Dom 15.06.2003
radar

RADIO

Parar la oreja

El berlinés Robert Schoen tiene 36 años, un título en Ciencias Teatrales y uno de los archivos de sonido más ricos de Europa. Hizo experimentos de vanguardia, adaptó policiales y clásicos y hoy es director de radioteatro de la SWR, una emisora con cuatro mil empleados, cinco estaciones de radio y un canal de televisión que produce 50 obras por año. El miércoles que viene, en el Instituto Goethe, Schoen hará sonar algunas sorpresas y explicará por qué la radio de derecho público es uno de los laboratorios de novedades más dinámico de la cultura alemana.

POR CECILIA SOSA

El radioteatro parece pertenecer a un mundo en blanco y negro lleno de amas de casa abrazadas a voces chillonas e incorpóreas, una era de la telenovela sin Celeste Cid ni Pablo Echarri. Pero no en todo el mundo el género pereció entre los pulposos brazos de la televisión. En Alemania, por ejemplo, el paisaje radial empezó a engendrar a partir de los años sesenta un amplio espectro conceptual que incluye piezas experimentales, arte acústico, paisajes sonoros y radiotopías. A tal punto que hoy el radioteatro ocupa un distinguido púlpito en la programación de la radio pública.
Este miércoles, en el Instituto Goethe, Robert Schoen –director de radioteatro de la SWR, la segunda emisora pública más importante de Alemania– presentará Expediciones Radiales, un panorama de las variantes radiales más novedosas de Alemania. Schoen hará escuchar un espectro de “intervenciones acústicas” que abarcará sonidos originales de los Juegos Olímpicos de Munich de 1972 remixados por DJs, una obra de John Cage inspirada en una lectura de Joyce guiada por el I-Ching, un concierto de gotas de agua, el sutil sonido de la arena y hasta la inquietante musicalidad generada por un panal de abejas. El viaje por el éter incluirá también una obra sobre la guerra realizada en tiempo real por un bosnio desde su casa y los trabajos de dos argentinos radicados en Alemania. Es bastante, pero es sólo una pequeñísima parte de la biblioteca sonora que Schoen atesora en su casa de Giessen y que, estratega o pudoroso, se resiste a cuantificar.
“Son trabajos de autores varios; más allá de la palabra, intentan mostrar conceptos que pueden resultar inspiradores para gente que trabaja con sonidos, directores o performers”, dice este berlinés de 36 años. “Lo que hago es difícil de producir acá; por eso elegí mostrar cosas raras: para que la gente vea qué posibilidades hay en radio más allá de lo cotidiano”, explica.
Ahora bien: si la radiofonía en general –y el radioteatro en particular– pudo convertirse en Alemania en un territorio abierto a la experimentación, no fue por prepotencia vanguardista ni tampoco, claro, por la buena voluntad de algún imperio comunicacional. Las razones tienen que ver con una particular manera de concebir lo público: “Además de la radio comercial –dice Schoen–, en Alemania existe una radio de derecho público que no se financia con subsidios del Estado sino con las cuotas que está obligada a pagar cada persona que tiene una radio en su casa. Cada estación recibe algo de ese dinero y con eso se maneja. Son radios que no dependen del rating. Si no existiera el sistema de derecho público, la radio sería cómo acá, casi ciento por ciento comercial”.
Así, la radio alemana logró generar un circuito impensado, que va de congresos multitudinarios en los que se escucha radioteatro en sintonía con proyecciones galácticas a certámenes que premian e incentivan obras de dramaturgos caseros. El radioteatro se transformó incluso en un trampolín para muchos jóvenes escritores. “Es más fácil escribir para radio que encontrar una editorial para publicar”, dice Schoen. De hecho, a la emisora SWR –cuatro mil empleados, cinco estaciones de radio, un canal de televisión y dos sedes, una en una suerte de spa en plena Selva Negra– llegan cerca de mil trabajos, entre los que el departamento de dramaturgia selecciona las cincuenta obras que se producen por año. Y eso que no es un género especialmente barato. “El minuto es el más caro de la transmisión”, explica Schoen. “Hay que comprar los derechos para adaptar la obra, pagar director, actores, equipo técnico y asistentes. Se necesitan cerca de ocho días para montar una obra: tres de grabación y cinco de trabajo en la computadora.”
