son un lujo para las sensibilidades más refinadas y también las más llanas, pues si algo tiene la obra de Lido es cierto don del lenguaje universal. Sólo hay que estar dispuestos a hacer un viaje astral y espiritual, sin necesidad de droga alguna. Para estímulo, la obra de Lido alcanza y sobra.
Lido Iacopetti
10 almas para Pro-Infantia-
Obras Calendarios 2003-2012
Del 16 de diciembre de 2011
al 15 de enero de 2012.
Macla (Museo de Arte Contemporáneo Latinoamericano).
Centro Cultural Pasaje Dardo Rocha.
Calle 50 entre 6 y 7, La Plata.
Martes a viernes, de 10 a 20 hs.
Sábados y domingos, de 14 a 22 hs.
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