CINE > LOS ILEGALES: ENTRE LOS GANGSTERS Y EL WESTERN DE LA MANO DE NICK CAVE
Enojado con los westerns modernos que se producen en Hollywood, el australiano Nick Cave aceptó el desafío de escribir él mismo el guión de la película que le gustaría ver. Tomó un libro que cuenta la historia real de tres hermanos que traficaban licor en un pueblo de Virginia en plena Ley Seca a principios de los años ’30, se asoció nuevamente con su amigo, el director John Hillcoat (con quien ya habían realizado el western australiano The Proposition), y juntos le dieron forma a Los ilegales, una de pistoleros que cruza dos tradiciones cinematográficas: la del Lejano Oeste y el film de gangsters. Entrevistado por Radar, Hillcoat habla sobre la conexión entre ambos géneros, sobre su apuesta por “un cine más adulto”, y sobre la extraordinaria banda de sonido que Cave creó para la película, incluida la versión de un clásico de la Velvet Underground en la que es posible trazar paralelos entre la prohibición del alcohol de aquellos tiempos violentos y la sangrienta e ineficaz guerra contra las drogas que se lleva a cabo en la actualidad.
› Por Juan Manuel Dominguez
“La culpa, y por favor no lo tomes a mal, la tienen los críticos” brama, amable pero australiano hasta la médula, el director John Hillcoat (1961, Queensland), quien acaba de estrenar su “mitad western, mitad-una-de-mafiosos” Los ilegales. Y sigue: “Fue muy difícil hacer una película de género destinada a un público adulto. Todos y cada uno de los estudios en Estados Unidos dijeron que no harían este film. Y eso que el protagonista, Shia LaBeouf, harto de los Transformers, siempre bancó el proyecto. El cine se convirtió en un lugar mentecato, asfixiante. Entiendo la relación del Batman de Nolan con el entretenimiento, pero considerar eso una reflexión adulta sobre la sociedad, o incluso sobre el género, me parece un poco raquítico, sobre todo teniendo en cuenta la historia del cine. Y ahí es donde aparecen los críticos. Nos olvidamos que las reglas pueden reescribirse, que pueden romperse”.
Los ilegales trata, justamente, sobre romper reglas en la era y en el país donde Al Capone, como él mismo sostenía a la hora del contrabando etílico, “tan solo satisfacía una demanda creada por el Estado”. Pero también de romper reglas comunes al género del cine mafioso: “El libro en que nos basamos, The Wettest County in the World (algo así como El condado más empapado del mundo) narra las en un 60 por ciento verdaderas aventuras de los antepasados del autor, Matt Bondurant, cuando traficaba alcohol durante la Depresión en Virginia. Moonshiners, que le dicen por allá. Amo el género y quería hacer un film de gangsters americanos, y una vez que leí el libro entendí de qué forma el western y los films sobre mafiosos se conectaban, se fundían uno en otro: cuando terminó una era, inmediatamente empezó la otra. Pero me parecía que era nuevo para el género de gangsters, que siempre fue urbano, mostrar a estos tipos con el bosque de fondo. Me parecía que ese escenario ofrecía un terreno para ser todo lo hereje que se merece el género”. Los ilegales no es la primera vez que Hillcoat pisa el género con ánimo atilesco: tras un comienzo dirigiendo videos para su hoy amigote y coescriba (y obvio, musicalizador) Nick Cave, juntos hicieron el sequísimo western La proposición (2005) y, en el 2009, adaptó el Apocalipsis según Cormac McCarthy junto a Viggo Mortensen en La carretera (film que los Weinstein, “esos hijos de puta” dirá el hincha de San Lorenzo ante su mera mención, encajonaron durante casi un año).
“No es tanto la necesidad de alterar el género, algo que podría leerse bobalicón, sino de intentar llevarlo a un lugar cercano a ese momento donde no se daban tantas explicaciones, o no había tanta infantilización”, explica Hillcoat. Sus films, y Los ilegales no es la excepción, son relatos casi tangueros, de machos alfa chocando casi cavernícolamente entre sí, de códigos de western pre Sergio Leone (no así sus imágenes, que se pasean entre el Terrence Malick de provincia y el Scarface original de Howard Hawks). Además, todos los films de Hillcoat comparten otro factor: la presencia de Cave, cuyo coherente capricho es, al menos en Los ilegales, desperdigar clásicos de la Velvet Underground (“White Light, White Heat”, es un guiño melómano pero también, en su segunda mitad, un guiño cinéfilo al film homónimo de Raoul Walsh), pero en versiones campechanas, de bluegrass interpretado por la leyenda del banjo Ralph Stanley. Hillcoat: “Conozco a Cave desde que éramos jóvenes y punks, crecimos juntos. Cuando no estaba tocando, Nick veía películas, así como yo, cuando no filmaba, escuchaba música. Hemos sido malcriados por el mismo material. Su épica, en la música y el cine, tiene mucho de sureña, de Sur, de Flannery O’Connor, de Faulkner. Entonces, entre influencia y melomanía, los films se convierten en un proceso inusual: empezamos hablando de la música sin guión y, post filmación, terminamos con ello también, la música está imbuida en el film de una forma especial”.
“Entiendo que hoy la televisión ofrece un terreno más propicio para la experimentación. Walking Dead por ejemplo, o ejemplos de cómo expandir o modificar las formas del relato de gangsters, como Boardwalk Empire o Los Sopranos; más contemporáneos, seguro”, responde Hillcoat respecto de dónde están hoy las posibles revoluciones del género, y luego se retruca a sí mismo: “Pero creo que el cine sigue siendo el paradigma, hay pocos ejercicios de ese estilo que salgan del estigma de ser una idea cinematográfica bien construida. Quiero decir, hay poco genuinamente de invento a la hora de los relatos en la TV, es la misma épica. El Padrino sigue siendo la brújula”.
A pesar del pataleo contra el Batman de Nolan, Hillcoat comparte dos miembros del cast con el nuevo Golden Boy de la Warner Bros: Gary Oldman y, uno de sus protagonistas, Tom Hardy: “Es bueno verlo sin el bozal que tenía Bane ¿no? Es un tipo extrañísimo, cuando estábamos ensayando se nos acercaba y nos decía, a mí y a Cave, ‘Ya entendí a este personaje: lo voy a interpretar como una lesbiana vieja’ y se iba. Cave se daba vuelta, me miraba y preguntaba ‘¿Acaba de decir lesbiana vieja o estoy loco?’”. Y hasta tiene un villano a la James Cagney en su Guy Pearce sin pestañas. Pero la coincidencia con Nolan, muy contra su voluntad, es la necesidad de reflejar comezones contemporáneas: “En un primer instante, la primera escena mostraba lo que sucede hoy con los carteles de la droga mexicanos, después la cocaína en los ‘80, la heroína neoyorquina de los ‘70 y así hasta llegar a la prohibición, donde nace el crimen organizado. Es un tiempo de mucha inestabilidad e inseguridad, hay demasiados paralelos con la crisis económica, política y la guerra contra las drogas. Y ni hablar de la otra guerra, la guerra contra el cine apelmazado”.
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