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Domingo, 10 de agosto de 2003

PLáSTICA

Para tirarse en la goma

Uno de ellos es pintor hiperrealista, goza desde mediados de los noventa de un éxito precoz a nivel internacional y se lo considera una de los grandes promesas de la plástica argentina. Los otros dos vienen del under, hacen animación digital y descollaron en MTV y Locomotion. Entre los tres pergeñaron Gravinesepunga, una muestra llena de sexo y sin pretensiones que finalmente refresca el panorama local.

POR SANTIAGO RIAL UNGARO
Es ideal para todo aquellos que van a las muestras para relajarse. Se trata de un sillón, un sillón con un muñeco (del mismo material que el sillón) sentado encima. Sentándose sobre el sillón, con el cuerpo sobre el muñeco-sillón, resulta difícil no identificarse con el muñeco-sillón, mientras pasan los segundos, los minutos, las horas. Cualquiera puede, si lo desea, pasar un buen rato convertido en Muñeco-Humano-Sillón, aunque son pocos los que pasan por Ruth Benzacar y prueban la experiencia. Es verdad que es bastante patético convertirse en un sillón, pero... ¿y qué? ¿Cuál es el problema? Ésa es la actitud, entre cómoda y desafiante, con la que Diego Gravinese y los ex Doma Ezequiel de San Pablo y Tomás Dieguez (integrantes del grupo Gravinesepunga TM) encararon el proyecto de esta instalación, una exaltación del hedonismo y del placer sensual y sexual que no pretende intelectualizar demasiado.
Diego Gravinese, pintor hiperrealista y artista pop, asiente: “Creo que hay una cosa muy pajera en la muestra: hay despreocupación, hay hedonismo. Creo que Buenos Aires se ha vuelto tan cínica que no hay lugar para la belleza, no dejamos que aparezca. La cultura argentina está muy vapuleada, somos bebés con actitud adolescente. Es importante para nosotros entender que estamos en pañales. Esta muestra está generada desde ahí. Aunque rezonguemos por ser el patio trasero del primer mundo, la verdad es que nos encanta el plástico, el brillo del celofán, esa cosa aséptica y virtual del primer mundo. Hay algo narcótico en el consumismo al que accedemos de buena gana. Quizás un chabón de Greenpeace lo hace, pero yo no considero que estoy diciendo algo”. Con esta sentencia warholiana, el grupo Gravinesepunga se ha presentado en sociedad, generando desconcierto y fastidio en el mundillo artístico. En este sentido, es interesante el contraste con la otra muestra en exposición por estos días en Ruth Benzacar (Florida al 1000, abiertas hasta el 16 de agosto). Si Afectación de Emiliano Miliyo parte de citas de obras de arte (de Marcel Duchamp, de Jeff Koons, de Andy Warhol), proponiendo un juego de múltiples interpretaciones críticas que presuponen cierto conocimiento previo de la historia del arte contemporáneo, el debut del colectivo Gravinesepunga ofrece, desde el ambiguo confort de su muñeco-sillón y sus sensuales cuadros con piscinas, guerras de almohadas, un monito masturbándose, bombas sexuales y su colchonette (una enorme vulva-colchoneta, que quizás habría tenido una mayor inercia si hubiera estado puesta en el suelo y no como un cuadro), una amplia gama de sensaciones placenteras, suerte de panacea hedonista, paraíso artificial y gratuito. Quizás Gravinesepunga pueda ser criticado por su falta de contenido, pero la felicidad pop del grupo se respira por todos los poros de una muestra comunicativa y para nada pretenciosa. Gravinese confiesa: “La curación fue pensada como si fuera una muestra colectiva. En realidad no lo pensamos así, pero derivó en eso. Fue un divague, todo se fue dando muy interactuado. Y en algún momento me di cuenta de que no era Gravinese sino Gravinesepunga”.
Como pintor, Diego Gravinese (1971) logró, siendo muy joven, a mediados de los noventa, reconocimiento y fortuna, lo que le permitió proyectarse internacionalmente. Su última exposición, de hecho, fue realizada el año pasado en Nueva York, donde reside actualmente. Pero aunque no haya perdido el gusto por la pintura (sus pinturas siguen transmitiendo el placer que experimenta, y la elección de los temas confirma un momento positivo), Gravinese ha optado por aliarse con otras dos personas y así encarar un proyecto grupal, lo que implica un riesgo y un desafío. Pero Gravinese es, ante todo, pintor: “Yo no me alejo de la pintura, porque lo tengo incorporado. Me encanta pintar de rojo una superficie. Es mi conexión con el mundo. Si no pintara sería un ermitaño, estaría encerrado como un monje tibetano”. En realidad, nada más lejos del claustro que esta muestra. Los miembros de Gravinesepunga tienen un alto grado de exposiciónmediática. Gravinese hizo la portada del último disco de Gustavo Cerati, Siempre es hoy (saboteada por un grupo “situacionista” que usó esa misma imagen para descargar su ira sobre el ex Soda Stereo, inscribiendo en el retrato la frase “Viejo choto”). Por su parte, Tomás Dieguez y Ezequiel de San Pablo formaron el grupo Punga, un desprendimiento del Doma y muchos habrán visto sus trabajos-animaciones en los separadores que hacían para la MTV y para Locomotion. Gravinesepunga intenta ser una apuesta fuerte, una exaltación de los valores más vitales de la vida. Y lo más vital de la vida, el origen de todo, es el sexo, presente de distintas formas en casi todas las obras en exposición. Gravinese: “Es una muestra muy táctil, muy superficial. Es violenta, por lo sexual, pero no es agresiva. Me dijeron que en el programa de radio de Favio Posca dijeron que la muestra era ‘rock visual’. Me gustó, porque creo que la muestra compositivamente me parece muy musical, no se puede sacar del contexto. El ritmo es rockero, o a lo sumo hiphopero. Tiene muchos bajos. Seguro que tiene que ver con haber vivido ocho meses en el Harlem, escuchando el disco nuevo de Missy Eliot en los estéreos de los autos. Creo que parte del error que se cometió en la intelectualidad del siglo pasado fue creer que lo más importante era la idea y no la imagen. Pero no podés evitar la forma. Creo que querer sacar algo en favor de lo otro es absurdo. Siempre se repite eso de que a Duchamp no le interesaba lo retiniano, pero creo que lo que en realidad él cuestionaba era la moda”.
