PLáSTICA
Dar la cara
Después de inventar el género del retrato documental –caras pintadas a partir de fotos carnet 4 x 4: la imagen más anónima, más masiva y también más perturbadoramente personal que puede ofrecer la fotografía-, Lorena Ventimiglia retoma su hallazgo para darle una vuelta de tuerca provocativa: en Ellos, su nueva muestra de retratos, los que dan la cara son los críticos de arte.
Por Santiago Rial Ungaro
Es un instante crítico del que nadie ha logrado escapar: el momento en que la cámara capta la imagen de nuestro rostro para una foto carnet 4 x 4. Es un momento anónimo y a la vez decisivo: no hacemos nada más que estar ahí –en realidad, lo único que queda ahí es nuestro rostro–, pero la imagen de ese momento facial que la cámara se ha llevado nos identificará y representará como personas civiles desde nuestros documentos. “Si tenés una foto carnet pertenecés a la humanidad. Y ahí salís siempre como sos: siempre salís como no querés salir”. Eso dice Lorena Ventimiglia, sabiendo que ella misma quedó atrapada en (y fascinada por) los jardines del ego. (Jardines del ego fue precisamente el nombre de la exposición de 1998 en la que la artista empezó a usar fotos carnet). La operación es simple: a partir de una foto carnet, Ventimiglia pinta con pintura acrílica una visión “estetizada” de su modelo. Es un género de retrato inevitablemente documental: la foto carnet testifica que cada uno de nosotros es miembro del género humano. Y –más allá del grado de verdad o error que haya en el dicho de que cada uno tiene la cara que se merece– lo cierto es cada rostro es un paisaje, y cada retrato de foto carnet, con todo su burocrático minimalismo, encierra un enorme potencial narrativo.
“Empecé pintando vacas”, recuerda Ventimiglia. “Después me empecé a copar con las caras de los viejos, con las huellas de los rostros. Hasta que me ofrecieron hacer una muestra de retratos y aparecieron las fotos carnet”. La transición vacas-caras no parece del todo caprichosa. Pensándolo bien, hay algo bastante bovino en la actitud con que nos dejamos fotografiar para una foto carnet. Pero en Ellos, la muestra que Ventimiglia presenta ahora en Bragamenéndez Schuster, las miradas conservan poco y nada de aquella mansedumbre. Son todas miradas de críticos, esas criaturas que, para bien o para mal, terminan institucionalizando el arte y decidiendo por acción u omisión quiénes pertenecen a él y quiénes quedarán fuera del circuito de medios, galerías, museos, premios, ferias y bienales.
El ejercicio es aparentemente muy simple: Ventimiglia les pidió a una serie de críticos que eligieran una foto carnet e hizo con ellas una serie de retratos. El elenco está integrado por Santiago García Navarro, Hugo Petruchansky, Ana María Quijano, Eva Grinstein, Jorge López Anaya, Patricia Rizzo, Carlos Basualdo, Renato Rita, Estelle Deberuyer, Okwi Enwesor, Victoria Verlichak, Segismundo De Vajay, Kevin Power y Alicia De Arteaga. “¿Por qué los elegí? Primero por cercanía, por conocerlos, por la cara, por lo que representaban. Los críticos no dejan de ser personas totalmente anónimas. Mi mamá, por ejemplo, no conoce a ninguno; salvo a Alicia de Arteaga, por el retrato de La Nación”. Dado que todos tuvieron la posibilidad de elegir su foto, la diva del grupo terminó siendo Eva Grinstein, la más joven y la única que eligió una foto de cuando era una niña de 6 años. Y –como todo el mundo sabe– los niños, por regla general, son lindos. (Después crecen y algunos se hacen críticos).
“Se supone que los artistas no tenemos jefes”, dice Ventimiglia. “Los críticos no son jefes, pero tienen poder sobre uno, inciden directamente sobre tu obra: si no te hacen una lectura de tu obra te quedás afuera. En la plástica no hay mala prensa; no es como en el cine o el rock. Acá el peligro es la omisión. Y hay tantas exposiciones... Vos pertenecés si respetás los códigos, pero si no los respetás quedás excluido. Y no conozco ningún artista que sea punk con los críticos, por más canchero que sea. Salvo, por ahí, los muy muy conocidos”.