Como director radial free-lance, Schoen trabajó en adaptaciones de novelas, clásicos, policiales y en producciones independientes. También dirigió obras infantiles; ahora acaba de terminar una adaptación dePinocho. “Me gusta: se pueden hacer locuras y alegar que ‘son cosas que les gustan a los chicos’. Con un clásico para adultos no suele haber tantas licencias”, dice. Pero eso no es todo. Con o sin licencias, el Pinocho radial emprenderá una gira que incluirá una banda sinfónica sonando en vivo en distintos teatros de Europa.
A pesar de su devoción por el éter, Schoen no descuidó su formación en Ciencias Teatrales. Con su amigo Stefan Kaegi –el director suizo de Sentate, el espectáculo de amos y mascotas que se presentó recientemente en el teatro Sarmiento, dentro del ciclo Biodrama– realizó una particular performance sobre la lucha de dos científicos contra las empresas multinacionales. La obra se transmitió en vivo en el marco de un festival de radio experimental. “La estrategia de los científicos era copiar los modos de ataque y defensa de los insectos”, dice Schoen. Para la puesta convocaron a un experto en insectos que se alimentan de madera; él fue quien, desde el escenario, coordinó el ataque contra un póster de Kate Moss. “Los insectos se comían la nariz y los ojos de la modelo. Y eso se veía en pantalla gigante, a través de una cámara que estaba en el escenario. Un poco loco, ¿no?”
Schoen se ha convertido en uno de los principales coleccionistas de sonidos del mundo. En su casa, provista de una antena capaz de capturar ondas de gran parte de Europa, cuenta con un archivo de sonidos, radioteatros y música, muchos de los cuales proceden de pueblos ya inexistentes. “La forma de conseguir sonidos es por demás ‘creativa’ -dice en tono confidencial–: un CD puede llegar a costar cien dólares.”
A fines de mayo, Schoen declaró que necesitaba vacaciones. “La radio no es una institución, y hay que luchar con muchas reglas. No quiero hacer una cosa tras otra porque empezás a repetirte. Necesitaba ver algo diferente.” Con esa misión llegó a principios de abril a Buenos Aires. A ver qué pasa. Y pasó que con esos micrófonos y grabadores de los que jamás se separa, Schoen se descubrió en el estadio de River Plate, en medio del acto de cierre de campaña de Carlos Menem. “Fue maravilloso”, dice en un suspiro. “Grabé sonidos, hablé con borrachos que aseguraban que nadie les había pagado por estar ahí. Había un locutor que luchaba por entusiasmar a la gente. Me encantó. Gritaba: ‘¡Por favor! ¡Que entren las miles y miles de personas que están afuera! Y no había nadie.” Tiempo después, Schoen volvió al Monumental para el partido con el América de Cali. “Esa noche las caras sí tenían entusiasmo”, dice, rememorando el segundo gol en tiempo cumplido.
Además de pasear por bares y calles en busca de nuevas acústicas, el berlinés también aprovechó su estancia porteña para ir a los estudios de Radio Nacional y presenciar la grabación de Las dos carátulas –el único radioteatro que sobrevive en el aire–, darse una vuelta por un ciclo sobre radioteatro argentino en Argentores y hasta para asistir a la grabación de La Colifata, de donde se llevó algunos CD. “Encontré todas las puertas abiertas: no hay mucha gente que venga a ver esto. Y un sábado volví a un árbol del Hospital Borda que me había gustado mucho. Ahí se juntan a charlar una astróloga y un anciano que tiene su ‘rinconcito del amor’”, dice.
La semana pasada, Schoen navegó por el norte del río Paraguay, grabó sonidos y entrevistó isleños y vendedores ambulantes. “La idea es hacer una crónica de 25 minutos sobre la historia de Paraguay y la vida en barco”, dice. A fin de mes partirá hacia México. “Quiero recorrer la frontera con Estados Unidos para ver la acústica de la inmigración, conocer la frontera entre el primer y el tercer mundo, y ver por qué los rancheros de Texas pueden matar mexicanos impunemente. Después pienso ir a dedo hasta el DF.” Lo cierto es que las grabaciones de Schoen pueden tomar los rumbos más inciertos. Todos los días envía a una colega alemana -”otra loca del radioteatro”– fragmentos de dos minutos para que ella “veaqué es lo que estoy haciendo”. Ahora mismo, a esta misma hora, tal vez la radio alemana esté irradiando, para perplejidad de sus oyentes, los extraños consejos de amor del anciano del Borda, las profecías de la astróloga o las arengas del ex presidente que renunció a jugar para no perder.

Expediciones radiales: una presentación de Robert Schoen. Miércoles 18 a las 19.30 en el Instituto Goethe, Corrientes 319, entrada libre.

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