Domingo, 23 de septiembre de 2012 | Hoy
PLáSTICA > UNA RETROSPECTIVA DE ALBERTO DELMONTE (1933-2005) EN EL SíVORI
Estudioso empedernido del arte americano y precolombino, parte de un grupo y una generación marcada por la búsqueda de una raíz cultural que excediera los vínculos evidentes con Europa, capaz de unir con asombrosa facilidad el constructivismo y el arte prehispánico, la retrospectiva de Alberto Delmonte pone en perspectiva su obra como un acto de autodefinición y afirmación cultural: un humilde y sugestivo aporte al imaginario sudamericano.
Por Santiago Rial Ungaro
Si hay un símbolo capaz que multiplicar sus significados a través del tiempo y el espacio, ese símbolo es la cruz. Bajo la Cruz del Sur: Paradigma y Construcción, la muestra retrospectiva de la obra de Alberto Delmonte que se podrá visitar hasta el 14 de octubre en el Museo Sívori, invoca la protección de una cruz invisible, teórica: tomando uno de los significados posibles de la cruz (el polar) la idea es invertir, como hizo el uruguayo Torres García en 1935, el mapa de América del Sur y que, por lo menos para nosotros, que el Sur esté arriba y el Norte abajo. Esta operación intelectual (que también usó García Uriburu) sirve aún como símbolo de una identidad que sigue siendo en gran medida una búsqueda, más una construcción mental potencial que un paradigma existente.
Las obras que conforman esta muestra dan cuenta de los valiosos esfuerzos de Alberto Delmonte por lograr una síntesis entre su pensamiento plástico y su poética, de su compromiso estético y su conciencia de este complejo de inferioridad que de algún modo sigue estigmatizando a las aún jóvenes artes plásticas locales.
Nacido en 1933 y muerto en el 2005 en Buenos Aires, Delmonte fue una persona inquieta, alguien tan interesado por el arte como por la antropología, que inició sus estudios en el año 1949 con Marcos Tiglio y continuó su formación con grandes maestros como Carlos de Cárcova y Héctor Cartier, o el profesor Julio Payró, con quien estudió Historia de Arte. Que fue un auténtico buscador lo demuestran sus viajes por Perú, México y Bolivia y sus estudios posteriores: hizo cursos de Filosofía, Historia de Arte, Culturas Aborígenes de la Argentina y Culturas Precolombinas, Arte y Cosmovisión Alfarera y Arqueología Americana. En la muestra del Museo Sívori se encuentran rastros de todas estas experiencias, trazando un recorrido visual en el que su pensamiento a menudo se convierte en jeroglífico a descifrar.
Aquí hay formas y colores que generan un paralelismo sensible con los tejidos y cerámicas de los pueblos de América, así como el predominio de la figura totémica, ya sea a nivel plástico o como enigmática escultura. El uso de pocos colores, la fortificación de los planos y de la línea, una línea que siempre define y construye, confirman lo que el mismo autor enunció en algunos de sus textos teóricos: como Rodchenko, Delmonte siente una necesidad de “deificar” la materia, de penetrar en los secretos mandatos de la naturaleza, de esta tierra argentina que esconde su identidad más profunda detrás de la cultura dominante que imponen las ciudades. A Delmonte le gustaba citar a María Kusch, que decía que “América se encuentra dividida entre la verdad de su naturaleza y la verdad de ficción de las ciudades”. Ante sus obras se percibe una atracción fatal hacia las verdades de la naturaleza, hacia la densidad de la textura de la materia, pero aunque Delmonte mismo afirmó que esta organización de planos y estructuras que conforma sus obras “se vincula o puede asociarse a los muros pétreos levantados con bloques ensamblados por contacto, característicos de urbanismo civil y religioso de mundo andino”. En sus obras el constructivismo y el arte prehispánico buscan una alianza tan curiosa como inevitable: “Ser de este tiempo”, afirmaba Delmonte, “significa aceptar el lenguaje plástico de nuestro siglo. Pero esto no significa adoptar, puntual y prolijamente, los diferentes ismos que presenta cotidianamente la plástica internacional”.