La situación de los críticos –los Ellos– es curiosa, y la muestra busca acentuar esa impresión. En definitiva, ¿quiénes son? ¿Qué autoridad tienen? ¿En qué se basa? ¿Y por qué los artistas eligen estar a su merced? Por lo demás, en el fondo de los retratos, escritos con una letra infantil, manuscrita, Ventimiglia ha consignado los nombres de sus artistas preferidos. El efecto es deliberadamente ambiguo. “Quería haceralgo críticos/artistas. Al principio iban a ser etiquetas, pero después me gustó más la idea de pintar los nombres en letras grises, ya que los críticos están con medios tonos. Y entré como en un estado de psicosis. Primero hice una lista de obras y después fueron apareciendo los artistas”. Así es como aparecen, entre muchos otros, Dante Quinterno, Diego Gravinese, Sergio Avelo, Alfredo Casero, Tim Burton, Michael Jackson, Hokusai, Adrián Dargelos, Nina Hagen, Nina Sanders, Jenny Holzer, Marcelo Schuster, Turner, Fabio Kacero, Federico Klemm, Fabián Burgos, Andrés Calamaro, etc. La idea de Ventimiglia es que los nombres nos disparen hacia las obras de los artistas.
Pero el juego no es tan simple, ya que los retratos se imponen. Ahí están Ellos. Lorena: “Lo paradójico de los críticos es que sólo tienen incidencia sobre los artistas, no sobre el mundo. El escenario en el que actúan es muy pequeño”. Claro que en ese perímetro acotado se reparten alegrías y frustraciones. Ventimiglia recuerda su primera vez con uno de Ellos: “Fue con Renato Rita. Yo apenas empezaba a pintar... y me hizo mierda: escribió que parecía una feria hippie. Los críticos son personajes caprichosos porque su poder es caprichoso”. Pero sus caprichos son los de la institución del poder del arte. “Sí: ser crítico es un trabajo como cualquier otro. Lo mismo que ser artista. Yo paso 6 o 7 horas al día entre trabajos y gestos. En general, la crítica es muy descriptiva con mi obra: ‘utiliza la digitalidad, la materialidad’, etc. Una especie de descripción técnica. Pero es estimulante cuando le encuentra un sentido a la obra; como Santiago García Navarro, que una vez escribió sobre la idea de encontrar el aura en la foto carnet. Y a partir de ese comentario vino un viudo y me encargó el retrato de su mujer, que acababa de morir. Cuando el crítico pone lo suyo y aporta alguna idea, la crítica siempre vale”.
Ventimiglia recuerda alegremente un comentario que le hizo Adrián Dargelos el día de la inauguración de Ellos. “Me dijo que le gustaba mi actitud, que mi actitud era: ‘te denuncio y a la vez te uso’”. La muestra permite que proliferen todo tipo de conjeturas, pero basta recorrerla con Ventimiglia para comprobar que casi todos sus retratados le inspiran algún cariño. Alicia Arteaga y Ana Martínez Quijano parecen los ángeles de Charly; López Anaya parece un mago; Eva Grinstein es como un angelito rosado. Pero cada rostro, al mismo tiempo, insinúa el drama de la vida de su portador/a en el arte. Lorena Ventimiglia se las ingenió para hacer un álbum de figuritas de los críticos: sus retratos son sólo retratos. “No los hice mierda. Son retratos lindos: los muestro bellos, y dulcificados. El arte es raro: hay muchos intereses, mucha plata, pero por otro lado está sustentado por los artistas, que son gente sensible. Hay como una teta de sensibilidad que en un momento se vuelve agria. Pero yo soy pro bien; el mal no me seduce para nada. Si está a mi alcance, una transformación me interesa; si no, me voy para el otro lado”.
Así, pintados por Ventimiglia, Ellos también son bellos. “Creo que es un poco por la técnica, que es muy artesanal. No uso scanner; rearmo la imagen a mano: trabajo por lonchas, por fragmentos, por tonos, y se genera como un efecto de camuflaje que me encanta. Tengo un método que me inventé, que es ir de lo más oscuro a lo más claro”. Si hay algo fuerte en la muestra, algo que inquieta y conmueve, son los ojos de Ellos. Ojos que analizan, evalúan, pesan, eligen, descartan. Ojos saturados de información, de belleza y también de la fealdad del mundillo artístico. Pero ojos que son, también, ojos de personas, capaces de llorar, curiosear, asombrarse o espantarse. Los de Ventimiglia, por su parte, son celestiales pero profundos. “Los ojos son lo último que pinto de los retratos. Nunca descarto nada: me quedo ahí hasta encontrar la mirada. Y se las encuentro siempre. Es una mirada que está juzgándome, sí, y juzgando la obra. Pero a esta gente le gusta el arte; tiene unasensibilidad, aunque quizás está tapada y no se nota. Lo que yo quiero es que disfruten de la pintura”.
Ellos, retratos de Lorena Ventimiglia puede verse en Bragamenéndez Schuster, Darwin 1154,
1piso C, hasta fines de setiembre.