HISTORIETA > FACUNDO PERCIO, EL ARGENTINO QUE DIBUJA PARA ALAN MOORE
Entre los varios proyectos sin realizar que tiene el gran Alan Moore (Watchmen, V de Vendetta, Desde el infierno), había uno llamativo por su plus: era un guión para Hollywood sobre el mundo de la moda en un presente distópico, escrito a pedido de Malcolm McLaren, el provocador profesional que creó a los Sex Pistols. Tres décadas después, un dibujante argentino que empezó golpeando puertas y dibujando porno con Britney Spears vieja, finalmente le puso cara, ropa y curvas a Fashion Beast. Facundo Percio cuénta cómo fue esa larga y sinuosa pasarela.
› Por Martín Pérez
Parece que Alan Moore está contento. Es algo que se puede deducir del sucinto mail lleno de agradecimientos que la editorial norteamericana Avatar transcribe en su site. Después de esperar casi tres décadas, durante las que se preguntó más de una vez cómo hubiese lucido de haber sido oportunamente realizado, uno de sus proyectos pendientes más antiguos acaba de materializarse. Agradece ese logro a las “excelentes habilidades para la adaptación” de Anthony Johnston, y al “apropiadamente estilizado arte” del dibujante argentino Facundo Percio. Sentado ante su tablero de dibujo en su estudio de Villa Devoto, Percio apenas si sonríe al repasar el breve comentario de Moore sobre su trabajo. Está recién llegado de Nueva York, donde asistió a la ComiCon en la que acompañó la presentación Fashion Beast, ese proyecto casi olvidado –otra manera de decir mítico– con una larga pero breve historia que incluye a Malcolm McLaren además de Moore y el cine como destino inicial. Facundo asegura que el legendario guionista británico quedó realmente satisfecho con los resultados: “Al principio yo estaba un poco preocupado, porque no había recibido ni una sola corrección”. Pero en este viaje, Johnson, vecino y suerte de emisario del reclusivo Moore, que no se mueve de su hogar en Northampton, le confirmó que está todo bien. Personaje extraño dentro del mundo de la historieta local, Percio se asomó al género después de haber intentado todos esos oficios terrestres que ofrece el dibujo. “Es un arte muy bastardeado, y la gente no tiene ni idea de sus posibilidades”, asegura. “Desde una publicidad a una película, todo lo que se filma tiene que dibujarse antes. Así que si alguien decide dedicarse al dibujo, lo importante es no encerrarse en una sola cosa”, cuenta quien fue ilustrador, caricaturista, responsable de storyboards, artista callejero e incluso vendedor de uñas esculpidas. Esas fueron sólo algunas de las escalas del largo camino que Percio debió recorrer hasta ser el primer dibujante argentino en trabajar con Alan Moore. Y antes, con Milo Manara. Además de un presente junto a otros dos guionistas respetados dentro del mundo anglosajón como Warren Ellis y –una inminente colaboración recién confirmada después de este viaje– Garth Ennis. ¿Qué es lo que vieron todos en su dibujo? “Eso mismo me pregunto yo –se ríe Percio–. Todavía nadie se tomó el trabajo de explicármelo.”