Si algo caracteriza esta muestra curada por Silvia Della Maddalena es su incitación a recorrer un camino “hacia adentro”. Para lograrlo, la exposición toma como punto de partida la obra Nacimiento bajo la Cruz del Sur, la cual, en palabras de la curadora, “establece un guión curatorial que propone como esquema paradigmático de sentido la Cruz del Sur, signo que encarna y articula la filosofía y la religiosidad de los pueblos de América”.
Si, como afirmaba el experto en Arte Paleolítico Max Raphael, la originalidad “no es el impulso de ser diferente de los demás, ni a producir lo totalmente nuevo, es asir el origen, las raíces, tanto nuestras como de las cosas”, la originalidad de Delmonte reside justamente en esta búsqueda de los “secretos mandatos de la tierra, de nuestra naturaleza. Una mirada preocupada desde aquí y nosotros, y para percibir el Río de la Plata con su color de melena de león, la inmensidad de nuestro territorio, sus ocres y sus grises, la horizontalidad de la llanura que habitamos y la necesidad intuitiva de oponerle sucesivas capas verticales”.
Que Delmonte se sentía parte de una familia plástica que “trabaja más allá de los límites de la realidad cotidiana”, a la que pertenecían también “Klee, Tamayo, Bissier, Tápies, Torres García, Lam y Gambartes” lo sabemos por él mismo. Pero sin duda son los ecos de la obra teórica y plástica del uruguayo Torres García (1874-1949), los que hicieron que se conectara con algunos de sus discípulos y le diera vida en 1981 a El Ojo de Río, grupo formado junto a Julián Agosto, Adrián Dorado y Adolfo Nigro, con quienes coincidió en la necesidad de reconstruir una narración del origen.
Ya desde las primeras décadas del siglo XX los textos de Torres García hablan sobre la necesidad de construir una novísima y propia tradición: “Partamos de esto: que aquí no estamos en el Occidente europeo. Esto no es una realidad. Y aunque esto haya sido colonizado por europeos, esto nada significa: estamos en América del Sur. El problema de allá, pues, no ha de ser el de aquí. Nuestra cultura debe tomar otro origen”. La figura de Torres García es un referente ineludible y a menudo polémico del arte constructivista y abstracto rioplatense. Hijo de padre catalán y madre uruguaya, Torres García pasó 30 años de su vida en Cataluña, por lo que conoció de primera mano los planteos de las vanguardias del siglo XX. Pero tuvo que esperar a volver a Uruguay (tras 43 años de ausencia) para que su idea del “Universalismo constructivo” se unificara con las fuentes del arte prehispánico; de hecho el mapa de Sudamérica invertido es de ese entonces, así como la idea de que “el referente precolombino asuma una función paradigmática en el arte latinoamericano”; bajo la forma de pictogramas o símbolos totémicos, estas obras de Delmonte no son otra cosa que un acto de autodefinición y afirmación cultural: el humilde y enigmático aporte al imaginario sudamericano de alguien plenamente consciente de que la ciudad no es la nación: “Todos nosotros somos hombres que hacemos cultura desde la ciudad, precisamente desde el lugar donde América es negada y donde el éxito es posible en tanto concuerde nuestra creación con modelos internacionales aceptados. Acaso por estas razones –entre otras– no podemos sentir la pertenencia hacia algo que sea común a todos nosotros, porque hemos aprendido a ser como nos vieron. En buena medida somos como nos pensaron”.
Alberto Delmonte Museo de Arte Plásticas Eduardo Sívori (Av. Infanta Isabel 555) Martes a viernes de 12 a 20 Sábados, domingos y feriados de 10 a 20 Entrada: $ 1. Sábados y miércoles, gratis.
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