CINE > A FILM UNFINISHED, EL DOCUMENTAL DE YAEL HERSONSKI SOBRE EL GUETO DE VARSOVIA
› Por Mariana Dimópulos
Un sobreviviente célebre, el crítico literario Marcel Reich-Ranicki, también lo recuerda en sus memorias: “Cada tanto se veía en el gueto a un hombre todavía joven, envuelto en harapos, rodeado de chicos, saltando y bailando. Era reconocible por unas palabras en yidish que iba gritando en voz bien alta, como los vendedores de diarios: Ale glach, todos iguales. Era el loco”. La imagen de la película lo confirma. Muestra a un hombre que salta rodeado de una multitud. Muy cerca hay una mujer echada en la calle, que nadie mira. Debe estar muerta. Así también lo ven otras sobrevivientes en el documental A Film Unfinished, de la directora israelí Yael Hersonski. Y puesto que antes se ha mostrado la gente famélica, la gente sin zapatos, las pirámides de basura y todo tipo de otras miserias de las calles de Varsovia, ante el loco que baila y salta las sobrevivientes se ríen por primera vez.
Gran parte del valioso material en que está basada esta película de 2010, ganadora en el Festival de Sundance al mejor montaje documental, no era desconocido para los historiadores. Los archivistas lo consideraban el fílmico más misterioso que había sobrevivido al Tercer Reich; había sido descubierto poco después de la guerra, duraba 60 minutos y llevaba el simple título de El Gueto. Era sin dudas parte de un crudo de propaganda nazi que, por algún error de los últimos días de la guerra, no había sido destruido como todos los demás. Pero en 1998 un investigador británico que buscaba material fílmico en las bases aéreas norteamericanas encontró unos rollos de película con ese mismo nombre. Una parte era la ya conocida, pero la otra mostraba algo nuevo. Por ejemplo: una escena de las calles del gueto, donde unos chicos en harapos se acercan a una vidriera llena de carnes colgantes, se repetía una y otra vez. Pero no era igual, sino casi. Alguien había mirado a la cámara, alguien del grupo de filmación, con uniforme nazi, se había colado en el cuadro. Entonces, al menos uno de los misterios que escondía El Gueto quedó develado: en su mayor parte, las escenas habían sido montadas. De modo que no era cierto que los judíos ricos comían en abundantes cantidades mientras los otros mendigaban, ni se emborrachan en las fiestas, ni miraban risueños espectáculos de danza.
Lo confirma el diario personal de Adam Czerniaków, presidente del Consejo Judío del gueto. Los equipos de filmación alemanes llegaron con sus cámaras para mayo de 1942; en dos meses, aunque nadie de adentro lo sabía, empezarían las deportaciones a Treblinka. De los 350 mil judíos que albergaba el gueto de Varsovia para ese entonces, pronto quedarían unos veinte mil en la ciudad. El destino de la gran mayoría de los retratados en el documental será la muerte en las cámaras de gas del campo, que quedaba a sólo cincuenta kilómetros. Según el historiador alemán Peter Longerich, durante la creación del gueto en 1940 se había informado a Czerniaków que los judíos serían deportados a Madagascar. Y esto no era invento, o sólo a medias. Durante un tiempo el proyecto Madagascar fue tomado en serio por la cúpula nazi, y se hicieron planes y estudios. Mientras tanto, y a gusto de las autoridades de la Polonia invadida, los judíos morían de hambre en los guetos, o de la epidemia de tifus. Cuando ese equipo de filmación llegó en 1942, los que aún sobrevivían lo hacían en muy malas condiciones. Esto, por supuesto, debía ser mostrado a los ojos de la propaganda nazi como culpa de las propias víctimas. Como también muestra A Film Unfinished, una de las tácticas era hacer retratos de un “judío rico” y de un “judío pobre”, poniéndolos bien pegados uno junto a otro. Ahora se puede sospechar que los ricos debían estar disfrazados. Toda una galería de caras, con inspiración eugenética, sigue a estas tomas. El efecto es casi hipnótico.
En un discurso de 1935 que inauguraba el festival de teatro del Reich, Goebbels se preguntó quizá sin ironía: “¿No es la propaganda, tal como nosotros la entendemos, un tipo de arte?”. Fue una de las tareas centrales del nazismo apenas arribado al poder. Goebbels había sido nombrado ministro de Instrucción del pueblo y de la Propaganda. En la “coordinación” de los medios de comunicación que empezó inmediatamente, las películas ocuparon un lugar cada vez más importante, sobre todo al desatarse la guerra. Pero el trabajo no se concentró tanto en las ficciones, sino en los semanarios informativos, que se veían en los cines. Donde no había cines, Goebbels mandaba salas ambulantes. Es posible que El Gueto hubiera sido planeado como un film propagandístico del tipo de El judío eterno, de 1940. De hecho, los primeros diez minutos de este panfleto antisemita, con las típicas infamias, se parece especialmente a algunas tomas del material que reúne Hersonski en su película. Y no sólo porque también provienen, en parte, del gueto de Varsovia, aunque son de dos años antes. Las tomas se asemejan: planos generales de las calles, gente que se queda mirando a la cámara, planos muy cerrados de las caras. Pero era el principio del encierro, y no se muestran ni la miseria ni la muerte que vendrán poco después.