Dientes y uñas. Eso es lo que llegó a hacer el futuro dibujante de Alan Moore cuando debió ganarse la vida con su arte. Los dientes los esculpió como mecánico dental, en una empresa en la que ingresó como cadete. “Conocí todo Buenos Aires y sus alrededores repartiendo dientes”, se ríe aquel aprendiz de dibujante oriundo de Bariloche, que llegó a la gran ciudad sin un solo contacto. Las uñas eran esculpidas y las vendía en un local de Recoleta. Así conoció a Nuria, su actual pareja y jefa de prensa. “Con ella cambió todo”, asegura Facundo, y ese todo abarca años de buscavidas, carpeta bajo el brazo, recorriendo más de una redacción, hasta que cayó en una revista de literatura llamada Lea. “El tipo que me recibió ahí me dijo que era parecido a Ringo Starr, porque llevaba flequillo y usaba arito. Y me dio mi primer trabajo: una caricatura de George Orwell.” Por su trabajo en Lea se terminó ganando un premio de la Asociación de Entidades Periodísticas (Adepa). “Una bandeja que usamos cada fin de año para hacer vitel toné”, se ríe Percio, que subió un escalón en su trabajo –y salario– cuando empezó a hacer storyboards. “Mucho postrecito Danette y la gotita con cara del detergente Magistral”, es su resumen sobre el trabajo que lo llevó a dar un nuevo salto: trabajar en City Hunters, una serie animada basada en los dibujos de Milo Manara, uno de sus ídolos. “Lo admiraba en la Fierro, junto a los dibujos de Chichoni”, cuenta este hijo de una pareja de hippies escapados al sur, que deambularon de Trelew a Bahía Blanca, y de ahí a Bariloche, con un hijo nacido en 1976. “Mis viejos eran como los papás de Mafalda. Iban con un Citroën de acá para allá.” Por eso no sorprende demasiado que el niño Facundo terminase soñando con ser camionero: “Me tiraba la ruta”, resume a modo de explicación, y tal vez ese sueño infantil sea responsable de que su particular currículum, en vez de llenarse de nombres de dibujantes y revistas, acumule millaje y desvíos extraños. Como el que lo llevó hasta la casa de Manara en Verona, que queda en una loma, alejada de todo. “Apenas entré, vi un original de Verano indio, la historieta que hizo con Pratt, y se me cayeron las medias –recuerda–. Conocí a un tipo macanudo, que habla poco y trabaja en un altillo, donde hay una claraboya y un tablero de dibujo transparente, con una luz debajo.” Pero después de tres años trabajando en City Hunters, Percio sólo obtuvo como resultado un producto artístico insatisfactorio. “Era lo que menos importaba dentro del negocio que significó todo el proyecto”, explica resignado. Y por eso decidió largar todo para dedicarse a la historieta. Y la suerte lo contactó con Matías Trimarchi, agente de varios dibujantes locales que trabajan para afuera. “Lo primero que me encargó fue una historieta porno para un site ruso, protagonizada por Britney Spears y Paris Hilton viejas y gordas”, cuenta, y ese verano se fue de vacaciones dudando sobre si había elegido bien el camino. “Pero me llamó Matías urgente a la playa, pidiéndome que envíe unos dibujos de unas minas. Me fui a un locutorio perdido de Pinamar, las mandé, me olvidé y un par de días después tenía mi primer encargo en serio: un guión de Warren Ellis, protagonizado por una superespía pelirroja que se la pasaba pegando patadas. Estaba tan nervioso que tardé una semana en entregar la primera página. Los tipos me debían querer matar.”
Antes de Alan Moore, estuvo Malcolm McLaren. La pista de Fashion Beast no comienza con el guionista británico, sino que lleva hasta el gran estafador del punk inglés, cuando ya se había convertido en estrella por derecho propio. Según cuenta Craig Bromberg en su libro The Wicked Ways of Malcolm McLaren, el ex manager de los Sex Pistols desembarcó en Hollywood después de haber logrado con Duck rock (1983) su primer éxito discográfico como cantante. Un año después, mezcló la música clásica con el hip hop para su segundo disco (Fans, 1984), e intentó convertirlo en un musical de Broadway. Esa obsesión por mezclar alta y baja cultura se repitió en el concepto inicial de Fashion Beast, que mezclaba La bella y la bestia con la biografía de Christian Dior. Hombre de ideas antes que hechos, por aquellos tiempos McLaren no estaba corto de semejantes proyectos: también llevó adelante una suerte de cruza entre El señor de las moscas y Los siete magníficos inapropiadamente titulada Heavy metal surf nazis, intentando vampirizar la subcultura joven californiana por excelencia, el surf. “Me junté