Domingo, 22 de abril de 2012 | Hoy
ENTREVISTA > FARRUQUITO ANTES DE BAILAR EN BUENOS AIRES
Considerado “Patrimonio Inmaterial de la Humanidad” desde hace apenas dos años, pero un arte y una cultura que se remonta varios siglos atrás, no hay mejor forma de acercarse al flamenco que ver a sus grandes intérpretes en acción. Y Juan Manuel Fernández Montoya, alias Farruquito, es uno de ellos. Desde que debutó a los 6 años en Broadway, de la mano de su abuelo Farruco, es uno de los grandes bailaores tradicionales contemporáneos, y el espectáculo que trae esta semana a Buenos Aires es un indispensable Grandes Exitos.
Por Ale Cosin
Como todo aquello que a causa de su complejidad o su inabarcabilidad se conoce por apariencias, a través de estampas más o menos banales, o de leyendas inciertas, el arte flamenco ha pasado por períodos de oscuridad e incomprensión infundados. Sin embargo, jamás dejó de estar presente y de cultivarse; de hecho no sólo los gitanos y andaluces –pueblos trenzados por sus tradiciones– sino admiradores y estudiosos en todo el mundo han sabido practicarlo, escudriñarlo, divulgarlo. En noviembre de 2010, finalmente el flamenco fue incluido en la lista de “Patrimonio Inmaterial de la Humanidad” por decisión de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco). Esta expresión antigua, a la vez contemporánea, de la música y del baile, llegará a nuestro país en abril de la mano de un embajador de lujo: Juan Manuel Fernández Montoya, más conocido como Farruquito.
Bailaor de estirpe, heredero de una escuela única fundada por el gitano Farruco, su abuelo; Farruquito ha pasado toda su existencia inmerso en el arte flamenco tradicional. Su debut en el escenario fue a los 5 años, cuando su abuelo lo sacó de las bambalinas de un teatro de Broadway para interpretar una bulería en el espectáculo Flamenco puro junto a un conjunto de estrellas del cante y baile flamencos: Fernanda de Utrera, El Chocolate, Adela la Chaqueta, Manuela Carrasco, Juan y Pepe Habichuela, El Güito, Angelita Vargas y la mismísima familia Los Farruco. Ese roce de altísimo nivel le marcó el alma y lo ha llevado a pensar y practicar este arte como si en ello se le fuera la vida.
Una vida que ha sido condensada e intensa. A los 15, la muerte de su abuelo y maestro lo asciende al lugar de cabeza de compañía. Y es cuando hace alarde de sus dotes como director con un primer espectáculo ideado enteramente por él: Raíces flamencas. Claro que no es solamente un intuitivo: ya había participado en un clip de Camarón, en el film Flamenco de Carlos Saura, en el Acto de Inauguración de las Para-Olimpíadas de Barcelona, entre tantos eventos. Además de la intuición, su talento para la danza y para la composición musical, y la creencia ciega en que su destino es el de llevar el más puro flamenco por el mundo, han provocado que este muchacho de apenas 30 años haya producido siete espectáculos de enorme reconocimiento.
“Baile flamenco, el espectáculo que llevaré a la Argentina –comenta del otro lado del teléfono y del océano–, es diferente porque recoge un baile de cada uno de mis espectáculos, casi a pedido. Me decían: ‘Pero, ¿por qué no vuelves a hacer esa farruca de Alma vieja, o la bulería de Farruquito y familia, que es muy bonita?’. Y como uno está a disposición del público... Con este espectáculo se pretende que la persona que no me ha visto nunca tenga la posibilidad de ver un poco lo que ha sido mi carrera; y a la persona que me ha visto antes, que le traiga unos bonitos recuerdos. Como es un espectáculo que recoge los momentos más aplaudidos, tiene muy buena recepción. Se hace muy divertido. Además llevo cuatro bailaores que me acompañan y que vale muchísimo la pena verlos; hice ciertas versiones de cada baile mejorándolos.”
Lejos de los mitos, el flamenco no es un arte popular, más bien lo contrario: su altísima complejidad para interpretar la música, la danza y la poesía lo convierten en un saber fundado en la práctica, en la observación y en la empatía absoluta con la tradición histórica.
¿En qué debe poner atención el público iniciado frente a un espectáculo de flamenco?
–Pienso que las personas tienen que ir con una disposición de ver qué les transmite. Como cuando vas a escuchar jazz o a una banda de pop, si a ti el espectáculo te transmite sensaciones es porque los artistas están disfrutando en todo momento, se están entregando de corazón y de verdad en el escenario, yo creo que al final disfrutas aunque no entiendas; porque es difícil decirle a alguien que no entiende de flamenco: “Fíjate bien en los pies, o en la fuerza del espectáculo, o fíjate en la elegancia”, dicen. Si la persona no tiene intimidad con el flamenco, ¿cómo va a saber cuándo es el momento de fijarse en cada cosa? Pero sí observar qué transmiten los artistas. El flamenco tiene origen hace algunos siglos, pero no hay nada escrito. Entonces, por ejemplo en el baile no hay una regla que diga que se debe centrar más en las piernas o en el torso. En lo que está centrado verdaderamente el flamenco es en la improvisación, en la intención del baile, en el lenguaje, y principalmente en la conexión entre bailaor, músico y público. Es más emocional que estético.
El flamenco es un entramado espeso entre culturas muy diversas que se encontraban en la región andaluza española en los primeros siglos de nuestra era. Cuando llegaron los gitanos en el siglo XV, hallaron un terreno cultural rico en musicalidades, en danzas, en narraciones. Su propia historia de trashumantes, sumada a esa fuente, produjo un arte expresivo sumamente particular, por lo que no existe el flamenco en otros lugares donde también llegó la emigración gitana. Y fruto de estas mezclas, de esa historia que no fue precisamente de felicidad y liviandad, es que el flamenco posee una hondura, un sabor amargo hasta en sus versiones más alegres.
¿Cómo puede la gente acercarse al flamenco?
–En Internet ya lo tenemos casi todo, puedes escuchar mucho flamenco allí. También te hablo de bailaores que tienen sus cosas en YouTube. Hay que ver a Farruco, que era mi abuelo, y a Carmen Amaya; hay que ver a Pastora Imperio, al Güito, a la Faraona –mi tía– y a la Farruca, mi madre; hay que ver a los bailaores de antes, que hay registro de ellos; lamentablemente hay muchos que no lo tienen. Que la gente se vaya poniendo al día, que se vaya aficionando, que es como enamorarse.
Esa pasión, que se trasluce en su conversación, estalla en el escenario a través de una forma de bailar subyugante, por momentos vigorosa y desequilibrante, y por otros sutil, delicadísima. Como lo ha dicho, no hace falta ser un erudito para encontrar en el flamenco el goce estético que se experimenta frente a los grandes acontecimientos del arte vivo. Sin embargo, se hace patente cuando el espectáculo es del mejor nivel posible. Como el de Juan Manuel Fernández Montoya, más conocido como Farruquito.
Farruquito se presenta el martes 24 con su espectáculo Baile flamenco en el Teatro Gran Rex, Av. Corrientes 857, a las 21. Entradas: desde $ 140.
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