En A Film Unfinished Hersonski aprovecha este precedente, y acaso también lo resalte. Al principio la película no se diferencia del ojo nazi que registró las imágenes del material en crudo. A pesar de las investigaciones que inició la directora, sólo se conoce un nombre de los responsables, el de un camarógrafo. No se sabe el equipo a quién respondía. Pero la película abandona la intención de la cámara gracias a ese material extra que fue encontrado en 1998. Y entonces aparecen marcados los responsables, al menos los inmediatos: un uniforme que se ve por un segundo en la calle atestada, una gorra, una filmadora que la cámara lenta o el acercamiento nos hacen visibles. Ya no es un film de los nazis, sino sobre lo que los nazis hacían con sus films. En sus comentarios, la directora reconoce que su motivación fue casi teórica. Quería hacer una película que explorase la manipulación. “¿Cómo puede una imagen, filmada desde el punto de vista del victimario, reflejar la realidad de la víctima?” Con esta inquietud, en 2006 se puso a investigar sobre material fílmico del Holocausto, y dio con El Gueto y con los diarios íntimos de algunos de los que lo sufrieron. Con acierto, incorporó los de Czerniaków y el del historiador Emmanuel Ringelblum, y conservó cada uno, en voz en off, en su lengua materna. Por esos diarios sabemos que esos que se reían y aplaudían en un teatro repleto habían sido obligados, la bailarina parece que baila pero sólo hace que baila, el público hace horas que no se mueve de la silla, ni come ni va al baño. Quien no riera debidamente sería castigado.
Al igual que el ya clásico documental de Claude Lanzmann, Shoah, Hersonski fue en busca de sobrevivientes; a diferencia del francés, los hizo hablar en una sala de proyección vacía, mirando ese documento de época que también es El Gueto. Cuando aparece el loco de Varsovia, se ríen. Cuando aparece una mendiga joven, muy quieta, cuentan de mucha gente que vivía en la calle y ahí moría. Se acuerdan de los equipos de filmación, que no sólo habían aparecido en 1942, hacia el fin del gueto. Una vez, una de las sobrevivientes volvía de noche a casa y se tropezó con un muerto, que vio muy de cerca a la cara. Hacía tiempo que no lloraba y esa noche lo hizo. La comida era escasa, pero su madre le dio un pan con mermelada. Hacia el final del fílmico, cuando llegan las imágenes de las fosas comunes y los cadáveres piel y hueso, las sobrevivientes se tapan los ojos.
Pero en verdad la lente nazi no quería mostrar ninguna víctima, sino un victimario oculto que la cámara tenía la obligación de “develar”, no importaba con qué medios. Por supuesto, se trata de una invención infame, pero es quizás ése el mayor misterio de estos materiales. La utilización en los documentales posteriores, que confundieron los aplausos del teatro con auténticos aplausos, es la que busca y encuentra sin ningún esfuerzo a la víctima. Al igual que en El judío eterno, la cámara nazi pretendía mostrar con objetividad algo que, sabemos, es insidia. Y con un cinismo casi inmejorable condenaba a los judíos que vivían hacinados, en guetos, como si no hubieran sido ellos mismos quienes los habían encerrado.
Aunque Hersonski se haya limitado a los documentos de primera mano escritos en el gueto mismo, las memorias de Marcel Reich-Ranicki, publicadas apenas un año después del descubrimiento de la segunda parte del material fílmico, aportan un dato que deja espacio a nuevos hallazgos, no menos sombríos. En todas las cosas denigrantes que el ojo nazi muestra en El Gueto falta la sexualidad. El crítico polaco-alemán dice en Mi vida: “A principios de junio de 1942 apareció otra vez un equipo de filmación alemán y filmó varias escenas preparadas. En las calles apresaban a judías jóvenes, que fueran atractivas y estuvieran bien vestidas, y las llevaban al edificio principal del Consejo; ahí tenían que desvestirse y eran obligadas a poses y a actos obscenos. Si el equipo había recibido la orden de filmar tal cosa, o si se trataba de algo para el disfrute personal, eso no lo sé”.
El 22 de julio de 1942 empezaron las deportaciones. Ese mismo día, Czerniaków se tragó el cianuro que guardaba desde hacía tiempo. Hasta el 12 de septiembre, los alemanes se las arreglaron para sacar de Varsovia a 250 mil judíos y llevarlos a Treblinka, donde había poco más que un edificio con la cámara de gas. Esto da un promedio de cinco mil personas por día. Al principio, la gente se presentaba porque les prometían una ración extra de comida, o porque querían creer que de verdad iban al Este para trabajar. Pero pronto notaron que el mismo vagón, con el mismo número, volvía a más tardar después de unas pocas horas, vacío. De modo que muy lejos no iba; nunca hubiera llegado en tan poco tiempo a Smolensk o a cualquier otra ciudad del Este. Para ese entonces, sabiamente, los camarógrafos y el oculto director se habían retirado del gueto. La creatividad era necesaria en otras partes del Reich.
A Film Unfinished podrá verse los sábados 17, 24 y 31 de agosto, a las 17, en Fundación Proa, Av. Pedro de Mendoza 1929 (y Caminito). Luego de las proyecciones, los comentarios de Alan Pauls, el 17/8, y Daniel Rafecas, el 31/8.
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