con McLaren porque tenía ganas de conocerlo. Siempre admiré su actitud de buscar líos”, recuerda Moore ante George Khoury para el libro The extraordinary Works of Alan Moore. “Se puso en contacto conmigo porque preguntó al empleado de una comiquería de St. Marks cuál era su guionista preferido. Mi nombre como respuesta fue suficiente recomendación para él.” Aquel encuentro produjo el primer y único guión de cine que escribió Moore, que siempre abjuró de las adaptaciones cinematográficas que se han hecho de sus obras más famosas, desde From Hell hasta Watchmen. Escrito justamente en la época de Watchmen, Fashion Beast imagina un contexto victoriano e industrial para una historia andrógina y post-moderna, basada en la moda como señal de clase. Su protagonista es Doll, una mujer atrapada en un cuerpo de hombre, que intenta escapar de su presente gris realizando un casting para el misterioso Celestin, un poderoso industrial de la moda, capaz de crear una estrella de la nada. “Fue una experiencia interesante –cuenta Moore–. Disfruté mucho trabajando con Malcolm, y su encantadora y amorosa pareja de aquel tiempo, Laureen Hutton. Es una de las mujeres más hermosas y menos vanidosas que he conocido. Un caso extraño, considerando que es extraordinariamente hermosa.” Lleno de las minuciosas explicaciones escena por escena características en los guiones de historieta de Moore, Fashion Beast quedó –como todos los proyectos de McLaren de esa época– en eso: en guión. Y así descansó (filtrado varias veces en Internet, eso sí) durante las últimas tres décadas, hasta que el sello Avatar decidió revivirlo, como viene haciendo últimamente con todos los productos firmados por Moore. “Me lo ofrecieron cuando Warren Ellis, para el que ilustraba Anna Mercury, abandonó Avatar y nos dejó a todos colgados cuando en otra editorial le ofrecieron un contrato millonario –explica Percio–. Al comienzo me puse nervioso con la nueva oferta. Es como si Keith Richards te invitara a tocar en su banda: dudás de si vas a estar a la altura. Antes de mí, cinco dibujantes habían abandonado el proyecto. Yo les dije que, si me daban tiempo, lo terminaba. Me tomó dos años, pero acabo de entregarles el capítulo décimo, el final.” A la hora de su presentación oficial en el ComiCon neoyorquino, la semana pasada, Fashion Beast recién iba por su segundo número. Facundo confía que a partir del año próximo pueda empezar a publicarse la edición local.
Durante los dos años que estuvo trabajando en Fashion Beast, Percio dice haber visto más de una vez el documental The Mindscape of Alan Moore. “Me fascina el tipo, me parece un druida. Y no se me escapa el simbolismo de que sea justamente alguien como yo, desde el culo del mundo, el que esté dibujando una de sus obras.” Le encantaría conocerlo, y no le preocupa que sea un ermitaño, un tipo particular. “He trabajado muy bien con la gente más complicada”, dice como al pasar, y recuerda los meses pasados en Corea, en la empresa de animación que trabaja con Los Simpson y todos los dibujos televisivos norteamericanos. “Los tipos duermen al lado del tablero de dibujo, no se separan de su trabajo, noche y día”, se asombra. Pero tampoco necesita irse tan lejos para desplegar un mundo extraño: también menciona al personaje de traje, guardaespaldas y auto caro que conoció cuando vendía sus dibujos en la plaza de Belgrano. “Era el dueño de un local de juego, un pesado, todo el mundo le tenía miedo. Pero siempre me llevé bien con él. Me invitaba a su oficina, quería que dibujase a su novia, me compraba mis dibujos de mujeres.” El recuerdo permite trazar una línea entre Manara –y otro de sus ídolos, Horacio Altuna–, Anne Mercury y Doll, la andrógina protagonista de Fashion Beast. Como bien demostró Moore en su admirable y terrorífico Neonomicón, sus últimas preferencias en dibujantes tienen que ver con el dibujo hiperrealista, ideal para sus perversiones sobre lo cotidiano. El estilo de Percio encaja perfectamente dentro de esa estética. Pero su gran arma secreta, además, son los retratos femeninos. “Siempre dibujé bien a las minas –confiesa–. No es que me lo tomo sólo como un trabajo, sino que me caliento mientras las dibujo. Fue así desde siempre. Y supongo que es algo que se nota”, se ríe Percio, el historietista que apareció de la nada, el primer argentino en dibujar una historia de Alan Moore, el artesano que descubrió que quiere quedarse con algo al final del camino.
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