Gravinese está orgulloso de trabajar con Punga. Y para el grupo, la unión también significa su ingreso al mundo del arte “oficial”. La situación es tan atractiva como complicada: ésa es justamente una de las paradojas estéticas y conceptuales de esta alianza. Como pintor pop, Gravinese siempre manipuló elementos mediáticos en sus obras, ya sea desde el uso de fotografías de propaganda, imágenes publicitarias, fotomontajes o por la elección de electrodomésticos como modelos de sus cuadros. Ahora, esa posibilidad de investigar nuevas tecnologías se refuerza con el aporte de dos personas que vienen del video y del diseño, de la MTV y de lo digital, dos personas que trabajan en publicidad, pero cuya situación en el medio es singular y marginal, ya que su pertenencia al ambiente es conflictiva: por un lado reniegan de sus valores, y por el otro buscan tomar esas corrientes estéticas como medio expresivo. Hay cierto imaginario publicitario en la muestra, aunque no existe detrás un impulso al consumo. “Nosotros venimos del under: empezamos pintando paredes, hasta que un día Locomotion nos dio 12 mil dólares y nos explotó la cabeza”, dice Tomás Dieguez. “Pero la verdad es que, aunque estemos trabajando en publicidad, siempre terminamos gastando toda la plata que tenemos en lo que estamos haciendo. Nosotros venimos del rock, y a Diego le pasa lo mismo, porque todos sus amigos vienen del rock. Por eso queremos que para el cierre toque A Tirador Láser, que es un grupo de rock, de lo que nosotros entendemos por rock, un grupo que tiene su poesía y que termina haciendo lo que quiere hacer, sin miedo a equivocarse. En teoría, el rock aporta una visión desprejuiciada. Entre que nosotros no conocemos el mundo del arte y es difícil explicar qué es Punga, al principio nos daba un poco de miedo que pensaran que lo nuestro era una boludez. Pero al final Gravinesepunga se terminó convirtiendo en un monstruo que tomó las riendas de la muestra. Un monstruo al que le gustan las cosas lindas, pero la verdad es que no era nuestra intención hacernos los inteligentes.”
El tiempo dirá si se trata de un encuentro o de un encontronazo, pero la idea de todos es seguir. Ambos coinciden en que la muestra tiene un lado punk: si ellos pudieron hacer lo que querían, cualquiera puede hacerlo, sea de la forma que sea. Si los Punga tomaron por asalto el mundo del arte entrando por la ventana, Gravinese, en vez de apostar a lo seguro, decidió experimentar con algo distinto. La muestra es el fruto de esa situación. “En los buenos diseñadores vos te das cuenta si es un artista. El arte es inherente al ser humano. Vivimos en un mundo simbólico. La frase El arte está en el ojo del que mira es una frase hecha, pero es verdad. En el arte de las cavernas y en el arte de hoy siempre hay un elemento mágico que tiene que ver con aprender de un mundo espiritual. Somos los únicos animales del planeta que sabemos que nos vamos a morir. Por eso tenemos un deseo de trascendencia. Y como artistas buscamos darle algún sentido a las formas, porque tenemos una conciencia de la necesidad de realizar ese universo mágico. No me interesa que la muestra te deje frío, yo quiero comunicar. Yo aprendí a apreciar el pop y lo inmediato, y la gente que lo hace.” Quizás por eso la inauguración fue un evento social con personajes de diferentes ambientes, en el que convivieron famosos y desconocidos copetineando y observando las sexuales e inmaduras obras del grupo. Gravinese: “Me parece que la fama, que acá es resistida y vista como algo degradante, en realidad le gusta a todo el mundo. No le doy un valor moral, cada vez juzgo menos todo. Pero creo que pasa por hacer lo que uno quiere. De chico, cuando tenía 5 años, mis juguetes preferidos eran los crayones. Me tiraba al piso y pintaba todo el día. Y ahora sigo pintando. Si ahora me pasa a buscar un suizo y me lleva a comer langosta y se paga un par de putas y después me compra un cuadro a 5 mil dólares, no me voy a hacer cargo de la envidia de los demás. Todo lo que pasa en Buenos Aires sucede ante 150 personas que se automasturban entre ellos. Las discusiones estéticas que hay son peleas de niños de primaria. Creo que, sin proponérnoslo, nuestro espacio intenta empezar algo. No es el único (durante la charla, Gravinese hará una mención al “mondonguismo”, y la obra Autismo, realizada con autitos de juguete es una cita evidente al grupo Mondongo). A mí me interesa lo que pasa acá. Pero me parece tremendo que por pintar hiperrealista siempre se dijo que yo copiaba artistas de afuera. Sobre todo porque a muchos los conocí en Nueva York y me tiraron la mejor. Yo pintaba así antes de conocer a David Salle. Siempre está esa cosa de ‘esto se parece a tal cosa’. ¿Y qué importa? Un cuadro siempre se parece a otro cuadro”.

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