ARTE > LA IRREVERENCIA POP DE POOL Y MARIANELA
Se vinieron de Rosario a Buenos Aires para recorrer galerías, pero cuando ninguna les dio cabida, recalaron en el ecléctico restaurante Ballo del Mattone. Un año y medio después, coparon el lugar, tienen devotos entre los comensales, pasaron por la galería Fiebre, presentaron sus muñecos, preparan una muestra en México y acaban de inaugurar un mural en Rosario en el que van por Los Beatles. Pool & Marianela hablan de ese universo extraordinario hecho de irreverencia, memoria emocional e historia argentina que se sigue expandiendo con un único propósito: contar toda la Historia que puedan.
› Por Ana Wajszczuk
Corría 2006 y Joe Coleman, artista de culto y coleccionista de monstruosidades, performer y renegado del mundo del arte neoyorquino, abría a la prensa su estudio y su museo privado de rarezas, el Odditorium. Sus imágenes increíblemente detalladas, tanto que muchas sólo se reconocen a través de una lupa, pintaban escenas rocambolescas de freaks y asesinos seriales, retratos surrealistas de personajes como Freud o Louis Ferdinand Celine y autorretratos, iconografía religiosa para sentir escalofríos, contemporáneas enfermedades privadas y sus correspondientes perversiones públicas. El pintor, alabado por seguidores incondicionales como sus amigotes Johnny Depp y Jim Jarmusch, y hasta Charles Manson, preparaba su primera retrospectiva en años, que The New York Times anunció así: Si P. T. Barnum hubiese contratado a Brueguel o El Bosco para pintar los carteles de su espectáculo circense, se asemejarían al arte de Joe Coleman. La frase y el personaje vuelven a la memoria cuando se mira, o mejor dicho uno se queda envuelto, en la imaginería de personajes que protagonizan los cuadros, muñecos y títeres, salpicados de simbología religiosa y mucho retro ochentista, que componen el extraño mundo de Emiliano “Pool” Paolini (29) y Marianela Perelli (33), pareja y artistas a dúo que acomodan su propia minirretrospectiva en la trastienda de Il Ballo Caffe Culturale, en Palermo, abierta hasta fin de mes. Ellos son los Masters of the Universe de este mundo distópico donde parece que el cirquero Barnum sí le encarga sus carteles publicitarios a Bruegel o a El Bosco o al mismo Joe Coleman (Quien más me inspira y me quita el sueño, dice Pool). O, en esa línea de ponerle un espejo deforme a su propio tiempo, si P. T. Barnum –que espía como personaje desde uno de los cuadros– hubiera crecido mirando He Man o jugando con un Pequeño Pony, seguro le habría encargado sus carteles a Pool y Marianela.
En un mismo lodo, todos manoseaos, citan Pool y Marianela a Discépolo para hablar de la licuadora de personajes y momentos históricos que agitan para mostrar una versión de la realidad donde los protagonistas son caras conocidas en contextos extraños: las series de cuadros de Pool y los muñecos, punching balls y títeres de Marianela condensan a figuras del imaginario popular –próceres, músicos, deportistas– y rescatan a freaks, personajes de culto y fechas clave de la historia para componer una nueva versión satírica de los hechos en technicolor, y tan familiar como siniestra. Sus referencias culturales son las mismas que vemos todos los días en ese zapping imparable con el cual consumimos la realidad que nos rodea: sea un prócer o un cholulo de programa de mediatarde, Pool y Marianela los unifican en un Olimpo donde, en su notoriedad, están a la par, y esa mirada es la que dice algo sobre cómo nos relacionamos con todos los personajes que pueblan nuestras vidas. El cuadro que más circula por las redes sociales, y el hit seguro que suele ocupar un lugar preferencial en todas sus muestras, tiene su zona áurea en un San Martín montado a un Pequeño Pony rosa, enarbolando la espada de los Thundercats, rodeado de granaderos cruzando los Andes entre los que están Monzón, Robledo Puch y el odontólogo Barreda. Fue el cuadro que recibió en abril pasado a los visitantes en la muestra que hicieron en la galería Fiebre, la primera fuera de las que vienen montando en el restaurante-casa de arte Il Ballo del Mattone, su centro de operaciones desde fines de 2010, cuando se vinieron en micro desde Rosario a Buenos Aires con tres cuadros enrollados y aterrizaron allí después de patear por galerías que no les prestaron atención. Detrás de cada cuadro, una historia que explican a los espectadores que preguntan por cada detalle. Arranqué con este cuadro de San Martín. Ahora no estoy de acuerdo con la idea sobre la que lo pinté, pero de chico me peleaba con todo el mundo porque me chocaba que San Martín hubiera empuñado un arma para liberar a un pueblo. En la escuela querían que fuera tu ídolo, por eso le pongo la espada de los Thundercats, haciendo referencia a los ídolos que teníamos nosotros cuando éramos chicos, y el Pony por los que tenían las chicas. Pero pensé que tenía que ir un poco más allá. Y puse a toda gente que había matado a otra, desde el Petiso Orejudo al Che. Después pinté el cuadro con mi versión del bombardeo del año ’55 a la Plaza de Mayo, que se me ocurrió escuchando ‘Veinticinco estrellas de oro’ de Los Twist. Y después el de la Conquista del Desierto, que duró una semana expuesto porque lo vio Daniel Tognetti, que en el cuadro aparece abrazado a Kirchner, y lo compró. No tenía idea de que era una serie, pero sí me dije: “Yo me quedo en este estilo, revisionismo histórico. Una puesta de teatro atemporal con diferentes personajes”.
Marianela quiso materializar los personajes fuera de los cuadros, y así nacieron, firmes junto a ellos, los muñecos hechos con bebotes de plástico duro, cortados a piacere y modificados con masilla: Yiya Murano, Santa Evita, Perón con manitos desmontables, Boom Boom Kid, ¡Eternéstor!, muchos hoy en colecciones privadas como la de José Luis Cameron (productor musical de bandas como Las Pelotas o Attaque 77, quien les encargó un cuadro con sus personajes favoritos, Luca Prodan, Riquelme y Beto Casella entre ellos) y la de artistas como Daniel Santoro o Milo Lockett. Ahí nos sentamos en la compu y realizamos una investigación estética para definir el packaging y los detalles mínimos que hacen atractiva cada obra, dice Marianela. En todas mis obras los anclajes son los personajes, vehículos o insignias de los dibujos animados de los años ’80 y ‘90, de mi propia infancia, dice Pool, parte de una generación que creció en una época donde toda admiración –sea por un revolucionario o por un músico de rock– ya estaba acomodada y reducida al lugar de souvenir –sea la remera del Che o el muñequito de Kiss–. Un desapego que utiliza el humor para subrayar que vivimos en una época donde todo, inevitablemente, se vuelve merchandising. Incluso uno mismo: son varios quienes tienen en casa sus propios muñecos, como Adrián Francolini, alma mater de Il Ballo; Daniel Tognetti o el periodista Uki Goñi. Pero la pregunta, volviendo, es cómo traspasar la memoria generacional. Es que en este momento, nuestra generación es el eje de las demás generaciones. Mi viejo sabe perfecto quién es Leon-O, y mi hermano mas chico sabe también. Somos una generación que está en la mitad, en el ojo de la vida pública. Y para mí, además, muy importante: somos los que quedamos entre lo digital y lo analógico, entre el visitarse con amigos y el chat, entre jugar a la escondida y el Family Game. Si vos me preguntás qué represento, es a esta generación. Y así nacieron estos “juguetes para niños hoy adultos” que en esta segunda etapa suman personajes más de culto: Charles Manson, lookeado como el Sagrado Corazón, el asesino Zodiac Killer, la controvertida leyenda punk GG Allin. Detrás de cada muñeco, también una historia: como la que cuenta que los contactó Merle Allin, hermano de GG, miembro de la mesa chica de Joe Coleman y Johnny Depp, para pedirle uno de sus cuadros como tapa de su próximo disco y muñecos para un probable especial en History Channel sobre asesinos seriales, otra de las especialidades de la casa.
Pool y Marianela nacieron en ciudades cercanas a Rosario y allí se conocieron en 2007, años después de haberse instalado en la capital santafesina para estudiar. Marianela, diseñadora y licenciada en Artes Visuales, se movía por el circuito under del diseño de indumentaria rosarino y se inspiraba en maestros jugueteros y el arte cinético para sus esculturas; Pool era un punkie que había cantado en Eh Bufarra, una banda que tuvo sus nanosegundos de fama compartiendo cartel con 2 Minutos y Flema. Pintaba “de caradura” después de haber estudiado diseño, por no haberse bancado la academia de Bellas Artes, y exponía –¡y vendía!– sus cuadros y aguadas hechos con vino, lavandina y tinta china. Eso antes de esta nueva etapa juntos, donde amalgamaron su trabajo bajo influencias que se pueden rastrear desde el pop latino de Marcos López a los murales históricos de Diego Rivera, de los dibujos animados a las megamarcas de juguetería como Funko o Mattel, del packaging de Christo al pop surreal de David LaChapelle, todo regado por un jugueteo con la infancia como época dorada y un especial fanatismo por los personajes de culto (y ocultos). ¿Se sienten fuera del mundo del arte? Dice Pool y asiente Marianela: Absolutamente, no pertenecemos a ese palo. Nosotros somos dos chabones más, nos inspira más el parque de diversiones que hay en Los Cocos que Canal á, miramos a Tinelli y no tenemos problema en mostrar lo que hacemos en Animales Sueltos (un programa cuyos panelistas han sido convertidos por el dúo en títeres de dedo) o ir a lo de Beto Casella. Hay que romper los prejuicios entre el arte y la tele populacha. No nos llevamos bien con la contemporaneidad snob, aunque hay códigos en cada obra, como encofrados que algunos van a entender más que otros. En nuestra primera etapa, lo que hicimos fue contar una historia, que se lee por detrás de todos esos símbolos unidos, con personajes muy populares, con elementos que todos conocemos. Como para que lo entienda desde un intelectual hasta mi abuela. Así, personajes de todo tipo, sean Graciela Alfano o Morrisey o Dolina, son susceptibles de convertirse en títere, punching ball o protagonista de alguna de las historias de los cuadros: vean si no a Felipe Pigna, George Orwell y Berni compartir escena con Galtieri y Thatcher en el cuadro Malvinas, o el corazón de los años ’90 retratado en 30 minutos a Japón, donde el Menem del cohete supersónico retoza con Ricardo Fort y Maradona, Xuxa y María Julia Alsogaray, Charly y Yabrán. En esta segunda etapa, a los óleos sobre lienzo se le agrega el acrílico, un nivel más alto de detalle, un centro en contar su particular versión biográfica de un personaje –Ringo Bonavena, el acróbata de motocicleta Evel Knievel, el cantante country Hank Williams– con todos sus personajes secundarios y terciarios para contar cada historia. ¿Y cuáles son los límites, con qué personajes o hechos no se meterían? ¡No hay!, contesta Marianela, sin ningún empacho en hacer muñecos de Barreda o del Ku Klux Klan, un derecho a la mezcla que, dice, les da la historia más que el arte.
El circo ambulante de Pool y Marianela pasó este año por la porteña galería Fiebre, muñecos por encargo de otra galería viajaron a Brasil, están preparando una muestra para Vértigo, en el DF, una galería especializada en nuevas tendencias dentro de la cultura popular contemporánea (que representa en México, entre otros, a Liniers), y en sintonía con la ambición de Pool de pintar murales, dejar el formato cuadro, esta semana acaban de inaugurar un mural de seis metros por cinco en el patio interno del flamante Beatle Memo, un bar temático y museo interactivo en Rosario dedicado a una de las mayores colecciones de memorabilia de The Beatles en Sudamérica. Allí, Los Beatles aparecen retratados en sus diversas etapas, desde The Cavern a John y Yoko o Harrison como santo budista. Después de ver en DF los murales de Diego Rivera, que entra cualquiera y los mira, que entra a verlos el turista y el fanático, el tipo que lo odia y el que está triste... yo quiero eso, que la gente pase, vea, se emocione. Y en el país hay muy poco de eso. La historia argentina sigue siendo una de las obsesiones de este dúo dinámico. Estamos preparando una muestra para 2013, queremos montar una iglesia y contar la historia argentina desde la Biblia, del Génesis al Apocalipsis. Hay doce santos que elegimos, como Rodrigo o Martín Karadagian, muñecos inmensos que van a acompañar un tríptico del fin del mundo con Cristina, Perón y Menem, y estarán contados los grandes quilombos argentinos: va a estar la Embajada de Israel, los jinetes del Apocalipsis de la dictadura, la ESMA, Chupete yéndose en el helicóptero, Clarín como Gran Hermano, La Cámpora... Y no existe el pueblo, se murió toda la gente. La pregunta obligada, después de la fascinación inicial de este relato, es si el formato que eligieron para contar estas historias no puede agotarlos, y agotar al espectador. Pool y Marianela, émulos de Joe Coleman, no lo piensan en absoluto: que no, dicen, que es imposible, que está toda la historia de la humanidad para ser contada.
Retrospectiva
Pool y Marianela
Mattone Galleria
Il Ballo Caffe Culturale
Gorriti 5950 (de 12 a 20) 4776-8648
Hasta fin de diciembre.
El Mural se inauguró en Beatles Memo,
Boulevard Oroño 107 bis, Rosario.
Abierto todos los días de 8 al cierre.
www.flickr.com/plasticpool
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